Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
28/10/2018, 23:34 (Última modificación: 7/01/2019, 16:54 por Uzumaki Eri. Editado 4 veces en total.)
Llevaba las manos en los bolsillos de su chaleco, y de su boca salía una especie de neblina blanquecina que nublaba parcialmente su visión. Llevaba el pelo recogido en su habitual moño, pero ciertos mechones caían a los lados de forma rebelde, dándole un toque algo desaliñado, pero no le importaba en lo absoluto. Llevaba días sin poder dormir bien, y francamente dudaba que si se arreglaba un poco podría hacerlo en los días posteriores.
Sacó las manos y las frotó cuando giró una de las calles y se topó con la gran torre del Edificio del Uzukage.
«Nabi...»
No podía evitar sentir pinchazos en su pecho al recordar que ya no se hablaban, ni si quiera se había topado con él desde entonces. ¿Qué estaría haciendo? Se recordaba mentalmente que debía seguir adelante, pero a veces tenía la imperiosa necesidad de ir a su casa y pedirle disculpas, decir que tenía razón y volver a ser amigos. Pero su necesidad de seguir con lo que se había autoimpuesto la detenía cada vez que abría la puerta.
Y sin embargo, se sentía como una mierda. ¿Por qué era tan difícil?
Volvió a meter las manos en los bolsillos de su chaleco. Aquel día era especialmente frío, y aunque vistiese un grueso jersey rojo en vez de llevar la túnica que de costumbre vestía y unos pantalones más cálidos, sentía como la temperatura calaba hasta sus huesos, y probablemente no era solo por el frío, sino por sentirse tan triste últimamente.
Caminó hacia el edificio y pasó por los portones, dirigiéndose a la recepción. La habían hecho llamar, así que no había razón para demorar lo inevitable.
Esta es una misión que hago con Nabi, pero no se va a recibir recompensa con ella pues a su vez estamos haciendo otra junto con Datsue y esa sí se cobrará, así que al finalizarla solo cobraremos la experiencia.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
El frio y la soledad acompasaban muy bien mi vida. Estaba poco más que muerto en vida. Ser consciente de tantas cosas y no tener el poder necesario para arreglar ninguno de los desastres que tenía que presenciar era terrible. Eri me odiaba, yo me odiaba, odiaba a Amegakure y odiaba a Kusagakure. Tanto odio estaba haciendo mella en mis ganas de vivir.
¿Hablar con Eri? ¿Para qué? No la iba a convencer de mierda, no me iba a escuchar ni el saludo, me iba a ignorar, como todos, como siempre. Así que ¿qué sentido tenía intentarlo? Ninguno, ya no. Después de todo lo que me había dicho Datsue, ver a Eri defendiendo a los amenios era demasiado para mi pobre e inocente mente.
Y en el fondo llevaba bien lo de no pensar en Eri, no hablar de Eri y no soñar con Eri. No pensaba, no hablaba y no dormía. Mi estrategia funcionaba a la perfección. Hasta que mi padre me mandó al Edificio del Uzukage, al parecer me habían llamado para una misión.
Así que con una sudadera gorda, pantalones gordos y Stuffy, me dirigí al lugar indicado. Iba casi arrastrando los pies, así que tarde bastante más de lo normal en llegar, solo para ver a Eri entrar delante de mi. Antes de poder procesarlo, mi cuerpo ya estaba dándose la vuelta y volviendo por donde había venido. Para pararme al segundo paso y darme cuenta de que esa actitud era basura, no iba a conseguir evitarla durante mucho tiempo.
Entré tras ella, arrastrando los pies, con unas ojeras que ni Datsue y un perro que parecía contagiado por mi aura de negatividad. Las manos en los bolsillos de la sudadera y la capucha puesta, si esto fuera Amegakure parecería que iba a violarla y apuñalarla para dejarla tirada en cualquier callejón bajo la lluvia.
— Eri
Solté con una voz más gutural y grave de lo normal. No había casi nadie en recepción, solo una mujer pelirroja como Eri que nos miraba con interés desde detrás del mostrador, con el pelo suelto y una sonrisa casi inocente.
Escuchó como la puerta volvía a abrirse tras ella y se giró instintivamente para observar quién era. Su curiosa mente, sin embargo, podría haber obviado que tenía aquella fea manía de querer saber todo, pues con quien se topó no era ni más ni menos con Nabi, solo que más despeinado, más ojeroso y más... Decaído que de costumbre. No lo supo de inmediato, claro, pues la sudadera tapaba parcialmente sus ojos de color miel, fue gracias al perro de cabellera azabache que llevaba pegado tras él, cual sombra que seguía a su dueño. Su corazón parecía haber aprendido a latir aquel mismo día, pues parecía querer hacerlo todo el rato y a velocidades que desconocía que podía alcanzar. Y ella, helada, se había quedado en el sitio.
—Eri.
Saludó con una voz impropia de él. ¿Qué le ocurría? ¿Por qué aquel Nabi que se presentaba frente a ella no parecía ser el mismo Nabi que había conocido en la academia? Todavía recordaba cuando le tiró de una coleta el primer día que se conocieron... Tuvo que oprimir el sentimiento que comenzaba a invadirla para acercarse a él y preguntarle directamente qué ocurría, pues ahora no eran amigos, y probablemente él no había cambiado su opinión con respecto a nada de lo que hacía un par de semanas habían discutido.
Por eso, cuando recordó que necesitaba respirar para vivir, se removió en su sitio y decidió decir algo:
—Hola, Nabi —su voz sonó con una pizca de tristeza mezclada con su habitual tono, y se maldijo por ello. Suspiró y contuvo sus ganas de ponerse a llorar.
¿De quién era la culpa de todo esto? Pues no lo sabía, pero se juró y perjuró que mataría al culpable en cuanto lo tuviera delante, aunque fuese ella misma.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
29/10/2018, 22:19 (Última modificación: 29/10/2018, 22:20 por Inuzuka Nabi.)
Miré a Eri, y ahí me quedé, mirándola. En algún momento dejé de mirarla a ella y miraba al infinito a través de los ojos azules de la pelirroja, pero no me moví un centímetro, ni mi expresión varió lo más mínimo.
— Ya.
Dije por decir, de una forma apática. Intentaba soportar la presencia de Eri de una forma estoica y, de momento, me estaba saliendo casi bien, por lo menos por fuera. Por dentro tenía un remolino de pensamientos y sensaciones que estaba intentando ignorar.
Una tos detrás de Eri llamó la atención.
— Buenos días, chicos.
Soltó la mujer que estaba tras el mostrador, mirándonos con una sonrisa. Hice un leve gesto con la cabeza a Eri, indicándole que podía proceder ella primero.
Nabi volvió a contestar a Eri de la forma más apática posible, y ella, frunciendo los labios, se quedó sin nada que decir. Las lágrimas picaban en sus ojos, pero allí estaba, aguantando el pase como fuese, hasta que un carraspeo sacó de sus pensamientos a la pelirroja.
—Buenos días, chicos.
Se acordó de que alrededor de ella había un mundo que seguía moviéndose a pesar de sus dramas internos, por eso se recompuso y miró a la recepcionista, evitando todo lo posible girar sus ojos azules y posarlos en el muchacho que se encontraba a su lado.
—Buenos días —saludó de vuelta, con una voz algo más dulce que antes pero con el mismo tono triste—. Fui llamada esta mañana para que acudiese aquí, ¿ha ocurrido algo? —preguntó, focalizando toda su atención en lo que fuera que fuese aquello tan importante.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Buenos días. Fui llamada esta mañana para que acudiese aquí, ¿ha ocurrido algo?
Dí un paso atrás mientras las mozas hablaban. ¿Habían llamado a Eri al mismo tiempo que a mi? O nos iban a obligar a hacer las paces, lo cual dudaba, aunque siendo Kiyomi quien estaba hoy, posible era. O bien era una de esas misiones que te obligan a coger. De las cuales estaba empezando a cansarme, aunque siendo el mejor rastreador de mi generación no era de extrañar.
— Si es por una misión, me niego.
Miré a Kiyomi directamente, y ella me devolvió una mirada bastante más fría que su sonrisa. Se aclaró la garganta antes de contestarme.
— ¿Un genin diciendole a una chunin y una jounin que se niega a algo? Creo que hoy no va a ser el día, Nabi.
La miré contrariado. ¿Qué iba a hacer? ¿Desobedecer a la oficina del Uzukage y que mi primera reprimenda fuera por rechazar una misión con Eri? Sería el colmo del patetismo, muy por encima de todas las reprimendas que había recibido Datsue, que al menos habían sido por defender el honor de nuestra villa frente a los locos de Amegakure.
— Está bien.
No es que necesitase mi respuesta para nada, ya le había tendido el pergamino a Eri.
(C) Un Rescate Férreo
Solicitante: Tetsuya Kajiya Lugar: Los Herreros En el albor del último Mizuyobi, al ir a mi herrería me percaté de que una de mis armas, recién acabada, encargo para un pariente cercano del Muy Venerable Señor Feudal de la Espiral, había desaparecido. Junto a ella desapareció uno de mis mejores trabajadores, Tetsuya Tanzō.
Estoy convencido de que ha sido secuestrado junto al arma por unos bandidos que llevaban acosándonos semanas para que les hiciésemos un encargo. Pido a Uzushiogakure la ayuda de un ninja de alto rango y especialista en rastrear.
Junto al pergamino había un mapa de los herreros con su forja marcada con una X. La Forja Incandescente.
1/11/2018, 17:05 (Última modificación: 1/11/2018, 17:05 por Uzumaki Eri.)
Eri se encogió de hombros, esperando a que la encargada le diera el recado, pero Nabi pareció hablar primero.
—Si es por una misión, me niego.
Torció el gesto, bastante contrariada. ¿Querían mandarlos de misión, a ambos? Eso era lo primero, claro, porque... Porque Nabi se negaba a ir con ella. Bajó los hombros cuando él enfrentó la mirada de la mujer que estaba tras el mostrador y desvió la mirada con gesto triste.
—¿Un genin diciendole a una chunin y una jounin que se niega a algo? Creo que hoy no va a ser el día, Nabi.
Se vio con ganas de protestar y decir que le cediesen la misión a otras personas, pero tuvo que pensárselo. Tenía cierto poder como Jounin, pero tampoco quería abusar de su recién estrenado cargo, así que todo recaía sobre Nabi.
— Está bien.
Aunque antes de que cediese, Eri ya tenía el pergamino sobre sus manos.
«Quizá podría haberlo intentado yo sola...»
Con resignación abrió el papel y leyó con detenimiento la información que ofrecía. Era en los Herreros, y su misión era encontrar un arma junto a uno de los trabajadores del lugar. «Tetsuya...» releyó, parecían familiares. Unos bandidos... Vale, lo que necesitaban era ir a Los Herreros lo antes posible.
Le tendió el pergamino a Nabi y tomando el rol como la líder, anunció:
—Voy a coger provisiones para ir a Los Herreros, no será mucho tiempo pero más nos vale estar preparados, nos vemos en media hora en las puertas de la aldea —sentenció, luego miró a Kiyomi—. Gracias por la información, Kiyomi-san, nos veremos en unos días.
Y se fue.
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—Voy a coger provisiones para ir a Los Herreros, no será mucho tiempo pero más nos vale estar preparados, nos vemos en media hora en las puertas de la aldea. Gracias por la información, Kiyomi-san, nos veremos en unos días.
Me dio el pergamino y se piró sin esperar a nadie ni a nada. Perfecto. Sencillamente maravilloso. Caminé sin prisa mientras leía la misión. Básicamente el hermano se había escapado con un, presumiblemente carisimo, encargo y él se creía que lo habían secuestrado. Vaya chorrada de misión. ¿Especialista en rastreo? Lo que necesitaba ese hombre era un conciliador familiar. Si hacía días de su huida, iba a encontrar una mierda.
En cualquier caso, no me di ninguna prisa en ir a la puerta de la villa. Aparecí con la misma ropa con una pequeña mochila a la espalda para el viaje.
Llegó a casa lo más rápido que pudo y tomó la primera mochila que encontró, llenándola de provisiones, unas mudas, mapas y lo que fuera que encontró por ahí. Recogió todo y se selló la mochila en el hombro, luego echó una última mirada a su casa y cerró la puerta con llave, tomando de rumbo la puerta de la villa.
Llegó unos minutos antes de la hora fijada y esperó apoyada cerca del gran portón. Nabi no estaba allí, así que no podía marcharse sin él y sin el pergamino. Apretó los puños y los guardó en los bolsillos de su pantalón. ¿No había genins suficientes en la villa que tenía que ir con Nabi de misión? Y justo con él realizó una que había resultado fallida...
La suerte no estaba de su parte.
Apareció unos cinco minutos después, con la misma ropa y una mochila a la espalda. La pelirroja se incorporó y se cruzó de brazos, volviendo a adoptar la actitud que llevaba en el edificio del Uzukage.
—Dame el pergamino —pidió, tendiéndole la mano—. Los Herreros están a un día de camino, así que lo mejor es que nos demos prisa, encontremos algún sitio para dormir y sigamos sin entretenernos.
Se encogió de hombros y esperó alguna réplica, y si ésta no llegaba, llevaría a cabo su plan.
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—Dame el pergamino. Los Herreros están a un día de camino, así que lo mejor es que nos demos prisa, encontremos algún sitio para dormir y sigamos sin entretenernos.
Me tendió la mano y en ella posé el pergamino que llevaba en las manos, ni siquiera lo había guardado. De hecho, ni entendía por qué me había dado algo importante a mí. No le dí más vueltas, empecé a andar a un ritmo tranquilo hacia Los Herreros.
No veía la necesidad de correr. Si íbamos a un ritmo constante y no parábamos a comer, llegaríamos para cenar. Siempre se puede picar algo sin dejar de andar. Era un viaje que había hecho prácticamente cada vez que salía de la villa. La geografía casi te obligaba a pasar por ahí para salir del país, pero sin el casi.
No recibió respuesta por parte de Nabi, así que tomó el pergamino y se lo guardó en su chaleco, se volvió a echar las manos a los bolsillos y comenzó a andar. No buscó conversación con Nabi ni la quiso, pues su actitud no le daba buenas vibraciones, así que se mantuvo alerta, andando, sin correr pero a un ritmo constante.
No se detuvo a mirar ni a Nabi ni a la sombra perruna que tenía por Stuffy, pues tampoco sabía qué hacer con respecto a ellos. Se sentía fuera de lugar en la villa, es más, sentía que aunque Hanabi hubiera hablado con ella, estaba traicionando la mentalidad que tenían todos allí. Suspiró varias veces a lo largo del viaje, pero no paró, ni se replanteó nada.
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No estaba mirando a Eri, de hecho, estaba haciendo mi mejor esfuerzo por no hacerlo, después de años deleitándome con su inusitada hermosura, su casual perfección, ahora era tremendamente complicado ignorarla. Pero todo eso fue oscurecido por sus constantes suspiros.
Estaba mandándome indirectas con todo el morro, como si aquello fuese culpa mía. ¡Yo era la victima en todo aquello! Y con cada suspiro me estaba diciendo claramente lo que pensaba, 'Otra vez tengo que aguantar al imbecil este', 'Como huele a perro, joder', 'Qué puto asco'. Pues yo no había elegido eso.
— ¿Se puede saber qué te pasa conmigo? — exigí sin detenerme, girándome a encararla cuando suspiró por enésima vez.
Al final sí que habría un intercambio de palabras, pero no el que ella hubiese imaginado.
— ¿Se puede saber qué te pasa conmigo? —exigió con un tono impropio de él, o al menos del que ella conocía, así que, con una cara de desconcierto, se giró para mirarle, aunque sin parar pues le daba la impresión que hablar de aquello era igual a hablar del tiempo: no parecía darle importancia.
—¿Perdón? —preguntó, incapaz de procesar la pregunta—. A mí no me pasa nada —contestó, con un tono agudo que se le antojó extraño. ¿Desde cuando ella se ponía a la defensiva ante tales preguntas?—. ¿Y a ti conmigo? —le devolvió la pregunta, con el mismo tono que había empleado él, o bueno, similar, pues parecía que el tono chillón se estaba quedando plasmado sobre su tono normal.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Primero, eso era totalmente imposible de creer. Segundo, ¿que qué me pasaba a mi con ella? ¿De verdad me estaba preguntando eso? No podía estar preguntandomelo en serio.
— Sí, primero no sé nada de ti después del examen de chunin hasta que fuimos de misión con Datsue. Después nos encontramos con Juro y no solo le defiendes sin saber qué había pasado sino que además me tachas a mi de ser el culpable de todo. Y lo peor de todo es cuando dejas claro ante todo un restaurante que tus compañeros de villa te importan una mierda, que prefieres estar del lado de los que casi destrozan nuestro hogar. ¡Nos hemos criado juntos, Eri! Y ahora estás constantemente suspirando como si estar conmigo en una misión fuese una pesada carga para ti. Pues lo siento, supongo que también será culpa mía.
— Sí, primero no sé nada de ti después del examen de chunin hasta que fuimos de misión con Datsue —estaba bien, eso era cierto, también debía decir, en su defensa, que había tenido problemas familiares durante ese tiempo —. Después nos encontramos con Juro y no solo le defiendes sin saber qué había pasado sino que además me tachas a mi de ser el culpable de todo —eso no era del todo cierto, pues se había tirado a sujetar a Juro para que no se fuese y dejar claro que no le gustaba ninguna de las dos actitudes—. Y lo peor de todo es cuando dejas claro ante todo un restaurante que tus compañeros de villa te importan una mierda, que prefieres estar del lado de los que casi destrozan nuestro hogar. ¡Nos hemos criado juntos, Eri! Y ahora estás constantemente suspirando como si estar conmigo en una misión fuese una pesada carga para ti. Pues lo siento, supongo que también será culpa mía.
Encajó todos aquellos reproches lo mejor que pudo, pero al final, cuando le echó en cara que parecía todo su culpa, no pudo soportarlo más. Paró, de andar, de pensar, y de soportar todo el peso que mantenía sobre los hombros ella sola.
Y comenzó a llorar.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100