¡Brindad marineros yoho!

[Uchiha Datsue]

—Cuando me interesen las opiniones de los marineros preguntaré por ellas, Kushoro.

Kushoro se puso firme como un palo e inclinó ligeramente la cabeza, obediente. Había tanteado a Suzaku, comprobado hasta dónde llegaba ese buenrollismo que tanto le faltaba a Shaneji, y se había topado con la primera línea.

—Cayeron bastantes escombros sobre varias cajas con pescado, arruinando la comida. Pero el cargamento importante, el omoide, no ha sufrido desperfecto alguno.

[Uchiha Akame]

«¿La comida? Meh, eso puede ser un problema.»

El Uchiha se removió en su sitio. Sin apartar la mirada del horizonte, y sin quitarse el pitillo de la boca, indagó más en aquella posible complicación.

—¿Habrá suficiente para llegar a Hibakari?

Una pregunta simple y directa, de la que Akame esperaba la respuesta fuese afirmativa. Porque, de lo contrario, estaban jodidos. Bien jodidos. El Uchiha no era un experto marino, pero suponía que desviar de su rumbo un barco enorme y cargado como aquel significaría llegar con un retraso más que notable. Y teniendo a las Trillizas tras sus huellas, aquello se antojaba un problema potencial enorme.

«No podremos subsistir a base de omoide», se dijo Akame. El recuerdo de aquel demonio azul le provocó un escalofrío, pues hasta ese día había sido su enemigo más letal. No quería volver a cruzárselo ni de casualidad, ¡suficiente había tenido ya! Tras varios días sin consumir —y seguramente unido a la adrenalina del combate contra Shaneji—, Akame estaba empezando a casi ni notar los efectos del síndrome de abstinencia... Pero tampoco quería tentar a la suerte.

[Uchiha Datsue]

Esa era una buena pregunta. Una pregunta cuya respuesta ya se tenía preparada.

—Racionando un poco, debería llegar. Más teniendo en cuenta que hay cuatro bocas menos que alimentar —Tres de ellas gracias a Suzaku—. ¿La prostituta…? —¿Viviría? Porque si esas cuatro se convertían en cinco, entonces sí, no deberían de pasar por apuros.

[Uchiha Akame]

El Fénix negó ligeramente con la cabeza, y su voz se volvió afilada como el acero. Aun sin volver la vista hacia Kushoro, sus palabras llegarían certeras al jefe de marineros.

—Ella no va a sufrir daño alguno hasta que lleguemos a Hibakari. Como ya dije, si alguien se siente tentado de entrar en mi camarote y mirarla siquiera, dormirá en el fondo del mar.

«"Debería llegar"... Bueno, es mejor de lo que esperaba, y definitivamente mucho mejor de lo que podría haber sido. Meh, ese ataque con el sello explosivo fue imprudente», se lamentó Akame. Aunque, claro está, más imprudente habría sido dejarse apuñalar en mitad de la noche por orden de Shaneji. Poco más había podido hacer el joven renegado.

—Está bien, Kushoro, está bien —añadió, al cabo—. Dobla los turnos de vigilancia por la noche. No podemos confiar nuestra suerte a que Juuten y Sannan tengan éxito.

Fumó otra calada y se ajustó el kasa, que una brisa marina acababa de descolocarle. Las dudas le atenazaban, pero haciendo gala de su buena habilidad para mantener la calma en toda situación, Akame no lo dejaba traslucir. Allí, junto a la barandilla y con su sombrero puesto, parecía una estatua de algún joven capitán pirata de antaño. Se volvió entonces hacia el jefe de marineros y le despidió con una simple consigna.

—Si hay cualquier novedad, infórmame de inmediato.

[Uchiha Datsue]

—Como ordene, Suzaku-sama —Aunque Suzaku ya había visto cómo uno de sus hombres se soltó a la torera eso de no molestar a la mujer. Si bien era cierto que no habían escuchado orden contraria por parte de Shaneji al respecto. No de manera directa.

Doble vigilancia nocturna sería. Kushoro asintió y dejó al shinobi solo, disfrutando de su momento.

No pasó nada remarcable por el resto del día. La tripulación, inquieta por el nuevo jefe a bordo, trataba todavía más de causar buena impresión y de comportarse. Algunos estaban confusos, no tenían la certeza de que aquel chico realmente se hubiese convertido en un Cabeza de Dragón. Pero el riesgo que corrían si se le oponían y resultaba que sí lo era —o lo llegaba a ser—, era demasiado grande como para jugársela.

A la noche, cuando Akame ya se encontraba en su nuevo dormitorio, oyó a alguien llamando a la puerta.

Era Shenfu Kano.

—¿¡Unas palabras, capitán!?

[Uchiha Akame]

El Uchiha se levantó de la cama, sobresaltado al escuchar a alguien aporreando su puerta. Lo primero que hizo fue comprobar que Shikari no se había movido de su sitio y que los hilos que la aprisionaban estaban todavía firmes. Le colocó la mordaza con presteza y luego se acercó a la puerta del camarote. Había disipado su Kage Bunshin hacía un rato, después de que éste terminara de darle de cenar a Shikari —lo había hecho también con el almuerzo—, de modo que ahora estaban ellos dos solos. Por un momento Akame estuvo tentado de desenvainar su espada como medida preventiva, pero entonces...

... escuchó la voz estridente e inconfundible de Shenfu Kano. El Uchiha suspiró, aliviado por un momento, y luego abrió la puerta.

—¿Qué se te ofrece, Kano? —quiso saber, lacónico.

[Uchiha Datsue]

Shenfu Kano se pasó el dorso de la mano por la nariz, que le picaba. Tenía los ojos algo rojos y le apestaba el aliento a ron.

—¡Pues he oído que has ascendido, y quería felicitarte! ¡Bam, bam, bam! —exclamó. Pese a haberse pimplado unos cuantos vasos de más, su voz seguía sonando bien. Algo más ronca, quizá, pero no se trababa. Si por algo era conocido, además de ser buen cocinero, era por su increíble resistencia al alcohol—. ¡Y también quería preguntarte, de paso! Ehmm… ¡Kaido ha desaparecido! ¡No es que yo me quiera meter en vuestros asuntos, supongo que tendría sus motivos! ¡Lo que yo querría saber es…!

Desvió la mirada hacia Shikari, nervioso, y luego otra vez hacia Suzaku.

—¡¿Sigue en pie el acuerdo al que llegamos?! ¡¿Me devolveréis a mi sobrina una vez lleguemos a puerto?!

[Uchiha Akame]

Akame alzó una ceja, escéptico. Ya sabía lo de la sobrina de Shenfu Kano —una tal Koe— a la que Shaneji había secuestrado y tenía amenazada de muerte, so pena el viejo capitán desobedeciese sus órdenes. Era la pieza clave con la que tenían retenido al gordo cocainómano y a su embarcación, que —Akame no tuvo muchos problemas para deducirlo— debía ser perfecta para contrabandear. Grande, recia, resistente para navegar el Mar. Con una amplia bodega para llenarla de omoide y hacer una maldita fortuna. Fue en ese momento cuando el Uchiha se dio verdadera cuenta de la cantidad de dinero que llevaban a bordo, porque le bastó un simple cálculo y remontarse a los tiempos en los que él la consumía para sacar una estimación. «La puta madre...»

—¿Quién te prometió eso? ¿Shaneji? —quiso saber, con una mirada que venía a decir "las promesas de un muerto se van con él a la tumba". Pero luego agregó, con un tono muy distinto. Más cauto—. ¿O Kaido?

De la respuesta de Shenfu Kano podían depender muchas, muchas cosas. «Canallas, hay muchas más formas de conseguir que la gente colabore, joder. Aunque si fue idea de esa bestia de Shaneji, no me extraña. ¿Por qué mierda simplemente no le ofrecieron un porcentaje de las ganancias al Capitán Chanquete? Parece la clase de persona que vendería a su madre por un fajo de billetes.»

[Uchiha Datsue]

Ni afirmó ni negó. Suzaku prefirió poner a prueba su pobre y maltratado corazón y mantenerle en vilo por unos angustiosos segundos más, preguntando quién había sido el autor de tal promesa.

—¡El bueno de Kaido, por supuesto! —Jugándose la reputación en su propio grupo. A pesar del repentino cambio que había tomado en su vida, seguía siendo un amigo leal.

Alguien en quien confiar.

[Uchiha Akame]

Kaido. Había sido Kaido. Akame no necesitó escuchar más, si el Tiburón le había prometido tal cosa a Shenfu Kano, entonces Akame contaba con el respaldo necesario para hacerlo valer... O eso esperaba. Porque el Umikiba se había largado en mitad de la noche, saltando por la borda, sin decirle ni mierda. ¿Y si nunca volvía? ¿Y si resultaba que había traicionado a Dragón Rojo? «¿Y si ha hecho un trato con las Trillizas?» Las posibilidades eran muchas y ninguna esperanzadora, pero por el momento, Akame decidió aferrarse a las pocas certezas que tenía. Primera, que Shaneji había sido un auténtico canalla con aquel hombre. Y segunda, que Kaido había dado su palabra para enmendarlo. Suficiente tenía el joven Uchiha ya entre manos como para andarse metiendo en más jardines, de modo que cuando el robusto y antiguo capitán de Baratie quiso saber, él contestó con rematada sinceridad.

—Si Kaido te garantizó que te devolverían a tu sobrina cuando llegásemos a Hibakari, entonces eso es lo que va a pasar. No te quepa la menor duda —aseguró el Fénix—. Incluso si él no ha vuelto, yo me ocuparé de hacer valer su palabra. Eso te lo puedo asegurar, Kano. Ahora ve a descansar con tu mujer.

El Uchiha echó un último vistazo al rostro de aquel hombre, que evidenciaba unas señas que él conocía muy bien.

—Y contrólate con esa mierda de cocaína que te metes. Te va a dejar molido por dentro, coño.

Luego cerraría la puerta y volvería a su cama, donde planeaba echarse un rato. No dormiría mucho, de seguro, pues las tensiones que todavía le inundaban la mente seguían manteniéndole en vilo, y el saber que tenía a Shikari presa allí junto a él no le tranquilizaba mucho más. Bien cierto era que la prostituta estaba firmemente atada y amordazada... Pero Akame no iba a cometer el error de su predecesor. No iba a confiarse frente a nada ni nada. Siempre tendría un ojo abierto para ver llegar a sus enemigos.

[Uchiha Datsue]

Shenfu Kano suspiró de alivio ante la respuesta de Suzaku. Eso era lo único que necesitaba saber. Y sí, lo sabía, sabía que la coca iba a terminar reventándole. Él había hecho caso a Kaido, la había dejado por completo después de que salvase a su sobrina.

No obstante, el hecho de que la volviesen a secuestrar, y estar rodeado día y noche de jodidos contrabandistas, había provocado que volviese a las andadas. Era el único combustible que le permitía seguir en pie sin derrumbarse ante tanta desgracia.

La noche fue de lo más tranquila para Akame. Nadie se acercó a ponerle una hoja al cuello. No escuchó ruidos, más allá de la respiración pesada de Shikari.

A la mañana siguiente, un ruido le sacó de su duermevela. Una silla no paraba de moverse y rascar el suelo.

[Uchiha Akame]

No fueron pocas las veces en las que el joven Akame se sintió tentado de bajar a la bodega, abrir una de esas cajas, meterse cuatro dedos de omoide en la boca y terminar con todo. Irse al Más Allá arropado en los brazos de la magia azul, donde no habría más complicaciones, ni traiciones, ni enemigos ni sombras ni oscuridad. Sólo descanso, el eterno descanso que Akame se había encontrado anhelando tantas veces desde que Kunie le arrancase del sueño eterno. ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué no volver al plácido dormitar de los muertos, hasta el día del fin del mundo? Algo se lo impedía, algo le impulsaba a seguir adelante y, aunque ni él mismo supiera el qué, estaba allí. Y no se limitaba sólo al puro instinto más básico de todos los seres que viven, el de seguir haciéndolo, sino que había algo más. Algo más. ¿Pero, qué? ¿Qué imparable deseo alimentaba su corazón y su espíritu para seguir adelante?

Se daría cuenta, sí. Pero no todavía.

Lo que le devolvió a la realidad, esa vez, fue el molesto crujido de una silla contra el suelo. El Uchiha se incorporó rápidamente, todavía aturdido por haberse pasado la noche bordeando la frontera entre el sueño y la vigilia, antes de entender lo que probablemente sucedía. Se levantó de la cama, frotándose los ojos, mientras buscaba a Shikari con la mirada.

—Buenos días, princesa —la saludó, con la voz tomada todavía por el sueño—. Imagino que querrás ir al baño.

Claro, aquella mujer llevaba casi veinticuatro horas atada a esa silla. Su vejiga debía estar a punto de reventar y, desconsiderado como era tal gesto, Akame no había caído en la cuenta. No pretendía excusarse, pero había que tener en cuenta que el día anterior no había sido precisamente tranquilo para él. Así que, sin pensarlo dos veces, el Uchiha desató los hilos que mantenían los tobillos de Shikari unidos a las patas delanteras de la silla. Luego hizo lo mismo con las muñecas, aunque éstas las mantuvo atadas entre sí y a la espalda. Con el brazo zurdo tiró de ella para ayudarla a levantarse, pero antes de permitirle nada, Akame la registró concienzudamente; nunca iba a cometer el mismo error que con Amedama Daruu.

Si la chica estaba limpia, el renegado le indicaría que fuesen hacia el baño.

[Uchiha Datsue]

En efecto, Shikari se moría de ganas de ir al baño. Tenía ojeras profundas, como las del propio Akame cuando no podía pegar ojo por culpa de Shukaku. Y le miraba con ojos acuciantes, implorantes.

Cuando Suzaku le quitó la mordaza, no pudo sino suspirar de alivio. Estaba que se lo hacía ya.

Antes, claro, Akame se aseguró de que la chica no llevase nada encima. Cacheándola a conciencia. No halló nada.

—Son cincuenta ryos por tocar, mi amor. —bromeó. Shikari lo había estado pensando durante toda la noche. Amordazada y atada como estaba, siéndole casi imposible dormir, había tenido mucho tiempo para eso. Y la conclusión a la que había llegado era que mejor hacía todo lo posible para llevarse bien con su carcelero. No veía ninguna otra forma de salir con vida de allí—. Gracias —agregó, cuando la permitió ir al baño.

El cuarto se encontraba en la primera puerta a la izquierda del pasillo. No era muy amplio, pero tenía lo justo. Lavabo, bidé y un plato de ducha. También una ventana circular desde la que se podía contemplar el mar.

—¿Me dejarás algo de intimidad, verdad?

[Uchiha Akame]

En otras circunstancias quizás Akame se habría reído con el chiste, pues él era también muy dado a esa clase de humor ácido que se podía hacer —y de hecho salía mejor incluso— hasta en las situaciones más peliagudas. Pero aquella mañana apenas había pegado ojo y estaba demasiado cansado y aturdido como para hacerlo, de modo que se limitó a sonreír con desgana. Acompañó a Shikari hasta el baño, sujetándola firmemente de las muñecas atadas a la espalda, pero cuando ella le pidió algo de intimidad, el joven tuvo que negar con la cabeza.

—Lo siento, Shikari. Pero no puedo hacer eso —confesó—. No es porque yo no quiera, pero me temo que si te desato y te dejo a solas en este cuarto, pueden pasar varias cosas. La primera de ellas, que intentes escabullirte. La segunda, que cuando salgas, intentes atacarme con algún objeto. Si cualquiera de las dos ocurre, voy a tener que matarte... Y la verdad es que preferiría no tener que hacerlo. No me apetece en absoluto.

Empujó a la prostituta dentro del baño y entró él también, cerrando la puerta tras de sí. Luego le desató las manos y se quedó allí, observándola, con la espalda apoyada en la puerta.

—Haz lo que tengas que hacer. Te aseguro que no me recrearé en lo que vea, Shikari.

Akame no mentía. Si bien era cierto que llevaba meses —parecían toda una vida— sin sentir el calor de una mujer contra su cuerpo, el Uchiha tenía demasiadas preocupaciones en la cabeza en ese momento como para ponerse a fantasear como un adolescente pajillero. Prefería que la escenita acabara cuanto antes para así poder volver al camarote, atar a Shikari, subir al comedor a desayunar algo y luego darle de comer a ella. «Tan sólo pensarlo me da una pereza de cojones...»

[Uchiha Datsue]

La broma no había tenido mucho éxito, y su plan de empezar a llevarse algo mejor con aquel chico no estaba yendo demasiado bien. Algo fastidiada por ello, y porque el chico no le dejase ni mear a gusto, calló.

Una vez hubo terminado, y de vuelta a la habitación, no obstante, no se aguantó las ganas de pedirle algo más.

—Al menos podrías atarme a la cama. No he podido dormir nada en toda la maldita noche. —Y le dolían las cervicales de tener la cabeza colgando todo el santo día.