Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La peliazul empezó a hablar con el perro en ese tipico tono con el que hablan a los bebes. Mientras, Nabi, con la espalda apoyada en la puerta, para aguantarla en caso de que volvieran a arañarla, cavilaba sobre las posibilidades que tenian para deshacerse de aquella manada. Los chuchos no paraban de ladrar en la puerta misma del apartamento. La idea de salir y hacerles frente a puros katones se abria paso lentamente. Sin embargo, estaba intentando buscar alguna forma de que simplemente se fueran, sin daños, sin peleas, sin katones.
Con cada ladrido, su mente se decantaba por los katones. Abrió los ojos, casi decidido a hacer perritos calientes en masa. Se encontró con un par de esmeraldas que le miraban en busca de una solución, pero lo que él iba a hacer no era una solución, era una barbarie. Su mente se aclaró mientras sus ojos no podian apartarse de los de ella. Suspiró y torció el morro. No le gustaba, no le gustaba nada.
Habia una cosa que le disgustaba incluso más que pegarse con aquellos animales y ese algo era huir de una pelea. Pero no le quedaba otra, tenia que despistar a esos bichos. Eri le preguntó si tenia alguna idea.
¿Ideas? Miles, tal vez millones. Soluciones solo una.
Fue a la cocina a coger un par de salchichas y antes de salir por una ventana que daba al lado contrario a donde estaban los perros volvió al salón para hablar con Eri.
Esperame aqui, no abras la puerta a desconocidos ni a perros. Y limpia el barro, por favor.
Se fue directo a la ventana y salió de un salto, tenia que ser agil, sabia que la peliazul intentaria detenerle. Pero antes de que esta pudiera reaccionar, y aún más teniendo a un chucho en brazos, ya estaria en el tejado del edificio. Sus ojos rojos contaban con tranquilidad el numero de perros. Una docena de animales se arremolinaban en su calle. Uno a uno todos fueron levantando la mirada hacia donde estaba él, una media sonrisa siniestra se poso en sus labios.
Segundos más tarde, se encontraba corriendo desesperadamente calle abajo con una jauria de perros tras él. Por mucha ventaja que les sacara inicialmente, esta se iba reduciendo a cada paso que daba. Corria tan rapido que casi se habia tropezado con sus propios pies un par de veces, pero siempre conseguia resarcirse antes de caer al suelo. Giraba de vez en cuando para deshacerse de un par de perros que no conseguian reaccionar a tiempo. Pero no le quedaba otra que intentar no perder a la mayoria antes de alejarse lo suficiente de su casa.
28/08/2015, 22:36 (Última modificación: 29/08/2015, 12:08 por Uzumaki Eri.)
Eri intentó detener al Uchiha antes de que saltase por la ventana, pero Mike saltó a sus brazos, temblando, así Nabi se escapó de entre sus dedos, dejando un sabor amargo en la boca de la kunoichi del remolino. Suspiró, y luego con el can en brazos, decidió acercarse a la ventana por si lograba ver algo, pero los perros y el rubio habían desaparecido sin dejar rastro. La joven quedó cabizbaja, y entrecerrando los ojos, solo atinó a susurrar.
-Siempre haces lo mismo...
Pero la bola de pelo que se encontraba entre sus brazos sacó de su trance a Eri, recordando las últimas palabras del rubio, ordenándole limpiar. En otra ocasión se hubiese cabreado con el Uchiha, pero en esa ocasión hizo lo que él le había pedido, dejando a Mike en un rincón, éste supo lo que la chica le había pedido y se quedó tumbado donde ella había ordenado. Aprovechando eso, la joven de cabellos azules limpió todos los restos de barro y humedad que se encontraban por la casa del Uchiha. Fue tarea sencilla, ya que conocía dónde se encontraban todos los productos necesarios para la labor, gracias al haber pasado tanto tiempo en esa casa.
Pero miró de nuevo al can, quien se había quedado dormido, y sonrió, preguntándose qué habría hecho ese animal para que le persiguiesen tantos perros. Dio un paso para acariciarle de nuevo, pero se dio cuenta de que tanto su calzado como las ropas que llevaba estaban encharcadas y cubiertas de barro, así que decidió que lo mejor era descalzarse y buscar algo de ropa en esa casa ajena.
No tardó mucho en agenciarse una de las camisetas del rubio, con suerte sus mallas negras no se habían manchado y podía usar la prenda superior a modo de túnica como la que ella solía llevar. Cambió de brazo su mecanismo oculto de kunai, ya que Nabi solía llevar camisetas de manga corta izquierda y manga larga derecha, y se sentó en el sofá del salón.
-¿Y ahora qué, Nabi-kun?-Lanzó la pregunta al aire del cuarto, esperando que el rubio apareciese de nuevo. Sin querer, sus ojos terminaron cerrándose y acabó dormida en el sillón donde se encontraba, cayendo al lado derecho, con las piernas recogidas en el izquierdo.
El can al ver como la chica que lo había estado cuidando caía en el mundo onírico, se tumbó a sus pies, velando por sus sueños, esperando a que el Uchiha volviese.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Los perros se acercaban cada vez más, y por más que doblara esquinas los que quedaban eran más habiles que eso. El suelo estaba totalmente empapado, y lo que no resbala, enganchaba. Durante uno de esos giros bruscos con los que intentaba despistar a algún que otro animal hizo un traspie, normalmente se habria recuperado sin problemas, pero con aquella estupida lluvia no habia tenido oportunidad y habia caido. Contra la grava pocas eran las probabilidades de salir indemne de una caida.
Se levantó de un salto, con un raspón en la pierna derecha, un par de canes le dieron alcance con sus dientes por delante, pero hasta herido no eran problema para el Uchiha. Al primero lo rechazó dandole un golpe en la mandibula, el siguiente que venia más rezagado pudo evitarlo para salir por patas antes de que los demás tambien decidieran lanzarse.
Ya se habia alejado suficiente, era hora de la acción evasiva. Corriendo a lo maximo que podia ignorar el dolor se metió por un callejón sin salida y sin pararse a pensarselo empezó a escalar la pared del fondo con su chakra en la suela de la sandalia ninja. Una vez allí, se sentó en el tejado de aquel edificio. La lluvia habia aminorado un poco, pero seguia siendo bastante fuerte, tanto como para no dejar pasar ni un rayo de Sol en aquella más que oscura mañana.
Nabi bajó la mirada, los animales se habian parado en aquel callejón a mirarle y ladrarle con algo más que desprecio en sus ojos. El carmesí se apagó, habia ganado esa batalla. Él no recordaba como volver a su casa, seguramente aquellos perros en medio de aquella tormenta tampoco podrian. Esperaba que para cuando la lluvia amainara definitivamente hubieran pasado a mejores tareas que acosar a Mike, como olerse el culo mutuamente. Miro lo que le quedaba en la mano de las salchichas que habian salido inicialmente de su nevera, apenas una masa de carne aplastada durante la huida, aún así seria suficiente para que le olvidaran durante un rato.
Con un gesto de desapego lanzaria aquel amasijo de carne y para cuando los canes se volvieran a fijar en los tejados, el rubio se habria ido, saltando de tejado en tejado. ¿A donde? Ni idea, tenia la orientación de una patata, con lluvia, de una patata mojada. Su pierna sangraba, intentaba no apoyarse en ella, pero no tenia más remedio que usarla mientras siguiera pegada a su cuerpo. No supo cuanto tiempo estuvo así, ni como llego. ¿Cuantas horas llevaria divagando por toda la villa? Se sentia debil, muy debil.
Llegó a su puerta, y apenas atino a golpear la puerta con los nudillos de su diestra antes de caer inconsciente.
Sintió un golpe en la puerta de la casa, un golpe seco, no como los anteriores que habían hecho los perros al arañar la superficie de madera, así que Eri, gracias a su sueño ligero, se levantó rápidamente del sofá donde se encontraba, alarmando así al perro que dormitaba a sus pies y hacer que éste adoptara una posición defensiva. La kunoichi del remolino se acercó lentamente, cargando un poco de chackra en su mano izquierda, ahora cerrada en un puño, y abrió poco a poco la puerta.
-¿Pero qué...?
La joven de cabellos azules no se encontró a una jauría de perros, si no a su mejor amigo desmayado frente a la puerta, Eri disminuyó la cantidad de chackra acumulado en su mano izquierda hasta reducirla a cero y tomó al Uchiha entre sus brazos como pudo, sin embargo la kunoichi no tenía mucha fuerza como para coger el peso muerto de su compañero inconsciente, así que cruzó ambos brazos por la cintura del chico y lo arrastró hasta la habitación del rubio. Fue una tarea un poco difícil para la joven debido a su escasa estatura, sin embargo manejó lo suficientemente bien la situación para dejarle recostado encima de la cama. Eri salió del cuarto y cerró la puerta con rapidez, entonces suspiró y tomó un minuto para pensar.
''¿Qué habrá pasado para que Nabi haya vuelto así?''
Pero no podía quedarse quieta pensando, tenía que observar que le había ocurrido al Uchiha y tratarlo cuanto antes, así que fue directamente hasta la habitación y colocó al chico boca arriba en su cama. Estaba empapado de agua, y su típica ropa tenía rasguños por todos lados. La chica de cabellos azules tocó su frente en busca de una temperatura elevada, pero la temperatura corporal del chico era normal, así que aliviada, buscó de nuevo por su cuerpo algún golpe o rasguño, que encontró en su pierna derecha. Se llevó una mano a la boca, asustada, el rasguño resultaba ser un gran raspón que se extendía desde la rodilla hasta la mitad de su pierna bajando por el comienzo del rasguño, y no dejaba de emanar sangre, aunque en pequeñas dosis, si no paraba le iba a pasar factura. Buscó donde había dejado su kit médico para poder curar la herida del rubio, encontrándolo encima de la mesa, y rápidamente quiso ponerse manos a la obra.
Pero por desgracia las ropas del chico dificultaban la tarea de curar la herida, por lo que Eri, abochornada por lo que iba a hacer, decidió quitarle las prendas al chico y sustituirlas por otras nuevas, así que con carmín adornándole las mejillas, tomó primero las sandalias ninja, luego los pantalones del chico, agradeciendo a quién quiera que no haya mojado su ropa interior, y por último tomó las ropas del torso del Uchiha, tomando las muñequeras, y por último la camiseta. Pero tal fue la sorpresa de la kunoichi al fijarse en la espalda del joven cuando tomó su parte superior que cayó al suelo impresionada, dejando el cuerpo del rubio caer en un golpe seco contra el colchón. Una gran marca reposaba en la espalda del joven, un símbolo, el del propio clan del rubio, grabada a fuego. Eri quedó anonadada y por un par de minutos permaneció en esa posición, asustada.
''¿Por qué Nabi no me enseñó eso...?''
Una lagrima rebelde se escapó de su ojo izquierdo, y eso hizo a la joven volver en sí, ya que tenía que encargarse todavía de la herida de Nabi, así que cogiendo todo lo necesario, desinfectó y limpió la herida, así como la vendó terminando su trabajo, quedando la mitad baja de la pierna cubierta por vendas que se tiñeron de rojo con el paso de los segundos. Eri aprovechó y tomó un pantalón del chico, poniéndoselo para que no se pensase ideas que no eran, y echó una de las sábanas que reposaban al lado de su cama por encima del cuerpo del joven.
Suspiró, su trabajo acababa de concluir, solo necesitaba reposo. Miró la hora, cerca de la hora del almuerzo. Suspiró de nuevo, y decidiendo salir para dejar al rubio con su intimidad, decidió usurpar su cocina para descubrir qué podía hacer de comer al Uchiha, con Mike pisándole los talones allá donde fuese la peliazul.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Nabi habia caido en un letargo que distaba de ser un letargo onirico en el que podia explayarse tranquilamente hasta doce horas porque sí, se trataba de una inconsciencia provocada por horas de caminar bajo la lluvia con varios cortes de haberse caido sobre grava al ir a toda velocidad. Habia perdido mucha sangre y estaba bastante agotado, así pues la combinacion de cansancio y la disminucion de la cantidad de liquido carmesí en su interior derivo en que su conciencia se fuera a dormir por él.
Pero no hasta que llegó a su puerta. A partir de ahí, eran todo borrones y susurros. Habia escuchado a Eri encontrarle, empapado y con la pierna bañada en sangre, habia sentido el alivio de los tratamientos de la joven medica y tambien un mamporrazo que se dio contra su colchon, pero nada más. Hasta que, movido por su falta de nutrientes derivada de su intensa quema de energias que habia sufrido, salió del trance gracias al olor que se colaba por el diminuto espacio de debajo de la puerta.
Se sentó en la cama para analizar su herida, tumbado y sentado parecia casi inexistente, pero en cuanto intentó tenerse en pie el dolor volvió como un viejo amigo que no habia acabado de olvidar. Por suerte, Nabi ya se lo imaginaba. Con pasar el peso del cuerpo a la otra pierna ya apenas lo notaba, pero al caminar no tendria esa suerte. Sin embargo, el dolor no le hizo dejar de andar hacia delante y llegar hasta la añorada puerta que daba directamente al comedor-cocina que tenia. Al menos solo le dolian la mitad de pasos que daba.
El joven Uchiha abrió la puerta sin pensarselo dos veces, ahí, a pecho descubierto como el barbaro salvaje y poderoso que era. Una vez abierta la puerta se quedó parado, viendo a la peliazul cocinar en su cocina y al chucho maloliento restregarse en su sofa. Con tal mala suerte, que aquella bola de pelo buscadora de problemas reaccionaria al verle y se iria derecho a él. Pero la cosa no acababa ahí, el chucho, buscando afecto o algo, se pudo a dos patas y se fue a apoyar en su herida con toda la alegria del mundo, lo que provocó que el rubio acabara cayendose al suelo por apartar la pierna de golpe.
Ese maldito aliado del demonio aprovechó que el Uchiha habia caido al suelo para lanzarse a su pecho a lamerle toda la cara sin ningún tipo de compasión, la maldad se podia percibir en cada lametón que soltaba con su aspera y maloliente lengua. Sin embargo, el shinobi no sabia muy bien como tomarse todo lo que acababa de pasar, así que le plantó la mano en la cabeza al perro, en parte para que parara de lamerle, y le acarició.
Deberia haber dejado que te comieran.
Diria por lo bajo mientras el animal le miraba con cara de embobamiento total, por él como si se cagaba en su perra madre.
3/09/2015, 16:01 (Última modificación: 3/09/2015, 16:03 por Uzumaki Eri.)
Cuando sintió la puerta abrirse, Eri no dudó en darse la vuelta y dejar de cocinar lo que estaba cocinando, que no era más que un caldo que dejó haciéndose. Pero antes de poder dejarlo escuchó un golpe y un murmullo casi inaudible.
-¿Nabi-kun? - Preguntó, con un tono de voz que parecía asustado.
Se acercó rápidamente, observando como Nabi acariciaba pausadamente a Mike, y el can movía el rabo con felicidad mientras tenía la lengua fuera, disfrutando del contacto que el Uchiha le proporcionaba. Entonces la joven de cabellos azules se arrodilló, quedando a la altura del rubio, y estiró ambas manos para coger al perro y que éste dejase de molestar al herido.
- Venga Mike, deja descansar a Nabi un poco, te he preparado algo de comer, así que ve a comerlo, ¿vale? - La joven intentaba comunicarse con el animal, aun sabiendo que fuese difícil. Sin embargo el can levantó ambas orejas, ladró de forma aguda, y se levantó de un salto del regazo de la kunoichi del remolino, dando pequeños saltitos, mientras se acercaba al pequeño plástico que separaba la comida que le había preparado la joven del frío suelo, comenzando a comer nada más llegar.
Entonces la joven giró la cabeza para centrarse en el chico que reposaba en el suelo, se fijó en la herida que tenía vendada en la pierna, y suspiró, intentando atar cabos de cómo pudo terminar en el suelo por culpa de Mike. Se levantó y luego, de cuclillas, cogió el brazo izquierdo de Nabi, pasándoselo por detrás de los hombros y con toda la fuerza que tenía, levantarlo y ayudarlo a llegar al sofá, para que pudiese estar cómodo y también que pusiese en reposo la pierna.
- No deberías haberte levantado, con esa herida deberías haberte quedado en la cama. - Le reprochó, señalando su pierna. - Además, llegaste muy cansado... - Suspiró, ahora con el tono de voz más bajo.
Con cuidado, la joven de cabellos azules se sentó al lado del chico, y lo miró fijamente durante un par de segundos, hasta que después relajó su expresión, dirigiendo la vista al suelo un momento antes de cerrar los ojos. Entonces, con total delicadeza, echó su cabeza en el hombro del chico, mientras que subía su mano derecha para pasarla por detrás de su cuello, intentando difícilmente darle un abrazo al joven Uchiha.
''No sabes el miedo que he pasado cuando te he visto así, tonto...''
Pero sus pensamientos se quedaron ahí, en su mente, sin poder salir. No quería parecer débil ante el chico, no después de todo lo que había cambiado. Era un Nabi más serio, mucho más serio de lo que ella pudo llegar a conocer, y con más secretos de los que ella sabía. Reprimió una lágrima mientras se ocultaba en el hueco que se encontraba entre su hombro y su cabeza.
- No quiero volver a perderte. - Susurró, con un hilo de voz, una de las reprimidas lágrimas salió, cayendo sobre el hombro desnudo del shinobi.
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Al parecer, la caida de culo al suelo habia llamado la atención de Eri que estaba tranquilamente en la cocina, esta se acercó al pobre invalido que se encontraba aún sentado intentando lidiar con aquella masa peluda que solo buscaba su perdición. La kunoichi agarró al bicho y lo mando a comer para sacarselo de encima al pobre Uchiha. Despues le agarró para ayudarle a levantarse y lo llevó al sofa sin mediar palabra.
Finalmente, una vez habia posicionado al rubio en el sofa, la peliazul le comentó que no deberia haberse levantado con la pierna como la tenia. La verdad era que el shinobi con el que estaba hablando no era de los que se quedan en cama así como así, muy grave tiene que estar para quedarse quieto. Eso era apenas un rasguño, al dia siguiente estaria mejor, con dormir un poco.
Me he levantado porque he olido comida y tenia hambre, además, huele a pollo ¿no?
Intentaba quitarle hierro al asunto, pero Eri ya habia puesto esa mirada que le echaba cuando se levantaba del suelo lleno de golpes y rasguños tras haberse peleado con los abusones del orfanato. Una mirada que expresaba una preocupación tan profunda que le hacía agachar la cabeza y disculparse solo por verla, ni siquiera tenia que pensar porqué, simplemente por haberla hecho preocuparse.
Perdona, solo... no quiero que corras riesgos innecesarios.
Mike se habia liado con su comida con toda la felicidad del mundo, ignorando a todo y a todos. La peliazul habia pasado su brazo derecho por detras del cuello de Nabi mientras apoyaba su cabeza en el hombro del rubio y con un susurro manifestó su deseo de no perder a su amigo.
Solo es un arañazo, mañana estaré como nuevo. Ya veras.
El dueño de la casa dirigió su mirada a la bola de pelos que ahora gruñia a la comida sin motivo aparente, aún tenian que decidir que hacer con él. Él seguia pensando que ella seria la mejor cuidadora que el perro podria tener, aunque tuviera que dejarle solo de vez en cuando por irse de mision o simplemente por tener que ir a algún sitio, se acabaria preocupando más que nadie por el can, y ambos lo sabian.
Después de escuchar atentamente las palabras del chico, suspiró abiertamente, alejándose de él mientras se restregaba los ojos con sus manos. Tenía la cara roja y un extraño hipo había aparecido. Miró al perro que se encontraba ahora gruñendo a un trozo de comida que se había salido de donde los había puesto la chica y sonrió, no tenía remedio.
-No sé qué hacer con él. - Manifestó sus pensamientos, cruzó sus brazos y pasó una de sus piernas por encima de la otra, sin quitar ojo al can. Mike era una bola de pelo, literal, era muy pequeño, no llegaría al año quizá, pero el pelo del perro era muy largo, así que debería cortarlo, además, un perro no era tan fácil de mantener, pero gracias a la herencia que le dejó Genza no tendría mucho problema, también podría dejarlo a su vecina, la mujer que hace pasteles en su barrio, cuando se fuera de misión, ya que le encantan los perros...
Negó con la cabeza, estaba comenzando a pensar en quedárselo ella misma, y no quería, pero en el fondo sabía que se quedaría con el perro si nadie llegaba y reclamaba que era de su propiedad. Mike dejó de comer cuando no encontró ninguna porción más de su comida y corrió a las piernas de Eri, restregándose contra ella para limpiarse. La chica negó con la cabeza y tomó al perro entre sus brazos, acunándole mientras lo acariciaba.
-Crees... ¿Que debería quedármelo en serio? - Miró a Nabi, buscando una respuesta en sus ojos azabaches, sin embargo dejó la pregunta en el aire cuando fue a observar cómo iba la sopa. Los fideos ya estaban completamente cocinados, así que solo necesitaba unir el caldo de pollo que estaba haciendo (sabiendo que era el favorito del Uchiha). Sirvió dos platos y los acercó a la mesa donde se encontraba Nabi, luego trajo la bebida que encontró en la nevera y se sentó a su lado.
Mordió su labio, en su cabeza, a parte del problema del perro, (que acababa de tumbarse frente a la puerta), quería preguntarle acerca de la cicatriz de la espalda, pero no sabía como... Se puso tan nerviosa que comenzó a sangrarle el labio.
-¡Mierda! - Dijo levantándose de nuevo, buscando cualquier cosa con la que limpiarse la sangre. Luego miró al Uchiha que la observaba desde el sofá, y suspiró, mejor ahora que nunca. -Nabi-kun... ¿Qué es lo que tienes en la espalda? - Sin más tapujos, preguntó, con la servilleta en los labios.
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La joven peliazul reaccionó a la preguta del rubio, mostrando su indecisión natural que tantas veces habia visto en ella durante los años que habian estado juntos. Suspiró poco despues de que lo hiciera la medica. Aquella chica se complicaba la vida por nada.
Esta claro que tú quieres quedartelo y que él quiere quedarse.
Aunque ya se lo habia repetido veces y ella insistia en ignorarle a favor de sus dudas y sus paranoias, como siempre, la chica se habia sumido en sus propios pensamientos mientras su mirada se encontraba clavada en aquel matojo desordenado de pelos demoniacos llenos de maldad. El shinobi la imitó posando sus dos ojos sobre el can en un sentido metaforico, no literal. Dentro del nido de dudas que tenia la peliazul en la mente habia un gran foco de claridad sobre una cosa en concreto, Nabi no se iba a quedar con ese bicho. Por el bien de ambos, bastante tenia consigo mismo como para tener una bola de pelo de la que ocuparse.
Finalmente, el bicho acabó de comer y vino a restregarse contra la joven kunoichi. A lo que, incomprensiblemente, la chica respondió cogiendolo en brazos y dandole mimos. El Uchiha se limitó a observarlo todo con una expresión neutra, como siempre solia tener. Sus ojos azabaches reflejaban la profunda reflexión que estaba sufriendo en sus adentros en busqueda de las palabras exactas con las que acabar de convencer a la peliazul, dado que aún estaba indecisa. Era facil deducirlo de su postura, de sus movimientos y de que le acababa de preguntar si de verdad se lo podia quedar.
No es un deber, Eri, si quieres quedatelo, sino ya buscaremos un lugar donde se pueda quedar.
Despues la muchacha se fue directa a la comida y sin limpiarse las manos de tocar al chucho sirvió dos platos de sopa que plantó en la mesa que habia frente Nabi. Habia traido los platos y la bebida pero ni cubiertos ni vasos. El shinobi no le diria nada, ya se daria cuenta, además no tenia ninguna prisa en probar la sopa, estaba echando más humo que su rubia cabeza cuando pensaba de más. Entonces, COMO SIEMPRE, la peliazul se hizo sangre en el labio, no es que fuera algo habitual, es que era casi dia a dia para él. Suspiró dispuesto a decirle algo al respecto, pero entonces la kunoichi saltó con algo que sorprendió al rubio.
¿Qué tengo?
Se giraria y se tocaria como podia la espalda, pensando que era que tenia un bicho o una mancha o algo así, pero lo único que encontraria era un tacto conocido para él. El simbolo de su clan. En sus labios se dibujo una media sonrisa nostalgica, llevaba tanto tiempo sin verla ni tocarla, que se habia olvidado de aquella cicatriz por completo.
Después de las breves contestaciones del rubio, la chica solo pudo suspirar. Por mucho que lo intentase, el chico nunca iba a cambiar, y menos por ella, así que mostró una pequeña sonrisa y fue a por el resto de utensilios para tomar la sopa que necesitaban, una vez todo en la mesa y el labio sin sangrar más, procedió a comer obviando si el Uchiha tenía hambre o no.
-Mike se queda conmigo. - Declaró, mientras tomaba un poco de los fideos. Ardían, y eso hacía que sus ojos llorasen pero no demostraría a Nabi que tenía razón al no empezar a comerlos directamente tras haberlos puesto sobre la mesa, no, que le zurzan. Así que siguió quemándose con cada cucharada que se metía en la boca, mientras Mike la ladraba para recibir algo también del plato. La kunoichi del remolino frunció su ceño y le dedicó un gruñido a Mike, no estaba de humor para lidiar con el perro mientras comía su comida, ya tenía que lidiar con el Uchiha, que era mucho peor.
''Pues si no me tenía en cuenta, que se busque a otra persona.''
Pero... Tal y como era predecible, uno de sus defectos salió a la luz, haciendo que la curiosidad de nuevo matase a la joven de cabellos azules, y antes de poder hincar el diente sobre su labio inferior de nuevo, volvió a hablar, ya que era imposible que se quedase callada por tanto tiempo.
-Toda cicatriz tiene una historia detrás. - Soltó, dejando la cuchara en el plato, mientras volvía a mirarle con ojos de cordero degollado. - Venga, desde que te volví a ver en la academia has pasado de contarme tus cosas, ni si quiera hablamos como antes... - Suspiró, apenada. -Tendrás tus motivos, pero al menos, no me cortes la conversación así. Al menos dime que no quieres hablar del tema.- Explicó, intentando parecer lo más comprensiva posible, pero le dolía que el rubio la tratase de esa manera.
Mike se subió encima de Nabi de un brinco, lamiéndole de nuevo la cara, intentando que éste compartiese su cuenco de sopa con él.
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La actitud de la peliazul cambió drasticamente tras la respuesta del muchacho. Este no entendia qué habia podido hacer para despertar el mal humor de la kunoichi. Tal vez ella pensara que podia ocultarlo, pero Nabi la conocia bien. Sabia cuando ponia una sonrisa más falsa que un ryo del Ninjapoly para ocultar que le habia sentado mal algo. Sin mediar palabra fue a por unos palillos tradicionales para tomar fideos y los dejó en la mesa. Hecho eso, soltó que se iba a quedar con Mike.
El can diabolico, ante la invocación de su dueña, ama y señora, se acercó a ver si era para darle comida. La kunoichi le gruño al perro para marcar su territorio. Nabi estaba comiendo lentamente mientras soplaba los fideos para no quedarse sin papilas gustativas. Sin embargo, Eri parecia preocuparse más bien poco de eso, comia y comia sin detenerse siquiera a soplar o a respirar, hasta que finalmente dejo los palillos encima la mesa y se encaró al rubio.
Le reprochó que no le habia contado nada de su pasado y otras cosas que él no llego a entender, lo que acabo sacando en claro era que queria saber la historia de la cicatriz. Pero antes de que el shinobi pudiera contestar aquel animal demoniaco saltó a por su yugular. Tuvo que soltar los palillos para poder detener la bola de pelo al vuelo y que no llegara a lamerle.
Si querias saberlo podrias haberme preguntado y te lo hubiera contado, no tengo ningún problema con ello. Veras...
Pero justo cuando el Uchiha iba a comenzar su narración sobre la misteriosa cicatriz de su espalda alguien golpeo la puerta impacientemente. Antes de que la peliazul se pudiera levantar él ya se habia plantado en la puerta con el bicho peludo agarrado en un brazo. Abrió la puerta a lo loco, sin mirar quien era ni nada. Porque era Uchiha y era muy macho.
16/09/2015, 18:14 (Última modificación: 16/09/2015, 18:15 por Uzumaki Eri.)
Después de su pregunta, el Uchiha capturó al vuelo al can de nombre Mike, antes de que pudiese si quiera rozarle la cara, cosa que hizo gracia a la joven, pero no podía demostrarlo, ya que como bien pensó antes, estaba muy cabreada con su rubio amigo, así que lo demostraría hasta el final. Por suerte o por desgracia, el shinobi del remolino no dio importancia al asunto, ya que, supuestamente, la chica nunca le había preguntado sobre el tema, así que no le había contado nada.
''No me lo podrías haber contado tú, listillo.''
Acababan de llamar a la puerta, y el Uchiha, como dueño de la casa, no tardó en levantarse a pesar de su situación con la pierna, que era tan mala, que le costó horrores llegar a la puerta, aún así la abrió sin si quiera preguntar quién era. Eri se mordió el labio inferior de nuevo, a pesar del dolor que sentía en esa zona, ¿quién sería?
''¿Quién será? ¿El dueño de Mike? Pero es imposible, si se supone que no sabe dónde está el perro... ¿Y si son los otros perros que vienen por venganza? Lo dudo, no llamarían a la puerta, la aporrearían y ladrarían...''
En su debate interno la kunoichi esperó a ver quién era, ya que el Uchiha tapaba toda la puerta que podía ver la de cabellos azules desde detrás, ansiosa por saber quién era, no pudo quedarse sentada y se alzó un poco sobre sus pies ya de pie para intentar visualizar a la persona.
-Hola. - Saludó una mujer canosa, bastante familiar para la kunoichi. -Me ha costado mucho dar con tu casa, Nabi-kun.
''Es...''
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Ante él se encontraba una mujer entrada en años ya, sujetaba un paraguas cerrado que ahora usaba como bastón dado que la lluvia habia cesado. Nabi la miraba, y como que le sonaba de algo, pero no sabia muy bien de qué. ¿Era la señora de la limpieza de la academia? ¿La pastelera de la pasteleria donde compraba sus pastelitos de chocolate cada viernes al salir de clase? ¿ERA LA KAGE?
Em... Hola.
Sin embargo, Boladepelos-kun sí la reconoció y sin dudarlo se lanzó a sus brazos. La mujer se apartó de autoreflejo, pues no habia visto al can y al ver como algo peludo se lanzaba a por ella se echó a un lado, y el perro salió volando hacia la calle. Nabi solo pudo contener una risilla cuando se cayó de cabeza en un charco de barro. Mike, herido moralmente, se volvió hacia la puerta rapidamente y manifestó su intención de meterse dentro. El Uchiha, que estaba apoyado en su pierna buena para mantenerse de pie, pensó en detenerle, DEBIA DETENERLE, iba hasta el culo de barro, sin embargo, cuando intento colocar la pierna para evitar su entrada, pero tendria que colocar la mala. Así pues, tuvo que ver como entraba una cosa marrón disparada hacia Eri en busca de amor y limpieza.
Una lagrimilla cayó por la mejilla del rubio al ver su casa llena de barro. Dirigió la mirada a la peliazul, una mirada confusa de que no tenia ni idea de quien era esa mujer y de que ella si sabia quien era él, y eso era raro y trastornador.
Eri miró entre divertida y confusa la escena que se acababa de llevar a cabo frente a sus ojos. Mike había saltado justamente hacia la mujer que se alzaba tras la puerta del hogar del rubio, sin embargo lo esquivó, cayendo el can en un charco y manchándose de nuevo de barro. La kunoichi soltó una carcajada, antes de sentir como la ropa que había tomado prestada del Uchiha había acabado llena de una mezcla marrón entre líquido y sólido.
-¡Oye! Me lo acababa de poner... - Le dijo al perro, tomándolo con ambas manos y separándolo de su cuerpo, para luego volver a estrecharlo contra ella. -Cómo me voy a enfadar contigo, si eres muy mono... - Comentó restregándolo contra su mejilla, manchándose de barro también. La mujer observó la escena desde la puerta, con una sonrisa sincera en el rostro. Luego observó a Nabi, que se encontraba paralizado al apreciar lo que el pequeño cachorro acababa de hacer en su casa, y no pudo evitar soltar una risa por lo bajo.
-Hola Eri-chan.- Saludó desde la puerta, la joven de cabellos azules se acercó con Mike en brazos hasta la puerta para devolverle el saludo.
- Hola Yuna-san. - Respondió con una amplia sonrisa, la había reconocido fácilmente, no solía olvidarse de las caras con facilidad. - ¿Qué la trae por aquí? - Pero entonces Mike comenzó a mover el rabo con rapidez mirando y ladrando con su estridente voz aguda a la mujer de cabellos grisáceos. Esta abrió sus ojos verdes más para saber qué se encontraba ante ella.
-¡Pero si es Mike! - Su voz sonó más alto de lo normal, para luego aclararse la garganta y volver a mostrar una sonrisa. - Me intentó ayudar a dar con vosotros, pero le perdí el rastro con la lluvia. - Eri tomó la mano de la mujer y sin aviso o permiso de Nabi, invitó a la mujer a entrar al salón de la casa del Uchiha, resguardándola del chaparrón que se encontraba fuera de la vivienda. - Quería hablar con vosotros, además de que encontré algo vuestro... Y quería devolvéroslo. - Comentó, aguantando la sonrisa en su rostro.
Eri suspiró, le hubiera gustado darle un abrazo a modo de recibimiento, pero Mike impedía bastante ese tipo de acciones, así que solo se concentró en escuchar atentamente a Yuna, mientras miraba al rubio de reojo varias veces para saber su reacción.
''¿Qué será?''
-Pero antes... - Susurró Yuna, borrando la sonrisa. -Quería a preguntarte qué fue de esos hombres que te llevaron del orfanato, Nabi-kun.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
El demoniaco bicho que emanaba el poder diabolico de Satan por cada pelo de su peludo cuerpo se dirigió a Eri con toda la malicia que cargaba en sus cuatro patas llenas de barro, sucia y dificil de limpiar mezcla de agua y tierra, pero por si eso no fuera suficiente, cuando Eri lo cogio con sus dos manos y lo alzo en el aire para separarlo de ella, aquel ser maquiavelico se revolvió manchandolo todo, literalmente, todo.
Acto seguido, la peliazul lo estrechó contra su mejilla, quedandose ella tambien llena de aquella sustancia marron. Pero sonriendo, como si fuera lo más mejor del mundo. El Uchiha solo observaba la escena incredulo, aunque en su rostro solo se podia hallar su rostro serio habitual, con una ceja algo más alzada de lo normal.
La mujer que se encontraba en la puerta reconoció a Eri y la saludó, lo cual le recordó al rubio que habia una mujer en la puerta. El Uchiha dudó si debia dejarla pasar o cerrarle la puerta en las narices, sabia que por educación deberia dejarla entrar, pero no sabia quien era. ¿Y si era la amaestradora de los perros que le acababan de atacar? Al parecer la peliazul sí sabia quien era, pues la llamó por su nombre, Yuna. Si Eri la conocia, ella la conocia a él y él no la conocia a ella, solo podia ser alguien del orfanato. Pues de esa epoca lo único que mereció quedar en su recuerdo fue Eri, lo demás cayó en saco roto.
Pero tras unos segundos de profunda reflexión, la única persona que encajaba era la adulta que cuidaba a los niños, pero lejos estaba de recordar su nombre o alguna memoria referente a ella. Su rostro serio, volvió a dejar sus cejas en su sitio y se giro para ofrecerle el paso a la desconocida conocida.
Pase, Yuna-chan. Sientese y hablemos.
Eri se acercaria y tomaria la mano de la mujer, metiendola en su casa. Desde ese instante Nabi no veia a la mujer, veia la información acerca del director que podria sonsacarle. Ella y Eri se sentaron en el sofa, que era para maximo dos personas. Nabi acercó su sillon a la mesa y se sentó encarando a las dos feminas. Hasta que la mayor le preguntó acerca de los hombres que en su dia se lo llevaron del orfanato.
Muertos. Como casi todos los envueltos en aquel delito.
Resaltó el casi, no iba dirigido a ella, sino a QUIENYATUSABEH. No tenia ningún problema con hacerla sentir culpable para que le confesara donde se ocultaba aquel cabrón.