Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—La verdad es que nunca he estado allí —tuvo que reconocer. El País del Bosque había sido el único mundo que sus ojos habían visto hasta que la habían llevado a la Villa de las Aguas Termales. ¿Llegaría a ver el País del Agua? ¿Y del Fuego también? Ojalá—. Pero por lo que me han contado, me encantaría visitarlo algún día.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Akame apuró el cigarrillo y tiró la colilla por la ventana del camarote, tal y como había hecho el día anterior. También se aseguró de que estaba perfectamente cerrada. Luego se colocó el kasa en la cabeza, se ajustó el yukata —que estaba ligeramente arrugado— y colocó la silla en su sitio. Luego le dedicó una última mirada a la prostituta antes de salir de allí.
—Ahora duerme, Shikari. Nos veremos a la hora del almuerzo.
El Uchiha formó el sello de clonación y dejó un Kage Bunshin allí; seguía sin fiarse de la prostituta. Tomó el plato con los restos del desayuno y le dejó la botella de agua, destapada, junto a la cama. Luego, salió del camarote, de vuelta al comedor, para dejar allí la vajilla sucia.
Y así, se despidieron por unas horas. O, bueno, lo hizo el verdadero Akame. Su clon seguía junto a ella, observándola con esos ojos oscuros. Era incómodo, dormir mientras un desconocido no dejaba de mirarla. Por mucho que se diese la vuelta, notaba su mirada en el cogote.
Pero el cansancio era severo, y tras encontrar una posición medianamente cómoda atada como estaba, lo logró.
No sucedió nada remarcable por el resto del día. Los contrabandistas seguían oteando el horizonte, asustados de que cualquier velero apareciese entre las olas. Ya no hacían el trabajo con desidia, por simple precaución y porque eran las órdenes. Kushoro se había encargado de dejarles bien claro que les estaban siguiendo la pista, y como el plan de Suzaku no surgiese efecto, estarían bien jodidos.
El temor a la muerte espabilaba hasta al cabrón más irreverente.
Pasó el día, pasó la noche. El bote enviado por Suzaku debió engañar a las Trillizas de la Tormenta. O, al menos, desviarlas del rumbo y entretenerlas lo suficiente como para no volver a alcanzarles. Akame, tras mostrarles a sus hombres, por segunda vez, que con él no se jugaba, no tuvo que soportar tampoco ninguna otra disputa.
Lo que quedó fue un viaje tranquilo, en gran contraste con el momento álgido vivido con el enfrentamiento entre Suzaku y Shaneji. Tampoco tuvieron más noticias de Kaido. Nadie sabía a dónde había partido, ni si planeaba volver. Al alba, en el horizonte, lo vieron.
Llegaban a su destino.
Llegaban al puerto de Hibakari.
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«Por todos los dioses, menos mal. Tengo unas ganas de pisar tierra que no me las creo ni yo.»
—¡Kushoro! ¡Que el vigía de "el tierra a la vista"! —ordenó el ninja, jubiloso por primera vez en todo el viaje, tal vez dejándose llevar por el momento. Era lo que se hacía en las novelas de piratas y navegantes que acostumbraba a leer de niño—. Ah, joder, siempre he querido decir eso.
Sin embargo, había varias cosas que Akame tenía que hacer al atracar. La primera, sacar a Shikari de allí sin que se le escapara; ahora que estaban en tierra firme, de seguro la puta sufriría la tentación de pedir ayuda o intentar evadir, de alguna forma u otra, su inevitable destino. También estaba el asunto de la sobrina de Shenfu Kano, el del omoide que había que descargar y... «¿¡Por qué mierda no está Kaido aquí!? ¿Y ahora yo qué hago con toda esta gente?» Claro, hacerse con el poder era una cosa, y saber administrar las labores era otra. "Matar a Rikudou Sennin no te convierte en Rikudou Sennin", como rezaba el dicho. Y Akame se estaba empezando a dar cuenta de cuán cierto era, para su desgracia. Tenía un barco hasta las trancas de droga y no sabía, ni por asomo, cómo iba a descargarla.
Intentó calmarse y mandó llamar a Kushoro. Cuando lo tuviera delante, le preguntaría con forzada tranquilidad.
—Kushoro, ocúpate de la descarga. Y pásame un inventario, antes y después. Que no falte una sola caja —ordenó, improvisando como podía mientras su cabeza funcionaba a toda máquina—. ¿Quién es nuestro contacto en el puerto?
Kushoro corrió rápidamente hasta el palo mayor y gritó a la mujer que estaba encaramada en la cola. Se trataba de Tsukare, la misma que había avistado a Kaido marchándose.
—¡Ey! ¡Da el aviso de tierra!
—¿¡Eh!? ¿¡Por qué!?
—¡Suzaku quiere oírlo!
—Pero… ¡Si ya la ha visto! ¡¿Para qué quiere que le avisen de algo que ya sabe!?
—¡Qué dejes de joder y des el aviso, cooooñoooo!
Se produjo entonces un breve y sano intercambio de insultos.
—¡¡¡TIERRA A LA VISTA!!!
Kushoro, complacido, dio media vuelta, no sin poder evitar oír a la mujer farfullando. Algo le decía que eran cosas nada buenas sobre su madre. Pero no tenía tiempo que perder. Suzaku volvía a llamarle.
—¿El inventario? Por supuesto, Suzaku-sama. En seguida se lo traigo.
—¿Quién es nuestro contacto en el puerto?
—Pues… Shaneji no me lo dijo. Suelen variar, ¿sabe? A veces es Cara de Búfalo. Otras Ojos Grandes. En alguna ocasión, con este navío en concreto, se tuvo presentado hasta el mismísimo Money-sama.
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Akame puso una sonrisa de oreja a oreja, como un crío bobalicón, cuando escuchó aquel "¡tierra a la vista!" «Ah, esto es como ser niño y cumplir tu sueño de conocer a los Reyes Kages», se dijo. Incluso los exiliados con fama de traidores sanguinarios necesitaban un momento de respiro alguna vez. Para cuando Kushoro volvió, el Fénix ya había mudado su expresión a aquella tan calma que le caracterizaba, y atendía con muchísima atención a las explicaciones del jefe de tripulación. «Joder, menudos nombres. Al menos son descriptivos, eso debería hacer más fácil el identificar a sus dueños. Pero ese tal "Money-sama"... ¿Qué clase de nombre es ese?» Intrigado y aterrado a partes iguales, Suzaku trató de aparentar que tenía todo bajo control.
—Bien, bien Kushoro. Bien —dijo varias veces, sin poder evitar repetirse. Su cerebro trabajaba a toda velocidad para intentar ver tres pasos más adelante que el resto, como para estar buscando sinónimos—. Bien. Vamos a tierra, pues.
El Uchiha desaparecería de cubierta entonces, en dirección a su camarote. Una vez dentro, desataría a Shikari y le quitaría la mordaza mientras la taladraba con la mirada. Ahora venía la parte crítica de su plan, no podía tolerar ni la más mínima tontería suicida por parte de aquella mujer.
—Ya hemos llegado, Shikari. Ahora escúchame bien, y dime que entiendes lo que te digo. Aquí, en este puerto, mandamos nosotros. Si intentas escapar, o hacer alguna gilipollez, te puedo asegurar que te acuchillaré delante de toda esa gente como si fueras una perra. ¿Lo has entendido? Dime que lo has entendido, Shikari.