Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ayame, fuera de si y de todo raciocinio no solo no me contestó sino que, en su lugar volvió a rugir y empezaba a temer que tuviera que enfrentarme al bijuu yo solo. Se había tomado demasiado en serio todo aquello y se había ido completamente de madre.
Por otra parte, la amejin no perdía el tiempo y acto seguido estaba preparando ya una nueva ofensiva haciendo surgir de la nada un charco bajo sus pies para formar a su alrededor 10 esferas de puro suiton.
«¡¿Pero qué mierdas..?!»
Había que actuar con rapidez así que me di media vuelta y enfilé la pared tan rápido como pude mientras trataba de que las esferas no me golpease. En estos casos lo mejor era no detenerse. Luego me impulsé para buscar una ofensiva que Ayame no pudiera esperar aunque no pudo evitar que un par de aquellas esferas me golpease. Tras reubicar el posicionamiento de la jinchuriki lancé una de mis telarañas con mi mano diestra que simplemente buscaba engancharse en el cuerpo de la chica. De conseguirlo, la telaraña brillaría con luz propia mientras transmitía una de mis técnicas sobre ella para terminar atizando con un golpe certero.
Estado de Yotita
• PV:
108/170
–
-20
–
• CK:
154/220
–
-6
–
-60
–
Regeneración de chakra dividida
–
Fuerza: 35
Resistencia: 30
Aguante: 40
Agilidad: 60
Destreza: 45
Poder: 50
Inteligencia: 40
Carisma: 20
Voluntad: 30
Percepción: 40
Hitai-ate en la frente
¤ Senpō: Kuromibōjin no Shiruku ¤ Arte Sabio: Seda de la Viuda Negra - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Senjutsu 20 - Gastos: 6 CK/telaraña (1 telaraña cada 10 puntos en Senjutsu, máximo 5 telarañas) (divide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:(Senjutsu 50) Se pueden redirigir las telarañas y hacerlas girar un máximo de 90 grados - Sellos: - - Velocidad: Instántanea (creación), Rápida (velocidad de movimiento) - Alcance y dimensiones:
Sencilla creación de hilos de telaraña, estas pueden ser originadas o bien por los dedos de la mano o bien escupidas por la boca y puede llegar a alcanzar algo que esté a 10 metros. Al estar reforzadas en chakra tienen una resistencia digna de mención, siendo capaces de resistir el peso del usuario sin romperse. Aún así, cualquier daño por sección partirá en dos el hilo de telaraña. Resultan ser de increíble utilidad, desde apoyo para movimientos complicados y cabriolas hasta para sujetar un enemigo o la extremidad de este, para desestabilizarlo o hacerle mover en la dirección deseada. Las telarañas tienen la misma resistencia que cualquier otra telaraña y si es expuesta a cualquier fuente directa de fuego se quemará. Por otra parte, una vez se deje de aplicar chakra en ellas serán totalmente inservibles.
(Senjutsu 50) Alcanzado cierto nivel de maestría se puede cambiar la dirección de la telaraña al aplicar un impulso de chakra (5 CK).
¤ Chidori Nagashi ¤ Corriente de los Mil Pájaros - Tipo: Ofensivo - Rango: A - Requisitos: Raiton 50 - Gastos: 60 CK - Daños: 100 PV - Efectos adicionales: - - Sellos: - - Velocidad: Moderada - Alcance y dimensiones: La corriente se expande alrededor del usuario en un radio de 2 metros a la redonda, ó la conduce por el suelo con una amplitud de 2 metros y una longitud de 5 metros
Una de las muchas variaciones del Chidori, donde el usuario transforma la técnica inicial a medio formar en una corriente eléctrica que escapa de su cuerpo en un amplio radio, entumece los músculos del oponente y lo manda en la dirección opuesta. Apoyando una de sus manos en el suelo, el usuario es capaz de hacer que la electricidad sea conducida a través del suelo a una distancia considerable. El usuario brilla y se rodea de electricidad durante unos instantes antes de ejecutar el jutsu.
Yota no perdió ni un solo instante: al ser consciente de la ofensiva de Ayame giró sobre sus propios talones y echó a correr a toda velocidad hacia la pared contraria, que escaló con la presteza del shinobi que era. Dos de las burbujas impactaron en su cuerpo, sin embargo, pero eso no detuvo su avance. El de Kusagakure se viró para reubicar la posición de su improvisada oponente y lanzó un hilo de telaraña que se pegó en su abdomen. Y la expresión de la muchacha viró rápidamente de una expresión de confusión al más absoluto terror cuando vio la corriente eléctrica deslizándose por el hilo hacia ella...
Hasta que se disipó a mitad de camino.
La mirada de Ayame volvió a ensombrecerse súbitamente.
—¡AAAAAAAAAAHHHH! —gritó, llena de rabia, cuando intentó arrancarse aquel molesto hilo y no fue capaz.
Movida por la más salvajes de las iras, la muchacha tiró del hilo hacia atrás, intentando atraer a Yota hacia ella y entrelazó las manos en una nueva secuencia de sellos mientras tomaba una enorme bocanada de aire que infló su pecho. Y cuando volvió a exhalar, expulsó una ingente cantidad de agua que se alzó como un poderoso gigante de agua. La ola, que se alzó hasta cinco metros de alto por encima de su cabeza, se dirigía hacia el de Kusajin con las fauces abiertas de par en par, dispuesta a asfixiarlo entre ellas.
La masa de agua abarca 4 metros de ancho y 3 de alto, y recorre 10 metros
Suiton: Baku Suishōha: la masa de agua alcanza 7 metros de ancho y 5 de alto, recorre 6 metros y, al caer provoca un hundimiento en el suelo creando un pequeño lago de 10 metros de diámetro
El usuario escupe una gran cantidad de agua, que lanza al suelo. El agua rebota y crea una ola que recorre una distancia considerable y arrastra consigo a los enemigos. Utilizando una mayor cantidad de chakra, es capaz de crear una ola gigantesca que, al caer, rompe el suelo y crea un hundimiento en forma de estanque.
(Suiton 80, Suiton: Baku Suishōha) El usuario puede subirse encima de la ola, moviéndose a gran velocidad y atacando a sus adversarios.
Aunque me alcanzas con tu Seda de la Viuda Negra, y esta es capaz de conducir el Raiton gracias a tu evolutiva, el Chidori Nagashi sólo recorre cinco metros en línea recta y no se puede amplificar aunque el hilo mida más. Hasta ahora no hemos tenido demasiado cuidado con las distancias, pero tanto mi técnica de las burbujas como tu seda llegan como máximo a los 10 metros, y si además tenemos en cuenta que has corrido en dirección contraria para huir de las burbujas, desde luego pienso que estamos a más de cinco metros de distancia.
17/07/2019, 13:00 (Última modificación: 17/07/2019, 13:40 por Sasagani Yota. Editado 1 vez en total.)
No pude evitar fruncir el ceño en cuanto las cosas salieron de un modo que no esperaba y que, desgraciadamente, calculé mal, con el derroche de chakra que ello suponía. Incluso Ayame, en su versión enloquecida pudo ver el peligro que suponía aquella corriente eléctrica. Pero se detuvo a mitad de camino.
Chasquee la lengua.
Pero aquella versión loca, no iba a detenerse ante nada. Volvió a rugir con violencia, estremeciendo todo mi ser. y en vistas de que no pudo arrancarse anteriormente la telaraña, tiró de ella, lo que hizo que perdiese la concentración durante unos instantes y se desprendiera de mi mano y posteriormente también de su cuerpo. Una nueva secuencia de sellos presagiaba algo realmente malo y yo, volando hacia ella apreté los dientes ante el desastre que se cernía sobre mi ser.
«Debí vi venir estas cosas, pero está claro que hay algo que la ha mosqueado»pensaba para mis adentros.
Pero realmente no podía hacer absolutamente nada más que prepararme para encajar el inminente golpe mientras mi ser le daba la razón al Morikage, aquel mismo morikage que me echó la bronca por contarle primero a dos amejin que Datsue era uno de los jinchuriki del Remolino en lugar de decírselo primero a la aldea. Incluso de confiar en Daruu y Ayame. seguramente había pecado de inocente pero en aquel momento sentí que había una amistad. Aunque debí ver que lo sucedido tras el examen de chunnin de Uzushiogakure lo podía todo. Y aquello no fue una excepción.
Y el hecho de ser engullido por una ola hecha de puro suiton enorme, viajando sin control ninguno sobre mi cuerpo era una buena forma de dibujar mi incapacidad para saber ver cómo eran las cosas realmente.
La ola engulló entre sus fauces a un desvalido Yota, que poco pudo hacer para luchar contra la arremetida de aquel monstruo acuático. Arrancado del control sobre su cuerpo, y como un mero pelele sin vida, el shinobi de Kusajin se vio empujado, sacudido y arrojado en cualquier dirección por aquellas aguas tan embravecidas como su propia ejecutora.
Y Ayame esperaba, con las rodillas ligeramente flexionadas y sus ojos inyectados en sangre clavados en las turbulentas aguas que habían creado bajo sus pies un lago en miniatura. El cuerpo de su presa, malherido tras los múltiples ataques sufridos, terminaría por emerger finalmente, y la kunoichi arrancó a correr entre violentas salpicaduras para dar el golpe final y acabar con su vida.
Y dar a Padre Nueve su merecido sacrificio de sangre.
—¡¡UN CHAKA CHAKA UN!! —clamaba un extasiado chamán, que veía próxima la culminación de su clímax.
—¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH!
Ayame corrió con todas sus fuerzas enarbolando su grito de guerra. Corrió, y el agua estallaba con cada uno de sus pasos. Un último impulso de sus piernas la levantó en el aire y entonces juntó las manos en un último sello que desencadenaría la técnica final.
Y entonces aterrizó junto a Yota. El agua se calmó bajo sus pies, y entonces la muchacha miró a Yota con ojos aguamarina. Era una mirada muy diferente a cualquier otra que pudiera haber visto en ella antes: ni salvaje y sedienta de sangre como hasta hacía apenas unas milésimas de segundos, ni cándida y alegre como solía ser ella. Era una mirada insondable, que no reflejaba ningún tipo de sentimiento más allá de la más absoluta indiferencia.
—¡¿QUÉ HACER TÚ?! ¡MATAR! ¡MATAR ÉL!
Ella no reaccionó. Simplemente apartó la mirada tras unos breves segundos y alzó la mano hacia la pared más cercana, en dirección contraria a ellos dos. El ambiente se tornó mucho más pesado de repente, y el agua volvió a agitarse bajo sus pies. Pequeñas partículas negras y blancas se arremolinaron como mariposas en torno a los dedos de la muchacha, concentrándose en la palma de su mano.
—Q... ¿Qué hac...?
El chamán nunca llegó a completar la pregunta. Primero hubo un silbido ultrasónico que precedió a un violento estallido que estalló en los oídos de todos los presentes. El láser de energía viajó desde su mano hacia la pared, y la atravesó de parte a parte como si en lugar de roca estuviese hecha de mantequilla.
¤ Bijūdama
¤ Esfera de Bestia con Cola - Tipo: Ofensivo - Requisitos: Capa de Chakra versión 2 o Forma Bijū Liberada - Gastos: 0.6*X CK - Daños: X PV - Efectos adicionales: - - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones:
La bomba ocupa X/10 decímetros de diámetro, y la explosión abarca X/3 metros de tamaño.
El láser ocupa de ancho el doble de la esfera y el doble de la explosión hacia delante.
La Bijūdama es la técnica definitiva de un bijū. Para formar el ataque, el usuario concentra chakra positivo negro y chakra negativo blanco, lo reúne en una esfera y lo comprime dentro de su boca. El chakra necesita ser balanceado en una proporción 8:2, respectivamente, o será contraproducente. Para finalizar, puede dispararlo en forma de una enorme explosión de energía hacia delante en proporción a su tamaño (mucho más grande en la forma completa de la bestia) o en forma de bala de color oscuro que provoca igualmente una enorme explosión al impactar contra algo. La bijūdama es increíblemente densa y pesada, y el jinchūriki se puede ver hundido en la tierra en el proceso de creación. Usada cerca de otros bijū, puede ser combinada aumentando drásticamente su tamaño y su poder destructivo.
Creo recordar que mi cabeza se golpeó como 5 veces contra el suelo, comprobando su consistencia. entre cada uno de esos golpes, alguna parte de mi cuerpo también daba fe de la dureza con la que aquella ola golpeaba contra el suelo, o las paredes, o qué sé yo. Fuera lo que fuera, estaba duro, muy duro. Pero finalmente pude volver a respirar y dejar a darme de hostias contra cosas.
Hice una larga bocanada de aire para tratar de llenar mis pulmones y volver a la normalidad lo antes posible. Pero todo dolía demasiado, estaba en el suelo, agarrándome los brazos, con cada una de mis piernas tiradas hacia un lado distinto y la cara desencajada. También atesoraba una sensación de mareo y confusión. Básicamente es como si hubiera estado una hora fumandome setas de esas del bosque de hongos sin descanso. Pero sin haberme drogado.
—¡¡UN CHAKA CHAKA UN!!
—¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH!
Ni por asomo era consciente de lo que se estaba cerniendo, ni de que Ayame se había posado encima mío, en el aire para dar el golpe final. Un golpe final que no llegó. Yo solo veía una silueta azulada mientras mi cabeza iba dando tumbos de izquierda a derecha y viceversa.
—¡¿QUÉ HACER TÚ?! ¡MATAR! ¡MATAR ÉL!
Escuchaba la voz, algo no estaba yendo al gusto de ese cabrón pero... ¿acaso no había muerto aún? ¿o es que aquello era el cielo o... el puto Yomi?
—Q... ¿Qué hac...?
Algo fosforito empezó a brillar encima mío. Tenía miedo, estaba acojonado, al igual que ese loco. La silueta azulada empezó a brillar con tonos oscuros y yo tuve que taparme los ojos mientras pasaba aquel trance de puro terror.
— No, no, no , noooooo. ¡Por favor, no lo hagas! Déjame en paz de una puta vez jo..
—Levántese
Destapé mi ojo derecho, totalmente desconcertado. Mi visión había mejorado visiblemente. Ahora no era una silueta azulada sin más, era Ayame, pero estaba distinta. sus ojos habían cambiado...
— Mierda, lo sabía, ¡se lo dije! —me maldije, destapando el ojo zurdo y poniendo mis brazos sobre mi cabeza, dejando a entender que me rendía— Ese tío era uno de esos Generales, ¿Verdad? Y tu debes de ser el Gobi... Estoy demasiado jodido como para poder salir vivo de esta...
Pero no obedecí su orden. Quizás, con suerte, Ayame o.. bueno, lo que fuese aquello, acabase con mi sufrimiento si no acataba sus órdenes.
—No, no, no , noooooo. ¡Por favor, no lo hagas! Déjame en paz de una puta vez jo... —rogaba el de Kusagakure, muerto de terror como estaba.
Kokuō se volvió una última vez hacia él, con absoluta indiferencia ante sus lloriqueos, y después le dio la espalda. Con pasos lentos, echó a andar hacia la humareda que se había creado en donde antes había habido un sólido muro de roca y ahora no quedaba más que un amplio agujero lleno de escombros.
—Mierda, lo sabía, ¡se lo dije! —le escuchó decir tras de ella—. Ese tío era uno de esos Generales, ¿Verdad? Y tu debes de ser el Gobi... Estoy demasiado jodido como para poder salir vivo de esta...
—Se equivoca. No es un General —respondió, simple y llanamente, como quien informa de que el cielo no es rojo sino azul.
Ni siquiera le importaba si Yota le seguía o no. Simplemente, avanzó hacia el agujero y saltó sobre las rocas hasta caer al otro lado de aquella estúpida zona artificial de combate. Sólo entonces se detuvo, mirando a su alrededor con precaución y cierta curiosidad. Las nueve estatuas la contemplaban con ojos vacíos, faltos de cualquier signo de vida, alrededor de aquel enorme árbol. ¿Pero cómo era posible que hubiese crecido un árbol tan frondoso allí abajo? No podía saberlo. Quizás, nunca llegara a saberlo. Con pasos lentos, avanzó hasta detenerse frente a una de las estatuas, que tenía forma de animal con cuatro patas similar a un caballo, a un ciervo, o a algo similar. Alzó una mano, y sus dedos acariciaron la piedra rugosa. Si aquel humano demente había bautizado a la estatua del zorro como el Padre de la Sangre, ¿cómo llamaría a aquella?
Así, sin más, con una calma del todo inesperada teniendo en cuenta todo lo que acababa de suceder en aquel espacio cerrado de unos 10 metros de diámetro. Y yo ahí en el suelo, que no daba crédito de lo que estaba pasando. De algún modo algo me había aferrado a aquel mundo y estaba impidiendo que me fuera al otro barrio.
— ¿Cómo dices? ¿Entonces como explicas tu cambio en la voz? ¿como explicas que tus ojos hayan cambiado? ¿Como explicas...?
Pero no quiso escucharme más. Su respuesta fue algo así como la indiferencia. Era demasiado diferente a Ayame, pero de algún modo seguía siendo Ayame. Incorporé la espalda sin levantar el culo del suelo, no sin la inestimable ayuda de mis brazos. Pero todavía no estaba preparado para recuperar la verticalidad por completo.
Por su parte, Ayame o lo que fuera aquello, se fue, se escapó por el agujero que acababa de abrir con aquel láser endemoniado, perdiéndola de vista.
— Joder, ya que me ha dejado así, podría ayudar un poco...
Chasquee la lengua y traté de erguirme. Pero aún seguía tocado. Nada más levantar un poco el culo y alzar la cabeza noté como si mi cabeza fuese más deprisa que mi cuerpo y mi alrededor diese algún que otro tumbo.
— Voy a necesitar algún tipo de ayuda si no quiero perderla de vista
Las opciones eran reducidas, pero mi propósito no era imposible. Me mordí el dedo pulgar dejando escapar un hilito de sangre y planté la mano en el suelo.
— Kuchiyose no jutsu
De debajo de mi posición surgió una vieja amiga, Kumokichi. Sus marcas atigradas de un naranja butano era inconfundibles.
— ¿Sabes qué, Kumokichi? Nunca antes me había alegrado tanto de verte. Ya te explicaré, ahora busquemos el modo de salir de aquí
— A saber en qué follón te habrás metido esta vez...
El animal avanzó e hizo espacio a través del agujero, arrancando con sus poderosas patas algún trozo más de estructura, donde pudimos ver que Ayame estaba observando una estatua en la que se dibujaba algo así como un caballo con cuernos. Luego salimos de aquella especie de prisión en la que casi la palmo.
— Eh, Ayame, ya que me has dejado hecho una puta mierda podrías ayudarme, ¿no? —repliqué mientras su mano estaba posada en el caballo cuernudo ese— He tenido que llamar a una amiga...
25/07/2019, 22:39 (Última modificación: 25/07/2019, 22:40 por Aotsuki Ayame.)
Pero no pudo disfrutar ni de un par de minutos de tranquilidad cuando volvió a escuchar la irritante voz del humano de Kusagakure tras su espalda.
—Eh, Ayame, ya que me has dejado hecho una puta mierda podrías ayudarme, ¿no? —protestaba, y cuando Kokuō se volvió hacia él no pudo sino abrir los ojos de par en par al verle a lomos de una monstruosa araña—. He tenido que llamar a una amiga...
El Bijū sacudió entonces la cabeza. ¿Qué estaba insinuando aquel humano? ¿Que cargara con él como si fuera un vulgar caballo de carga?
—Yo no soy Ayame, así que no le debo nada —resolvió, una vez recuperada de la sorpresa—. Me he encontrado con humanos irrespetuosos y maleducados, pero hasta ahora no había visto a ninguno tan mal malhablado —añadió, con un resoplido cargado de desdén.
Se apartó entonces de la estatua y comenzó a pasear mientras miraba a su alrededor. Ambos habían llegado hasta allí inconscientes, por lo que no tenían ninguna idea de por dónde podrían salir. Además, había algo que no la dejaba tranquila...
Kumokichi avanzó sin prisa, pero sin pausa, hasta que finalmente estábamos fuera del cilindro de la muerte o como le queráis llamar. El caso es que volvíamos a estar en el lugar en el que había las estatuas con formas de distintos animales, cada cual con más colas y Ayame no dejaba de mirarlas, pero al interrumpirla, ladeó el rostro, incrédula. Aunque todo aquello era demasiado extraño, estaba demasiado rara...
—Yo no soy Ayame, así que no le debo nada
Vale, muy bien. supongamos que estaba en lo cierto, que no era Ayame. Lo que era una obviedad es que ese si que era el cuerpo de Ayame.
Me he encontrado con humanos irrespetuosos y maleducados, pero hasta ahora no había visto a ninguno tan mal malhablado
Pude sentir la tensión en el cuerpo de Kumokichi. Posé mi mano es su espalda.
— Vamos, vamos, cálmate. Solo estamos hablando. Además, me ha perdonado la vida hace un ratito. —y se calmó, relajando toda su musculatura— Eso es, eso es. Todo controlado, mi querida Kumokichi-chan.
Un par de palmadas más y una nueva mirada a lo que nos rodeaba. Igual que Ayame o lo que mierdas fuese aquello, que deambulaba por la zona, buscando una más que probable salida que por ahora no teníamos ubicada ni el uno ni el otro.
— Bien, bien... Supongamos que no eres Ayame. No me podrás negar que estás usando el cuerpo de Ayame, ¿eh? Y si, ya sé que no soy una persona con las mejores formas del mundo, no soy tan in genuo. Pero soy alguien leal y le prometí a Ayame que la ayudaría a salir de aquí. A cualquier precio. y eso es lo que voy a hacer. Así que me temo que debo pedirte, por favor, que cooperemos para que el cuerpo de Ayame pueda salir de aquí y regresar a Amegakure
Le di un golpecito a Kumokichi para que se acercase hasta la zona de esa cosa.
A Kokuō no le pasó desapercibida la electrizante tensión en el cuerpo de la gigantesca araña, como si fuera a saltar sobre ella en cualquier momento, como si su sola presencia fuese una amenaza para su joven compañero. Pero a ella no le importó en absoluto, y ni siquiera se inmutó cuando el shinobi de Kusagakure posó su mano sobre su lomo para tranquilizarla.
—Vamos, vamos, cálmate. Solo estamos hablando. Además, me ha perdonado la vida hace un ratito. Eso es, eso es. Todo controlado, mi querida Kumokichi-chan.
«Como si fuera un perrito...» Meditó Kokuō, con un sentimiento que mediaba entre la curiosidad y la repugnancia.
—Bien, bien... Supongamos que no eres Ayame. No me podrás negar que estás usando el cuerpo de Ayame, ¿eh? Y si, ya sé que no soy una persona con las mejores formas del mundo, no soy tan ingenuo. Pero soy alguien leal y le prometí a Ayame que la ayudaría a salir de aquí. A cualquier precio. y eso es lo que voy a hacer. Así que me temo que debo pedirte, por favor, que cooperemos para que el cuerpo de Ayame pueda salir de aquí y regresar a Amegakure. ¿Trato?
Ella ladeó la cabeza, y un mechón de cabello oscuro resbaló por su hombro.
—No se equivoque conmigo —replicó, con un peligroso brillo en sus ojos aguamarina—. Sacaré a la señorita de aquí, pero no colaboraré con usted. Ni con ningún otro... ninguna otra persona —se corrigió, antes de girar sobre sus talones y darle la espalda—. No los necesito.
Y, tras flexionar ligeramente las rodillas, saltó. Se encaramó al tronco del gigantesco árbol y comenzó a escalarlo con absoluta confianza en sí misma. Se movió grácil y elegante entre las fisuras de la madera y siguió ascendiendo hasta llegar a las ramas más altas, allá a más de treinta metros. Y allí estaba, tal y como lo había visto desde el suelo. Un agujero en el techo desde el que se colaba un haz de luz que bañaba y nutría a aquel vegetal que había conseguido crecer allí de forma absolutamente milagrosa. Ni corta ni perezosa, sin siquiera mirar si el shinobi de Kusagakure la seguía, trepó al agujero con sus propias manos y subió. Subió hasta dar con la superficie y pronto se vio de nuevo bañada por la luz del sol y pudo respirar el aire limpio del bosque. Habían surgido a varias decenas de metros de las ruinas de los templos que Ayame había estado investigando, y a los que Kokuō no tenía pensado volver por nada del mundo. ¿Pero qué hacía un humano venerando unas estatuas de bijuu como si fueran dioses? Desde luego, aquellas criaturas podían llegar a ser de lo más extrañas...
Fue entonces cuando la oyó:
«K...¿Kokuō?»
Ella inspiró hondo, saboreando el aire y dejando que sus pulmones se bañaran de aquella libertad temporal. Y cerró los ojos.
6/08/2019, 18:44 (Última modificación: 6/08/2019, 19:35 por Sasagani Yota. Editado 1 vez en total.)
—No se equivoque conmigo
Fruncí el ceño tras la sorpresiva respuesta que recibimos de Ayame. Kumokichi resopló.
Sacaré a la señorita de aquí, pero no colaboraré con usted. Ni con ningún otro... ninguna otra persona —se corrigió, antes de girar sobre sus talones y darle la espalda—. No los necesito.
Saltó y escaló aquel árbol. claro, aquella era la única salida posible... Seguíamos bajo las ruinas del bosque. Creo que llegué a golpearme la frente con la palma de la mano.
— Vamos, siguela, esto no debe quedar así, ¿qué mierdas le pasa?
— Lo de los humanos es puro masoquismo. No ha dejado de escupirte en la cara y tu erre que erre. Está bien, está bien
Sí, era cierto. Pero Kumokichi no podía entenderlo. No era una simple amenia. Era la jinchuriki de la Lluvia y, sobre todo, me gustaba pensar que era una amiga. Además, el pacto... había que protegerla a toda costa, si el Morikage llegase a enterarse que no había hecho todo lo posible para asegurarme que volvía a Amegakure sana y salva... No, no, prefería no pensar en eso.
Allí estábamos, de nuevo sobre las ruinas abandonadas. A ver si está vez teníamos la suerte de no caer. Visualicé la kunoichi de la lluvia.
— ¡Eh, Ayame! ¿No pensarías que te ibas a librar de mí tan fácilmente, no?
— Sí que nos necesitas —la araña gigante tomó la iniciativa— ¿O acaso piensas enfrentar los Generales tu sola?
No podía culparla, pero hasta yo supe que no era el modo de abordar las cosas.
10/08/2019, 17:58 (Última modificación: 10/08/2019, 17:58 por Aotsuki Ayame.)
Volvía a sentir aquel asfixiante calor húmedo que perlaba toda su piel de sudor, pero en aquellos momentos cualquier cosa le parecía un paraíso en comparación a la opresiva atmósfera que había estado respirando allí abajo, entre aquellas escambrosas ruinas que escondían tan celosamente sus secretos.
—¡Eh, Ayame! ¿No pensarías que te ibas a librar de mí tan fácilmente, no?
La voz de Yota a su espalda la sobresaltó, y la muchacha se volvió hacia él con un brinco. Y cuando volvió a fijar sus sorprendidos ojos en él, sus iris volvían a ser de aquel expresivo color castaño al que la luz del sol arrancaba algunos tímidos destellos verdosos.
—Sí que nos necesitas —añadió la monstruosa araña sobre la que iba montado—. ¿O acaso piensas enfrentar los Generales tu sola?
Ayame abrió y cerró la boca varias veces, sin saber muy bien qué decir o por dónde empezar.
—Y... Yota-san... —balbuceó, y su voz tembló como un cascabel. La kunoichi desvió la mirada varias veces, como si sus ojos no tuvieran muy claro dónde posarse. Y entonces, de un segundo a otro, torció el cuerpo en una brusca reverencia—. ¡Lo... lo siento mucho, Yota-san!
Sí, efectivamente, volvió a voltearse para un nuevo cruce de miradas. Y fue en ese preciso instante cuando sus ojos cambiaron sin previo aviso. Estaba buscando las palabras adecuadas para vete a saber qué.
— ¡¿Qué?!
Kumokichi ya había perdido toda la paciencia de la que disponía, la cual como se evidenciaba tampoco es que fuese muy larga.
—Y... Yota-san...
La genin hizo una repentina reverencia, doblando por completo su espalda.
«Qué coño..»
¡Lo... lo siento mucho, Yota-san!
Me pilló desprevenido. Incluso a Kumokichi que se la miraba con cierta sorpresa.
— Ahora entiendo aquello que deciis los humanos... ¿Cómo era? ¡Ah, sí! ¡Estás como una puta cabra!
— ¿Qué es lo que sientes, exactamente?
Hice caso omiso a las palabras de la araña. De hecho, descendí de su espalda, dejando que mi culo resbalase por su lomo, por uno de sus costados, pasando entre sus patas. Le dí un par de palmaditas en su cuerpo y luego me acerqué hasta ponerme a la altura de la cabeza del arácnido.
La repentina disculpa de la muchacha pareció pillar desprevenidos tanto a Yota como a su aránido acompañante. Y realmente no podía culparle de ello.
—Ahora entiendo aquello que deciis los humanos... —habló la araña, algo que, si no conociera de antes a Kumopansa, le habría costado un buen susto—. ¿Cómo era? ¡Ah, sí! ¡Estás como una puta cabra!
—¿Qué es lo que sientes, exactamente? —intervino Yota, al tiempo que bajaba del lomo del animal y pasaba por su lado, esquivando las múltiples patas, tan largas como lanzas. Terminó por darle un par de palmaditas como si en lugar de estar junto a un enorme artrópodo capaz de partirle en dos con sus quelíceros, se tratara de un perrito.
Ayame se reincorporó, dubitativa y confusa. ¿Qué es lo que sentía?
—Yo... bueno... ahí abajo... no... no recuerdo qué pasó después de que ese loco de la máscara nos ordenara combatir y ese humo estallara... pero... estás herido y... —se mordió el labio inferior, sin saber cómo continuar.
Por otra parte, ahora se encontraban fuera de las ruinas, y aunque su memoria estaba como nublada, no le costaba imaginar qué era lo que había pasado después.
Me fijaba en ella a pesar de todo. En cómo reaccionaba. Si algo destacaba era el hecho de actuar de forma totalmente distinta, eran como dos personas totalmente distintas o...
«¿Se refería a eso cuando dijo que no volvería a descontrolarse el bijuu?»
La verdad es que estaba completamente confundido. cosas de haber visto tu propia muerte en primera fila, supongo.
— Kumokichi, ya te puedes ir, estaré bien
El animal refunfuñó por lo bajo, pero desapareció dejando en nube de humo en su lugar.
—Yo... bueno... ahí abajo... no... no recuerdo qué pasó después de que ese loco de la máscara nos ordenara combatir y ese humo estallara... pero... estás herido y...
Me la miré con desdén, incluso con algo de rabia. Lo segundo podía apreciarse con los puños apretados pegados a mis piernas.