Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—¡Un segundo! —le retuvo, dándose un golpecillo en la sien con la yema de un dedo. Rebuscó entre el cajón con la mano libre y sacó otro pergamino—. Un resumen de lo que sabemos ha hecho Dragón Rojo en los últimos años. Te vendrá bien leerlo.
Con todo dicho, se despidieron hasta el día siguiente.
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Cuando Umikiba Kaido abrió el pergamino de Shaneji, esto fue lo que halló:
Originario del País del Agua, es conocido en su tierra por ser un purista y fanático de la raza pura, aquella que desciende directamente de los antiguos shinobis de Kirigakure no Sato. Numerosas historias y rumores se cuentan de él, si bien muchas de dudosa credibilidad.
Hay quienes dicen que, en su nacimiento, sus dos hermanos mellizos nacieron muertos: uno estrangulado por el cordón umbilical; otro con el cuello roto. Los mismos rumores aseguran que fue él mismo quien perpetró dichos asesinatos, mientras estaba en el vientre materno.
Al margen de semejantes exageraciones, sus actos dan fe de lo sanguinario que puede llegar a ser. Con doce años, ya formaba parte de una banda criminal que se dedicaba a asaltar, principalmente, a extranjeros y turistas. Con quince años tomó el control de la banda, y los asaltos, que en principio no eran más que robos y palizas ocasionales cuando se resistían, comenzaron a ser verdaderas masacres.
Preocupado por la imagen y —especialmente— por la caída en turismo que esto podría provocar, el país contrató a un escuadrón ninja que buscó y ejecutó a la banda, miembro por miembro hasta solo quedar Shaneji.
Sin más sitios en el que esconderse, no le quedó más remedio que huir de su propio país. Se tienen indicios de que estuvo en el País del Rayo por unos años, y que luego se mudó al País de la Tierra. Fue precisamente en este lugar donde se cree que hizo contacto con Dragón Rojo, en Despedida del año 217, para más tarde convertirse en un Cabeza de Dragón.
· Descripción física y psicológica:
Los que le han visto aseguran que posee la dentadura de un filo de sierra y una piel pálida y ligeramente azulada. De ojos azules, pelo largo y negro y constitución fuerte. Dicen que es de temperamento volátil, agresivo por naturaleza y sin pizca de compasión. No obstante, sí posee cierto sentido de lealtad hacia los suyos, y si hay algo que odie más que los que no considere de su estirpe, eso son a los traidores de su propio bando. Prueba de ello es el castigo que impuso a uno de su propia banda cuando descubrió que estaba robando de las arcas de su cuadrilla: se dice que lo sumergió en un río infestado de pirañas, solo con la cabeza fuera y atado de pies y manos, y que esperó tres días con sus noches hasta que los peces hiciesen su trabajo.
El gyojin no pudo evitar sonreír a sobremanera, mientras trazaba los párrafos del pergamino con la precisión de un investigador. Qué pequeño tenía que ser el mundo, o cuán juguetón quería ser el destino, para que el primer Cabeza de Dragón fuera nada más y nada menos que un jodido miembro del clan Hōzuki.
¡Un puto Hōzuki, coño!
No sabía si tomarlo como una buena o mala noticia. Por un lado, su relación con los miembros de su clan —con su par de salvedades en Amegakure—. venía siendo bastante caótica, y por sobre todo sangrienta. Pero esa constante no tendría por qué extenderse a un hipotético encuentro con Shaneji, ¿cierto?
Bien hacía énfasis el documento que el tipo era un lunático supremacista. La estirpe, sea lo que significara ese adjetivo para él, era muy importante. ¿Podría ser capaz Kaido de explotar esa coincidencia y usarla a su favor para así ganarse el beneplácito y la confianza de su objetivo?
No iba a saberlo hasta que no diese con él, su pariente; y probase suerte.
Volvió a releerlo una vez más. Y otra. Cerrando los ojos allá cuando debía imaginar una vez más la apariencia de aquel hombre, y enfatizando su memoria para con los detalles de mayor relevancia. Rasgos más característicos tanto físicos como psicológicos. Habilidades destacadas.
Tenía que aprendérselo de memoria.
«Entonces, nuestro primer cordero es un jodido miembro de tu clan. Un sanguinario de los cojones y fanático de la raza pura, lo que sea que signifique esa mierda. Bien, tenemos algo con lo qué trabajar»
Finalmente, tendió el pergamino de Shaneji en la esquina superior izquierda del enorme mesón y, a paso decidido, tomó un pergamino nuevo.
Poco se sabe de ella, salvo rumores susurrados con temor y pavor. No con el miedo que se le profesa a Ryū, o Muñeca, sino otro mucho más irracional y profundo. Un miedo a lo desconocido. Se dice que solo se la ve por las noches, y que siempre va cubierta por una túnica con capucha que oculta su rostro.
Las víctimas que deja tras de sí, tienen una pequeña porción de piel arrancada, de no más de diez centímetros.
Lo que Kaido encontró en el pergamino de Kyūtsuki fue, técnicamente, lo mismo que no abrirlo.
Una mierda embalsamada. Es decir, nada.
Nada. Tan sólo relataba una pequeña fábula de lo misteriosa que era ella. Probablemente se le podía relacionar con el ocultismo, o esoteridades de ese estilo. ¿Un vampiro, quizá, que sólo se le ve de noche?
Quién sabe. En ōnindo había de todo. Si él era un jodido pescado con patas, esa mujer podía fácilmente ser un chupasangre.
Lo que más pudo rescatar fue el pequeño detalle de sus trofeos que iba tomando de cada víctima. Porciones de piel de una proporción exacta en cada una de ellas. Parecía ser una manía, la cual habría que tener en cuenta para futuras investigaciones.
Con Kyūtsuki no leyó más de un par de veces. Luego, tomó otro pergamino.
28/09/2018, 01:12 (Última modificación: 28/09/2018, 02:39 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
Muñeca
· Edad: 12 (aproximadamente)
· Residencia: Desconocida (informantes aseguran que vive en una morada a la que llaman Ryūgū-jō, pero nadie sabe dónde se encuentra)
· Sexo: Femenino
· Historia:
Desconocida
· Descripción física y psicológica:
Niña que aparenta tener doce años, de piel blanca, cabellos negros y ojos violeta. Se cree que es originaria del País del Agua, pero se desconoce cómo entró en la organización. Fuentes que aseguran haberla visto suelen contradecirse en su descripción psicológica. Algunos aseguran que es una chica risueña, infantil y de actitud despreocupada. Dicen, incluso, que sufre con el dolor ajeno y que es tremendamente compasiva. Otros, sin embargo, afirman que es la persona más sádica y cruel que han conocido nunca, y que es de carácter caprichoso e iracundo.
Muñeca. Le llamaban así no porque fuera un bombón, sino porque literalmente se asemejaba a una pequeña y dulce muñeca. Y es que cuando se hablaba de una mafia tan peligrosa como Dragón Rojo, con miembros tan peligrosos como Katame y/o sanguinarios como Shaneji, era bastante difícil creer que alguien tan joven pudiera codearse en ese tipo de escenarios, y mucho menos convertirse en una de las ocho Cabezas de Dragón.
Teniendo en cuenta que la única forma de convertirte en una era, o asesinando a quien ocupase uno de esos ocho nichos, o acabando con el que lo haya asesinado en primer lugar. Si se lo preguntáis a Kaido, te dirá que una cría de doce años lo va a tener bastante jodido.
Pero ella, Muñeca, lo había conseguido. Extraordinario o no, estaba allí, en lo más alto de la organización. Y por alguna razón, el gyojin estaba convencido de que ella iba a ser uno de los objetivos que mayor problema le iba a dar durante el transcurso de su misión. Lo sentía. Lo intuía.
Esa cabrona prematura le iba a dar bien por culo.
Tiró el pergamino de muñeca, frustrado. Bebió un poco de café —si no fuera por esa taza, ya se hubiera quedado dormido sobre la mesa—. y meditó de forma introspectiva todo lo evaluado hasta ahora. Repasando aquí y allá algunos detalles de sus tres primeros análisis, y esperando no haberse dejado nada en el camino que pudiera suponerle un problema más adelante.
De todas formas, ya tendría tiempo de darse un repaso a profundidad de todo. Lo mejor ahora era continuar.
—Shaneji, Kyūtsuki y Muñeca ... algo me dice que sois el menor de mis problemas. Sigamos contigo, Otohime-chan.
Hija de una antigua criada que trabajaba para un noble de la corte del Daimyō del País del Agua, despedida cuando se quedó embarazada y muerta de hambruna cinco años después. De padre desconocido, se dice que fue acogida por un anciano Uzumaki, quien le enseñó las artes del fuuinjutsu hasta su muerte por vejez.
Trabajó de camarera en numerosos bares de Kasukami, y fue en uno de estos cuando un hombre trató de abusar de ella. Testigos presenciales aseguran que le dio tres puñaladas en las partes nobles y le dejó desangrándose.
Dicho hombre era un Cabeza de Dragón. A partir de ahí, su rastro desaparece.
· Descripción física y psicológica:
Mujer de unos cuarenta años, de estatura media, pelo negro, piel blanca y ojos castaños. Dicen que se trata de una persona distante, pero de fuerte carácter, y apenas se tiene información nueva de ella desde que se introdujo en la organización.
Antes de eso, las personas que le conocían aseguran que no era mala persona. Al menos, no hasta que le buscases las cosquillas.
· Nivel: Desconocido
· Facultades conocidas: Fuuinjutsu (alto)
· Atributos: Se cree que no tiene aptitudes para el combate, o muy bajas
· Técnicas propias:
Sello Maldito del Dragón Rojo
Sello maldito puesto a todos los Cabeza de Dragón, también conocido como la Marca del Dragón. Se sabe que se activa con la muerte del usuario. Su cadáver se prende en llamas y es controlado, por unos momentos, por otro Cabeza de Dragón, quien puede ver y hablar a través de sus ojos y boca. Se desconoce si tiene alguna otra función.
Kaido tragó saliva. Y por un instante, su mente viajó a aquel barco. a Baratie.
El olor a chamusca le inundaba la nariz mientras la sangre del dragón le bañaba los nudillos, que aplastaban a mansalva su cráneo. Inmediatamente después el cuerpo de Katame haciendo combustión espontánea a la par de que su tatuaje, ubicado en el cuello, se hubiera encendido mágicamente. Una voz gutural tomando forma y fondo, mientras las pocas llamas restantes eran extinguidas por su suiton.
Cuando volvió a la realidad, lo hizo entendiendo las implicaciones de tener ese tatuaje. De aceptar el sello maldito. Y ahora sabía quién era la que estaba detrás de ello. Otohime. Una mujer que, aunque no contaba con aptitudes para el combate, le daba mucho más temor que cualquier otro excepcional luchador. Con un pasado crudo y una infancia mucho más cruel. Era una bastarda que salió de la nada para continuar en la nada por mucho tiempo, hasta que el destino —de forma muy similar a su propio caso—. le puso en frente a un Cabeza de Dragón.
¿Habría sido ella la que le vio a través de Katame? ¿Sería ella la encargada de dar la información a quien pusiera su nombre y precio en el mural de Hibakari?
Otohime era peligrosa. Muy peligrosa. Y seguramente, iba a ser la primera en verle la cara de tú a tú. Después de todo, el Sello Maldito del Dragón Rojo era la jodida firma del contrato.
—Eso nos lleva a... —al creador de la empresa. Al líder, según Hageshi. A la primera Cabeza de Dragón—. Ryū.
28/09/2018, 02:31 (Última modificación: 28/09/2018, 02:38 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Ryū
· Edad: 40 (aproximadamente)
· Residencia: Desconocida (informantes aseguran que vive en una morada a la que llaman Ryūgū-jō, pero nadie sabe dónde se encuentra)
· Sexo: Masculino
· Historia:
Nada se sabe de su historia u pasado, ni dónde aprendió y llegó a ser un ninja. Es de los pocos Cabeza de Dragón que está desde el nacimiento de la organización, y las pocas historias que se sabe de él son a raíz del enfrentamiento que se produjo contra la banda Kurhebi (más información en el informe de Dragón Rojo), actualmente erradicada.
Cuando la banda Kurhebi secuestró a su esposa (única familia conocida), también una Cabeza de Dragón, pidiéndole una enorme cantidad de dinero por ella, acudió al punto de encuentro solo y con las manos vacías. Entonces, antes de que nadie pudiese hacer nada, asesinó, primero, y ante la sorpresa de todos, a su propia esposa. Luego, a todos y cada uno de los captores, salvo uno. Dicen que lo dejó vivir para que pudiese contar la historia de cómo Ryū no se dejaba chantajear por nada ni nadie, y cómo se quitó de encima su único punto débil (su mujer).
· Descripción física y psicológica:
Según las fuentes, Ryū mide entre 2,2 y 2,5 metros, posee una gran musculatura y un peso que ronda los 110kg. De ojos verdes, pelo oscuro y piel negra. Poco más se sabe, salvo que su torso, aseguran algunos, está cubierto de tatuajes blancos.
Poco se conoce de su personalidad, mas los que aseguran haber estado ante su presencia hablan de él con un respeto y temor desmesurado. Según las historias que cuentan, un hombre brutal y sanguinario en batalla, pero de pocas palabras y que difícilmente se deja llevar por las emociones.
Hubo algo que le pasó desapercibido en el pergamino de Muñeca y que, al abrir el de Ryū, le saltó de inmediato.
Ryūgū-jō parecía ser una locación que compartían como refugio. En ninguno de los informes individuales decía más sobre aquello, así que en teoría iba a ser tarea suya la de indagar si Ryūgū-jō estaba dentro de Hibakari o no. Esa era su primera asignación.
Luego, se arrojó de lleno al contenido que relataba los inicios de ese hombre. Confirmando así sus sospechas de que fue uno de los primero cabeza de dragón junto a su esposa, a la que no tardó en asesinar en cuanto tuvo la oportunidad de acabar con las cadenas que le retenían, expandiendo así sus alas para traer la noche con su vuelo por sobre Mizu no Kuni durante los años siguientes.
Un versado usuario del taijutsu, a su vez, del Raiton. Su puta debilidad.
Aquello le acojonaba, ¿para qué mentir?
Chasqueó la lengua y sacudió la cabeza, espabilándose. Leyó el pergamino de pie a cabeza una vez más, y otra, y otra. Y otra más, por si las dudas.
Y creyó conveniente hacerlo con cada uno de los anteriores. Si quería convencer a Hageshi de que estaba listo, no podía aparentar estarlo. No iba a bastar.
. . .
Sólo quedaba uno. Un informe. La recolección de todos los datos relevantes de la mafia en un solo papel.
Era hora de conocer a profundidad quién era Dragón Rojo. Ésta vez, de verdad.
Hibakari y su costa es conocida por ser una de las mayores puertas a la droga del país. Todo empezó veinte años atrás, en una gran crisis pesquera en la que marineros y pescadores vieron una oportunidad de no solo subsistir a la precariedad, sino de enriquecerse pasando contrabando. Pronto, sin embargo, una banda de ninjas conocida como Kurhebi, procedente de Kasukami, vio el filón y ganancias que allí se podían obtener y pasó a controlar la zona, convirtiendo a los marineros en sus trabajadores y matando a aquellos que se resistían y querían ir por libre.
Pasaron varios años de estabilidad hasta que Dragón Rojo nació. Al principio, una banda que traía sus cargamentos fuera de la ciudad, en las costas colindantes y amparados por la oscuridad de la noche, a salvo de la guardia —mucha de ella corrupta y comprada por Kurhebi—, y su competidor. Con el paso del tiempo fue haciéndose fuerte, tanto que la guerra entre las dos organizaciones criminales estalló. Kurhebi, ayudada y financiada por una banda mayor de Kasukami, resistió por años y, por momentos, incluso saboreó la victoria, pero finalmente en el año 216 Dragón Rojo terminó por erradicarlos y hacerse con el control completo de la ciudad.
Ahora han ampliado sus negocios y mercancías. Ya no solo importan cocaína, sino también omoide, y también trafican con personas y órganos.
Posee a muchos marineros y pescadores trabajando para ellos, atraídos por el dinero fácil y en abundancia, pero los verdaderos jefes son los conocidos como Cabezas de Dragón. Siempre son ocho, y se dice que su morada secreta es conocida como Ryūgū-jō, aunque se desconoce su localización y aspecto.
Insatisfecho. Así fue como se sintió el escualo al acabar de leer el último informe, que aún y a pesar de tener información bastante esclarecedora en su interior, le supo bastante a poco. Quizás había puesto demasiada expectativa en la inteligencia recabada por Hageshi, creyendo que lo iba a tener hecho y servido en bandeja de plata después de estudiar todo. Pero no. Ni de coña. Porque había demasiadas lagunas. Cientos de predicamentos. Incontables complicaciones. Era un campo minado de desconocimiento que representaban todos los misterios de Dragón Rojo, las cuales iba a tener que esquivar apropiadamente para poder llegar hasta la cima sin perecer en el intento. Ir desvelándolos uno a uno en un trayecto que, ahora, se le antojaba absurdamente largo. Muy largo.
Ese preciso instante fue la única vez que dudó. De poder hacerlo. De creerse capaz en alcanzar esa cima, que no era otra sino Ryūgū-jō. Aunque la incertidumbre, sin embargo, le duró poco. O más bien nada.
Una sonrisa pletórica le envolvió el rostro y se echó a recostar en el sillón. Miró, miró a todos lados como si fuera la última vez que iba a contemplar aquel tugurio que le servía de hogar. Meditó a profundidad las vicisitudes de su vida, los propósitos de su existencia, las experiencias vividas.
Y por sobre todo, fantaseó sobre lo que estaba por venir. De la gran aventura en la que estaba a punto de arrojarse de cabeza.
En las batallas que iba a librar, como cuando luchó contra Katame allá en Taikarune. Entonces había sido uno. Ahora eran siete. Y tendría que eliminarlos al mismo, jodido, tiempo.
Varios cigarrillos consumidos llenaban el cenicero que había sobre la mesa. Una de las colillas todavía emitía un diminuto hilo de humo, y el frío de la mañana se dejaba ver en el vaho de las ventanas y en el cuero de las sillas, que casi dolía al tacto de lo gélido que se encontraba.
Cuando Kaido entró en la estancia, Hagesi le indicó que se sentase con un movimiento de cabeza. Se llevó la mano a la boca, ocultando un breve bostezo, y tomó un sorbo de la taza humeante que tenía frente a sí.
Amanecido y con las ojeras dignas de un sonámbulo ataviándole el rostro, el gyojin se adentró en la estancia y tomó asiento, en silencio, cuando ella se lo inquirió. Después meditó la interrogante de Hageshi en su cabeza durante un par de segundos, con los ojos clavados en el pequeño hilo de humo que agonizaba de un cigarrillo a medio acabar.
Kaido clavó los codos en sus rodillas y entrelazó los dedos de ambas manos y asintió, ligeramente.
—Como dijiste ayer, hay dos bazas mucho más accesibles entre los cinco objetivos cuando se trata de dejarme pescar. En un principio creí estar seguro de empezar la misión en Inaka, y que el primer contacto fuera con Kyūtsuki, pero la información de su pergamino no es la más precisa que digamos. Teniendo en cuenta que el encuentro debe ser lo menos fortuito posible y que las circunstancias de mi destino después del exilio han de convencer, creo que mientras mayor información posea, mejor puedo manejar los desenlaces de cualfuera el primer encuentro con Dragón Rojo. Así que —se tronó un par de dedos durante aquella diminuta pausa, y tragó cuanta saliva pudo para continuar con su pequeño discurso—. empezaremos por la opción más obvia: Hōzuki Shaneji. Un miembro de mi clan, con tendencias típicas con las que estoy acostumbrado a lidiar. Tan volátil como un jodido orangután. Si lo que dice su descripción es verídico, no va a pensar en otra cosa sino en darme caza en cuanto me vea. Claro que tengo que poder vencerlo para que la misión no se joda y a partir de entonces, improvisar el camino que me lleve hasta Ryūgū-jō.
»Hay una constante en varios de los informes, y es que no hay una forma establecida de cuál es el proceso para reclamar tu nicho como Cabeza de Dragón. Lo mío deberá ser algo similar. Shaneji va a tener que ser mi contacto, es él quien puede llevarme hasta la que, a mi parecer, debe ser mi siguiente objetivo. Otohime. Esa mujer es la que les hace firmar el contrato. Una vez tenga yo ese tatuaje, tendré la libertad que necesito para encontrar al resto sin que la sospecha cale indefinidamente sobre mis hombros.
Hageshi asintió. No era un plan demasiado elaborado, pero eso, a su juicio, era un punto a favor. En una infiltración rara vez se cumplían los pasos que uno intentaba prever, y la improvisación era mucho más vital e importante en su experiencia.
—Está bien —aceptó—. Nos comunicaremos una vez por día con el Gentoshin no Jutsu para que me informes de lo que va sucediendo. A las dos en punto de la madruagada —especificó—. Yo actuaré de receptor. Partirás esta misma noche.