Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Otohime se llevó una mano a la boca. Shaneji dio otro puñetazo a la mesa, que recibió el golpe como lo haría una rama del Árbol Sagrado: con total indiferencia.
—Muñeca, ¡no me jodas eh, no me jodas!
—P-puedo explicarlo. —En aquellos momentos, a Muñeca le daba igual Kaido. Le daba igual Otohime, Kyūtsuki e incluso la irascibilidad de Shaneji. En aquel momento, Muñeca solo tenía ojos para Ryū—. Papá, puedo…
—Dijiste que no había nada por lo que preocuparse —su voz, gutural y profunda, no cambió un ápice en el tono. Los informes que tenía Kaido sobre él eran ciertos: era un hombre que difícilmente se dejaba llevar por las emociones.
—¡Y no lo hay! Zaide había secuestrado a esa uzujin. Todo pareció como si hubiesen luchado entre ellos. No…
—¿Cómo? ¿No te deshiciste de los cadáveres? ¡Esto es flipante! —estalló Shaneji, que no paraba de moverse en el sitio y tenía grandes dificultades por permanecer sentado—. ¡Esto es flipante!
—Os dije que Uzu nos seguía la estela —intervino Otohime—. Ahora sabemos el motivo.
Muñeca, quien no paraba de mirar a su padre, tenía la vista empañada por las lágrimas. El rostro teñido por la súplica; las manos cerradas de impotencia.
—Papá… No teníamos tiempo. Katame había quedado muy herido y yo también. Cuatro había muerto, y sin él no teníamos forma de deshacernos de ellos y…
Ryū levantó una mano.
—Me has decepcionado, Masumi —Muñeca no supo qué le dolió más: si su decepción; o que le llamase por su antiguo nombre. Un escalofrío la recorrió de arriba abajo al oírlo.
Kyūtsuki, que hasta el momento se había quedado inmóvil, se inclinó hacia adelante.
—Pero eso no es lo peor. —No supo porqué, pero a Kaido le dio la impresión de que tras aquella máscara se lo estaba pasando en grande con todo aquello—. ¿Tú lo sabes, Kaido? No solo la chapuza, ¿sino la farsa que allí se gestó?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Como si se encontrase en una cabina de cine, Kaido dejó reposar su cuerpo en el espaldar de su asiento y escuchó atentamente, con los brazos cruzados, el intercambio de palabras, saboreando cada una de las reacciones de los Dragones.
La ira de Shaneji. El miedo de Muñeca. La realización de Otohime. La decepción de Ryū. Y la ...
...¿diversión? de Kyūtsuki. Kaido tenía la impresión, aún sin verle a la cara, de que tenía algo entre manos.
—. ¿Tú lo sabes, Kaido? No solo la chapuza, ¿sino la farsa que allí se gestó?
8/12/2018, 00:24 (Última modificación: 8/12/2018, 00:27 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Como la aguja de un reloj, unas gotas caían de una estalactita sobre la superficie del lago. Ploc, ploc, ploc. Marcando el tempo. El rápido intercambio de notas y tonos se había sucedido. Ahora era turno del silencio, de la larga tranquilidad antes de la hecatombe.
La máscara de Kyūtsuki giró de un lado a otro, recorriendo la mesa entera.
—Me encontré con una pequeña sorpresa en el País del Viento —empezó. Eso era lo que tenía que contarle a Ryū, lo que le había advertido no le iba a gustar, antes de ser interrumpidos por la aparición de Kaido—. En la Prisión del Yermo, un preso que debía estar muerto.
Incluso Shaneji, siempre tan temperamental, contuvo el aliento. Y es que, de alguna forma, él ya sabía lo que iba a decir. Como ese sexto sentido que tienen algunos animales para presentir un tsunami.
Lo sabía.
Lo sabía…
—Me encontré a Uchiha Zaide.
¡PAM!
—¿¡Cómo dices!?
Ryū acaba de reventar una cabeza de dragón de la mesa con la base de los puños. Esa misma mesa que había aguantado con indiferencia los continuos golpes del Hōzuki. Todos le miraron, e incluso Shaneji, que en otros momentos se volvería loco, pareció diluirse ante la ira que electrizó todo el cuerpo de Ryū.
Otohime sintió esa ira. Muñeca sintió esa ira. Kyutsuki sintió esa ira. Kaido sintió esa ira. El suelo, la mesa, el lago. Todos la sintieron. Pero no de manera figurada. Cuando digo que la sintieron, es que el suelo se resquebrajó. Es que las estalactitas se partieron por la mitad y llovieron del cielo. Es que el propio lago vibró de terror.
Poder 140
—¿¡CÓMO DICES!?
Otohime, la única que pareció mantener el tipo, hizo un claro gesto con las manos: ella ya lo había dicho todo.
—No es posible… ¡No es posible! —chilló Muñeca, conocedora de su delicada situación—. ¡Le matamos! ¡Katame lo hizo! ¡Le aplastó la cabeza! ¡Lo juro! —Como una náufraga, Muñeca buscó un trozo de madera al que asirse. Y ese no era otro que la persona que había sacado todo aquello en primer lugar—. ¡Kaido! Tú sabes que es mentira, ¿v-verdad?
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—Me encontré con una pequeña sorpresa en el País del Viento —Kaido no quitó la mirada de su máscara. Casi que imaginando los labios de la mujer moverse, lentamente, para soltar aquel martillo demoledor que tumbaría el velo de mentiras creado por Muñeca y el difunto Katame—. En la Prisión del Yermo, un preso que debía estar muerto.
—Me encontré a Uchiha Zaide.
«No... no puede ser»
—¿¡Cómo dices!?
El estruendo que causó el resquebrajo de la mesa sacó a Kaido de su ensimismamiento, que ahora mismo no parpadeaba. Trataba de mantener la compostura y guardar las apariencias —más aún, porque no había revelado nada acerca de que él sabía quién era Uchiha Zaide—. pero es que aquella noticia, como a todos y cada uno de los Cabeza de Dragón, le había sentado de culo.
Es que era una de esas verdades que tumbaban realidades. Que cambiaban totalmente el contexto de las cosas.
Zaide era el asesino de Hayai, y por tanto, las normas del libro de fuego relataban que aquel que matase a un Cabeza de Dragón podía ocupar su lugar, o bien morir a manos de sus hermanos. Entonces, el papel de Katame y de su incersión en Dragón Rojo dependía directamente de su supuesto asesinato de Zaide.
Pero si Zaide estaba vivo, aquello quería decir que ...
El gyojin cayó en cuenta que estaba conteniendo el aliento. El poder que emanaba de Ryu le había hecho olvidar cómo respirar. Así de inmensa era el aura que emanaba de él.
—¡Kaido! Tú sabes que es mentira, ¿v-verdad?
—Lo único que sé ahora mismo es que tenemos a una jodida aldea entera oliéndonos el culo. Y lo que es peor, que están siendo patrocinados por el mismísimo Señor Feudal del País de Agua. Lo que quiere decir que no les va a faltar financiación a la hora de que decidan no escatimar en recursos y cobrar venganza por la muerte de sus dos ninjas —dijo, tan severo como su corazón sentía que tenía que serlo—. la has liado parda, Muñeca.
8/12/2018, 03:45 (Última modificación: 8/12/2018, 03:46 por Uchiha Datsue.)
Cortante. Demoledor. Implacable. Si algo no había cambiado el Bautismo Draconiano en Kaido, eso era su habitual gusto por ir directo al grano. Sin contemplaciones ni adornos.
—Cállate… Ya. —Para Muñeca tuvo el mismo efecto que si le pegase una bofetada. Ryū respiraba hondo, tratando de serenarse. De recuperar el control. Su voz casi sonó templada—. ¿Qué hacía en prisión?
Kyūtsuki se encogió de hombros.
—No pude averiguarlo. Pero llevaba allí un buen tiempo. Y no, antes de que preguntes, no pude matarlo. Me reconoció, ¿sabes?
—¡Juuujujuju! Quién diría que alguien podría. —Pero su risa pronto pasó a la furia—. No es por ser capullo. Yo quiero verle muerto tanto como vosotros, pero tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos que esa venganza. ¿No creéis?
—¿Venganza, Shaneji? —Ryū se inclinó hacia adelante, y la sombra que proyectó de los focos fue tan grande que alcanzó la figura del Hozuki—. Nunca se trató de eso. Nos dejó en ridículo. Nos hizo sangrar, ¡a vista de todo el mundo! —rugió, y las estalagmitas temblaron de nuevo—. ¡Para la gente de ahí afuera, nosotros somos dioses! ¡Nos temen como tal! Pero, ¿qué tipo de dioses somos si sangramos como mortales? ¿Qué tipos de dioses somos si no respondemos con contundencia a los que nos humillan? ¡Se trata de mantener el respeto, Shaneji! ¡No de algo tan banal como una venganza!
—Eh, ¡ni se te ocurra tomarla conmigo! —le espetó, levantándose él también—. ¡Fue tu jodida cría quien la cagó!
—No… me… llames… así. —La palma de Muñeca, sobre la mesa; el antebrazo de Shaneji, sobre el canto de la madera. Y en menos de un suspiro, el Hozuki salió despedido hacia atrás como si un rayo le hubiese caído encima.
—¡Jodida…! —Shaneji se levantó y desenvainó su arma.
—¿Voy a ver sangre en esto, Shaneji?
Ploc. Ploc. Ploc.
—Eso pensaba. —Relajó su puño. Volvió a sentarse. Miró a Kaido—. ¿Cómo sabías de la chapuza?
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Kaido actuaba como un estanque de agua. Sereno. Calmo. Sabía que la pelota no estaba en su campo, y que con la suficiente pericia a la hora de contar qué o cuál cosa, iba a salir bien regateando de la situación como todo un vencedor. Además, estaba haciendo lo que debía: poniendo sobre la mesa uno de los peligros que acechaban la cola del dragón. ¿Qué más querían de él para probar su compromiso?
—Por una prostituta de Taikarune a la que Katame tenía en muy buena estima. El muy imbécil se ponía bastante blandito después de que le chupaban la polla, y por lo visto le daba por conversar plácidamente durante el pitillo del después —contó, aún recostado de su asiento—. cantaba como un gallo al alba. Sin filtro ni tapujos. Parecía bastante orgulloso de su hazaña en aquel cañón, una lástima que todo haya sido una farsa.
La información cayó como un mazazo para la mayoría del grupo. Katame, soltando información clave, ante la primera prostituta que se le cruzaba.
—¡Juuuuujujujuju! Os dije que no podíamos fiarnos de ese bastardo. ¿Os lo dije o no? ¡Ya se le iba la lengua cuando estaba con Zaide, joder! ¿Por qué no me hicisteis caso? ¡Ni siquiera era un verdadero Cabeza de Dragón, visto lo visto! Lo cual… —Shaneji quedó sin voz. Acababa de darse cuenta. Acababa de…
—¿Te das cuenta ahora, Shaneji? —Otohime parecía haberse percatado hacía un muy buen rato—. Kaido no mató a ningún Cabeza de Dragón.
Si Katame no era uno, el asesinato de Kaido era inútil.
—Hmm. —Ryū parecía haberse dado cuenta también en aquel instante. Demasiadas cosas en la cabeza como para percatarse antes.
Muñeca, por otra parte, parecía aliviada de que la atención pasase a otra cosa que no fuese ella. Y Kyūtsuki… Bueno, con aquella máscara, era difícil de decir nada de lo que se le pasaba por la cabeza.
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Kaido sonrió grácilmente. Él se había dado cuenta de ese pequeñísimo detalle desde el preciso instante en el que Kyūtsuki abrió la boca, figurativamente hablando.
—Hmm —repitió Kaido, emulando el quejido de su líder—. gran predicamento en el que me encuentro, ¿no? todo un vacío legal de la hostia —soltó, jodidamente elocuente—. pero quedaos tranquilos, soy un tipo que respeta las reglas. Si la ley dicta que un usurpador debe morir, un usurpador muerto tendrán.
»Yo lo mataré. A ese tal Zaide —miró a Ryū—. cerraré vuestra vieja herida y recobraremos el respeto que Dragón Rojo se merece.
Kaido, quien había recibido el Bautizo Draconiano, no se había ganado el derecho a recibirlo. Era algo inaudito en aquella organización —o al menos de forma consciente, pues como ya acababan de descubrir, no era el primero—, y la pauta a seguir en aquellos casos no era ni mucho menos clara.
Y cuando había algo poco claro dentro de la organización, que afectaba al mismísimo corazón de Dragón Rojo, solo quedaban dos cosas. Votar, o…
—La Anciana tiene que saber de esto —Ryū se levantó, sin considerar siquiera la propuesta de Kaido, y desapareció por el enorme pasillo que conducía a las habitaciones.
Muñeca, que en aquel momento quería de todo menos estar acompañada, se fue también. Pero por el camino contrario.
Shaneji se levantó tirando la silla hacia atrás. Enseñaba los dientes, y se le notaba arisco. Caminó hasta Kaido, se inclinó hacia él y le susurró:
—Si valoras tu vida, yo elegiría otro objetivo. —Reventó una estalactita de una patada y se largó por el pasillo como si el mundo entero fuese su enemigo.
Otohime se encendió un cigarrillo.
—Eres un chico enigmático, Kaido —dijo, dando una calada y expulsando el humo hacia un lado.
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Su sugerencia, sin embargo, no caló bien en los presentes. Ese silencio así lo delataba. Kaido dejó caer su mirada de a uno en uno, esperando que alguien le respondiera. Que le diera el Ok. Nada de eso sucedió, no obstante.
—La Anciana tiene que saber de esto.
El gyojin arrugó la ceja. ¿Qué anciana? No tuvo tiempo de preguntarle, el dragón ya se encontraba transitando los linderos del pasillo contiguo que llevaba a las habitaciones. Muñeca hizo lo mismo, aunque hacia una dirección opuesta a la de su decepcionado padre. Shaneji lucía aún bastante cabreado, pero eso no le impidió aconsejar a su Hermano. O más que aconsejar, advertirle acerca de Zaide. De lo peligroso que era ese hombre y de la posibilidad de que no fuera rival aún para él.
Kaido le torció la mirada y soltó una sonrisa repleta de terquedad. Tst, soltó, mientras le veía irse.
—Por la inteligencia de Amegakure. Pude saber tras mi reporte de la misión en la que asesiné al zorro de Katame que ya habíamos recibido una solicitud para que la Lluvia se ocupara de nosotros —alegó, con el verbo inclusivo—. por razones que desconozco, Yui se negó. Uzu, sin embargo, tenía razones de peso como para aceptar gratamente el encargo. Y así lo hizo.
Otohime tomó una larga calada. No era una mujer que con su sola actitud impusiese ese respeto y ese miedo que podían generar Hageshi, Yui o el propio Ryū. La suya era más bien una mirada inteligente. Analítica.
—O sea, que mentiste a Shaneji con la parte de que no nos conocías —dedujo, por simple contradicción—. ¿Me aceptas un consejo? No mientas a tus nuevos compañeros. No ahora que recibiste al bautizo. Menos aún cuando acabamos de descubrir que no cumples todos… los requisitos.
»Así que Ame recibió el encargo y lo rechazó… Pero, ¿cómo sabes tú que Uzu sí? Esas dos aldeas no parecen llevarse tan bien como para andarse diciendo lo que aceptan y no. —Más bien, todo lo contrario. Últimamente se llevaban a matar.
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Y durante aquella calada, Kaido aprovechó para hacer un poco de introspección.
«¿Qué intentas, vieja de mierda? ¿acaso ya estás dudando de mí, otra vez?»
—No mentí, sólo omití algunos detalles. Entenderás que puede resultar bastante agobiante eso de encontrarte coincidencialmente a un miembro de una organización a la que le tocaste los cojones en primer lugar, y justo después de que empiezas a probar la libertad —dijo, zanjando el tema—. y, sí, ahora mismo la situación es bastante tensa. No así en los tiempos en que Shiona, la antigua Uzukage, vivía. Pero qué se yo, para entonces yo era un simple genin tocando la puerta de gente grande. Me dijeron lo justo y necesario como para que me quedase tranquilo.
»Pero en fin, ya no importa demasiado. ¿Qué haréis? ¿qué cojones va a pasar conmigo?
Otohime esbozó una pequeña sonrisa. No retadora, menos divertida. Más bien, por contraproducente que pudiese parecer, seria.
—Shiona ya llevaba muerta un buen tiempo por aquel entonces —alegó, reventándole la excusa. ¿Qué si Otohime dudaba de él? Pues claro que dudaba. Lo hubiese hecho de cualquier ninja que hubiese pertenecido a una Villa.
»Teníamos un par de planes pensados para ti —respondió—. Entre nosotros, había ciertas dudas de que fueses el renegado que asegurabas ser. Nada personal, no te ofendas. Pero después de rechazar la invitación de aquel tiburón, dioses, creo que hasta Shaneji las tenía. De estar en tu lugar, él hubiese elegido descubrir sus raíces una y mil veces.
»Pero sabíamos que recapacitarías. Que esta vida te enamoraría. Así que, de haber estado contándonos mentirijillas, oh, eso hubiese divertido —desvió la mirada hacia Kyūtsuki, esta vez sí con una sonrisa alegre. Kyūtsuki giró la cabeza brevemente, oculta en su máscara—. Te hubiésemos mandado de vuelta a Ame. Serías nuestro doble agente. Al menos hasta minar cualquier relación que el País del Agua pudiese tener con Ame en contra nuestra. Cuando al Daimyō se le acabase la paciencia con Amegakure volverías con nosotros.
»Si en realidad eran todo pájaros en nuestra cabeza, como aseguras, entonces entra el segundo plan. Todavía no somos lo suficientemente fuertes, Kaido, y tener no ya una sino dos Villas sobre nuestra cola es demasiado arriesgado. Contigo con nosotros atraeríamos la atención de Amegakure, aunque solo fuese porque te sigue el rastro y quiere acabar contigo, como todo renegado. Así que lo primero sería eliminar dicha amenaza…
»Entregando tu cadáver.
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