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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Llegaron al pueblo en media hora. Tanemura, un pequeño poblado que tenía pinta de subsistir de la agricultura ya que había plantaciones en cada granja por la que pasaban.

Le pareció extraño que, en un pueblo pequeño y teniendo en cuenta la hora que era, la gente aún caminara por las calles.

Vale, voy a empezar yendo a la taberna para preguntar. — Informó el joven.

Teniendo en cuenta que empezaba a anochecer era más que probable que bastante gente acudiera allí a beber, cenar o a pasar el rato simplemente, por lo que era un buen lugar para recabar información.

Nos vemos aquí cuando terminemos.

Y tras estas palabras se dirigió a la puerta del local, tomando una bocanada profunda de aire antes de asir el mango de la puerta y abrirla para internarse en el lugar.
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El interior de la taberna del pueblo no era mucha cosa. Tan sencilla como se podía esperar de una comunidad tan humilde como aquella. Un manojo de mesas y taburetes de madera, la típica barra, y una muy corta variedad de botellas de rones, whisky y bebidas blancas. Y lo que nunca podía faltar, desde luego, grandes barriles de cerveza de los que cada quién podía ir sirviéndose su vaso.

Estaba a medio llenar, a esa hora. Un par de trabajadores de campo disfrutaban de una birra y una buena charla, otros tantos, más solitarios, yacían en soledad en algún sector de la barra. Un par de chicas danzando cerca de la rocola —o más bien, un viejo megáfono que repetía una y otra vez la rola de algún disco viejo—. y, desde luego, la tabernera. Con el típico trapo en las manos, secando las copas que recién había lavado.
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El lugar era tal y como el joven lo había imaginado, aquel aspecto rústico, típico de una taberna de un pueblo perdido en mitad de los Arrozales del Silencio, los barriles de cerveza, un puñado de mesas y sillas y la barra, lugar hacia el que se dirigió el Kaguya nada más entrar, más concretamente, se sentó justo frente a la camarera, que se dedicaba a secar vasos.

¡Buenas! — Saludó el genin, cordial. —¿Podría ponerme un refresco de naranja, por favor?

Tenía claro que la primera a la que iba a preguntar era ella, sin duda, trabajando allí conocería a gran parte del pueblo, si es que no conocía a la totalidad del mismo, por lo que esperó a que la mujer le atendiera para comenzar a preguntarla.
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La mujer subió el cogote y miró a Riko con una afable sonrisa, aunque también con algo de sorpresa. Comprensible, teniendo en cuenta que Riko no era oriundo de Tanemura. Y en Tanemura todos se conocían muy bien.

—Refresco de naranja saliendo —movió las manos hasta una cava cercana y retiró la botella—. ¿De dónde nos visitas, muchacho?
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—Refresco de naranja saliendo. ¿De dónde nos visitas, muchacho?

Riko sonrió de vuelta, siempre era agradable ver que los taberneros te recibían de una manera amable, y desafortunadamente no siempre era así, por lo que lo agradecía.

De bastante lejos en realidad, llevo unos cuantos días de camino. — Afirmó el genin. —Es un pueblo tranquilo éste, ¿verdad?

El joven miraría a su alrededor, de forma tranquila, oteando bien a las personas que había allí en aquel momento.
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Cuando éste volvió a otear, se encontró con lo mismo. Lo que más llamaba la atención era a ese par de campesinas que danzaban juntas, como pareja. Por el resto, nada demasiado destacado que pudiera servirle en ese momento.

—Oh, cómo no. Cómo no. El más tranquilo de los parajes, si me lo permites. Y qué, venías aquí específicamente, o vas de paso a Kaminari?
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—Oh, cómo no. Cómo no. El más tranquilo de los parajes, si me lo permites. Y qué, venías aquí específicamente, o vas de paso a Kaminari?

El Kaguya sonrió ante la descripción que la tabernera hacía de su pueblo, que desde luego parecía ser cierta por lo poco que había visto.

Venía aquí específicamente, estoy buscando a un hombre que nació aquí, ¿me podría ayudar? — Dijo justo antes de darle un sorbo a su refresco.
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La mujer alzó una ceja. ¿Un hombre, que nació en Tanemura?

—Pues, no sé cómo podría. ¿A quién buscas exactamente?
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—Pues, no sé cómo podría. ¿A quién buscas exactamente?

Dio dio otro trago de su refresco antes de responder, mientras trataba de recordar todos y cada uno de los detalles que Ikari le había contado sobre el hombre.

Pues verá, es un tipo grande, más o menos metro ochenta de altura, tiene el pelo de un color magenta, un lunar característico a la izquierda de la cara... — Dijo Riko, siendo muy claro y haciendo una ligera pausa. —... y dos círculos de tinta roja. — Terminó, señalando en su propio rostro dónde debían estar estos círculos.

Dio de nuevo un sorbo.

¡Ah! Y se llama Jinmaro, aunque no sé si es su nombre de verdad. — Explicó el joven, rascándose la barbilla.
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Lo curioso fue que, con aquellas descripciones tan exactas; la mujer no parecía recordar nada. De hecho, su rostro fue todo un poema inconfundible de desinformación, pues esas características no parecían traerle una cara conocida en particular. Y joder, para que ella La Tabernera del pueblo no conociera a alguien en Tanemura tenían que alinearse los astros.

Sin embargo, en cuanto escuchó aquel nombre, Riko vio algo. Vio que ahora le miraba con mucha mayor confusión, por el simple hecho de que la descripción física no concordaba con ese nombre. ¿El por qué?

—Pues no sé de dónde has sacado la información, chico, pero te la han liado un poco, creo. El único Jinmaro conocido en Tanemura vivió aquí hará unos cincuenta años atrás. Pero es imposible que sea como lo describes pues él falleció cuando tenía unos quince años, aproximadamente.
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Según iba hablando, el chico se daba cuenta que la mujer no conocía a nadie con aquella descripción, a pesar de ser bastante exacta y precisa, lo cual hizo que su ánimo decayera un poco, pero, en cuanto dijo el nombre, la mujer cambió su rostro.

—Pues no sé de dónde has sacado la información, chico, pero te la han liado un poco, creo. El único Jinmaro conocido en Tanemura vivió aquí hará unos cincuenta años atrás. Pero es imposible que sea como lo describes pues él falleció cuando tenía unos quince años, aproximadamente.

Riko la miró, extrañado, estaba seguro de que no se había equivocado con el nombre que le habían dado, por lo que se llevó la mano al mentón, pensativo.

Esto... ¿podría decirme si puedo hablar con algún familiar suyo? Quizás tenga una buena noticia para ellos. — Dijo el joven, también algo confuso.
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Ella también se vio pensativa, y también un poco ofendida. ¿Qué buena noticia iba a darles? ¡si el muchacho se había muerto!

—Su madre. Pero es una señora mayor, no sé tú qué tanto recuerde o qué tan dispuesta estaría a hablar del tema después de tanto tiempo. Yo era apenas una crìa cuando sucedió, y lo que sé, lo sé por mis parientes. Te adelanto que es un tema delicado en el pueblo, ten mucho cuidado —le miró con cierta preocupación y luego recogió el trapo—-. Doña Yuni vive al final de la vereda, en la cabaña verde.
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—Su madre. Pero es una señora mayor, no sé tú qué tanto recuerde o qué tan dispuesta estaría a hablar del tema después de tanto tiempo. Yo era apenas una crìa cuando sucedió, y lo que sé, lo sé por mis parientes. Te adelanto que es un tema delicado en el pueblo, ten mucho cuidado. Doña Yuni vive al final de la vereda, en la cabaña verde.

Riko asintió, sabía que hablar con una mujer sobre un hijo que creía muerto no iba a ser plato de buen gusto, ssobre todo para ella, pero tenía que averiguar más cosas sobre aquel hombre y era la única manera de conseguirlo.

No se preocupe, y muchas gracias por su ayuda. — Se despidió el genin apurando su refresco y dejando sobre la mesa el dinero para pagar la bebida y un poco más por las molestias. —Que tenga una noche tranquila. — Y tras estas palabras se dirigió a la puerta del local.

«Será mejor que hable con Ikari y que vayamos los dos.»

Riko avanzó hacia el lugar que habían elegido como punto de reunión, esperando que la chica se encontrase allí ya para no perder demasiado tiempo.
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—¡Suerte!

. . .

Oh, Ikari, Ikari. No había señales de ella. No le encontraba por ningún lado, y eso que el pueblo era pequeño. ¿En dónde cojones se había metido esa párvula? ¿A dónde le habría llevado su olfato a buscar?

Desde luego que no a la cabaña verde. Como había dicho la tabernera, estaba al final de la vereda, casi pegada a los límites del vallado. Sin cosecha, ni animales, nada. Y ni rastro de la Inuzuka por esos lares.
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No había encontrado a Ikari por ningún lado, a saber dónde se habría metido la chica, por lo que decidió ir él solo a la cabaña que la tabernera le había indicado, y ya de paso intentaría buscar a la Inuzuka de camino hasta allí.

Riko llegó al final de la vereda y no había encontrado ni la más mínima señal de Ikari, y aquello le mosqueó un poco, aunque no sabía muy bien por qué.

Se acercó a la cabaña a paso lento, tratando de darle todo el tiempo posible a la Inuzuka para que le alcanzase y, llegado a un punto, frente a la puerta de la casa, dio un par de golpecitos con los nudillos en la madera, esperando que alguien le abriera y poder hablar con doña Yuni.

«A ver qué le digo yo a esta mujer...»

Se había llevado la mano a las sienes, tratando de pensar en cómo iba a afrontar aquella situación tan peliaguda.
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