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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Un nuevo visitante entró dentro de La velada del trueno, el reputado restaurante del Distrito Comercial de Amegakure. Quizás llamarlo reputado restaurante era elevarlo a una categoría demasiado alta, pero lo cierto es que tenía muy buena reputación, y es que llamarlo bar tampoco era lo correcto. Era un sitio desenfadado, informal, bien decorado pero que no exigía etiqueta ni era frecuentado por gente de un alto estatus. La velada del trueno era un restaurante con gran variedad de platos, frecuentado por gente joven, de buen comer y de buen beber. Desde tapas típicas de restaurantes de comida rápida reimaginadas y cocinadas con ingredientes de calidad hasta platos extranjeros, como esos rollitos de carne de camello del País del Viento. La bebida, excepto la hidromiel pluvial y la cerveza, podía rellenarse gratuitamente si uno iba a cenar. Era bastante grande, con mesas y sofás cerca de las paredes. Tenía una decoración que lo hacía muy acogedor, con esas luces tenues de color azul eléctrico que enfatizaba el nombre del sitio.

—Buenas noches. ¿Mesa para uno? —Le recibió una camarera joven, pecosa, con el pelo castaño y ojos azules, que aguardaba sonriente detrás de un mostrador.

Daruu dejó la capa de viaje impermeable en el perchero. Aquella noche se había vestido con una sudadera negra y unos pantalones de color azul marino.

—No, no. Tengo reservada una mesa para dos a nombre de Amedama Daruu. Todavía falta mi acompañante.

—Oh, vale, vale. Si quieres puedes esperar en esos sillones de ahí.

Daruu asintió, y tomó asiento en uno de los sillones negros de la entrada. Echó la cabeza hacia atrás y suspiró. ¿Estaría bien el sitio? ¿Quizás demasiado informal para una cita? Dioses, se le daban muy mal aquellas cosas, y mira que llevaban un tiempo ya...
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#2
—¡Ni siquiera sé dónde está La velada del trueno! —exclamaba Ayame a medio vestir, mientras correteaba como un pollo sin cabeza, de aquí para allá, por toda la habitación—. ¡No me lo dijo y ni siquiera tuve tiempo de preguntar porque desapareció! ¡Puf! ¿Qué voy a hacer?

Al otro lado de la puerta entrecerrada, Kōri, apoyado contra la pared con los brazos cruzados, lanzó un suspiro al aire.

—En el distrito comercial, Ayame. Casi al final, girando a la derecha antes de llegar al puente.

—¡Ay, gracias! ¡No sé qué haría sin ti, Kōri!

—Pues podrías haber preguntado a cualquier persona que pasara por allí, por ejemplo.

Ella, en respuesta, apenas asomó la cabeza por la puerta y le sacó la lengua con gesto burlón. Pero Kōri ni siquiera se inmutó. En ocasiones olvidaba, más de las que le gustaría admitir, que sus dos alumnos estaban saliendo juntos. Que su hermana y el hijo de su vecina estaban saliendo juntos. Nunca había sido un hermano celoso ni sobreprotector, nunca se había inmiscuido en la vida de su hermana pequeña, pero aquella circunstancia creaba una situación un tanto particular.

Fuera como fuese, Daruu era un buen chico. Y mientras no afectara a sus vidas como shinobi ni al transcurso de las misiones, estaría bien.



. . .



Cuando la puerta de La Velada del Trueno volvió a abrirse, dio paso a una figura encapuchada que entró atropelladamente entre fatigados resuellos. Pese a las indicaciones de Kōri, Ayame había girado antes de tiempo y había tardado unos valiosos diez minutos en volver a ubicarse para llegar hasta allí. Se apartó la capucha, liberando sus cabellos oscuros sobre los hombros, y después se quitó la pesada capa impermeable que había usado para no calarse hasta los huesos y la dejó en el perchero más cercano. Se había vestido con una camiseta de color azul que ceñía a su cintura con un delgado cinturón oscuro y una falda de color negro que oscilaba con un gracioso vuelo alrededor de sus piernas protegidas con medias. Había estado eligiendo el conjunto durante al menos media hora, y aún se sentía profundamente afligida por no haber sabido hacer nada con sus cabellos, que ahora caían entre delicadas ondulaciones y algún que otro tirabuzón por debajo de sus hombros, o haberse maquillado. Ella nunca lo había hecho, y dado que en su casa aparte de ella sólo vivían hombres, no había nada para poder hacerlo. ¿Pero y si a Daruu le gustaban las chicas maquilladas? ¿Y si pensaba que no se había arreglado lo suficiente?

—Buenas noches. ¿Mesa para uno? —le llamó la atención una camarera desde detrás de un mostrador, de cabellos castaños y ojos cristalinos.

—Ah, no... Vengo con...

—Oh, entonces te está esperando allí —la interrumpió, señalando unos sillones que se encontraban junto a la entrada. Y, efectivamente, en uno de ellos la esperaba Daruu, con la cabeza echada hacia atrás.

—¡Ah, gracias! —exclamó Ayame, con una ligera inclinación de cabeza, antes de acercarse al muchacho—. ¡Daruu-kun! Lo siento... me perdí un poco por el camino —llamó su atención, rascándose la nuca con gesto apurado.
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#3
La puerta del restaurante se abrió. Por la manera de andar —y de resollar como si hubiese venido corriendo— supo que se trataba de Ayame. Daruu sonrió como un idiota y esperó a que le viera, saludándole con energía desde lejos. Pero en su lugar, la muchacha se dirigió al mostrador cuando la camarera llamó su atención.

—¡Aquí, aquí! —saludó.

Ayame se dirigió hacia él con pasos de cervatillo. La chica iba vestida con una camiseta de color azul con un cinturón oscuro y una falda de color negro. Casi parecía que había traducido su uniforme ninja a lenguaje civil.

Pero para él estaba bien. A él le gustaba así. Daruu se levantó.

—¡Daruu-kun! Lo siento... me perdí un poco por el camino.

Daruu la abrazó.

—No pasa nada —dijo él—. Aquél día iba con tanta prisa que se me olvidó decirte si conocías el sitio. Oye —declaró, separándose y cogiéndola por los hombros—. Estás guapísima.

»¿No habías venido nunca aquí?
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#4
Pero Daruu, lejos de ofenderse o mostrarse molesto con ella, se levantó y la abrazó con fuerza. Y ella le correspondió de buena gana.

—No pasa nada —le dijo—. Aquél día iba con tanta prisa que se me olvidó decirte si conocías el sitio. Oye —añadió, separándose un poco de ella y tomándola por los hombros. Sus ojos púrpura la recorrieron de arriba a abajo, y Ayame no tardó en sonrojarse—. Estás guapísima.

Y sus mejillas se encendieron con aún más fuerza, si es que aquello era posible. Ayame abrió y cerró varias veces la boca, como un pez fuera del agua. No estaba acostumbrada a recibir halagos, mucho menos de su aspecto físico, y no sabía muy bien cómo debía reaccionar. Y al final optó por lo simple:

—G... g... gracias... —balbuceó, apartando la mirada con infinita vergüenza. En un gesto casi inconsciente, alzó una mano y se tomó un mechón de pelo con los dedos índice y corazón. Y enseguida las palabras salieron de sus palabras salieron de manera atropellada por sus labios—. Aunque... bueno... yo... yo... no sabía cómo peinarme, ni sabía si te gustaría, ni nunca me he maquillado, y en casa sólo están papá y Kōri, así que no tenía con qué hacerlo ni a quién pedir consejo ni sabía cómo hacerlo y... y... no sabía si te gustaría así, y... —terminó por morderse la lengua, respirando hondo, y volvió a mirar a Daruu con ojos temblorosos y las mejillas encendidas como braseros al rojo vivo—. Tú también estás muy guapo, Daruu-kun.

—¿No habías venido nunca aquí? —le preguntó, y Ayame negó con la cabeza.

—No. A papá no le suelen gustar este tipo de restaurantes, y yo nunca había oído hablar de él antes —sonrió, algo nerviosa.
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#5
Daruu volvió a abrazar a Ayame, mientras ella trataba de pronunciar su particular trabalenguas.

—No me gusta el maquillaje. Me gustas así. Estás perfectamente. Venga, te he invitado para pasar un buen rato, que hemos tenido una mala racha últimamente todos.

Se volvió a separar de ella.

Cuando Ayame halagó su aspecto, él se rascó la coronilla, sonrojado.

—Muchas gracias —dijo—. ¿No habías venido nunca aquí?

—No. A papá no le suelen gustar este tipo de restaurantes, y yo nunca había oído hablar de él antes.

Daruu resopló, haciendo un círculo con los ojos.

—¿Es que a ese hombre no le gusta nada bueno, o qué? —rio—. Venga, entremos. Seguro que a ti si te gusta.

Los muchachos se dirigieron hacia el mostrador. Esta vez sí, la camarera les dirigió a la mesa con sofá que Daruu había reservado, y depositó dos cartas frente a los muchachos.

—¿De beber?

—Una Amecola, por favor.

Cuando la camarera les tomó nota, Daruu se inclinó en la mesa y dijo:

—¡Quería invitarte durante el combate, pero al final no me dio tiempo antes de que me ganaras! —Le guiñó un ojo a Ayame.
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#6
—¿Es que a ese hombre no le gusta nada bueno, o qué? —rio Daruu, poniendo los ojos en blanco—. Venga, entremos. Seguro que a ti si te gusta.

La guió hacia el mostrador, donde la camarera, que había estado esperando a que terminaran su conversación, les dirigió hasta una mesa con sofá y les tendió dos cartas.

—¿De beber? —les preguntó.

—Una Amecola, por favor —pidió Daruu.

—Para mí agua, por favor —añadió Ayame, con una afable sonrisa.

Cuando la mujer se retiró después de tomarles nota, Ayame cogió la carta y comenzó a hojearla con interés. Daruu se inclinó hacia ella en la mesa.

—¡Quería invitarte durante el combate, pero al final no me dio tiempo antes de que me ganaras! —dijo, guiñándole un ojo.

Y Ayame no supo si reír o llorar.

—Un momento un poco extraño para una proposición así. ¿Pretendías dejarme inconsciente y entonces invitarme? —bromeó, con una carcajada. Pero enseguida torció el gesto. Después del numerito que había formado en el hospital, una semana atrás, no se sentía con derecho a expresar su alegría o celebrar su victoria, aunque por dentro se sentía orgullosa como hacía tiempo no se había sentido. Ella, que consideraba a Daruu su mayor rival y al que admiraba profundamente, había conseguido vencerle en combate. Aunque una vocecilla malvada no tardó en recordarle que su compañero se encontraba aún convaleciente por la pérdida de sus ojos—. Oye, ¿te encuentras bien? Lo siento si me pasé durante el entrenamiento...
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#7
Ayame rio.

—Un momento un poco extraño para una proposición así. ¿Pretendías dejarme inconsciente y entonces invitarme?

Daruu acompañó a su carcajada, pero enseguida detectó que la muchacha torcía el gesto.

—¿Qué pasa?

—Oye, ¿te encuentras bien? Lo siento si me pasé durante el entrenamiento... —se compadeció Ayame.

—Oh, no, no, tranquila —dijo Daruu—. La verdad, disfruté mucho del combate, y me sirvió para marcarme unos objetivos y para saber dónde tengo que poner el ahínco en re-aprender a pelear. El no tener el Byakugan hace las cosas mucho más difíciles... Antes estaba acostumbrado a reaccionar a tus ataques de una manera. Ahora tengo que reaccionar de otra muy distinta.

Asintió dos veces.

—¡Pero tranquila! ¡A la próxima no será tan fácil! He cogido varios libros de Ninjutsu de la biblioteca y voy a esmerarme en aprender muchísimas cosas nuevas.
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#8
—Oh, no, no, tranquila —respondió, Daruu, restándole importancia al asunto—. La verdad, disfruté mucho del combate, y me sirvió para marcarme unos objetivos y para saber dónde tengo que poner el ahínco en re-aprender a pelear. El no tener el Byakugan hace las cosas mucho más difíciles...

«Entonces es cierto, sólo he conseguido vencerle porque ya no tiene el Byakugan...» No pudo evitar pensar, pero se apresuró a apartar aquel maligno comentario de su mente.

—Antes estaba acostumbrado a reaccionar a tus ataques de una manera. Ahora tengo que reaccionar de otra muy distinta.

—Debe ser difícil... —comentó ella, inclinando ligeramente la cabeza—. La verdad, me imagino el no poder transformarme en agua y... no sabría qué hacer.

—¡Pero tranquila! ¡A la próxima no será tan fácil! He cogido varios libros de Ninjutsu de la biblioteca y voy a esmerarme en aprender muchísimas cosas nuevas.

Ayame sonrió de medio lado.

—¡Entonces supongo que eso significa que no puedo relajarme! —asintió, y volvió a coger la carta. Sus ojos la recorrieron de arriba a abajo, y, dubitativa, Ayame terminó por inclinarse hacia Daruu—. Entonces, tú conoces este sitio, ¿no? ¿Qué me recomiendas? —sonrió.
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#9
Daruu agradeció la actitud lúdica de Ayame y rio, feliz. La chica cogió la carta, así que él la imitó, tomando el cartón y echándole un vistazo largo.

—Entonces, tú conoces este sitio, ¿no? ¿Qué me recomiendas? —le preguntó Ayame.

—Mmh... —dudó Daruu, recorriendo la carta con los ojos—. Yo siempre pido para picar. Tienen un montón de cosas muy buenas. ¿Te gusta el picante? Los jalapeños son lo más.

Señaló un punto de la carta de Ayame.

—Pero mira: patatas con queso y salsas, triangulitos de maiz con yogur, aros de cebolla... ¡hay de todo!
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#10
Daruu, dubitativo, aún tardó algunos segundos en responder:

—Mmh... Yo siempre pido para picar. Tienen un montón de cosas muy buenas. ¿Te gusta el picante? Los jalapeños son lo más.

Ayame torció el gesto, con una temblorosa sonrisa.

—No tolero nada bien el picante, la verdad —resolvió, sacudiendo la cabeza en un claro gesto de rechazo ante aquella idea.

Entonces Daruu señaló un punto de la carta de Ayame, y ella lo siguió con sus ojos.

—Pero mira: patatas con queso y salsas, triangulitos de maiz con yogur, aros de cebolla... ¡hay de todo!

Vale. Lo había conseguido. A aquellas alturas se le estaba haciendo la boca agua con todos aquellos manjares que no había probado pero que tan deliciosos se le antojaban.

—¡Ay, me encantaría probar los triángulos, la verdad! —exclamó, llena de ilusión—. ¿Y tú qué vas a pedir, Daruu-kun?
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#11
Daruu negó con la cabeza.

—No, mira, pedimos un poco de cada y ya está, así picoteamos de todo. Triángulos entonces, ¿no? Vale.

Al final, cuando la camarera volvió a tomar nota y a traerles las bebidas, los muchachos acabaron decantándose por los triángulos, las patatas, aros de cebolla... y media ración de jalapeños, que Daruu insistió en pedir ni aunque fuera para no quedarse con las ganas.

La camarera se alejó. Daruu se recostó en el sofá del restaurante.

—Ah... espero que todo vuelva a la normalidad lo antes posible —confesó—. ¿Cómo le va a mi madre con la ecolocalización?
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#12
Pero Daruu, que parecía tener una idea diferente en mente, negó con la cabeza.

—No, mira, pedimos un poco de cada y ya está, así picoteamos de todo. Triángulos entonces, ¿no? —Ayame asintió con ferviente emoción—. Vale.

La camarera regresó al poco tiempo y los dos muchachos hicieron su pedido a base de varios platos a modo de picoteo, entre ellos los triángulos con salsas, las patatas con queso, aros de cebolla y los infernales jalapeños que Daruu se empeñó en pedir para él.

—Ah... espero que todo vuelva a la normalidad lo antes posible —musitó su compañero, recostado en su sofá una vez la camarera se hubo alejado con el pedido completo. Y Ayame no pudo evitar mirarle con cierta lástima al darse cuenta de que se refería a todos los acontecimientos que habían cambiado su vida de aquella manera tan brusca de la noche a la mañana. Nunca llegó a decirlo en voz alta, pero la muchacha seguía sintiéndose algo culpable. Si no le hubiera citado en la playa aquel entonces...—. ¿Cómo le va a mi madre con la ecolocalización?

La súbita pregunta de Daruu la sacó de sus pensamientos.

—Bastante bien —respondió, con una tenue sonrisa—. Si te digo la verdad, diría que le está costando menos pillarle el truco que lo que a mí me costó dominar la técnica. Tu madre es muy inteligente, ¡a ver si voy a tener que acabar pidiéndole consejo sobre mi propia técnica, qué mal! —añadió, con una carcajada nerviosa mientras se rascaba la nuca.
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#13
Ayame aseguró que su madre estaba cogiendo el truco a la técnica incluso antes que ella misma. Daruu rio.

—No te preocupes por eso —dijo—. Aunque disimula muy bien, mi madre sigue siendo jōnin, y además se dedicaba a hacer tareas de inteligencia y espionaje. Tiene algunos jutsus en el repertorio que son bastante complicados.

Sonrió.

—¿Hubo algo que te llamase la atención en nuestro combate en la playa? —añadió—. Quizás... ¿un momento en el que tus ojos no pudieron seguirme?
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#14
Daruu le respondió con una carcajada.

—No te preocupes por eso. Aunque disimula muy bien, mi madre sigue siendo jōnin, y además se dedicaba a hacer tareas de inteligencia y espionaje. Tiene algunos jutsus en el repertorio que son bastante complicados.

—¡Kiroe-san es increíble! —Ayame sabía algo de eso, pero aún así no podía dejar de impresionarse con la habilidad y la inteligencia que demostraba tener la mujer. Y quizás ese era el motivo, su admiración por ella, lo que la empujaba a querer ayudarla con todas sus ganas para poder devolverle su vida anterior. O, al menos, la mayor parte de ella—. Es un auténtico modelo a seguir, ojalá yo llegara a ser como ella. Al menos un poquito —rio.

Daruu sonrió a su vez.

—¿Hubo algo que te llamase la atención en nuestro combate en la playa? —le preguntó de repente, y Ayame le miró con extrañeza—. Quizás... ¿un momento en el que tus ojos no pudieron seguirme?

Ella ladeó la cabeza y pensó durante unos pocos instantes.

—Quizás... en los últimos momentos antes de que me vencieras, cuando lanzaste esa bomba de humo —respondió al fin, con el dedo índice apoyado en el mentón y el mirada clavada en un punto inexistente del techo—. Habías creado un clon y yo no sabía si eras tú o no, pero entonces estalló y tú apareciste a mis espaldas. Creía que habías utilizado el Shunshin no Jutsu, pero todo lo de después vino demasiado deprisa como para que pudiera asimilarlo. ¿Me equivoqué? —preguntó, devolviendo la mirada a los ojos violáceos de Daruu con infinita curiosidad.
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#15
Daruu asintió.

—En nuestro combate con Kōri-sensei, hice el Sunshin no Jutsu, y tus ojos pudieron seguirme con total facilidad. Lo he visto, no soy tan rápido como tú —admitió, encogiéndose de hombros—. Pero yo no me moví. No en el sentido literal de la palabra.

Dedicó unos segundos a la intriga.

—Chishio Kuchiyose —reveló—. Una técnica espacio-tiempo. Un pacto de sangre conmigo mismo y un método de invocación inversa. Puedo teletransportarme al lugar donde esté mi sangre, si es fresca. O, si dibujo un ideograma, incluso cuando la marca ya se ha secado. El kunai que te lancé estaba manchado de mi propia sangre. Me teletransporté a tu espalda —sonrió con satisfacción. Normalmente, no revelaría el funcionamiento de su técnica así como así, pero era Ayame, era su compañera, y tenía plena confianza en ella.

»Es una técnica que me enseñó mi madre. Es increíble. Y aún no la domino del todo... Ella es capaz de cruzar países enteros.
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