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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Azuma Jiro, más conocido como el Recadero, llamó a la casa de Umikiba Kaido de tres golpes secos con los nudillos. Empezaba a hartarse, a hartarse de verdad, de que la gente lo usase como a un mero cartero. ¿Acaso no había todo un gremio que se dedicaba a eso? ¡No se había alistado para simplemente repartir mensajes! ¡Y gratis, para más inri! Aquello hasta se le podía considerar competencia desleal.

Pero claro, cuando uno venía de reportar una misión, y caía en la desgracia de toparse con Kaguya Hageshi, uno no podía simplemente negarse a su petición. Y menos en aquellos tiempos. Eran tiempos locos los que se vivían. Tiempos en los que una Villa trataba de secuestrar al jinchuriki de la otra. Tiempos en los que aparecían venerables estatuas de Kages decapitadas. Tiempos en los que una mala palabra te llevaban al fondo del mar…

Mejor no ser un pisacharcos, como alguno que conocía muy bien.

¡Umikiba Kaido! —exclamó, harto de esperar. Se había pegado un largo viaje de vuelta de su misión y su cuerpo le pedía a horrores descansar—. ¡Le esperan en el edificio de la Arashikage!




Datsue al habla. Tomo esta misión con un hueco personal.
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#2
Finalmente, durante un día de un Augurio de Otoño; alguien llamó a su puerta.

—¡Umikiba Kaido! Le esperan en el edificio de la Arashikage!

Era Azuma Jiro, el Recadero, quien fue nuevamente el encargado de informar a Kaido de que se requería su presencia en el Edificio de la Arashikage.

¿Pero quién? ¿Y para qué? ¿acaso había solicitado él una misión y no se acordaba? ¿Pudiera ser que...

Ni de coña. Ella había sido muy tajante esa vez. El Tiburón se había ido de aquel primer —y último—. encuentro totalmente mentalizado de que no iban a contar con él. De que, lamentablemente, el destino de Shenfu Kano iba a ser una mortal coincidencia que no iba a poder impedir. Por eso había quemado aquella carta. Por eso había tratado de olvidar el asunto por completo.

Y por eso salió corriendo a todo gas, para averiguar de qué se trataba. ¿Pudiera ser que...

. . .

—Umikiba Kaido —dijo en recepción. Aunque, prevenido, miraba a todos lados con la insistencia de un carroñero—. ¿Me llamabais?
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#3
Kaido se encontró con la mirada experimentada de Bayashi Hida al otro lado de la mesa. Por mucho que ahora ejerciese de secretario —y maestro de Kenjutsu en sus ratos libres—, en Ame era toda una eminencia. Ostentaba el récord de mayor número de misiones de rango A completadas, tenía el mejor ratio de misiones cumplidas y el de menores bajas cuando lideraba a un escuadrón. Y todo indicaba a que seguiría así por mucho, mucho tiempo.

No obstante, y a pesar del ego merecido y ganado que podría tener, Bayashi Hida era, ante todo, un hombre afable.

Eso parece, Kaido-kun —le respondió con amabilidad—. Sube al último piso. Te esperan en el despacho de la Arashikage.
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#4
Finalmente, fue Bayashi Hida quien atendió al gyojin.

Eso parece, Kaido-kun —dijo él. Kaido sabía quién era, aunque nunca había estado de tú a tú con el ninja que ostentaba uno, sino el más grande record de imbatibilidad de misiones en Amegakure. Y no sólo eso, sino que también era un habilidoso usuario del Kenjutsu. Kaido era un fanático empedernido del rubro, y si las circunstancias no fueran más apremiantes, seguro que habría querido charlar con él del arte de la espada—. Sube al último piso. Te esperan en el despacho de la Arashikage.

—Vale, gracias —dijo, para poco después empezar a andar por la milla verde.

¿Para qué le querrían en el despacho? ¿tendría algo que ver con su misión secreta de limpieza? ¿o algo más apremiante?

Subió a toda marcha, porque realmente quería averiguarlo.

Toc, toc, toc. ¿Quién le esperaba?
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#5
Cuando Umikiba Kaido llamó a la puerta, golpeando con los nudillos el símbolo de Amegakure dibujado en el centro, una voz muy conocida le mandó pasar. ¿Quién sino la propia Arashikage? Se encontraba sentada en el sillón de cuero negro, tras una larga mesa de ébano repleta de montañas y montañas de pergaminos.

A su derecha, una mujer que Kaido ya había visto en al menos una ocasión. Kaguya Hageshi: la jounin que le había recibido tras su misión en Taikarune.

Cuánto tiempo, Kaido. —Su boca formó la sonrisa de un depredador. Con aquellos dientes, parecidos a los del propio Kaido, difícil era esbozar otro tipo de sonrisa—. Adelante. Toma asiento —le indicó, señalando con un movimiento de mano las dos sillas libres—. Kaguya Hageshi me estaba recordando tu aventura con uno de los Cabezas de Dragón, y tus locas ansias por… infiltrarte en la banda.
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#6
Finalmente, una voz mandataria le instó a pasar, y el Tiburón lo hizo de ipso facto.

Una vez más, el despacho de la Arashikage le recibía con las fauces abiertas por segunda vez en menos de un año. No se aparecía por allí —ni veía a Amekoro Yui, tampoco—. desde aquella ocasión en la que fue enviado a asesinar a algunos miembros de su clan. Desde luego, no había tenido ninguna razón tan apremiante como aquella como para tener que verse cara a cara con aquella depredador, con dientes similares a los suyos, y que a la vez tenían un impacto más potentes cuando era la sonrisa de ella la que se esgrimía en un gesto de recibimiento.

Todo en su interior lucía igual, sin embargo. Los adornos, la mesa de ébano, las inmensas pilas y pilas de documentos. Y Yui, tan pletórica como siempre; sentada en su trono de cuero negro.

Aunque, un par de cosas habían cambiado. Él ahora era un Chunin, y, además, su Kage no estaba sola. Alguien le acompañaba.

Cuánto tiempo, Kaido. Adelante. Toma asiento —él cabeceó en un gesto de respuesta, en silencio, mientras acataba órdenes de tomar asiento—. Kaguya Hageshi me estaba recordando tu aventura con uno de los Cabezas de Dragón, y tus locas ansias por… infiltrarte en la banda.

—Yui-sama —le llamó, en forma de saludo y tras una nueva inclinación de cabeza—. es cierto, creí en ese momento que era una buena oportunidad. Pero tal y como me dijo Hageshi-sama aquella vez, los ninjas no creemos, sino que constatamos.

Kaido había aprendido mucho desde entonces, y quería demostrarlo.

—¿Apareció? —era evidente que se refería a...—. mi nombre. ¿Apareció en el mural de Hibakari?

Y, si fuera otro, seguro que esa posibilidad le iba a poner los nervios de punta. Pero a él.

No. A él le emocionaba.
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#7
Yui cruzó las manos bajo el mentón y observó a Kaido con esos ojos azules tan característicos suyos. La marca de Amegakure, marcada a fuego en su frente, moviéndose cada vez que alzaba una ceja o fruncía el ceño.

Apareció —constató la Arashikage. Lejos de parecer preocupada, sonreía—. Lo que, sumada a cierta información que obtuvimos recientemente, nos brinda una oportunidad única. Pero aquí, Hageshi, piensa que todavía no estás preparado.

Kaguya Hageshi ni se inmutó. Otros, quizá, se hubiesen acalorado ligeramente al ser delatados por su Kage hablando desfavorablemente de un compañero. No una jounin de Amagakure no Sato. Menos Kaguya Hageshi. No hubo alarma en sus ojos oscuros. Tampoco una mirada amenazante, retadora, como lanzaría ese abusón con un cargo de poder para reafirmar su superioridad. Denotando, en el fondo, falta de confianza en sí mismo. Nada de eso. Ni siquiera trató de excusarse.

No hasta que Yui desvió la mirada hacia ella y consideró que debía hablar.

He visto su examen. Tiene un seis raspado de media. En mis tiempos, eso era un suspenso. —Y un suspenso tan grande como un rascacielos—. Pienso que le falta rodaje.

Yui dejó escapar un suspiro afilado entre sus dientes de sierra.

¿Qué opinas tú, Kaido? Has visto a lo que te puedes enfrentar. Se nos ha presentado una oportunidad única. Y tú eres el único que puede explotarla.

Yui clavó sus ojos en él y aguardó. Kaido notó la carga en el ambiente, la presión que la mera presencia de Yui ejercía sobre él. Tenía que elegir. Tenía que elegir rápido. Y tenía que elegir bien.

Que los Dioses le amparasen si no era así.
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#8
Apareció —y así como Yui sonrió, también lo hizo él—. Lo que, sumada a cierta información que obtuvimos recientemente, nos brinda una oportunidad única. Pero aquí, Hageshi, piensa que todavía no estás preparado.

No le sorprendió. No le sorprendió para nada que esa tía no estuviese de acuerdo, aún, en que él era apto para el trabajo. A los ojos de Hageshi, aquello siempre iba a superar a Umikiba Kaido. Siempre.

Y puede que con razón, como también puede que no. Pero para Kaido suponía ser una peligrosa mezcla de ambas cosas, pues a fin de cuentas, Kaguya Hageshi era la shinobi que estaba mayormente involucrada en los menesteres que tuvieran que ver con Dragón rojo, Katame, y el resto de Cabezas de dragón. Era entendible que le preocupara que un novato recién ascendido se ocupara de algo tan personal.

He visto su examen. Tiene un seis raspado de media. En mis tiempos, eso era un suspenso. Pienso que le falta rodaje.

¿Suspenso? ¿es que se había fijado sólo en la media de notas suya? ¿no se tomó el tiempo de fijarse que, entre todos los participantes, era probablemente una de las más altas y estables?

¿Qué opinas tú, Kaido? Has visto a lo que te puedes enfrentar. Se nos ha presentado una oportunidad única. Y tú eres el único que puede explotarla.

Entonces, y sólo entonces, el reloj de arena se dio vuelta. Grano por grano, se fueron consumiendo los pocos segundos que tenía él para elegir algo que, incluso desde el momento en el que recibió la carta de Kano, lo tenía totalmente decidido. Kaido no era de los que dudaban. No señor.

Podía faltarle rodaje, eso es cierto. A los ojos de un superior siempre iba a ser así, al menos hasta que él lograra ostentar la misma posición que ella. O de rivalizar de tú a tú.

Como no tenía intenciones de hacer frente a Hageshi, porque no le hacía ningún favor, optó por...

—Opino que lo que sucedió durante las pruebas teóricas no refleja realmente nuestro desempeño. Cuenta más lo que sucedió luego de, cuando las cosas se pusieron feas. Aunque, Hageshi-sama, tienes razón. Me falta rodaje. Pero eso se consigue allí afuera, haciendo frente a los grandes desafíos que te pone el jodido destino.

»Le hice frente cuando tuve que matar a Katame. Y también le haré frente hoy. Los tiburones sencillamente no nadamos hacia atrás.


Allí tenía Yui-sama su elección. Buena o mala, pero suya al fin y al cabo.
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#9
Yui dejó escapar el aire entre los dientes en una sonrisa divertida.

¿Lo ves, Hageshi? Te dije que tenía dos huevos como dos melones. —Si algo se podía deducir de su rostro, es que había quedado satisfecha con la respuesta de su Chūnin.

Había que reconocer algo: Yui no era la mejor cuando se trataba de asuntos de inteligencia. Ella misma lo sabía, y por eso solía delegar en los suyos. Normalmente, Shanise. En aquel caso en particular, en Hageshi, pues era ella quien se ocupaba de la Operación Matadragones. Pero dígase algo de Amekoro Yui: cuando se le mete algo entre ceja y ceja, ya puede bajar el mismísimo Rikudo-sennin en persona, que nadie iba a hacerle cambiar de parecer.

Tienes razón, Kaido, has demostrado varias veces tus aptitudes. —Primero eliminando el pequeño reducto de Hozukis traidores junto a un escuadrón Anbu; luego trayéndole la cabeza del judas de Keisuke—. Y a nosotros se nos empieza a acabar el tiempo. El Señor Feudal del País del Agua quiere ver resultados; y yo, para que negarlo, empiezo a impacientarme.

»El Dragón Rojo debería llamarse la banda de las ratas. Matas una, y salen diez más de entre los escombros —dijo con voz irritada—. Interrogar a sus empleados no sirve de nada. No saben nada. Y matarles a ellos, parece que tampoco, pues pronto se buscan un substituto. Tenemos que exterminarlos a todos a la vez, y para eso, necesitamos nombres, rostros y localizaciones. ¿Lo entiendes, Kaido? Vas a tener que emular lo que hiciste con los Hozuki…

»... e infiltrarte en la organización.
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#10
Pues vaya consuelo, eso de que un jodido Señor Feudal estuviera involucrado en el asunto. O que la misma Yui admitiera que esos cabrones se habían convertido en un molesto grano en el culo, y que su paciencia parecía haberse agotado tras los continuados aunque infructuosos intentos de desarticular a la organización.

Aunque ahora existía una ventana. Una oportunidad cuasi perfecta de sembrar un activo fiel en el corazón del Dragón, para así poder apuñalarlo desde adentro. Y todo a través de un sistema que manejaban ellos a fin de reemplazar a cada cabeza que fueran perdiendo a lo largo de los años.

Y con la muerte de Katame, ahí estaba. La ventana de la que hablábamos.

—¿Lo entiendes, Kaido? Vas a tener que emular lo que hiciste con los Hozuki…

»... e infiltrarte en la organización.


El gyojin asintió, parsimonioso. Ya contemplaba esa opción incluso desde que conoció a Hageshi, hará unos cuatro meses atrás. En aquel entonces, sin embargo, aún no tenía su recién ganado chaleco, y tampoco podía decir que tenía tanto apego hacia su Aldea como en ese instante, con todo lo sucedido durante el Chunin. Eran tiempos de necesidad, ¿pero en dónde le necesitaba Amekoro Yui? ¿En Amegakure, defendiendo a la Aldea de las Ratas uzureñas? ¿O en Hibakari, recabando los nombres, rostros y localizaciones de otro poderoso enemigo al que también era prioritario hacer desaparecer del mapa?

Por como le miraba, y tal y como se lo había pedido, la necesidad estaba más que clara.

—Así se hará, Yui-sama —respondió, convencido—. habrá entonces que trabajar una buena coartada, por eso de que conocen quién soy y de dónde provengo. Convencerlos de que mis intereses ya no están alineados con vosotros, sino con Dragón Rojo.

«¿Pero cómo?»

Oh, él sabía perfectamente cómo. Y por los vientos que soplaban, ellas también.
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#11
Yui asintió, y pasó la lengua por las encías.

Tendrás que hacerte pasar por un renegado —escupió la última palabra como si el solo mero hecho de pronunciarla le diese asco—. Meses atrás, hubiese parecido demasiado conveniente. Ahora, si son inteligentes, seguirán sospechando. Pero su método de selección es del todo menos inteligente —apostilló—. Son unos fanáticos de sus propias reglas, y vamos a aprovecharlo.

Desvió la mirada brevemente hacia Hageshi, quien se dio por aludida y continuó:

Pero, aun así, tu exilio debe ser lo más creíble posible. Podríamos prepararte decenas de historias, Kaido, pero nunca he sido partidaria de imponer un subterfugio a un infiltrado. Para que una mentira suene creíble, antes debe creérsela el que la cuenta. Por eso, has de ser tú mismo quien la dé a luz. Busca en tu interior —le pidió—. Bucea entre esos pensamientos oscuros que toda persona alguna vez tiene. En tus miedos, en tus rencores, en tus frustraciones. Exagéralas. Haz un mundo de una semilla. Y entonces, tendrás la historia perfecta de Kaido el Renegado.
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#12
Umikiba Kaido tendría que convertirse en un renegado. Esa era, a sus ojos; y al de la mismísima líder de Amegakure, la única opción viable.

El gyojin contempló la idea y trató de hacerla suya. Era bastante obvio que su infiltración en una mafia no iba a gozar de ningún tipo de fundamento si, desde luego, continuaba siendo fiel a esa placa que ahora reposaba en su frente. Convirtiéndose él un exiliado, se abría la lata de la credibilidad y eliminaba de la ecuación cualquier posibilidad de duda más allá de las sospechas que de por sí ya tendría que enfrentar una vez comenzara a andar aquel tormentoso camino bajo el manto de su propio subterfugio. Uno que, según Hageshi, tenía que crearlo él mismo. Hacerlo a su imagen y semejanza. Que germinara de una simple idea, llana e ínfima, hasta convertirse en un verdadero propósito. Sólo entonces iba a ser creíble.

O al menos, lo suficiente para lograr entrar.

Kaido cerró los ojos por una milésima de segundo, que los habría sentido como si aquello durara toda una eternidad. Por aquella sutil y colorida introspección pasó su vida a rajatabla, desde sus primeros pasos en Minori hasta su llegada a Amegakure. La academia, su primera técnica aprendida, y cada fallo en el camino que le llevó a dominarla. La sensación de los grilletes reteniéndole mientras su reducto le sugestionaba para que se convirtiera en un adepto leal y perfecto a la par de que conocía el mundo y probaba, a cuentagotas, la deliciosa libertad del pensamiento.

La batalla del torneo de los Dojos frente a Akame, y su fútil derrota.

Daruu, y Hibagon. Quizás, su primera amistad real.

Ayame y su rescate. Un momento único de realización personal.

La muerte de Katame. Yarou. Keisuke. La sangre de incontables enemigos.

Sus ojos color mar se abrieron, como el río que desemboca a un océano más grande.

—Umikiba Kaido es una Bestia que se da cuenta de que no necesita servir a quienes ocupan un escaño inferior en la jodida cadena alimenticia. Que rompe los grilletes, reniega de los suyos y decide finalmente probar la libertad impía a la que Katame trató de invitarle, no sin antes matarle desalmadamente en el proceso. Que es capaz de matar a los miembros de su propio clan, o a un compañero de Aldea, todo por su beneficio personal.

»¿Qué busca, poder? ¿riquezas? ¿o algo más profundo como entender de dónde viene, de qué significa ser un animal en el cuerpo de un hombre? ¿debe un tiburón conformarse con nadar en una pequeña e ínfima pecera cuando hay todo un océano de posibilidades allí afuera?


Kaido sonrió. Era una sonrisa de disconformidad.

—No. Ese tipo de problemas existenciales no van a convencer a esta gente. Necesitamos algo más verídico. Más palpable. Necesito llevar conmigo algo que ellos quieran.

Entonces miró a Yui directamente a los ojos. ¿El qué?
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#13
Kaido miró directamente a los ojos de su mandataria, y en ellos pudo encontrar hielo y fuego al mismo tiempo. Una tempestad, más bien, tan inclemente y eterna como las de su propio país, y que Yui tenía a bien mantener a raya bajo su propio cuerpo. Por el bien de la humanidad.

Sí, Kaido se dio cuenta en aquel mismo segundo. Yui era la jinchūriki de la tormenta, y en aquel instante…

Qué rápido has preparado tu subterfugio.

… pudo percibir al bijū que guardaba en su interior. Tal y como había visto a Kokuō aflorando en la piel inocente de Ayame.

¿Demasiado rápido, quizá, para su propia seguridad? ¿Cómo había sido tan hábil de bucear entre sus más oscuros y viles pensamientos y encontrar una excusa para su traición en apenas un parpadeo? ¿Acaso era un genio, o, en realidad…?

Yui se inclinó hacia él…

… y le enseñó los dientes. Supuso Kaido, en lo que debía ser una sonrisa. Una sonrisa que le puso los pelos de punta y cada poro de su piel en estado de alerta. Yui hizo un ademán con la mano, como si hubiese sido tan solo una broma.

¿Qué opinas? —preguntó, mirando a Hageshi.

Podría valer… tras pulirlo un poco más —respondió, mirando a los ojos a Kaido—. En tu informe dijiste que Katame estaba muy interesado en cierto barco… —¿Necesitaba llevar consigo algo que ellos quisieran? Quizá ahí tenía la respuesta.
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#14
Estar en presencia de Amekoro Yui siempre había sido siempre una tarea arduamente titánica. Por el aura de majestuosidad y poderío que la rodeaba, además de su merecida reputación de ser una líder imponente y voraz.

Verla directamente a los ojos sin embargo, tal y como se había atrevido el Tiburón por el más sentido y emocionante masoquismo; era algo totalmente distinto. Era símil de convertirte en un náufrago sentenciado a la muerte en medio de una insaciable Tormenta. Respirar bajo el agua, o ser el nadador más diestro sencillamente no servía de nada.

Kaido apretó los dientes y tensó todo el cuerpo, en cuanto aquella sonrisa blindada se inclinó hasta él. El aire se le escapaba a su alrededor, y por un momento creyó que la habitación se había encogido hasta el punto en el que sus ojos sólo presenciaban una ira contenida y volátil.

Él no era la única Bestia en Amegakure al fin y al cabo.

Sonrió tímidamente, y afinó el oído a lo que tenía que decir Hageshi.

Podría valer… tras pulirlo un poco más —dijo, con sus ojos blanquecinos mirándole por encima del hombro—. En tu informe dijiste que Katame estaba muy interesado en cierto barco…

«Kano-san...»

—En Baratie, sí, el restaurante de la persona que nos contrató para encontrar al supuesto ladrón —que bien había informado en su informe que se trataba de una empleada del mismísimo Katame—. el Dragón tenía un importante cargamento de drogas para transportar, y esa nave era la que mejor le servía.

Entonces se relamió los labios, secos, y trató de aclararse la garganta, más seca aún.

—Digamos que Shenfu Kano fue, técnicamente, el que desencadenó los acontecimientos que llevaron a la muerte de Katame. Imagino que le querrán tan muerto como a mí —entonces, rememoró un detalle. una frase de su carta—. hace meses me escribió a través de una carta de agradecimiento. Lo último que dijo, casualmente, fue que tenía la intención de irse de Taikarune con toda su familia y establecerse en..

En...

En...

—Hibakari.
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#15
La Arashikage desvió la mirada hacia Hageshi.

Podría ser —reconoció, pese a parecer del todo menos preocupada—. Pero te dije hace tiempo que los ninjas no imaginamos, Kaido, sino que constatamos —le recriminó—. Katame creyó que ese era el barco que mejor le servía, como podía haber creído que era cualquier otro. Él murió, así como sus compinches. Por tanto, Dragón Rojo no tiene forma de averiguar en qué embarcación se encontraba cuando le ejecutaste, a no ser que Shenfu Kano sea tan tonto como para gritarlo a los cuatro vientos. Eso, o que la chica que dejaste marchar, Kila, de alguna manera se lo haya hecho saber. —Era demasiado rebuscado como para que Hageshi pensase que merecía la pena gastar neuronas en ello.

Yui suspiró, cruzando las manos bajo la barbilla.

Lo mejor será que informes a Kaido de todo cuanto sabemos de Dragón Rojo, Hageshi. —La jounin asintió—. Ponte al día con ella, Kaido, y afila ese subterfugio. Entonces hablaremos de la mejor manera de infiltrarte.

Tras un asentimiento de cabeza, Hageshi fue la primera en salir. Esperó a Kaido tras la puerta, y, cuando éste le siguiese, caminaría con su característica gracia felina hasta el ascensor. Pulsó el botón y esperó.
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