Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
4/06/2019, 22:05 (Última modificación: 19/06/2019, 01:34 por King Roga. Editado 2 veces en total.
Razón: Editar las aclaraciones del spoiler
)
Tomo esta trama con mi primer hueco de narrador.
EDIT 18/06/2019: Muevo esta trama del Hueco de Narrador 1 al Hueco de Usuarios Nuevos.
Ya que tengo otras misiones en curso, yo no cobraré recompensa por esta.
Si tienes alguna duda sobre cómo proceder puedes preguntar sin pena . Estaré aquí para aconsejarte en lo posible.
Verano, mes de Flama. Algunos dirían que era una fecha sin importancia como cualquier otra, pero no para la que sería la protagonista de esta historia. ¿No me creen? Estamos por averiguarlo.
Senju Chuntaro era un chūnin que generalmente se encargaba de entregar los pergaminos a muchos shinobi cuando se solicitaban sus servicios. Te sorprendería pensar que él mismo rogó para obtener este puesto, ya que quizás algunos pensarían que es tedioso el lidiar con esta clase de burocracia teniendo el rango de ninja medio. Pero lo cierto es que difícilmente ibas a poder asignar una tarea como esta a un novato sin experiencia y probablemente con poco sentido de la responsabilidad como lo eran algunos genin. Aún así, este joven de cabellera azabache y ojos castaños se tomaba muy a pecho su labor, ya que consideraba que era de vital importancia para evitar que se saturase de trabajo a los encargados de la recepción del Edificio del Uzukage.
Entre todos los pergaminos que llevaba, uno en especial le evocaba cierta nostalgia, ya que se trataba de la primera misión asignada a una kunoichi recién graduada. Sonreía pensando en la reacción que tendría la chica, ya que tampoco era extraño que los genin se sintiesen decepcionados cuando les entregaban sus primeros encargos. Fue así que se dirigía a la humilde morada de aquel núcleo familiar Sarutobi, sin saber que recientemente se celebró el cumpleaños de la jovencita. Podría considerarse que aquel escrito era un regalo de cumpleaños no esperado para la pelirroja.
El muchacho que vestía diligentemente el uniforme propio del remolino llamó a la puerta tocando con cortesía, esperando para dirigir la palabra a la persona que le recibiese, fuese la propia kunoichi o alguno de sus familiares.
—Muy buenos días—. Saludaría con una reverencia. —Vengo en búsqueda de Sarutobi Hikaru, tengo un pergamino de misión para ella— Extendería el mismo para que lo tomase.
(D) El peso del conocimiento
Publicada en: Uzushio Rango recomendado: Genin Nivel recomendado: - Solicitante: Yako Hayate Lugar: Academia de las Olas
Yako Hayate pertenece a una familia de buena posición económica que acaba de heredar las pertenencias de su fallecido padre. Sin embargo, entre estas se encontraba una colección privada de libros sobre artes ninja que el señor guardaba desde su época de servicio. Ya que el joven Hayate no se dedica al oficio shinobi, a decidido donarlos a la Academia de las Olas para el uso de los estudiantes y así no tener que tirar a la basura todos estos preciados manuscritos.
Se solicita por lo tanto a un genin que se encargue de transportar las cajas con los textos desde la mansión de la familia Yako hasta la biblioteca de la academia, además de ayudar con las labores de clasificación de los textos. Deberá hacerse presente en la Academia para recibir el resto de instrucciones sobre la misión.
La joven pelirroja llevaba rebosante de energía todo el día, más aún de lo que era común en ella al menos. Incapaz de concentrarse en sus estudios había decidido salir a ayudar a sus padres al campo, aunque ellos insistían en que ya no era necesario y que tenía muchas cosas que hacer, para la kunoichi no servía de nada pretender mejorar el mundo con su nueva profesión si no podía empezar a aliviar la carga de sus padres.
Tal vez ni siquiera la joven estuviera más enérgica de la cuenta, sino que la aldea parecía siempre ir un poco más lento cuando las chicharras empezaban a trinar y el sol parecía querer abrazar a cada uno de los habitantes de la aldea. Sin embargo para la joven, con una sangre tan incendiada como su cabello nunca parecía estar afectada por el calor, y tras sus primeros estudios en el arte del ninjutsu empezaba a tener claro el por qué, pensaba contenta obnubilada en sus clases.
Bajo los ojos a las nubes sobresaltándose al escuchar como llamaban a la puerta, haciendo que el cubo con el que pretendía sacar agua del pozo hacía unos pocos minutos cayera con estrépito de nuevo hasta el fondo. Su dulce mirada cambió en un instante a un gesto de evidente enojo mientras atravesaba la casa con la misma rapidez y suavidad que un tifón de primavera hasta alcanzar la puerta. -¡Daichi te he dicho ya que no tengo tiempo para salir a jugar! – gritó enojada a nadie en especial abriendo la puerta de golpe, pues tras ella no se encontraba su amigo, ni ninguna persona de su edad. Mirando hacia arriba para corregir la evidente diferencia de altura miró levemente perpleja al chūnin que se encontraba en la puerta de su casa. Sus mofletes se relajaron a la vez que formaban una inocente sonrisa. -Si… soy yo. – respondió extendiendo las manos para alcanzar el pergamino que le tendían, sintiendo como una ligera capa de sudor le mojaba las manos en ese instante cuando hace unos instantes trabajando, apenas había sentido calor.
¿Su primera misión?¿Y acababa de gritarle al mensajero?¿Se habrían dado cuenta en la academia de sus capacidades y ahora le encargaban una misión?¿Había olvidado lavarse las manos del trabajo en el campo antes de agarrar el pergamino?¿Cuál sería su primera misión?¿Infiltración?¿Combate?¿Cuidar una mascota?
Sus ojos se dirigieron un solo instante a los de su cortés acompañante -Muchas gracias señor– contestó con su habitual sonrisa un segundo antes de abrir el pergamino de un solo movimiento de muñeca antes de disponerse a leerlo.
5/06/2019, 01:25 (Última modificación: 5/06/2019, 01:46 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
El chūnin se mostró estoico ante el inicial grito de la jovencita, reflexionando sobre el explosivo carácter que mostraba a primera vista. Sin embargo, antes de lanzar cualquier regaño por su grosería, analizó su posterior reacción, deduciendo con ello de que no había sido intencional y que desde ya la Sarutobi estaba arrepentida. Sin embargo, tampoco iba a dejarlo pasar por alto sin una leve llamada de atención, que sería más un consejo personal.
—Tranquila, pero será mejor que aprendas a cerciorarte de las cosas antes de reaccionar a algo—. Sonreía, aunque su mirada se mostraba severa. —Yo puedo ser comprensivo, pero otros superiores no serán tan permisivos cómo yo, tenlo en cuenta para futuras ocasiones—. remató mientras esperaba que la chica terminase de leer el escrito.
Chuntaro no se fue de inmediato, pues a pesar de todo el también tenía sus fallos. En su caso, pecaba de ser un tanto curioso y por ende metía a veces la nariz dónde no le llamaban. Observó a la genin durante un par de segundos, hasta que finalmente se atrevió a soltar la interrogante que buscaba saciar sus dudas.
—Disculpa mi indiscreción, ¿de casualidad no tienes familiares Uzumaki?— Pese a que se le identificaba cómo Sarutobi, era bien sabido que aquella coloración de cabellos pertenecía más al clan dominante en la aldea. Fuese cuál fuese la respuesta, no tenía tiempo para seguir platicando, que el resto de pergaminos no iban a entregarse solos. —Has de perdonarme, que ambos tenemos misiones que cumplir y no sería conveniente que ninguno de los dos llegásemos tarde. Con permiso— Una nueva reverencia, pero esta vez para despedirse.
Sin más, el joven se marcharía de aquella campirana casa. Sería hora de que Hikaru se alistase para salir, que la jornada que le esperaba iba a ser mucho más larga de lo que aparentaba a primera vista.
La joven acusó el golpe del instructor con toda la estoicidad que pudo. Seguro que había modos mucho peores de empezar una misión que dándole un berrido semejante al repartidor, simplemente ahora estaba falta de imaginación para hacerlo. Puso las manos a cada lado de su cuerpo en una rígida reverencia de disculpa, aunque tal vez algo rápida para haber sido considerada como perfecta. -Tiene razón, señor, lamento mucho el exabrupto – se disculpó lo más inocente y educada que pudo a su instructor. - Quiere un vaso de agua o refrescarse dentro? – preguntó humildemente pese a los nervios al ver como el hombre se mantenía en la puerta tras haber entregado el pergamino.
Levantó la vista del pergamino parpadeando un poco por la pregunta, volviendo a mirar al shinobi -Mi abuela era pelirroja también y dice que su abuela era perteneciente al clan Uzumaki – respondió recordando su conversación con ella, llevándose una mano sin darse cuenta a su siempre indomable melena.
Leyó con una desilusión creciente su primera misión, sintiendo como todo el calor del día la abandonaba por completo “ Si querían que usara mis habilidades está claro que no es el lugar ni la misión para ello.” Dio un pequeño suspiro contenido, clasificar, ordenar, podrían mandarle a cualquier otra parte y la joven hubiera estado más agradecida. Volvió a la realidad al escuchar la despedida de Chuntaro, ensayando de nuevo su más agradable sonrisa -Por supuesto señor, espero que tenga un buen día. – respondió alegre antes de entrar de nuevo a su casa.
Se preparó con la misma pausa y meditación con la que un torrente baja una montaña, saliendo por la puerta aún atándose la bandana con las prisas, vestida con su usual kimono corto en dirección a la mansión Yako, intención de llegar en el mejor tiempo posible, si la misión era simple y aburrida, al menos no había excusas ni para alargarla ni para postergarla. Con su habitual exceso de energía, se dispuso a saltar sobre el bajo muro de una de las últimas granjas, con intención de llegar lo más rápido posible a su destino.
Chuntaro gustosamente se hubiese quedado a tomar una bebida ante la invitación de la muchacha, pero no era ni el tiempo ni el lugar para ello. Aunque quién sabe, quizás no iba a ser la última vez que se vieran. Lo cierto es que se fue de allí con una sonrisa en sus labios, aún cuando la pelirroja no podría verle.
La decepción ante el primer trabajo era algo de esperar, siendo una de las frustraciones más frecuentes entre los recién graduados. Era bastante normal considerando que muchos crecían con historias de aventuras épicas o con las anécdotas de muchas leyendas vivientes que existían en la aldea. El golpetazo de ser rebajado a labores manuales, era una de las partes más difíciles de sobrellevar. Sin embargo, no dejaban de ser menos importantes. Incluso cuando algunos podrían considerarlo una simple faceta que se dejaba atrás tras subir de rango, en realidad muchos de esos pequeños trabajos tenían su razón de ser y repercutían en gran manera.
Hikaru quería emprender la marcha lo antes posible, aunque quizás esas prisas iban a desatar ciertas consecuencias. Un pequeño despiste que podría ocurrirle a cualquiera, más con el carácter ardiente de la kunoichi.
Sería cuando abandonase aquella periferia rural y se adentrase a la zona urbanizada que tendría que lidiar con un pequeño problema: ¿Cómo planeaba dirigirse a la mansión Yako si no conocía la dirección? El cómo proceder dependía ahora de ella, ¿seguiría actuando de manera tan impulsiva? Cabe mencionar, que esta no era la causa principal del dilema.
Hikaru avanzó a un buen ritmo saltando de tejado en tejado, apoyando suavemente los pies antes de proyectarse hacia delante otra vez hacia delante tal y como le habían indicado sus maestros, aprovechando la misma inercia de sus movimientos para perder velocidad. Al fin y al cabo no era un mal entrenamiento para alguien que necesitaba mejorar su velocidad, tan solo…
Detuvo bruscamente la marcha sobre uno de los contenedores de agua de la ciudad, dejando que su pelirroja melena al fin alcanzara su rostro al acabar la carrera. - ¿Quedaría muy lejos la mansión de los Yako? - se preguntó llevando su mano a uno de los pliegues de su kimono, sacando el pergamino de los pliegues de su kimono y abriéndolo de nuevo ante ella. Si alguien pudiera ver la cara de la joven en aquel momento habría visto una mezcla de incredulidad, frustración y hastío compartir su cara durante unos pocos segundos - ¿No pone la dirección? – se preguntó a si misma visiblemente enfadada ¿Cuántas cosas se podían hacer mal en una misión tan sencilla? Respiró profundamente hasta en tres ocasiones intentando controlar su enérgico carácter antes de descender del tejado hasta una de las concurridas calles de la aldea.
Se había acercado bastante al centro de la aldea y seguro que alguien sabía dónde se encontraba la dichosa hacienda. “ ¿Así nadie tenía que saber que había ido en busca de su primera misión sin saber siquiera dónde realizarla” se dijo a sí misma más animada, con intención de preguntar a todo tendero de la calle si conocía la situación de la hacienda con su característica y ensayada sonrisa.
Ella se preguntaba cuantos errores eran posibles de cometer en su primer trabajo. Oh, sólo con esa pregunta ya podíamos sacar muchas respuestas. En realidad, ella estaba tan ensimismada en que debía llegar rápido a la mansión Yako, que ni siquiera se dio cuenta de que no era ese el primer destino al que debía acudir. Tal era su ensimismamiento, que aún releyendo el pergamino no se percató de ese detalle. Quizás porque únicamente buscó algún número que pudiese asociar a la dirección de la residencia, o quizás porque no se detuvo a leer hasta la última parte del mismo. Quizás simplemente no leyó con la paciencia adecuada y su exacerbado ímpetu le cegó. ¿Nunca les ha pasado que aún teniendo un letrero por delante no se dan cuenta de las advertencias? Este parecía ser un caso similar.
Ella se convenció de que debía presentarse a la casa de los Yako y a la casa Yako iba a ir. Sabía orientarse cómo cualquier habitante de la aldea debía ser capaz de hacerlo, pero no estaba de más pedir direcciones a algunos de sus locales para obtener referencias al respecto.
Fue así que fue de puesto callejero en puesto callejero, preguntando por la dirección de la residencia de aquella noble familia. Algunos negaban rotundamente, otros directamente evitaban hablar con alguien que no era un cliente potencial. No sería sino hasta llegar con una anciano de avanzada edad que vendía recuerdos provenientes de otros países en su humilde puesto que por fin lograría obtener una pista.
—¿Los Yako dices?— Se llevó la mano al mentón. —Creo que su residencia estaba poco antes de llegar a la mansión de los Sakamoto— El hombre se dio la vuelta y señaló una calle. —Sigue recto por ahí, luego de caminar un kilómetro encontrarás la entrada a la zona donde la mayoría de la gente rica de la aldea tiene sus propiedades— sonrió suavemente. —Los Yako antes eran importantes, pero parece que han ido en decadencia estos últimos años y ya pocos se acuerdan de que alguna vez fueron sobresalientes shinobi. Una vez llegues al barrio alto, avanza unas tres casas, que la cuarta estoy casi seguro es la de los Yako— terminó con sus instrucciones.
Tres veces tuvo la pelirroja que contar hasta diez, y hasta veinte para evitar dar un ladrido a alguno de los descorteses comerciantes que apenas habían respondido a su pregunta “Ni con todo el oro del mundo en el bolsillo les compraría nada a semejantes lerdos” pensó resoplando saliendo de la última de esas tiendas. Por suerte, casi el más humilde de los puestos de la calle le dio la ansiada respuesta, haciendo que la joven se apoyara de manera casi ansiosa sobre el pequeño mostrador mientras anotaba mentalmente la información que el amable viejecito le proporcionaba, conteniendo sus pies para no salir corriendo en aquel mismo instante, sin dejar acabar la explicación al hombre.
- Mil millones de gracias señor. Prometo devolverle en favor en cuanto pueda. – si el pobre hombre tenía algún problema de oído debido a la avanzada edad es complicado que hubiera escuchado la última palabra de la frase pues la impaciente kunoichi ya se había lanzado al tejado de un salto para llegar lo más rápido posible a su destino.
Atravesó las calles que faltaban hasta el barrio alto tan rápido como pudo, deteniéndose sentada sobre un póster de la luz para orientarse y visualizar la casa. Sacó el pergamino para comprobar el nombre de la hacienda jadeando debido al esfuerzo, dejando que el aire que corría a aquella altura refrescara su espalda mientras mantenía su melena alejada de la misma con una mano. Sin embargo al continuar leyendo el pergamino casi se cae del póster de la impresión -¡No puede ser! – gritó todo lo bajo que pudo, saltando en ese mismo instante a otor tejado, en dirección a la Academia de las olas con toda la prisa que podía, dejando que su creciente enfado le permitiera ir más rápido.
Llegó a la academia con la misma suavidad que un árbol viejo desplomándose, aunque tampoco era la primera vez. Jadeando fuertemente se acercó a al lugar donde debía recibir la dichosa información ”¿Qué les costaba dar la información directamente en el pergamino?” se pregunto mientras más que esperar pacientemente a que la atendieran aprovechaba para recuperar un ritmo de jadeo más o menos normal.
6/06/2019, 17:12 (Última modificación: 6/06/2019, 17:13 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
El anciano ni siquiera pudo dedicarle un simple de nada a la jovencita, la cuál salió disparada de ahí en cuanto tuvo la información. Fue así que emprendió la marcha hasta una de las lujosas zonas de la villa, donde una sola mansión ocupaba más espacio que cinco casas regulares sin contar los jardines privados y demás caprichos de la gente rica. Por lo mismo, el trayecto fue bastante largo y agotador para la Sarutobi que en un momento de lucidez decidió corroborar la información, sólo para recibir un balde de agua fría metafórico en la cabeza, aunque este no fuera a refrescarla realmente.
Ahora con furia renovada, debía continuar con la misión. Bien dicen que la tercera es la vencida, pues en ese segundo en el que ella decidió revisar una vez más el pergamino logró percatarse de su error. Tanto esfuerzo para llegar a la mansión Yako, sólo para luego darse cuenta que la había cagado, pero por lo menos no tuvo que lidiar con la vergüenza de presentarse directamente sin tener la más remota idea de lo que debía hacer. Fue así que tuvo que echar marcha atrás.
Aquella pérdida de tiempo fue remarcable, pues aunque no le habían dado una hora en específico para llegar se esperaba una mínima muestra de interés de su parte y que no se tomarse el encargo a la ligera. Luego de regresar sobre sus pasos y adentrarse de nuevo a la aldea, se encaminó a la Academia, que siendo el sitio donde recibió la mayor parte de su adoctrinamiento, no tendría tanto problema para llegar.
Para cuando llegase finalmente al centro educativo, notaría que una mujer estaba afuera del recinto con una expresión impaciente.
Se trababa de una fémina alta, con el pelo corto y lacio decorado con rayitos púrpuras en el lateral izquierdo del fleco. Portaba anteojos formales y se maquillaba con sombras de ojos purpuras y lápiz labial rojo fuerte que le daban un aspecto un tanto sensual para lo que se esperaba de alguien que trabajaba con menores de edad. Portaba el chaleco militar abierto por encima de una simple blusa blanca de botones con la placa plateada propia de su rango en el brazo derecho. Usaba pantalones cortos y por sobre estos una falda corta negra. Rematando con una modificación de botas shinobi altas con algo de tacón.
Si Hikaru hacía memoria, podría reconocerla cómo una de las encargadas de disciplina de la Academia: Koga Yoko. Obviamente, no estaba muy feliz con el retraso. En cuanto vio a la jovencita acercase, sus lentes relucieron con la luz del sol, esperando a que llegara hasta ella.
—Sarutobi— Aquello sonaba más a regaño que a saludo. —Pensar que volverías tan pronto a este sitio, aunque esta vez sea por una misión— Agachó su mirar para verle la cara. —Te has tomado tu tiempo para venir aquí, ¿no te has dado cuenta de la hora? Faltan quince minutos para el mediodía— Le inquirió a la jovencita.
La joven kunoichi aún se tomó unos pocos instantes para hacer frente a su profesora de la academia, dando dos amplias bocanadas de agua para evitar seguir jadeando delante de ella, preparando su mejor y más resolutiva sonrisa - Saludos sensei – respondió sin perder su gesto pese al saludo de la estricta profesora ¿Casi medio día? La mañana perdida en dar vueltas absurdas por la aldea ¡Si aquella mujer estaba enfadada no podía hacerse una idea de cómo estaba ella!¡Y tan solo para ir a entregar y clasificar unos libros que podría hacer cualquiera!
Interrumpió su diatriba mental para mirar a su profesora de nuevo está vez visiblemente avergonzada - Lo lamento… pero ya estoy aquí y no voy a perder más tiempo en cumplir mi primera misión – continuó la segunda parte de la frase con bastante más aplomo, intentando evitar otra regañina aquella mañana. Estaba claro que se acordaba de ella, el carácter ardiente de la kunoichi la había hecho recibir bastantes reprimendas durante su estancia en la academia y hubieran sido más de no tener más de una vez la frase para escaparse, la pelirroja estaba segura de que aquella mujer disfrutaba ahora de más tiempo libre después de que ella se graduara.
Acompañó la frase con un movimiento rápido, sacando el pergamino de la misión de uno de los pliegues de su corto kimono -¿Es usted quién me debe de dar alguna indicación más de la misión? preguntó con el rostro más inocente que pudo. “ Pues claro que me va a dar información, pertenece a la familia que va a donar los libros ” se lamentó en silencio esperando poder salir de allí cuanto antes, cargar una caja de libros polvorientos, meterse en un archivo aún más polvoriento y acabar aquella dichosa misión.
7/06/2019, 16:48 (Última modificación: 7/06/2019, 17:05 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
Parecía ser que así como se le pasaban por alto las indicaciones al leer, también confundía nombres con apellidos. Aunque bueno, cuando sólo existía una letra de diferencia a cualquiera le pasaba. Lo cierto es que la mujer no pareció ablandarse en ningún momento ante las disculpas de la joven kunoichi.
—Me sorprende que no intentes meterme una excusa por tu retraso, pero de todas formas no tendría tiempo para escucharla— se dio la vuelta y empezó a caminar para adentrarse en el edificio. —Claro que te voy a explicar, pero será adentro en la biblioteca. Andando—. se introdujo en el recinto.
La Sarutobi reconocería los pasillos y salones de aquel internado, por lo que aún sin la guía de la profesora hubiese encontrado el camino. La diferencia se haría notar cuando llegasen a la biblioteca, la cuál notaría que había sufrido una remodelación reciente y ahora tenía varios estantes vacíos. Oh, ahí el detalle. No eran unos pocos libros los que la pelirroja tendría que llevar.
—Bien, procedamos a la explicación— Se giró para observarla. —La colección del fallecido Yako Shigeharu incluía estudios básicos sobre kekkei genkai raros o hijutsu de clanes olvidados. A veces en la Academia de las Olas llegan niños huérfanos o quienes simplemente de la noche a la mañana se despiertan con poderes raros y no tenemos manera de poder educarles en estas artes. La donación de estos escritos será de gran ayuda para apoyar a estos alumnos para que al menos los tutores podamos entender de forma mínima sus capacidades y así ser de apoyo en los primeros pasos para que desarrollen sus habilidades innatas a futuro— Yoko se ajustó los anteojos antes de proseguir. —Los profesores estamos hasta el cuello de trabajo ya que una nueva tanda de chicos acaba de ser ingresada, por lo que tú deberás cumplir con este trabajo en nuestro lugar— giró su mirada y extendió la mano con la palma hacia arriba, señalando un diablito que estaba cerca de una de las estanterías. —Te proporcionaremos esa carretilla de carga para que puedas transportar las cajas más fácilmente— bajó la mano y posó sus ojos de regreso a la chica. —Una vez los traigas acá, necesito que ordenes los libros según sean de ninjutsu, genjutsu, taijutsu o bukijutsu y los dejes acomodados en esos estantes vacíos. ¿Ha quedado claro?
La mujer sacó una nota de los bolsillos y se la extendió. Si la leía, notaría que era la dirección exacta de la mansión Yako.
»Si estás lista, parte cuanto antes, que yo debo hacer mi ronda de vigilancia habitual en los pasillos. Cuento contigo, Sarutobi.
La recién graduada aceptó aquella nueva puya lo mejor que pudo yendo un paso por detrás de la enérgica profesora -Ya no soy la misma que asistía a la academia e iba castigada a su despacho, ahora soy una genin de la aldea oculta del remolino - contestó tocándose la bandana que apenas sostenía su melena lejos de los ojos. - Puede confiar en mi – continuó con su típica sonrisa y tono dulce siguiendo a la instructora.
La motivación sin embargo abandonó su cara conforme veía los estantes vacíos y la explicación de su profesora. Si aquellos libros le daban una oportunidad de alcanzar su sueño a estudiantes como ella que no podrían alcanzarlo sin la ayuda de la aldea, la misión desde luego merecía la pena, pero cargar por media aldea con una carretilla llena de libros sonaba entre horrible a directamente terrorífico. Ella nunca había destacado en la academia por su fuerza ni cualquier actividad que requiriera un mínimo de ella, pero ¿cómo quejarse de aquel trabajo cuándo simplemente significaba acarrear libros? Definitivamente no, podía quejarse de que aquello estaba por debajo de su cualificación o habilidades pero no por encima. ¿Ni siquiera iban a adjudicarle un compañero para una tarea tan tediosa?
Miró a su profesora con una mezcla de aburrimiento y abatimiento en un rostro típico de la pelirroja cuando se veía acorralada a hacer algo que no le apetecía en absoluto. - Me pondré cuanto antes – suspiró agarrando el papel con la dirección que no le hacía ya ninguna falta antes de dirigirse a la carreta. Una vez asió las asas, se dispuso a avanzar con toda la rapidez posible hacia la dirección que ya tan bien conocía. “Este trabajo es un asco pero mientras antes lo comience antes lo acabaré ” se dijo a si misma intentando mantener el ánimo.
Entre la apatía y la rabia, la muchacha partió directo a la hacienda de los Yako, dispuesta a cumplir el encargo aunque fuese de mala. No podría ir saltando entre los edificios cómo la primera vez que quiso buscar la dirección, ya que ahora llevaba por delante el susodicho diablito y por ende debía resignarse a caminar por la calle como cualquier civil, sin poder sacarle realmente un poco de provecho a su aptitudes ninja. La idílica vida del shinobi era algo lejano para los recién graduados.
—¡Hey!— De pronto escucharía a una voz familiar llamando su atención: Era el mismo mensajero que le llevó el pergamino en la mañana, saludándole con la mano diestra mientras iba de tejado en tejado con incomparable sonrisa. —¡Suerte!— fue lo único que alcanzó a decir antes de largarse con una velocidad ya más propia de un ninja experimentado.
Chuntaro desde un inició se imaginó que la tarea no iba a ser agradable para la muchacha, y nomás verla con esa carretilla en mano se estaba imaginando el tipo de encargo que le había tocado. No era que se estuviese burlando de ella, pero esperaba que al menos la kunoichi encontrara la moraleja en la historia.
Cuando llegase a la mansión indicada, tendría que transitar un camino curvado y empinado a través de los jardines de la residencia hasta llegar a la puerta. Si bien la casa Yako no era tan enorme cómo la de otras familias ricas, aún así era cuatro veces más grande que la granja de donde provenía la Sarutobi. Tejado tradicional en color rojizo y azul marino, con la fachada pintada en blanco. La entrada era un gran portón de madera grabada con motivos de yōkai misteriosos. Un claro derroche de opulencia.
Y allí estaba la joven kunoichi, empujando la carreta de camino al barrio alto, bajo el sol de la estación del pájaro bermellón. Incluso ella, con una afinidad natural a las altas temperaturas sentía como su melena pelirroja empezaba a pegarse a su rostro debido a la fina capa de sudor que se iba formando sobre ella y que le hacía respirar suavemente entreabriendo los labios. - Tal vez a la vuelta pueda simplemente dejar caer calle a bajo la dichosa carreta – fantaseaba cada vez de peor humor la pelirroja ante un trabajo para el que se consideraba tan poco adecuada y aprovechada.
Su vista se dirigió a las alturas, a los suaves tejados rojos y azules de su villa, donde el mensajero de esta mañana la saludaba amablemente con una mano. Ocultando un gesto de enfado que empezaba a ser evidente en la joven, levantó una mano separándola de la carreta para devolver el saludo de manera bastante poco enérgica para ver como se iba a toda velocidad. - Incluso repartir el correo hubiera sido mejor que esto – se lamentó bajando la mirada hasta la angosta calle que aún tenía que subir.
Tras una buena caminata con la carreta aún vacía a rastras, alcanzó la enorme hacienda que antes había visto desde las alturas, ahora parecía aún más grande, rodeada por una gruesa y ostentosa verja, obviando algunos comentarios despectivos que se quedarían dentro de su cabeza, avanzó por el serpenteante camino que atravesaba los jardines hasta alcanzar la ostentosa puerta, respirando profundamente dos veces, recordándose a si misma lo valiosa que sería la donación para alumnos como ella. Llamó a la puerta con educación y una dulce sonrisa preparada para quien abriera la puerta.
- Saludos, soy la genin encargada de la misión. – se presentaría ante aquel que abriera aquella opulenta puerta, deseando empezar a cargar ya los materiales de estudio y salir de allí cuanto antes. en profesorado en ESO, bachillerato, formación profesional y enseñanzas de idiomas
Cuando el gran portón se abrió, n hombre de unos cuarenta años le recibió, siendo este el mayordomo de la casa. Era esbelto, formal, con el rostro ovalado y nariz pequeña. Tenía algunas entradas en su negra caballera, mientras en sus sienes eran apreciables ya algunas canas. Portaba bigote mostacho y una toalla colgando de su siempre flexionado brazo izquierdo. El caballero observó a la genin y luego se hizo a un lado para dejarla pasar.
—Pase usted señorita, por aquí— Le indicó.
Por dentro, la mansión era mucho más ostentosa. Las losas del suelo parecían espejos, mientras los pilares que sostenían el techo estaban tallados cada uno con un yōkai distinto. Había dos escaleras para acceder a los niveles superiores, aunque el mayordomo continuó por una puerta que estaba en medio de estas, guiándola a una sala ya más tradicional con piso de madera y paredes falsas en hoja de arroz con más de aquellos extraños motivos de seres fantasmales. Estaba muy bien amueblada con varios sillones y una mesita de cristal en el centro sobre la cual había una dulcera con caramelos.
—Espere aquí unos momentos por favor—. Se despidió el mayordomo con una reverencia.
Pasarían unos diez minutos en aquella estancia, hasta que finalmente se hizo presente el interesado.
Cuando la puerta corrediza volvió a abrirse, un apuesto muchacho se hizo presente. Vestía en traje azulado, con corbata incluida. Era apuesto, de nariz respingada, ojos pequeños, cejas proporcionadas y un mentón rematado en punta. Su cabello era corto y lacio, peinado perfectamente. Tipo perfecto, salvo que en su insípida expresión no podías vislumbrar una sonrisa
—Buenas tardes, yo soy Yako Hayate— saludó con una reverencia, aunque se mostraba muy frío. —Te has tardado más de lo esperado, así que ordené que metieran los libros en cajas para que no perdieses mucho más tiempo en ello cuando llegases acá. No me molesta mucho, pero si me gustaría deshacerme de todos esos libros de una vez por todas. Te mostraré a la biblioteca de mi padre, acompáñame— Se dio la vuelta y empezó a caminar.
Saldrían de la habitación para luego encaminarse a un pasillo, al final, encontrarían unas escaleras que bajaban hasta un sótano, alumbrado únicamente por velas en contraste a la instalación eléctrica del resto del edificio.
—Es aquí— anunció con su cortante tono.
En efecto, era una biblioteca en miniatura, cuyos estantes tenían polvo. Si dabas una pisada en la alfombra, incluso se levantaban pequeñas nubes grises. Eran unas veintidós cajas las que se hallaban dispuestas, todas rotuladas con la palabra donación en marcador.