Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El dedo del anciano volvió a moverse como si una fuerza sobrenatural actuase por él, indicando la posición de ala aldea en la que estábamos. Pero volvió a moverse, trazando el camino que debíamos recorrer, mostrando las cuevas y riscos que debíamos sortear para llegar a nuestro destino, lugar en el que todavía no sabía que teníamos que investigar. En fin, estaba claro que el tal Hibana no iba a soltar prenda.
no es un trayecto sencillo. Lo desconocido aguarda a por nosotros. Y si será difícil llegar hasta el cauce que nos permita adentrarnos al Valle, más difícil será surcar sus corrientes interiores. Pero valdrá la pena, una vez podamos verlo. De hecho, hoy por la noche tendrás una ínfima primicia acerca de qué estaremos buscando. Ya lo verás, jovenzuelo.
La verdad es que estaba confuso, no veía el peligro por ningún lado.
— Son solo cuevas, ¿o acaso hay bandidos por la zona de los cuales no he sido informado? —no sé, me daba la sensación de que escondía algo. Obviamente no tenía la certeza pero la desconfianza entre aquel hombre y yo iba en claro aumento.
— ¿Ah, si? ¿Donde lo podremos ver? Seguro que será interesante de ver
El muchacho parecía renuente a aceptar la realidad. A comprender las consecuencias que podrían acaecer durante un viaje a tierras lo suficientemente inexploradas como para considerarse peligrosas. Hibana negó con la cabeza, un par de veces.
—No lo sé. Soy crítico con lo que veo: un terreno poco uniforme y rutas apenas transitadas, y por tanto peligrosas. Si somos un poco menos objetivos y le damos rienda a la imaginación, Unraikyo podría ocultar mil cosas. O quizás, nada. Espero tu optimismo sea acertado y que nuestro viaje transcurra sin ningún inconveniente.
Luego, increpó acerca de la pequeña muestra que le había mencionado antes. El doctor sonrió, a medida de que se alejaba de los linderos del mapa.
—Paciencia. Él anunciará su llegada. Lo importante ahora es que te prepares para mañana y que descanses, si lo necesitas. No me puedo permitir una guardia personal que no esté en todos sus cabales, ¿no? —miró el reloj, marcaban las siete—. he rentado la habitación de en frente para ti. Ve, duerme un poco y nos encontramos aquí mañana.
—No lo sé. Soy crítico con lo que veo: un terreno poco uniforme y rutas apenas transitadas, y por tanto peligrosas. Si somos un poco menos objetivos y le damos rienda a la imaginación, Unraikyo podría ocultar mil cosas. O quizás, nada. Espero tu optimismo sea acertado y que nuestro viaje transcurra sin ningún inconveniente.
— Bueno, por esa regla de 3 también podría darse el caso de que no hubiera nada amenazante o peligroso más allá de lo que nos pueda ofrecer la naturaleza, ¿Cierto? En cualquier caso, lo descubriremos mañana
Estaba ya cansado de aquel tipo. Tras aquella charla pude darme cuenta de que aquella misión iba a convertirse en un auténtico quebradero de cabeza, lo cual no me agradaba en absoluto. Pero bueno, así se habían dado las cosas.
—Paciencia. Él anunciará su llegada. Lo importante ahora es que te prepares para mañana y que descanses, si lo necesitas. No me puedo permitir una guardia personal que no esté en todos sus cabales, ¿no? —miró el reloj, marcaban las siete—. he rentado la habitación de en frente para ti. Ve, duerme un poco y nos encontramos aquí mañana.
¡Vaya! Tuvo la delicadeza de ahorrarme los gastos de hospedaje de aquella noche. No iba a ser yo quien le escupiese en la cara y lo rechazase.
— Es usted muy amable, doctor Hibana. Si no tiene nada más que añadir de la misión creo que va siendo hora de que ambos descansemos
Quizás, no era ser sólo amable. Era asegurar su inversión. Después de todo, no le valdría mucho un escolta si ese escolta y su jodida araña no estaban al cien por cien durante la expedición. El doctor bajó la cabeza, como respuesta al agradecimiento de Yota, y sonrió; despidiéndose. Entonces, Yota tomaría rumbo hacia la puerta de la habitación. Su mano tomó el picaporte, lo giró, y cuando estuvo a punto de salir...
Cá - tá - túm
¡bo!
Un casi silente estruendo retumbó, a la distancia. Una, y otra vez. Parecía provenir a cientos y cientos de kilómetros de lejanía, pero si Yota echaba un poco a la ventana por la que Hibana observaba con intermitencia podría verlo con sus propios ojos. Una fiesta de luces y silenciosos destellos de electricidad, que desde el hotel parecían apenas un fino hilo de corriente que dejaba los cielos para caer, probablemente, en algún punto de aquel valle de Unraikyo.
Una vorágine de rayos que se mezclaban entre sí y conformaban a su vez un único y poderoso haz. Que desde ahí se antojaba apenas perceptible, pero que estando a tanta lejanía, no era difícil imaginar lo que podría llegar a ser si se tuviese aquello de cerca.
Yota entendió sin falta de palabras que aquello era lo que el meteorólogo quería alcanzar.
Me di media vuelta, caminé hasta la puerta y coloqué mi mano en el pomo. Cuando estaba por accionar el mecanismo de la puerta me di cuenta de algo. Gire el rostro para ver a mis espaldas, justo por encima del hombro en el que no estaba obstaculizando la visión aquella araña.
La vista fue más allá del cristal de la ventana, incluso de aquella tranquila aldea, justo en el corazón de Unraikyo. Un conjunto de rayos se dibujaban en el cielo, donde todos se unieron para formar un mismo rayo mucho más potente, iluminando el lugar en el que estuvieran y aunque hasta nuestra posición no hicieron mucho ruido, era una evidencia que era aquello lo que teníamos que ir a ver al día siguiente. Se veía tan majestuoso que desde aquel lugar me sentí realmente pequeño y frágil a la vez.
«Qué bien, vamos a morir todos» me dije para mis adentros con sarcasmo.
— Buenas noches, nos vemos mañana. Si necesita algo ya sabe donde encontrarme
Después abrí la puerta y me dirigí a la habitación de enfrente, aquella que el tal Hibana había tomado para mí y Kumopansa.
Con la realidad golpeándole de frente, Yota volvió hasta sus aposentos. Una habitación similar a la del doctor Hibana, pero mucho más ordenada, aunque ligeramente más pequeña. Sin embargo, contaba con una cama digna de un rey en la que él y su araña podrían descansar si ningún tipo de inconveniente.
Conciliar el sueño no resultó ser un problema.
A la mañana siguiente, a esos de las ocho; la puerta de Yota sonó. Toc, toc, toc.
Si tenía que preparar algo, repasar de nuevo en sus pertenencias, o incluso meditar acerca de qué más información necesitaba saber de Hibana, aquel era el momento. Pues el meteorólogo aguardaba pacientemente fuera, dispuesto a empezar finalmente con la travesía intelectual que tan bien había planeado.
Al fin había cruzado el umbral de la puerta de mi habitación. qué ganas tenía de espachurrarme entre las sabanas de mi cama. Pero antes... Tomé la sabia decisión de darme una ducha calentita por si acaso la mañana siguiente no me diese tiempo de hacerlo. Después me tumbé en la cama y me eché a dormir a pierna suelta.
Al día siguiente, muy temprano, la puerta sonó varias veces. Has un total de 3 veces, desvelándome.
— ¿Eh? —murmuré mientras mi cuerpo se iba activando para un día intenso— ¿Quién es? pregunté finalmente en voz alta.
Menuda pregunta más absurda, era evidente quién había al otro lado de la puerta.
En cualquier caso, me levanté y me fui vistiendo con el mismo atuendo que llevaba el día anterior, mientras Kumopansa aprovechaba los últimos minutos de sueño encima de aquel colchón.
— Vamos, levanta de una vez
— Vale, vale, tampoco hace falta que te pongas así, colega..
Cuando el kusajin terminase de increpar a su araña y terminase de alistarse, tendría que abandonar la habitación y caminar hasta la recepción para dejar la llave. Fuera, justo frente al hostal, un carruaje de tamaño considerable aguardaba estacionado frente a ellos, donde Hibana yacía cargando todas las pertenencias que querría llevar consigo. Valijas, rollos de mapas, artículos de medición, entre otras cosas como provisiones para el viaje, comida y medicinas. En la parte superior del carruaje yacía una especie de banco con una cubierta para el sol, y un peldaño más adelante, se encontraba el cubil del conductor; donde un hombre de edad avanzada aguardaba pacientemente mientras sostenía las riendas que unían a las bisagras del vehículo con las monturas del par de caballos que halaban de ellos.
Eran sendas bestias, de los ejemplares más curtidos y fuertes que hubiera visto nunca. Patas anchas y musculosas, pelaje pulcro. De lomo plano cuadriles poderosos, de esos que podían cargar con pesos durante días, y días.
El meteorólogo le hizo señas a Yota, y le instó a acercarse.
—Yota, él es Pachan. Nuestro guía. Nos hará de transporte a través de Kaminari, al menos hasta que nos topemos con la entrada al Valle. Pachan, él es el shinobi que contraté.
5/04/2018, 15:07 (Última modificación: 5/04/2018, 15:08 por Sasagani Yota.)
Disculpa la eterna demora, bro
Pues sí, antes de que Hibana nos abandonase a nuestra suerte y nosotros a la suya, abandoné la habitación, dejé la llave en la recepción y con Kumopansa aposentada en mi cabeza salimos a la calle, lugar en el que pudimos ver al meteorologo sentado en un carruaje que iba a ser conducido por dos cabellos completamente peludos. Como los perros esos que servirían como almohada de la cantidad de pelo que emanaban.
Hibana hizo señas para que me acercase hasta ellos. Le acompañaba otro hombre que tenía las riendas de los caballos en la mano. Al parecer estaba todo listo para partir.
—Yota, él es Pachan. Nuestro guía. Nos hará de transporte a través de Kaminari, al menos hasta que nos topemos con la entrada al Valle. Pachan, él es el shinobi que contraté.
— Buenos días, es un placer conocerle, Pachan-san. Y bueno, aprovechando con las presentaciones... —dije señalando el arácnido de mi cabeza— Esta es Kumopansa y también nos acompañará, digamos que es como mi fiel compañera. Allá donde vaya, ella se viene conmigo
La araña levanto una de las patas delanteras a modo de saludo y subimos al carruaje.
—Soooo, sooooo bonita —canturreó Pachan, mientras intentaba amilanar a una de sus yeguas que parecía haber visto de refilón a la araña de Yota—. pero vaya susto, quillo. Una araña que habla. ¿Es uno de tus experimentos, Hibana-san?
—Mal me temo que no, mi buen carruajero. Es todo mérito del ninja.
—Ya veo. Bueno, nadie deja de ser bienvenido al transporte de Pachan, pero trata de mantener a tu mascota lejos de los caballos. Pueden asustarse y tirar como locos del carromato. Ahora, acomódense, será un largo viaje. ¡Jaiá!
Los caballos, relinchando, comenzaron a cabalgar.
. . .
Las planicies de Kaminari eran, desde luego, imponentes. Vastos terrenos que se abrían paso entre pastizales a medio crecer, grandes terrenos de maiceras que se hermetizaban con otros caminos menos poblados y plantaciones de todo tipo de vegetales, con el maíz como grueso predominante. Gran variedad de animales también habitaban sus campos y aunque no parecía ser demasiado constante, los tres viajeros iban encontrándose cada tanto con pequeño pueblos campesinos que hacían de cubiles receptivos para los viajeros como ellos. El cielo, cubierto de infinidad de nubes mucho más densas y blancas que las que solían adornar las alturas de otros países, brillaba resplandeciente y curiosamente, parecía ir guiándoles hacia su más imperioso destino. Todas ellas formaban una ruta serpenteante que apuntalaba hacia el este.
—Y; extranjero. ¿Qué te parece nuestra querida Kaminari hasta ahora? desde luego no tan verde y frondoso como el vuestro, pero como puedes ver, tenemos una fauna indudablemente más versátil. La gente suele saber poco de nosotros, con la desaparición de la ancestral Kumogakure y la rivalización de las nuevas potencias perdimos en algún momento la preponderancia cultural. Pero no por eso dejamos de ser un país con tanto por descubrir, y por ver. Pero pocos se animan a venir.
—Soooo, sooooo bonita —canturreó Pachan, mientras intentaba amilanar a una de sus yeguas que parecía haber visto de refilón a la araña de Yota—. pero vaya susto, quillo. Una araña que habla. ¿Es uno de tus experimentos, Hibana-san?
—Mal me temo que no, mi buen carruajero. Es todo mérito del ninja.
—Ya veo. Bueno, nadie deja de ser bienvenido al transporte de Pachan, pero trata de mantener a tu mascota lejos de los caballos. Pueden asustarse y tirar como locos del carromato. Ahora, acomódense, será un largo viaje. ¡Jaiá!
— No debes preocuparte, tranquilo. Es un animal, sí. Poco habitual, también, pero no es una salvaje sin educación
Subimos finalmente al carromato, posando nuestro culo cerca de la posición de Hibana y por detrás del tal Pachán, el cual lanzó un grito y los caballos empezaron a movernos, saliendo de aquella tranquila y relajada aldea rumbo a lo desconocido, adentrándonos todavía más al valle aquel de los truenos. La verdad es que no me apetecía nada tener que ver eso que vimos ayer de tan cerca como se presuponía que íbamos a hacerlo.
De hecho fue en mitad de aquel valle donde Pachan quiso romper el molesto silencio preguntandome por su tierra natal.
—Y; extranjero. ¿Qué te parece nuestra querida Kaminari hasta ahora? desde luego no tan verde y frondoso como el vuestro, pero como puedes ver, tenemos una fauna indudablemente más versátil. La gente suele saber poco de nosotros, con la desaparición de la ancestral Kumogakure y la rivalización de las nuevas potencias perdimos en algún momento la preponderancia cultural. Pero no por eso dejamos de ser un país con tanto por descubrir, y por ver. Pero pocos se animan a venir.
— Bueno, supongo que cada uno barre para casa —contesté ante la curiosidad del hombre— Pero lo cierto es que prefiero la tranquilidad que ofrecen los bosques de mi país. No está nada mal tu país, pero bueno, eso
Por Dios, tuve que ser demasiado correcto para no soltarle que su país no era para nada impresionante. Tan solo eran unas cuantas montañas arrejuntadas y unos cuantos relámpagos del demonio.
—¡Ja! que no está nada mal mi país, ¿has oído eso, bonita? —la yegua relinchó—. podrías haber dicho que Kaminari te parece una mierda y habrías podido disimularlo hasta mejor. ¡Tela, telita!
—Así son los ninja, Pachan-san. No podrían ver más allá de sus propias fronteras e intereses aún con el telescopio más potente de oonindo. Pero no les culpo, se trata de una poderosa costumbre que parece venir implícita con la profesión, me atrevo a decir. Aunque puedo equivocarme, desde luego, que no es precisamente mi área de estudio ni mucho menos.
Ambos miraron a Yota.
—Y bueno, ¿qué es eso que tienen los bosques de tu país que lo hace tan especial, eh? por qué no nos cuentas un poco de tu tierra, de sus costumbres, de su gente. Para conocer un poco mejor de dónde provienes, que a Bonita y a mí nos gusta oír las historias de nuestros viajeros. Pero no las suyas, Hibana-san. Ya me las sé de memoria.
19/05/2018, 21:45 (Última modificación: 19/05/2018, 21:45 por Sasagani Yota.)
—¡Ja! que no está nada mal mi país, ¿has oído eso, bonita? —la yegua relinchó—. podrías haber dicho que Kaminari te parece una mierda y habrías podido disimularlo hasta mejor. ¡Tela, telita!
—Así son los ninja, Pachan-san. No podrían ver más allá de sus propias fronteras e intereses aún con el telescopio más potente de oonindo. Pero no les culpo, se trata de una poderosa costumbre que parece venir implícita con la profesión, me atrevo a decir. Aunque puedo equivocarme, desde luego, que no es precisamente mi área de estudio ni mucho menos.
La táctica del tipo no funcionaría. Sabía perfectamente cuales eran mis labores allí, y no eran precisamente liarme a puños verbales con el tipo del carromato. Sentí las miradas de ambos. No contesté y entonces el tal Pachán volvió a abrir la bocaza. No podía tenerla cerrada y limitarse a conducirnos hasta donde fuera que teníamos que ir. No. Tenía que hacer comentarios chistosos.
—Y bueno, ¿qué es eso que tienen los bosques de tu país que lo hace tan especial, eh? por qué no nos cuentas un poco de tu tierra, de sus costumbres, de su gente. Para conocer un poco mejor de dónde provienes, que a Bonita y a mí nos gusta oír las historias de nuestros viajeros. Pero no las suyas, Hibana-san. Ya me las sé de memoria.
Bueno, aquello demandaba una respuesta por mi parte, así que no me quedaba otra salida.
— En realidad no dije que su país fuese una mierda. Pero como suele suceder, uno ama su tierra, aquella que le crió y le vio crecer. Aunque sea un ninja, también es mi caso. Amo los bosques de Kusa no Kuni, sus rios, su vegetación, su gente... —decía, apartando la mirada para tomar algo de aire y soltarlo de golpe, aprovechando para observar el paisaje que nos ofrecían las tierras del rayo.— Y les ruego que me disculpen, pero no estamos aquí para hablar de mi gente ni de sus costumbres, tampoco de sus bosques. Estamos aquí, y en especial hablo de mi caso, porque Hibana-san contrató mis servicios. siento no poder saciar su curiosidad.
Vi que Kumopansa me miraba raro, pero tampoco era momento de discutir con ella. Tampoco es que me apeteciese demasiado, la verdad.
— Y, esto... ¿Cómo son aquí? —preguntó finalmente el ocho ojos, lanzando aquella pregunta al aire parta romper una posible tensión del momento.
Pachan era un tipo grandilocuente. Él y su yegua, a cada cual, lo más carismático que se podía encontrar en aquellas tierras. Gran conversador, además. Pero con Yota, sentía la más imperiosa necesidad de darle una patada fuera del carruaje que le carcomía por dentro. Por respeto a Hibana no Kisho, evidentemente, no sucumbió a su más primitivo deseo.
—¿cómo son aquí quiénes? —replicó el conductor. Aunque aquella interrogante no iba a ser saciada, sino súbitamente interrumpida—. mierda, sujétense. Bonita, mantente en curso. ¡Que no te asusten!
De la aparente nada, una manada de coyotes cuyos pelajes de color trigo se mimetizaban perfectamente con las altas plantaciones circunvalantes en el paisaje, emergió para en un táctica de caza bien entrenada alcanzar en un rápido trote a los linderos del carruaje que se movía a paso del galope de Bonita. Sin mirar atrás, la yegua aceptó las órdenes de Pachan a través de sus riendas y atizó el paso para tratar de adelantar las distancias.
Los coyotes salvajes, sin embargo, eran rápidos y organizados. Más pronto que tarde, séis de ellos rodeaban por la izquierda y otros séis por la derecha.
Uno atrás, y otro adelante.
Y con cada segundo, apretaban más el rombo. En cualquier momento se cerraban completamente sobre sus presas.
Pachán se vio confundido ante la pregunta de Kumopansa, pero al parecer no había tiempo para resolver duda de ningún tipo. Me hizo poner en alarma ante la advertencia del tipo.
«¿Y ahora qué?»
El taxista le pidió a su yegua a través de las riendas que acelerase sus pasos y así lo hizo sin poner oposición alguna. Poco después vi que aquello iba muy en serio. Una manada de lobos nos había tomado como sus presas y, con un camuflaje que nunca antes había visto, poco a poco lo fueron disipando cuando los depredadores se colocaron estrategicamente a los costados, de frente y por nuestra espalda, preparándose para atacar en cualquier momento desde cualquier flanco. Sentí que era el momento de moverme y hacer algo así que me levanté y miré a Kumopansa con una media sonrisa mientras asentía con la cabeza un par de veces.
— Bien, que no cunda el pánico. Yo me encargaré de ahuyentar a los lobos. Que Bonita mantenga el rumbo pase lo que pase, ¿Entendido, Pachán-san?
— ¿Y qué se supone que vas a hacer, maldito loco descerebrado? —dije el arácnido como perdiendo los nervios.
— Solo fuegos artificiales
— ¡Ay, ay, ay, ay!
Salté del carromato haciendo una simple cabriola justo por encima de los lobos que estaban a la derecha del vehículo de Pachán y, cuando mi cabeza apuntaba al suelo y mis pies al cielo, estiré mi brazo diestro y lancé 3 telarañas a través de mis dedos buscando que se enganchasen en los cuerpos de los animales. Después aterricé a suelo firme con mis manos juntas realizando una cadena de sellos.
— ¡Raiton: Kangehika!
Las telarañas se cubrieron de una cadena de chispas que avanzaban a toda velocidad, haciendo que la fina telaraña blanquecina se iluminase y, finalmente realizasen una descarga en los 3 animales, los cuales estaban sujetos con el objetivo de dejarlos fuera de juego. Quizás serviría de aviso para los demás y nos dejasen en paz. O quizás no..
¤ Senpō: Kuromibōjin no Shiruku ¤ Arte Sabio: Seda de la Viuda Negra - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Senjutsu 20 - Gastos: 6 CK/telaraña (1 telaraña cada 10 puntos en Senjutsu, máximo 5 telarañas) (divide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:(Senjutsu 50) Se pueden redirigir las telarañas y hacerlas girar un máximo de 90 grados - Sellos: - - Velocidad: Instántanea (creación), Rápida (velocidad de movimiento) - Alcance y dimensiones:
Sencilla creación de hilos de telaraña, estas pueden ser originadas o bien por los dedos de la mano o bien escupidas por la boca y puede llegar a alcanzar algo que esté a 10 metros. Al estar reforzadas en chakra tienen una resistencia digna de mención, siendo capaces de resistir el peso del usuario sin romperse. Aún así, cualquier daño por sección partirá en dos el hilo de telaraña. Resultan ser de increíble utilidad, desde apoyo para movimientos complicados y cabriolas hasta para sujetar un enemigo o la extremidad de este, para desestabilizarlo o hacerle mover en la dirección deseada. Las telarañas tienen la misma resistencia que cualquier otra telaraña y si es expuesta a cualquier fuente directa de fuego se quemará. Por otra parte, una vez se deje de aplicar chakra en ellas serán totalmente inservibles.
(Senjutsu 50) Alcanzado cierto nivel de maestría se puede cambiar la dirección de la telaraña al aplicar un impulso de chakra (5 CK).
¤ Raikumo - Requisitos: Raiton 50
Gracias a un envoltorio pegajoso que cubre sus telarañas estas adquieren la capacidad de ser conductoras de la electricidad. De esta forma se puede transmitir electricidad ya sea mediante el chakra propio o ajeno; o bien por una fuente externa. En cualquier caso se podrá aplicar este efecto por cualquiera de los dos extremos, ya sea por el del usuario o por el del objetivo, siendo un arma de doble filo. Para ello, deberá usarse una técnica de raiton y por ende, contabilizar el gasto de dicha técnica.
¤ Raiton: Kangekiha ¤ Elemento Rayo: Ola de Inspiración - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos: Raiton 10 - Gastos:
12 CK
(Raiton 20) (multiplicable x2)
(Raiton 30) (multiplicable x3)
- Daños: 20 PV - Efectos adicionales: - - Sellos: Jabalí → Buey → Rata - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones:
La ráfaga de electricidad abarca 1'5 metros y avanza 3 metros (mutiplicado x1)
La ráfaga de electricidad abarca 2'5 metros y avanza 5 metros (mutiplicado x2)
La ráfaga de electricidad abarca 4 metros y avanza 8 metros (mutiplicado x3)
El ejecutor genera desde sus manos una conjunción de descargas eléctricas que viajan e impactan al objetivo al unísono. El poder de la técnica puede variar mucho, dependiendo del chakra utilizado por el ninja. Puede utilizarse junto a técnicas Suiton para aumentar su potencia.