(B) La penumbra de Lady Tākoizu

[Uchiha Datsue]

Ah, aquel hombre era de los suyos. Olía a aquellos tipos a leguas de distancia. Un vividor. Un negociante. Un tipo con pasta, y que no se privaba de gastarla en lujos propios. Muchos de ellos acababan por caerle mal, quizá por la envidia, quizá porque se veía reflejado en ellos y no le gustaba lo que veía. Porque, lo cierto era que…

… eran sus ídolos. Su meta en la vida. Su sueño húmedo.

Pero no para Gūzen. Gūzen estaba hecho de otra pasta. Gūzen era un trabajador nato, y le gustaba sudar para conseguir su recompensa.

—Un placer conocerle, Shoberu-san. Yo soy Gūzen.

[Umikiba Kaido]

Lo que vino luego fue una fiesta de negociación. El gordo comió junto con el resto, y ya para la mitad de la velada, con algún trago encima, empezaron a conversar las cláusulas del trato. Shoberu se dejó querer, y qué coño, Kitana también. Urami y Gūzen eran simplemente dos espectadores de un tira y afloja digno del programa televisivo en el que tratas de vender tu idea a cinco magnates. Tanque de Tiburones. En algún momento entraron en una constante que no parecía llegar a nada. Kitana no estaba de acuerdo con los plazos de pago que no se adaptaban a la equidad del acuerdo. Además, Shoberu quería hacer entre inmediata de todo el cargamento y recibir el cien por ciento de su valor, cuando los planes de las Tākoizu era recibir y pagar a plazos.

Pero ambos fueron cediendo de a poco. Haciendo concesiones equitativas, a cada cuál, necesarias para un cierre efectivo.

Daban casi las doce cuando finalmente se dieron el último estrechón de manos. Urami se había ido a dormir temprano, así que sólo quedaban ellos tres.

—Joder, pues qué placer, Kitana-shaan. Brindemos. ¡Salud!

[Uchiha Datsue]

Por los Dioses, ¡aquella sí había sido una señora negociación! No el rápido rifirrafe y regateo al que el Uchiha estaba acostumbrado. No era para menos, se estaban hablando de cifras astronómicas, y había mucho en juego. Al final, se notaba que ambos se necesitaban, y poco a poco fueron cediendo para llegar a un acuerdo más o menos justo que beneficiase a ambas partes.

—Por un acuerdo largo y próspero —se sumó él, callado desde hacía muchísimo, y brindando con su copita de zumo. Nada de alcohol. Estando de servicio, debía permanecer alerta y con los cinco sentidos despejados.

[Umikiba Kaido]

Era curioso, que Uchiha Datsue fuera el único de aquella juerga que permaneciera en pie. De hecho, a Shoberu se lo tuvieron que llevar dos de trabajadores a cuestas. Y a Kitana él la tuvo que cargar a tumbos hasta el hotel como si fuera él la niñera y no viceversa.

Cuando llegaron a la habitación —que era conjunta para ella y su hermana—. el aprendiz tocó con la mano libre.

Pero nadie respondía.

[Uchiha Datsue]

Y cuando el silencio fue lo único que obtuvo como respuesta, fue entonces cuando lo recordó.

Recordó cómo en la comida se había dicho de ponerle un Sello de Rastreo a Urami, en previsión de que intentase escapar. Esa era una de las dos cosas que tenía pensado hacer, y que al final, entre una cosa y otra, se le había pasado.

«Mierda… ¡Mierda, mierda, mierda!»

Claro que su misión, propiamente dicha, no era vigilarla. Pero Nahana le había encargado echarle un ojo. Estaba jodido. Estaba jodido de verdad. Porque algo le decía, con una certeza casi absoluta, que Urami no se había quedado dormida. Que simplemente había…

… escapado.

—Kitana, Kitana… Escucha, ¿no tienes llave de la habitación? —Por los Dioses, ¡qué borracha iba!—. Joder, creo que tu hermana se ha fugado, ¿eh? ¡Creo que se ha fugado!

[Umikiba Kaido]

La cuestión es que para Kitana en ese momento las palabras de Datsue no decían lo que él trataba de comunicarle. Era más bien algo como: "Kitana, Kitana, creo que tu hermana es una chiquilla imberbe que estaría mucho mejor lejos de la Forja que dando por culo todo el rato.

—Ay, ya volverá... sólo q.. q-uiere llamar la atención, sabes. Solo quiere...

Pero sí, tenía una llave. ¿En dónde estaba? eh... la mano le tambaleó por aquí y por allá. En el bolsillo derecho, en el izquierdo. Hasta que la encontró y se la dio.

Cuando entraron a la habitación no había nadie, en efecto. De hecho, ambas camas estaban intactas.

[Uchiha Datsue]

«¡La madre que me parió, joder! ¡La madre que me parió!»

Kitana no comprendía la gravedad de la situación. Su hermana, la misma que se pasaba el día tirándose de cabeza ante la mínima oportunidad que se le presentaba para escapar, no estaba en la habitación.

No…

…estaba.

—Kitana, creo que no… Bah —Había visto a demasiados borrachos en su vida como para no saber que era imposible razonar con ellos. La ayudó a acostarse en la cama, se despidió rápidamente de ella y cerró la puerta con la llave.

Cada minuto contaba.

Bajó corriendo por las escaleras y preguntó en recepción si habían visto a Urami volver —no era una chica que precisamente pasase desapercibida—. De no ser así —cosa de la que estaba prácticamente convencido—, correría de vuelta al restaurante para preguntar a cada camarero si habían visto la dirección en la que se había ido la buenorra quinceañera.

[Umikiba Kaido]

En la recepción le atendió un muchacho que no tenía ni puta idea de quién hablaba. De hecho, Gūzen tuvo que hablar de habitación y número como para que el cadete pudiera más o menos ubicarse. Pero lo cierto es que no la había visto volver ni tomar las escaleras principales. Y eso que era un tipo muy atento.

Ante tal negativa, Datsue recurrió a lo que haría cualquier investigador: volver atrás en los hechos. Eso le llevó hasta el restaurante. Ahí encontró una respuesta.

Uno de los camareros le dijo que vio salir a Urami a eso de las diez y media —coincidía con la hora en la que más o menos había dicho de ir a dormirse—. y la vio tomar rumbo hacia la dirección contraria en la que se encontraba el hotel. Ese rumbo llevaba hasta un distrito de comercio, algunos bares y poco más.

Pero había que detenerse un momento y pensar bien las cosas. A Urami le hubiera convenido más escapar luego de volver al hotel y recoger sus pertenencias. Datsue las había visto intactas en la habitación antes de dejar a Kitana. Tampoco llevaba dinero, así que escapar sin un centavo iba a ser bastante jodido. ¿Y a dónde iría a mitad de la noche? ¿realmente era tan estúpida? ¿así de grandes eran sus ansias de alejarse de su familia?

[Uchiha Datsue]

«En dirección contraria al hotel… ¡En dirección contraria al hotel!»

El Uchiha estaba que no se lo creía. Ni siquiera había pasado por el hotel a recoger sus cosas. Aquello era imprudente e irracional hasta para ella, la quinceañera que le pedía a un completo desconocido escaparse junto a ella a la aventura.

Tal y como estaban las cosas, tenía dos opciones: volver a su habitación y rezar porque estuviese equivocado, encontrándola como si nada al día siguiente; o trabajar para asegurar dicho milagro.

Optó por la segunda opción.

Con prisas, se adentró en el distrito de comercio. ¿A qué coño iría allí? ¿Dar un paseo? ¿Encontrarse con alguien? ¿Un amor secreto? ¿La raptarían? Joder, eran tantas las teorías que se formaban en su cabeza, que creía iba a estallarle.

De tanto en tanto, el Uchiha preguntaba a personas clave si habían visto a Urami, tras describirla. Las personas clave eran hombres, de cuarenta años para abajo. ¿El motivo? Bueno, como ya se dijo, Urami no era de esas que pasaban desapercibidas. Especialmente entre el género masculino.

[Umikiba Kaido]

El distrito de Comercio de Notsuba era bastante movidito incluso para aquellas horas. Había una rampa bastante larga en la que jóvenes iban y venían de los distintos bares. También muchos sitios de comida ambulante.

Datsue preguntó al menos unas diez veces y no tuvo éxito.

Hasta que...

—Coño chaval pues creo que la ví, sí. ¿Tú también, verdad, Kiru-san?

—Maaaacho. ¡Cómo olvidar a la cría! estaba pá chuparse los dedos. Pero hay muchos guardias por aquí y meterle a menores no me va. No me va.

—Bueno, bueno. A dónde es que fue... ¡fue hacia soncincuentapavosporlainformaciónamigo! —se señaló el bolsillo mientras sonreía—. sí, definitivamente. Ahí fue.

[Uchiha Datsue]

«Hijos… de… puta. ¡Peroquéhijosdelagranputajoder!»

—Cincuenta… ryos —estaba en un verdadero aprieto. No tenía nada con lo que negociar. Nada que ofrecerles a cambio para librarse de pagar… ¿o sí?—. ¿Cómo te llamas, amigo? —preguntó al que no era Kiru—. Mira, menor tampoco. Que tiene diecisiete. Y si ella quiere… —dejó caer—. Delito ninguno. Hagamos una cosa, ayúdame a encontrarla, yo le doy lo que me han encargado, y de paso os la presento, ¿eh? Joder, no soy un experto en estas cosas, pero juraría que eres su tipo.

»¿Qué me dices, compañero? Ganamos todos.

[Umikiba Kaido]

Los dos tipejos se miraron el uno al otro. Joder, que estaba buenísima. La oferta era tentadora. Tentadora para dos borrachos con el libido a millón, claro.

Cuchichearon unos segundos y respondió Kiru.

—Venga, va. Va. Era... era por ahí.

Datsue le siguió el paso al cabrón ese que le quería quitar algo de pasta por el favor y le llevó hasta el final de la rampla. Detrás del distrito de comercio había una área urbana poblada de galpones y depósitos. A medida de que iban ingresando hasta la zona la luz se iba haciendo más escueta, y claro, también la gente.

—Joder, que tenebroso es esto por aquí. Nunca había venido.

—Ni que lo digas, chavá. Ahora me puto pregunto, que me da la cabeza, ¿qué iba a venir a hacer esa chavala pá estos lares? y... acompañada de ese calvo buenorro y musculoso.

—¿El del tatuaje?

El del... el del...

Recordó. Recordó a un hombre con un tatuaje de luciérnaga azotándole la nuca por sobre la camisa de cuello alto. Era calvo, también. Y... era uno de los guaruras de Shoberu.

[Uchiha Datsue]

«¿Qué coño…?»

Datsue se detuvo de golpe, incrédulo por lo que acababa de oír. Su corazón, empezando a bombear con fuerza. La teoría del secuestro empezaba a coger consistencia, mas había algo que no encajaba. ¿Por qué haría Shoberu tal cosa? ¿Acaso no había llegado a un acuerdo con Kitana? ¿O es que su codicia era tan grande que quería más?

Eso, o simplemente Urami… ¿le había echado el ojo y se estaban enrollando?

Esperaba que fuese la segunda opción, aunque no supo porqué, eso le jodió en… ¿el orgullo? ¿Y para qué irse tan lejos para echar un polvo?

—Shh… Bajad la voz. Y ella, ehm… ¿Se la veía contenta con la compañía? —Porque, era cierto, secuestrar a alguien y llevárselo por la mitad de la calle no era una idea muy buena. De hecho, ahora que lo pensaba…

Sí, la segunda opción empezaba a coger más fuerza que nunca.

[Umikiba Kaido]

—Mierda tío, ahora que lo pienso... no, no lucía contenta. Es decir, no lucía de ninguna manera. Tenía una cara de culo que te cagas.

—Sabes qué, compañero... te dejamos a la chica. Nosotros nos piramos.

Y así, como no quieren la cosa, dieron dos pasitos hacia atrás y se fueron yendo. Lentamente...

... hasta que Datsue quedó en soledad, de la mano con la oscuridad. Con al menos una docena de galpones y una cría perdida.

[Uchiha Datsue]

Y tan pronto como una teoría ganaba puntos en su cabeza, llegaba la otra y la aplastaba de un mazazo. Cambiaba tanto de idea a cada nueva información que iba recibiendo, que Datsue se prometió no formarse nuevas ideas hasta verdaderamente descubrir lo que estaba sucediendo.

—Pero, chicos, no me iréis a dejar… —dijo Gūzen, abatido, cuando les vio partir. Datsue, en cambio, sonrió—. Al fin…

Aquella búsqueda era mejor hacerla solo. Ellos eran demasiado ruidosos. Llamaban demasiado la atención. Afinó el oído, mientras se sumergía en la oscuridad. Hacía tanto que estaba bajo el disfraz de un herrero, que se sentía oxidado.

«Ah, al fin podré estirar las piernas». Se sentía culpable, pero una parte de él se alegraba de poder sacar su faceta ninja. Tras mirar en varias ocasiones a su alrededor, fue mirando, uno a uno los galpones. Desde fuera, tan solo era una primera ronda para comprobar si oía algo, y de paso reconocer el terreno, así como posibles entradas a los galpones que no fuesen la obvia: la entrada principal.