Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
— ¿Si nos van a dejar pasar? Más te vale que nos van a dejar pasar, los locos estos no me paran ni en pedo. Vo' seguime.
Karamaru emprendió la marcha, cruzó aquel cordón vacío que la gente dejaba de espacio con los manifestantes, y esperando que su compañera lo siguiera bien de cerca comenzó a los empujones y permisos a intentar abrirse un lugar por entre las filas desordenadas de gente. Cánticos, puteadas, e incluso algún que otro objeto con destino a las paredes del edificio del señor feudal los rodeaban.
Difícil, sí, pero en algún momento llegarían a las puertas. Un hombre les daba la espalda, su voz resaltaba entre las demás y sus gritos de furia servían como motivación a que la muchedumbre siguiera haciendo ruido.
— ¿Viste? De alguna manera íbamos a terminar cruzando, vamo' a ver qué onda con estos.
El amejin se acercó a los guardias a paso rápido sin querer más tiempo del debido en aquel entorno. Las miradas de los cincos, serias e intimidantes, lo seguirían ya cuando estuviese a unos pocos metros y entendieran su intención de acercarse.
— Che negro, ¿Cómo andas? Cuchame, necesito pasar un toque.— las miradas que recibían tanto Karamaru como Ranko no eran para nada buenas— Necesito darle algo a un tal Asuko Yamato. Ando laburando de mensajero, vio como es la cosa, ¿no?
Su respuesta fue silencio durante unos largos segundos. Ese tiempo justo para animarte a pensar que finalmente no dirían palabra, y menos aún que los iban a dejar pasar. Karamaru fue paciente, no quería meterse en líos con señores que tenían el doble de su tamaño y tenían armas más grandes que su cabeza y más largas que sus brazos.
La suerte les sonreiría, o más bien justo el guardia que se encontraba frente a ellos. Sin ser muy hablador, simplemente hizo un ademán con la cabeza y señaló la espalda del hombre que lideraba a gritos, insultos, gestos y saltos la turba de gente.
— Ahí lo tenés al pelotudo ese.— fue la única frase que podrían lograrle sacar.
La confianza de Karamaru sorprendió a Ranko, aunque más bien parecía hastío por terminar su encomienda. La chica asintió y fue tras él, primero a paso tímido y luego un poco más rápido. Respiró con profundidad, como si estuviera a punto de zambullirse.
A Ranko le habría costado abrirse paso entre la gente, pero aprovechó los brevísimos espacios dejados por Karamaru para escabullirse entre los codazos. La razón era, claramente, que no quería molestar a nadie, más que por no poder físicamente apartarlos.
Después de una eternidad sumergida en la turba furiosa, Ranko emergió del otro lado, detrás de Karamaru. El rostro de la chica se notaba pasmado, pues no esperaba tener que sufrir algo así (aunque realmente no le pasaba nada, era solo la impresión).
Al llegar a la puerta, al Amejin no le costó expresarse de manera directa: quería ver a Yamato.
"Qué eficaz y pragmático es Karamaru-san. Debe ser una de las ventajas de ser tan… conversador. Me pregunto cuánto habría tardado yo en hablar con los guardias…" pensó la kunoichi mientras se paraba detrás y a la izquierda de Karamaru. Los guardias se tomaron su tiempo para contestar, y resultó que el hombre que, al parecer, lideraba o inspiraba a la manifestación era el mismísimo Asuko Yamato.
—¿AH? ¿E-él? —Ranko se rascó el pómulo —. Bueno… ¡Ya lo encontramos! ¿N-no? —preguntó esto mientras sonreía nerviosamente y se encogía de hombros —. A-aunque no se ve q-que esté de buen humor p-para… ahm… visitas. ¿No?
La de la trenza miró al moreno. Era su mensaje después de todo, aunque Ranko estuviese allí de apoyo. ¿Acabaría su misión al entregar el mensaje? ¿O decidiría hacer alguna otra cosa aparte eso ello?
Karamaru se dio media vuelta y miró sorprendido la espalda del hombre. Una sonrisa gigante se le dibujó en el rostro y un al final pudo largar un suspiro de alivio. Ya el trabajo arduo estaba hecho, encontrar al hombre que tenía en vela a su prima. En su cabeza solo faltaba una corta conversación y ya todo estaba resuelto.
— Espero que lo esté, así no te grita tanto— respondió sacando el sobre de uno de sus bolsillo para luego acercárselo a Ranko— ¿No me haces el favor, Sagi? ¿No se la das por mi? Explicale un poco la situación así como te acuerdes más o menos, ¿dale? Porfa. Es la única que te pido.
El amejin tenía sus motivos. No solo quería intentar que la muchacha se desenvolviera más al hablar con otras personas, sino que también temía de como podía reaccionar a la reacción de Yamato. Y con una muchedumbre de gente que lo seguía no sería muy inteligente ponérselos en su contra.
Tardó un momento en procesar el favor que Karamaru le pedía. Su mirada iba del sobre que le ofrecía al rostro del Amejin, y de vuelta al sobre. "¿Ah?"
—¿¿Aah?? —soltó en un tono agudo pero quedo —. ¿P-p-pero p-por qué y-yo?
Ranko alzó las palmas, negándose a aceptar la carta. No le disgustaba aceptar hacerle un favor a Karamaru, pero se le hacía algo agobiante cumplir la última parte de la misión del chico, especialmente al ver que Yamato era alguien al frente de algún movimiento que ella desconocía.
"Con gusto declinaré la invitación, gracias."
—C-c-creo que Ka… Karamaru-san debería da-d-darle cierre a e-esta encomienda.
Haría falta una muy buena razón para convencerla de entregarle el sobre a Asuko Yamato.
— Encima que trato de mandarte a hablar, che, hay que cambiar esa actitud, boluda. Tenés que perder la vergüenza, tranqui que yo...
No pudo terminar de hablar, que de reojo vio a un hombre acercarse. Yamato había dado media vuelta y había recortado la corta distancia que los separaba; la muchedumbre seguía a los gritos pero ahora haciendo menos ruido, varios en silencio expectantes a los movimientos de su líder.
— ¿Quiénes son ustedes? ¿Amigos, funcionarios, represores del señor feudal? Si lo van a ver le tengo que hacer llegar un mensaje, y si no, ordeno saber cuáles son sus asuntos.
El amejin lo miró perplejo, anonadado por esa actitud y reclamaciones sin motivo. Los guardias no pudieron evitar asomar una sonrisa pero se mantuvieron al margen del asunto. Ahora que lo veía de cerca podía entender por qué su prima se había sentido atraída. Yamato era de cara bonita, de un pelo corto marrón oscuro bien arreglado, una dentadura perfecta y, por sobre todo, unos brillantes ojos verdes. Aunque su corta estatura hacia que no se viera mucho como una amenaza, tampoco su voz aguda.
— Aguanta un cacho, chabón, la re flasheaste. ¿Quién te crees que sos, boludo? Yo vengo acá a hacer lo que yo quiera y si no te gusta metete tus ordenes por el orto pedazo de pelotudo. La volvés a boconear así y te bajo todo el comedor hijo de puta, ¿te haces el poronga? Yo también soy poronga la concha de tu madre, petiso mal llevado. Si tenés algún problema, bancate los trapos y lo resolvemos.
Karamaru reaccionó de la peor manera, y Yamato no se achicaba a los insultos. Ambos se clavaron miradas desafiantes, la gente entendió que pasaba y comenzó a montar nuevamente alboroto, y el de ojos verdes no tardaría en tirar el primer puño para liberar su odio.
No tenía nada en contra de la intención de Karamaru. En cambio, agradecía que quisiera empujarla a lo que había planeado hacer inicialmente en Notsuba. Ranko bajó la cabeza levemente, reconociendo que podría haber tomado una buena oportunidad.
Sin embargo, cuando el Amejin se disponía a hablar con Yamato, el hombre se les acercó y exigió revelaran sus intenciones. Aunque era una persona atractiva, su actitud para con el par de ninjas había sido un tanto grosera, al menos ante los ojos de Ranko. Más aún, ante los ojos de Karamaru había sido, al parecer, bastante grosero, pues no dudó en usar aquel vocabulario tan extraño de manera igualmente agresiva a modo de respuesta.
La tensión entre ambos varones incrementó al instante, al punto en que no estaban muy lejos de comenzar una pelea. Y Ranko entendió esto rápidamente.
—¡E-espere, Asuko Yamato-san! —dijo, intentando ponerse entre los dos, mostrando las palmas para mostrar que no tenía malas intenciones —. ¡S-sólo venimos a hablar c-con usted! ¡Le traemos u-un mensaje a usted! ¡N-No buscamos p-problemas!
Por más que le gustara combatir, Ranko preferiría evitar cualquier pelea innecesaria. Esperaba que Karamaru pudiese contenerse un momento más, y que Yamato entendiera su misión. Lo que pasase después de entregar el mensaje, pues… Ya verían.
Ambos serios, con el rostro a pocos centímetros, dispuestos a llevar a lo físico las malas actitudes pero uno de los dos tenía que mínimamente desistir para no armar un alboroto innecesario frente a guardias armados. Yamato se mantuvo en su posición pero corrió la mirada a la muchacha de Kusa para escuchar lo que tenía que decir.
— ¿Un mensaje? ¿Y esperaban encontrarme ahí dentro?— señalaba las puertas del edificio que los gennin tenían a sus espaldas— Ojalá, ya quisiera hacerme un paseo por esos pasillos.
Terminó para agachar la cabeza, aparte definitivamente la intensa mirada del rostro de Karamaru, y dio unos pocos pasos hacia atrás.
— Pues me han encontrado, Asuko Yamato a su servicio. Siendo de su profesión asumo que estoy frente a un mensaje importante, ¿no? No hubiese terminado bien lo nuestro para mi.— lanzó la broma hacia Karamaru que aún estaba enojado por esa "orden" que les había querido dar y, por sobretodo, a sus ojos era un hombre que tenía abandonada a un familiar.
— Decime.— con un amejin que aún mantenía su postura agresiva no le costó entender a Yamato que la diplomática era la kusajin.
La llama del conflicto desapareció rápidamente de Yamato, pero Karamaru seguía disparando rayos de sus ojos. Ranko tragó, muy nerviosa.
—S-sólo nos di-dijeron que estaba allí… ¡P-p-pero en fin…! —La de la trenza juntó las palmas, como rogando a los dioses que detuvieran al Amejin y no le diera un puñetazo al hombre —. Ya-Yamanaka Karamaru-san trae una carta d-d-de parte de su prima. P-p-para usted.
Luego se dirigió a Karamaru, sin separar las palmas.
—Karamaru-san, ¿p-podría entregarle la carta a Asuko-san? Y-y nos iremos.
Esperaba que la promesa de haber cumplido con su misión fuese suficiente para retener la ira del Amejin. Ranko decidió ignorar la posibilidad de que Yamato mandase un mensaje de vuelta, e incluso la posibilidad de que el hombre respondiese en absoluto. En su cabeza sólo estaban los pasos de entregar el mensaje y largarse.
Karamaru seguía sin palabras, relajándose de a poco al compás de las palabras de su compañera. Tal vez había reaccionado de más, no hubiese sido la primera vez, él se conocía. Tenía que calmarse, tal vez que todo era un malentendido, tal vez que todo terminaba bien y que la única manera de resolver las cosas no era con enojos y palizas. Tal vez debía de aprender de la diplomacia de Ranko, hablando tranquilidad, pero aún así, ella no estaba en su posición. ¿Cuál era su posición? Estaba enojado pero ¿por qué? No tenía realmente motivos para estarlo, o al menos no los tenía seguro. La mente de Karamaru pensaba sin pensar en unos pocos segundos.
— Si, eso.— soltó un largo suspiro ahuyentando el enojo por la boca y sacó un pequeño sobre blanco de uno de sus bolsillos— De parte de mi prima. Espero que te acuerdes.
Sí, era con tono amenazante pero no le importaba. Yamato, dudoso pero con curiosidad, tomó el sobre y no tardó en abrirlo y leerlo. Una ligera sonrisa fue creciendo en tamaño a medida que sus ojos pasaban por cada palabra.
— ¿En serio? ¿Crees que yo iba a olvidar de esto? Asa, tu prima, nos conocemos desde hace tiempo. Ahora entiendo tu enojo. Sí, me fui medio de pronto, diría que somos medio pareja, algunos familiares me conocen. Emm, esto es un lío, lo sé.— tartamudeaba, estaba confuso, pisaba las palabras y el barullo de fondo no ayudaba. Ahora las dudas crecían del lado amejin.
— La cosa es así, no puedo perder mucho más tiempo. Soy de un pueblo cercano, hubo un problema con el señor feudal y yo soy... digamos, una especie de organizador. Conozco la ciudad, tuve buena educación, una especie de representante. El problema surgió de repente y tuve que partir del País de la Lluvia para ayudarlos y, como verás, estamos en pleno proceso. No es lo que te imaginas, por favor quítate eso de la cabeza.
— E-esta bien.— aceptaba a regañadientes, mirando a su compañera para buscar un poco de aprobación. No esperaba tener que llegar a esa situación y que nada fuese como esperaba, y otra vez las imaginaciones de su cabeza le jugaban una mala pasada.
— Pero son shinobi y kunoichi, ¿no? Nos vendría bien su ayuda, no hace falta que se vayan. Déjenme contarles a que viene todo esto.
Yamato buscaba una confirmación y Karamaru, aún un poco ido, volvió a buscar la mirada de su compañera para saber como actuar.
Las razones de Yamato eran lo suficientemente razonables para calmar un poco los ánimos de Karamaru. Ranko se alivió, de cierta manera, que no fuese un casanova sin corazón que buscase aprovecharse de chicas inocentes. Aunque su trabajo de… lo que sea que fuese le añadía una capa más de dificultad a la relación.
Además, el hombre parecía requerir su ayuda en ese momento. El Amejin volteó a ver a Ranko, como si ella fuese a tomar la decisión por ambos. La de la trenza sólo tragó saliva, poniéndose más nerviosa.
—Y-yo… n-nosotros… —comenzó, pensando ansiosamente. Tomó en cuenta que ni ella ni su compañero genin eran fanáticos de pasarla en una ciudad grande, pero también consideró que Karamaru le había intentado empujar a hablar y a vencer su miedo. "¿Deberíamos enfrentarnos a Notsuba?" —. E-está bien. Di-digo… Díganos s-su situación y… y…. Veremos si podemos a-ayudar. ¿Le parece, Karamaru-san?
Esperaba un acuerdo por parte del Amejin, aunque, claro, si él no gustaba de la sugerencia de Ranko, estaría bien. La misión de Karamaru estaba completa, al fin y al cabo.
Karamaru dudó pero siguiendo a su compañera asintió ligeramente con la cabeza. A Yamato lo envolvió de repente una enérgica actitud y emoción y les señalo con la mano que lo esperaran. Se alejó al trote y buscó de entre la muchedumbre a una mujer pelirroja y petisa. Un corto cruce de palabras y nuevamente estaba con los dos gennin.
— Okey, arreglado, síganme que no quiero tener a estos idiotas cerca.— terminó cruzando miradas con los guardias.
A paso rápido los llevaría cruzando el griterío para luego internarse en calles pequeñas que no acumulaban mucha densidad de gente. Los llevó a un edificio venido a menos con una pintura marrón ya bastante desgastada con el paso del tiempo, un frente con muchas ventanas mostraban esculturas pequeñas de madera y una puerta abierta de par de par.
El interior se encontraba bien iluminado, limpio y prolijo a pesar del peso de los años con esculturas que se multiplicaban hasta hacerlas incontables. Yamato se acercó a un viejo hombre, musculoso, grande, barbudo y canoso. No llegarían a escuchar bien que decían pero si se llegaba a notar la voz gruesa del hombre.
— Síganme.
Tendrían que cruzar una puerta trasera, ligeramente escondida, para llegar a una pequeña habitación con una mesa, varias sillas y adornos varios. Lo que podría parecer una habitación secreta era más una cómoda sala de estar. Yamato tomó asiento en un sillón colorado individual e invitó a los gennin a hacer lo mismo.
«¿En qué mierda nos habremos metido? ¿Pa' que nos mandamos a ayudar a la gente?»
"¡No no no no! ¡No hemos aceptado aún!" pensó la chica, pero Yamato no se detuvo.
El hombre los invitó a seguirlo. Ranko se encogió de hombros y miró a Karamaru, susurrando un "lo siento". Sin ánimos de molestar a nadie, ni siquiera a Yamato, la Kusajin fue tras él, esperando que el Amejin la siguiera. Es más, volteaba cada tanto para asegurarse de que no la abandonara. Yamato los guió hasta lo que Ranko supuso era su escondite, con guarura incluido.
Ranko se sentía bastante incómoda, no temía por su seguridad, sino por la situación tan imprevista en la que habían acabado. Ahora estaban en una habitación dizque secreta, siendo invitados a sentarse por el cabecilla de algún movimiento social. La chica tragó saliva.
—P-perdón… —susurró la chica a su compañero, con una voz imposiblemente queda. Luego alzó el volumen y se dirigió al hombre —. Re-recuerde, Yamato-san, e-escucha… escucharemos s-su problema primero. A-aún no sa-sabemos si lo podremos a-ayudar o n-no…
La chica miraba cada tanto a Karamaru, como tanteando sus ánimos. No se sentaría sino hasta que él lo hicisese.
Yamato esperaba ansioso, insistiendo con la mirada. El amejin tomó asiento, su compañera lo seguiría. El alborotador hizo caso omiso a las palabras de Ranko obviando que lo ayudarían, o tal vez era que no le importaba tanto el resultado de aquella conversación.
— Okey, bueno, la cosa va un poco así. Ya sé, primero lo primero, ¿por qué estamos aquí? No tiene mucho sentido, ¿no? Bueno, lo tiene.— Yamato no esperaba ningún tipo de respuesta, solo dos gennin con ganas de escuchar.
— Soy de un pueblo a unos kilómetros al norte de Notsuba. Se llama Gero, y tenemos unos vecinos, un pueblo cerca nuestro. Conocido como Gujo. En ninguno de los dos somos muchas personas, unas pocas decenas, tan pocas que apenas si tenemos algo de actividad comercial. Criamos unos pocos animales, vendemos sus pieles acá en Notsuba y luego vivimos una vida tranquila. El tema es que hace poco tiempo la relación entre los dos pueblos comenzó a complicarse.
Yamato se detuvo, se puso de pie, y se acercó a una pequeña mesa contra la pared que tenía una jarra con agua y varios vasos. Sirvió para él, preguntó con la mirada si algunos de los gennin quería— Karamaru negaría amablemente con la cabeza— y volvería a su asiento para tomar un trago y continuar con el relato.
— Hace algunas semanas hubo un encuentro un tanto agresivo entre dos hombres de ambos pueblos aquí en Notsuba. Vendían lo mismo, en el mismo lugar. Empezó en pelea de precio, luego comenzó la pelea verbal, y terminó llegando a lo físico. Y uno pensaría que ya quedaba, pues parece que no. A los pocos días de volver Haruo al pueblo lo encontramos asesinado en su propia casa. No quisimos asumir que fueron los de Gujo, pero desde ese momento comenzaron a romper un poco la relación entre los pueblos. Al mes encontramos de la misma manera a la mujer de Haruo.— volvió a detenerse, agachó la mirada tras terminar de hablar con una voz casi quebrada. Estaba claro que no estaba acostumbrado a tratar con gente muerta.
— Seguimos sin saber si fueron ellos, pero tenían hijos y tememos por ellos. Ya incluso tememos por todos. No nos creyeron cuando vinimos a pedir ayuda y por eso empezamos estas manifestaciones para ver si podíamos siquiera llamar la atención. Ya van días y no tenemos ni un poco de suerte, esa es nuestra situación. Es una mierda y el miedo nos está consumiendo. Son shinobi, kunoichi, tienen más herramientas que nosotros. Cualquier mínimo de asistencia podría ayudarnos un montón.
Yamato terminó de hablar con los ojos brillosos, con la voz ronca y limpiándose la nariz de mocos con la muñeca. Karamaru se asombraba a cada palabra que iba diciendo y a cada una que pasaba se sentía más idiota por haber llegado con mal humor al encuentro, sin tener cuidado de las situaciones de los demás.
— Emmm… su-su-supongo...— llegó a titubear en una respuesta mucho más digna de Ranko que de él mismo.
23/01/2020, 23:45 (Última modificación: 23/01/2020, 23:46 por Sagiso Ranko. Editado 1 vez en total.)
Ranko se sentó, ligeramente nerviosa, y escuchó atenta la historia de Asuko Yamato. Tenía un trasfondo tranquilo en una aldea al norte, pero la situación con una aldea vecina había llegado hasta el asesinato de dos personas. Después de rechazar educadamente el agua que le ofrecían, la Kusajin se llevó la mano al mentón, más analítica que de costumbre.
"Yamato-san parece honesto… ¡Parece un tema delicado para él! Y esta situación… es más que el simple mensaje que Karamaru-san quería entregar. ¡Pero esa gente necesita ayuda! ¡Es un trabajo para un héroe, se debe de hacer justicia!"
El pecho de la de la trenza se inflamó de inspiración. Miró a su compañero, quien le daba la impresión que había sido conmovido por la historia de Yamato, al menos un poco. Asintió hacia el Amejin con mirada decidida. ¡Sí! ¡Era lo correcto! ¡Lo que había que hacer!
"¡Es el deber de Usagihime!"
—B-bien, Yamato-san —esta vez, Ranko asintió hacia el mencionado —. ¿Qué debemos hacer?
ahdjahdjajdna siento tanto la tardanza, no vi la notificación DX
Y más decidida que todo lo que había escuchado con anterioridad Karamaru. Ranko no tardó en ofrecerse, el amejin ganó un poco de confianza, y a Yamato se le dibujó una sonrisa tímida en el rostro que escondía un alma eufórica. Se mantuvo en silencio titubeando un poco, pensando sus palabras aguantando aún sus ojos vidriosos.
— A este punto, con lo que puedan, realmente. Intentamos hablar con la gente de Gujo, pero no hubo resultado. Montamos guardias, pero siendo que no hubo ningún otro ataque de poco sirvieron. Tratamos de revisar las escenas de-del... crimen y no encontramos nada, de hecho la casa de Haruo se mantuvo cerrada desde entonces. Nuestro último intento era ver si alguien de alta jerarquía podía encargarse del asunto.— Yamato se quedo unos largo segundos más dándole vueltas a sus propios pensamientos.
— Desde revisar el pueblo, a hablar con la gente de Gujo, a llegar al señor feudal o alguien cercano. Incluso hasta podrían ir a Ōita, un pueblo un poco más grande y más lejano. No tenemos relación alguna con ellos desde.. bueno, nunca. Pero tal vez haya algo. La verdad que no lo sé, tengo esperanza que siendo profesionales puedan hallar algo que nosotros dejamos pasar.
— Si, seguro. Algo podemos intentar, tenemos que ir viendo qué onda, pensar algo, planear algo. No es que seamos particularmente conocidos nosotros tampoco así que es medio complicado.
— No hay problema, la buena voluntad es suficiente. Yo debería ir volviendo a la manifestación, "manifestación"— repitió haciendo las comillas con los dedos a los lados de su cara— Sientanse libres de quedarse en el establecimiento el tiempo que quieran, yo volveré a la noche, si no saben donde encontrarme. Ya sé que es un poco apresurado, pero si deciden querer visitar el pueblo díganme y puedo preparar un medio transporte para poder partir lo antes posible. La gente se alegrará al saber ustedes. Gracias.
Emocionado y con ilusión en los ojos, mas un poco dubitativo de dejar a los gennin solos, Yamato atravesó la puerta por la que habían entrado a esa pequeña habitación y desapareció de su vista. Ahora quedaban solo Ranko y Karamaru sin ningún mensaje que entregar pero con las esperanzas de muchas personas puestas en ellos.
— Hermoso bardo en el que nos metimos, boluda, y yo pensando que mañana con suerte ya pegaba la vuelta.
No hay problema, tranqui Por cierto, no sé que onda con el sagitorneo y el bloqueo temporal, pero si necesitas el hueco podríamos decidir viajar al pueblo y que quede en otra trama separada. Si no, it's up to you.