El mito del oeste

[Uchiha Datsue]

¡Qué cara tenía aquel hombre! ¿Defender al pueblo? ¡Pero si se había ido con el rabo entre las piernas! Fuese como fuese, el Uchiha ya se había cobrado su pequeña venganza. Cualquier cosa a partir de ahí ya sería ensañamiento, y ese tampoco era su estilo.

—¡Adiós, pues! —exclamó, sin querer hacer más daño en la herida, Luego se giró hacia Roga, que se carcajeaba por cómo le había quedado el rostro al maleante—. Ah, Roga, Roga. No está bien eso de reírse del mal ajeno. —Aunque él mismo estaba aguantándose la risa.

[King Roga]

—¿Pero que dices men?— se irguió, lagrimeando un poco por la risa y jalando aire cómo bien podía. —¡Si el que lo golpeó fuiste tú!— tosió algo más antes de recuperar la compostura.

»Cómo sea, me regreso al hotel que tengo que hacer hablar a la loca pelirroja a ver si de una vez por todas me explica... lo que sea que tenga que explicarme. Asumo que querrá hablarte a ti también sobre el trabajo forzado que te mandó, pero viendo lo interesada que lucía con Riko tal vez puedas colgarte de ello para safarte. Digo, que toque tiene tu amigo para intentar conquistar a una mujer cómo esa.

[Uchiha Datsue]

Después de todo lo que había hecho por ellos, y una mierda iba a realizar trabajos forzados. Realmente, ni antes iba a prestarse a semejante atropello. Pero era un problema, aquel. El Uchiha tenía pensado largarse aquel mismo día, pero con Riko durmiendo…

No, el sueño era sagrado. No podía despertarle.

Lo mejor que podía hacer era asegurarse de que sus camellos estuviesen bien, y partir mañana nada más salir los primeros rayos de sol.

—¿Mi Riko? Ah, sí, es un artista, mi amigo —dijo, orgulloso de él—. Aunque muy joven todavía, temo que le acaben rompiendo el corazón.

»Hasta otra, pues —se despidió, para luego iniciar la búsqueda de los camellos. Primero, donde los había dejado: atados a un poste junto al hotel.

[King Roga]

—Lo que tú digas, va pueh— Hizo lo propio y se marchó por su lado. Tenía bastantes dudas sobre el bendito mapa y la relación entre el muerto y su abuelo. Estaba sereno al respecto, aunque pronto quizás iba a enterarse de que en aquel pueblo se cocinaban más maquinaciones de las que a simple vista podían observarse. No todo eran bandidos y vaqueros.

En cuanto a los camellos, los animales seguirían ahí, tales cuales. Sin contar a Bandō y a su cuadrilla, en Shirotora había muy pocos amantes de lo ajeno que se atrevieran a echar mano sin permiso de las cosas. Respecto a su estado, salvo por el hambre estarían bien, a menos que hiciera algo de memoria respecto a las palabras de Utage sobre no darles agua en los caminos.

[Uchiha Datsue]

Ah, ahí estaban. Les dio unas palmadas cariñosas en el costado y les preguntó qué tal se encontraban, pese a saber que no obtendría respuesta. La costumbre. Luego, extrajo un pergamino de su portaobjetos y lo abrió en plena calle.

De su interior, como por arte de magia, salió un tanque de agua. Era el mismo que había llevado en su aventura con Aiko, también por la arena. Lo había conseguido en Ushi, a no muy mal precio, y pese a que se usaba para darle de beber al ganado en el campo, el Uchiha lo empleaba también para sí mismo en las largas travesías por el desierto.

Llenó un caldero y abrevó a los animales, teniendo que volver a llenarlo en más de una ocasión.

—Ahora vuelvo, compañeros —les dijo, para, tras sellar de nuevo el tanque, entrar al hotel. Entonces, se acercó a la barra y preguntó a quién fuese que estuviese allí:—. Ey, ¿tienen algo que puedan darme para dar de comer a los camellos? Tuvieron un viaje largo, y les vendría bien algo que llevarse a la boca —más allá de los hierbajos que se iban encontrando por el camino. Ya quería haber preguntado ayer, pero con su indisposición…

Digamos que se le había pasado.

[King Roga]

El sitio estaba algo desolado luego del almuerzo, aunque la tabernera se mantenía ahí, que para eso le pagaban. Se encontraba limpiando y puliendo la cristalerías de las bebidas. Aunque sus ojos no se movieron de su trabajo, estaba más que pendiente de la llegada del Uchiha.

—Atendemos gente, no a sus monturas— No lo dijo queriendo ser mordaz, pero con su cara era imposible no tomárselo de esa manera. —Sin embargo. Hay un establo cerca de la comisaría donde tendrán algún grano para los camellos, quizás dátiles, les gustan mucho. Eso sí, para dejarlos ahí o comprar algún saco de alimento tendrás que pagarle a la esposa del alguacil, quien regenta el lugar— Dejó la taza en su lugar para pasar a limpiar otro igual. —Debiste haber dejado a tus animales allá desde un inicio— remató.

[Uchiha Datsue]

Datsue asintió.

—Muchas gracias —dijo, más allá de que le hubiese parecido una respuesta borde. No quería tensar más ninguna relación con los dueños o trabajadores del hotel—. ¿Y dónde queda el establo?

Una vez supiese orientarse, cogería a los camellos por las riendas y se dirigiría al establo. Le fastidiaba, eso de tener que pagar por el sitio y la comida, pero lo cierto era que se lo habían ganado.

En ocasiones, incluso Datsue sabía reconocer que había momentos en los que merecía la pena gastarse algún cuarto.

[King Roga]

—Está en los lindes del pueblo, en el acceso del sur. Toma esta misma Calle Real hacia abajo hasta que veas menos casas y más animales. No es difícil encontrar el camino, todo por aquí es muy cuadrado en su construcción—. Sin embargo, no se le notaba que fuera a terminar con sus indicaciones. —Luego de eso quizás la patrona vaya a buscarte, anda con un poco de mal humor ya que piensa que has estado huyendo de ella todo el día—. Ahora sí, había terminado.

Para cuando Datsue saliese y se dirigiera al lugar indicado, notaría claramente cómo las casas daban lugar a zonas más abiertas, cuyo acceso estaba únicamente restringido por vallas altas de madera. Un poco más adelante, algunos graneros y establos rodeados de parcelas de tierra con algo de escasa vegetación que creció gracias a las lleves lluvias del invierno. Camellos y caballos eran los que principalmente se hallaban ahí, aunque no faltaba algún asno o mula rompiendo el patrón.

En la entrada del establo, una mujer con más brazo que pecho cargaba con enormes cubetas de trigo, vaciando su contenido en los pesebres de los animales. Muchos tipos de monturas distintos se congregaban ahí, demasiadas podría intuir algunos para el estado económico general de Shirotora. Mantenerlos no salía barato.

[Uchiha Datsue]

Pues no, Datsue no la estaba esquivando. Pero ahora que le avisaban, quizá sí lo haría a partir de aquel momento.

Aclarado el lugar, el Uchiha partió en la dirección que le habían indicado. «¿Y esto es la Calle Real? Parece un poco sarcástico, el nombre». En comparación con las calles de Tanzaku Gai, Yamiria o incluso Notsuba, desde luego.

No le costó encontrar el establo, donde localizó a una mujer de grandes músculos trabajando en él. Supuso, se trataba de la esposa del alguacil.

—¡Buenos días! —saludó, poniendo buena cara—. Me informaron que aquí cuidarían de mis camellos mientras me quedase en el pueblo. ¿Me dijeron bien?

[King Roga]

—Te informaron bien mi estimado— Se irguió, demostrando ser mucho más alta de lo que en al lejanía aparentaba. —Eso sí, ya sabes que primero vienen las monedas. Dependiendo del tiempo así te cobraré, además de si quieres que coman normal o si quieres el concentrado de competición— Sonreía con una jovialidad impropia de su edad. —Cincuenta por día de estancia normal, trescientos si quieres el cuidado especial— No se molestó en explicar que era cada cosa, porque normalmente sus visitantes ya venían preparados. —Por cada animal, digo— Añadió para no dar lugar a confusiones.

Si observaba a los alrededores, notaría que algunos de los animales tenían espacio libre en corrales, mientras los otros simplemente estaban acogidos en los establos.

[Uchiha Datsue]

A Datsue podían haberle dado, en aquel preciso instante, una patada en sus partes, que no se hubiese enterado.

—P-perdone usted, creo que la he entendido mal. ¿Ha dicho cincuenta por… día? —Sí, Datsue quería darles una buena recompensa a aquellos camellos. Y no le importaba rascarse el bolsillo un poco para ello. Pero aquello no era pagar. ¡Aquello era dejarse robar!—. Por Susano’o, pero si en el hotel me cobran setenta y cinco por cinco días. —Lo que venían siendo quince ryos al día—. ¿No tienen ustedes una oferta estival por estar en estas preciosas fechas en las que nos encontramos?

[King Roga]

—No puedes esperar que el trato con los animales sea igual al de las personas.

En un lugar cómo aquel, la vida de una fuente de ingresos llegaba a ser más valiosa que la humana. La productividad ante todo, la esperanza de una fuente de ingreso. Lujos por los que algunos estaban más que dispuestos a sacrificarse, en pos de un beneficio mayor.

—¡Pues claro que tenemos oferta! ¿No escuchaste? Trescientos si quieres todo el cuidado necesario hasta el día de la carrera— La mujer le observó, parecía que aquel muchacho de verdad no estaba entendiendo las implicaciones de sus palabras. —¿Acaso no vienes por la gran carrerra del Festival de los Arroyos? No entiendo que te trajo entonces a Shirotora en todo caso— La mujer se cruzó de brazos. —En el último día de feria, se organiza una carrera donde competidores tanto forasteros cómo natales compiten por un pozo acumulado de impuestos y donaciones. Varía la cantidad según lo bueno que fue el año, y he de decir que este último a ha sido muy bueno porque la cifra llegó a los veinticinco grandes. Medio mundo escuchó de ello y hay más turistas que de costumbre, con la esperanza de cobrar el grande.

[Uchiha Datsue]

¿Saben cómo es el símbolo de los ryos? Pues fue precisamente ese símbolo lo que se le dibujó en ambos ojos a Uchiha Datsue.

—¿¡Veinticinco mil!? Pero, ¡estamos locos, ¿o qué?! ¡¿Cómo es que nadie me había dicho nada?! —Joder, quizá hubiese oído por ahí algo de una carrera, sí. ¡Pero se habían dejado lo importante!—. No, no. Yo estaba solo de paso. ¡Ignorante era yo! ¡Ignorante!

»¿Y dónde se guarda semejante fortuna? Digo, la noche pasada atacaron unos bandidos y todavía queda uno suelto… ¿Estará seguro el cofre? —preguntó, preocupado porque alguien se le llevase su botín.

[King Roga]

La mujer sonrío ante la reacción del joven. Conocía muy bien aquella mirada, muchos en los últimos veinte años tenían esos mismos ojos que soñaban con la fortuna, mientras algunos otros deseaban más la fama. Fuese lo que fuese, cualquier motivación era buena, en especial si así lograba tener un nuevo cliente que pagara por su espacio en el negocio.

—En la caja fuerte de la comisaría, mi marido se encarga de cuidarla para que nadie intente pedir un préstamo sin consultar.— Contesto. —Eso sí, lo de anoche fue una noticia que resonó en todos lados. Para que incluso Mano Cortada saliera mal parado de aquello, significa que el asunto era demasiado serio. Hemos hecho lo posible para aumentar la seguridad pero, apenas si hay ley que nos ampare con esto. Incluso se ha pensado en cancelar la carrera de este año, pero fastidiaría mucho a todos los corredores que han venido en esta ocasión.

[Uchiha Datsue]

¿Cancelar la carrera?

—Oh, no… No, no, no, no. No, no. ¿Cancelar una tradición tan antigua y bella como esta? ¡Qué pensarían nuestros ancestros! No, no podemos cumplirle el gusto a un par de bandidos de poca monta. ¿Sabe usted que fui yo quien acabó con ellos? —Ahorrándole un gran trabajo a su marido, el alguacil. Eso se merecía un descuento—. Soy ninja, sabe usted. Podría encargarme de la protección de la caja fuerte. Conozco un jutsu que impediría a cualquiera entrar en la sala hasta que se cancele.

»A cambio de… bueno, ¿no cobrarme por los camellos? ¿Qué me dice? Su tranquilidad por la de mis camellos. Además, ¡seguro que su marido está deseando devolverme el favor por lo de anoche! —¡Salían todos ganando!