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Yui dejó el teléfono descolgado, a mitad de camino de marcar los números, sorprendida de que Ayame siguiese en el sitio. Aunque no se le notó en el rostro, sonrió para sus adentros.
Entonces, oyó lo que, si hacía memoria, ya había oído unas cuantas veces. La técnica de teletransporte consumía mucha energía. Demasiada. Ayame misma, cuando se había enfrentado a las Náyades, había hecho tres usos de una tacada y había quedado para el arrastre. Lo recordaba por el informe de la misión: dos usos para venir —uno de ella y su clon—, y otro para volver a por Daruu.
—Lo entiendo —frunció el ceño por unos instantes, meditativa—. Pero harás así igualmente —decidió al final—. Mira, si Datsue vuelve a necesitar ayuda, que la pida cuando corresponda, y que no espera hasta el último momento para ver si puede llevarse todas las medallitas. No pienso exponerte de esa manera contra los Generales, Ayame. Además, pensad, coño. —Parecía mentira que tuviese que hacerlo ella—. ¿No era que los bijuus podían comunicarse entre ellos? Quizá el Gobi o el Ichibi le dijeron a Kurama lo que sucedió. —Con esos monstruos nunca se sabía—. O quizá al conceder su chakra a los Generales también puede ver lo que les sucede. Eso significaría que hay altas probabilidades de que ya sepa que podéis acudir en su ayuda al instante. Y los bijuus serán animales sin escrúpulos y jodidos monstruos, pero Kurama al menos está demostrando que también sabe pensar. La próxima vez que vaya a por Datsue, contará con vosotros. Y, por tanto, será una jodida trampa.
»No, ni hablar. Se hará a mi manera. Ah —recordó de pronto—, y la próxima vez cuento con que me contéis detalles tan importantes como que podéis comunicaros a distancia con el jinchuuriki de Uzu... de manera inmediata. —Sonrió, y en aquella ocasión su sonrisa no transmitía muy buenas vibraciones.
Lo había dejado pasar por la gran noticia, pero no, no le había hecho ninguna gracia que se guardasen aquel secretito hasta aquel día.
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Yui, con el teléfono junto a la oreja y el dedo colgando en el aire a mitad de camino a los números, se quedó momentáneamente congelada en el sitio.
—Lo entiendo —dijo al fin, frunciendo el ceño por unos instantes, pensativa—. Pero harás así igualmente —concluyó, para desamparo de Ayame, que la miró con ojos como platos—. Mira, si Datsue vuelve a necesitar ayuda, que la pida cuando corresponda, y que no espera hasta el último momento para ver si puede llevarse todas las medallitas. No pienso exponerte de esa manera contra los Generales, Ayame. Además, pensad, coño. ¿No era que los bijuus podían comunicarse entre ellos? Quizá el Gobi o el Ichibi le dijeron a Kurama lo que sucedió. O quizá al conceder su chakra a los Generales también puede ver lo que les sucede. Eso significaría que hay altas probabilidades de que ya sepa que podéis acudir en su ayuda al instante. Y los bijuus serán animales sin escrúpulos y jodidos monstruos, pero Kurama al menos está demostrando que también sabe pensar. La próxima vez que vaya a por Datsue, contará con vosotros. Y, por tanto, será una jodida trampa.
En aquellos instantes, Ayame se estaba mordiendo la lengua como nunca antes lo había hecho. Intentaba por todos los medios que la rabia no se reflejara en sus ojos, en mantener una postura relajada y no tensar los hombros o los puños. ¡Pero resultaba aún más difícil cuando sentía la ira de Kokuō en su interior, deseando salir al exterior como el vapor en una olla a presión a punto de estallar!
«Kokuō... Lo sé, lo entiendo... Pero no lo hagas. Sólo nos perjudicará a las dos. ¡Sólo servirá para que te vuelvan a encerrar!» Rogaba para sus adentros.
La rabia de Kokuō pareció relajarse un tanto, pero seguía bullendo en el fondo de la olla. Ayame agachó la mirada y respiró hondo lenta y profundamente, y después dejó escapar el aire por la nariz con la misma lentitud, tratando de terminar de recuperar el control sobre sus emociones.
—Ah —continuaba hablando Yui—, y la próxima vez cuento con que me contéis detalles tan importantes como que podéis comunicaros a distancia con el jinchuuriki de Uzu... de manera inmediata.
Ayame hizo una reverencia, agradeciendo para sus adentros tener una excusa para cerrar los ojos.
—Lo haremos, Yui-sama —asintió, antes de reincorporarse—. ¡Vamos, Daruu, tenemos diez minutos para redactar ese informe! —dijo, dándose la vuelta a toda velocidad para salir de aquel despacho a pasos acelerados.
Fue cerrarse la puerta tras su espalda y Ayame se detuvo en seco, respirando entrecortadamente, temblando y con la mano apoyada en sus ojos. Cuando la retiró, aún quedaban retazos de color aguamarina en sus iris que se diluyeron en su castaño habitual.
—Cómo no... La Jinchūriki debe pedir permiso para salir de la jaula... —siseó llena de rabia, en apenas un susurro.
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—Lo entiendo —contestó Yui, sin embargo. «¿Cómo?» Daruu admiraba a su líder por muchas cosas pero no pensaba que fuera alguien a quien uno pudiera sacar de su terreno con facilidad, por eso le sorprendió que la mujer siquiera razonara con Ayame, aunque no tardaría en descubrir que aún así insistiría—: Pero harás así igualmente. Mira, si Datsue vuelve a necesitar ayuda, que la pida cuando corresponda, y que no espera hasta el último momento para ver si puede llevarse todas las medallitas. No pienso exponerte de esa manera contra los Generales, Ayame. Además, pensad, coño. ¿No era que los bijuus podían comunicarse entre ellos? Quizá el Gobi o el Ichibi le dijeron a Kurama lo que sucedió. —Yui estaba pisando sobre suelo quebradizo. Daruu respiró hondo y trató de mantener el rubor de su piel a buen resguardo. Esperaba que Ayame fuera capaz de hacer lo mismo—. O quizá al conceder su chakra a los Generales también puede ver lo que les sucede. Eso significaría que hay altas probabilidades de que ya sepa que podéis acudir en su ayuda al instante. Y los bijuus serán animales sin escrúpulos y jodidos monstruos —«Maldita sea, no, ¡no! ¡Peligro! ¡Danger!»—, pero Kurama al menos está demostrando que también sabe pensar. La próxima vez que vaya a por Datsue, contará con vosotros. Y, por tanto, será una jodida trampa.
»No, ni hablar. Se hará a mi manera. Ah —recordó de pronto—, y la próxima vez cuento con que me contéis detalles tan importantes como que podéis comunicaros a distancia con el jinchuuriki de Uzu... de manera inmediata. —Sonrió, y en aquella ocasión su sonrisa no transmitía muy buenas vibraciones.
Daruu tragó saliva, se levantó, miró a Yui a los ojos un breve instante e hizo una reverencia, tomando un camino difícil: callar sobre su colaboración con Kokuō. Un camino hacia una única dirección. No se podía volver atrás, porque si lo hacía, se jugaba el cuello. Se jugaban el cuello.
—Lo siento, Arashikage-sama. A partir de ahora, lo haremos. —Daruu se dio la vuelta cuando Ayame ya estaba casi en la puerta—. Nos vemos en la base de la torre. —Con toda la tranquilidad de la que fue capaz reunir, Daruu abrió la puerta y salió del despacho dirigiéndole una significativa mirada con Ayame—. Vamos. —Y así, sin decir ni una palabra, se dirigieron a un despacho vacío tal y como se les había ordenado, y redactaron un detallado informe en el que escribieron todo lo que hicieron y lo que vieron en aquella playa. Excepto, por supuesto, muchos de esos detalles que quizás en el futuro les costaran sus preciosas cabezas, como, por ejemplo, la conversación entre Kokuō y Shukaku.
Puntualmente, diez minutos después, los dos muchachos esperaban fuera de la recepción, auspiciados por el techado frente a las puertas de la torre.
—Vaya lío... —le dijo Daruu a Ayame, como único comentario—. ¿Qué querrá de nosotros ahora?
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Yui abrió las puertas de la torre y nada más toparse con Daruu y Ayame posó una mano en cada hombro de ellos, como si fuesen colegas de toda la vida, dándoles un apretón amistoso. Claro que para lo que la Arashikage era amistoso, para el mortal común era el pellizco de una pinza de diez toneladas de peso. De esos que dejaban un moretón por una semana.
— Bueno, ya sabéis lo que toca, ¿no? —dio por sentado— . No se mata a un General y uno se va a echar la siesta. ¡Hoy os vais de juerga con la Arashikage, coño! ¡A celebrarlo!
Se encontraban en un conocido local del Distrito Comercial, lleno de neones púrpuras, azules y verdes, que parpadeaban por todo el techo. Había una zona de baile, música alta, y varios reservados donde los grupos podían beber tranquilamente.
En uno de estos se encontraban nuestros tres protagonistas. En un sofá de cuero —Ayame y Daruu juntos, Yui al frente—, con varias botellas alcohólicas en la mesa y tres copas.
— ¡Entoncesh! ¡Contadme en qué condicionesh eshtaba Hanabi, que no me quedó claro! —Sí, Yui llevaba un par de copas encima— . ¡Cuando le chalvashteish el culo! —Vale, quizá eran más que un par. ¿Quién llevaba las cuentas, a aquellas alturas? Lo único que se sabía a ciencia cierta era que la mayor parte de botellas vacías que reposaban sobre la mesa eran responsabilidad de la Amekoro.
Daruu y Ayame ya le habían contado por aquel entonces más de una vez en qué condiciones lamentables se encontraba el Uzukage, pero Yui parecía haberle encontrado cierto gusto a aquella parte concreta de la historia.
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23/01/2020, 16:02
(Última modificación: 23/01/2020, 19:19 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Diez minutos más tarde (Ayame ocupó el tiempo dibujando su marca de sangre en la pared de la torre, tal y como le había sido ordenado), y con los ánimos ya más calmados, las puertas de torre volvieron a abrirse una vez más. Amekoro Yui en persona salió por estas y apoyó la mano sobre los hombros de Daruu y Ayame. Sus dedos se cerraron afectuosamente. Tan afectuosa cómo podía ser una pinza de acero. Ayame gimió para sus adentros, con los ojos anegados de lágrimas por el dolor, y tuvo que hacer acopio de toda su voluntad para no tirarse al suelo chillando.
— Bueno, ya sabéis lo que toca, ¿no?No se mata a un General y uno se va a echar la siesta.
A Ayame se le aceleró el corazón. ¿Les estaba proponiendo un ent...?
— ¡Hoy os vais de juerga con la Arashikage, coño! ¡A celebrarlo!
— Q... ¡¿QUÉ?!
Varias horas más tarde se encontraban los tres en un conocido garito del Distrito Comercial. Aquello fue lo peor que había vivido nunca. Cegada por brillantes luces de neón de todos los colores, ensordecida por música tan alta que retumbaba en su pecho, multitud de gente moviéndose y bailando de aquí para allá como pollos sin cabeza... ¡Qué demonios! ¡¿A aquello lo llamaban música?! Por no hablar de todo el alcohol que la rodeaba. Para alguien como ella, que prefería la calma y el silencio, aquel era el peor infierno en el que podían encerrarla.
«¿A esto llaman los humanos diversión?»
Ayame chasqueó la lengua, como única respuesta a la pregunta de Kokuō.
Pero era ella la que parecía ser la única que lo estaba pasando tan mal. Amekoro Yui, frente a ellos, ya había vaciado unas tres copas y varias botellas. Y Daruu, bueno...
La pobre kunoichi, aferrada a su refresco de naranja con gesto sombrío y cara de pocos amigos, se arrebujó aún más en el sofá de cuero, como si quisiera fundirse con él.
— ¡Entoncesh! ¡Contadme en qué condicionesh eshtaba Hanabi, que no me quedó claro! —preguntó por décima vez una ebria Arashikage, pese a que los chicos ya le habían ilustrado, con pelos y señales, aquella cuestión. Parecía que era lo único que le importaba de su encuentro con el General—. ¡Cuando le chalvashteish el culo!
«Qué vergüenza... Necesito salir de aquí...»
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Las puertas de la torre se abrieron tras ellos. La Arashikage apoyó las manos por sorpresa en los hombros de shinobi y kunoichi y apretó amistosamente con la fuerza de un compresor hidráulico. Daruu gimió de dolor y se agarró los hombros cruzando los brazos en cuanto la mujer dejó de apretarlos.
—Bueno, ya sabéis lo que toca, ¿no? —No— . No se mata a un General y uno se va a echar la siesta. ¡Hoy os vais de juerga con la Arashikage, coño! ¡A celebrarlo!
— ¿¡Cómo!? —exclamó—. ¿C... con usted?
Si Ayame estaba incómoda por el alcohol que estaban bebiendo los otros dos, Daruu lo estaba por motivos muy distinto. Allí había demasiada gente, hacía demasiado ruido y había demasiada luz. Daruu estaba extremadamente agobiado, y se encogía en la mesa refugiándose en su jarra enorme de hidromiel pluvial, su único oasis en medio de aquél alboroto. Claro que la de Los Kunai Cruzados estaba más buena, y además era un sitio mucho más tranquilo. Y normalmente no se bebía cuatro jarras por la ansiedad.
Y por eso Daruu estaba tan borracho como lo estaba Yui. Y por eso, por décima vez, le contó a Yui:
— Puesssh, mira, Yui. —Las formalidades se fueron ya con la segunda jarra—. El tipo... el tipo lanchó una teggnica para llevache todo el mérito, aunque al final fue Datchue quien lo aplachtó graciash a que lo retuvimosh. —Daruu chocó el puño contra la palma de la mano, aplastando al General figuradamente—. ¡Pum! Y luego... ¡luego Hanabi che quedó dormido! ¡El tipo agotó todo chu chaggra. Y mira que tiene chaggra el cabrón. Chi que lo malgashta.
Normalmente, cuando uno está borracho, no hace ni dice nada que no pensase ya. Lo malo es que dice lo que piensa, a veces literalmente. Bueno, si a Yui le gustaba la sinceridad, Daruu estaba a punto de soltar lo que le rondaba por la cabeza desde lo del despacho.
— Oie, Yuuui... Eschuche. Eschuche bien. Yyyo no veo lo de Protector del Pacto ese... No ché chi lo comprende, pero mi hogar eshtá en eshta bich, en esta bich, en esta villa coño. En estha villa. Me debo a eshta gente. La Alianza eshtá bien, ¿pero y chi un día hache falta un chinobi que mire mách por Amejajure que por la Aliancha, ¿eh? Algún día nechechitará eshe shinobi. Y eshe shinobi... eshe shinobi sheré yyyo.
» No te reté a un combate para coljarme una medaia... si firmo un vínchulo de changre... cherá porque me convierta en Arachikage... ¡HIP!
¡Bam! Sinceridad de borracho en la cara.
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Yui rio a carcajada limpia al oír cómo el Uzukage se había quedado dormido. Oh, sí, tenía un chakra nada desdeñable. Ella lo había sentido bien la última vez. Le había sorprendido para bien, a decir verdad. Hanabi tenía cara de necesitar unas cuántas vitaminas, ¡pero menudo chakra! Y tampoco era tan mojigato como aparentaba. Todavía recordaba bien cómo el cabrón la había intentado besar. ¡Hanabi, que ni pelillos le salían en el bigote! ¡Intentando darle un morreo!
Se carcajeó de nuevo solo de recordarlo. Lo cierto es que no recordaba mucho de aquella noche de kimadas. Lo único que tenía por seguro es que Shanise no le había dirigido la palabra en todo el viaje de vuelta.
Daruu la sacó de sus turbios y volátiles pensamientos de borracha, confesando sus inquietudes. Sus deseos. Su verdadera meta. Yui apenas tardó un segundo en reaccionar. Al menos, en su mente. Quizá en la realidad fuesen unos cuantos más. Se levantó como un resorte, se subió a la mesa, y con un equilibrio nada propio de una borracha, le tomó por el cuello de la camisa y le levantó de un tirón.
—Tú… Daruuuu…
Todo el local pareció ensombrecerse de pronto. La música pasó a un segundo plano, como si sonase fuera, tras las paredes. Las luces de neón perdieron brillo. Los camareros, los clientes, los borrachos incluso, parecieron ralentizar su caminar, o sus bailes desacompasados, mientras sus miradas se veían atraídas por el imán que era Yui. Todos conteniendo la respiración, como si un relámpago fuese a caer de pronto.
—Túuuu… Daruu… ¡TÚ ERESH DE LOSH MÍOSH! —y le dio una fuerte palmada en la espalda. Amistosa, por supuesto. Muy amistosa—. No che hable másh, no che hable másh. Chi esho esh lo que quieres, ¡concedido! —exclamó, con el pecho henchido en orgullo. Si Daruu quería permanecer en la Tormenta, ¡que así fuese! Total, a ese ritmo iba a matar él más Generales que todos esos Protectores juntos. Sus ojos, algo desenfocados, fueron a parar en Ayame. Y en su vaso—¡Ayame, no me cheash eshtirada! —exclamó al darse cuenta que no había bebido más que refresco de naranja en todo el tiempo que llevaban allí—. ¡Bébete algo de verdad, coño!
»¡Camarero! —gritó, todavía con un brazo sobre los hombros de Daruu, que le servía como punto de apoyo para no perder el equilibrio a aquellas alturas de la noche—. ¡UNA RONDA PARA TODOSH! ¡PARA TODO AMEJIN DE JUERGA Y PARA VOCHOTROSH TAMBIÉN! ¡INVITA LA ARASHIKAGE!
Levantó una copa cargada que perdió la mitad de su contenido por el bamboleo.
—¡¡UN BRINDISH!! ¡¡POR DARUU!! ¡¡POR ACHAME!!
»¡¡¡POR LOS MATAGENERALESH!!!
Y aquel pub de Amegakure no Sato se convirtió en un auténtico hervidero de hurras, gritos de amor a la patria, y vítores a los jodidos Matagenerales.
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23/01/2020, 20:03
(Última modificación: 23/01/2020, 20:08 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
— Puesssh, mira, Yui —Volvió a explicar Daruu, por décima vez también. El chico también se había refugiado entre jarras de hidromiel, que corrían como ríos de alcohol. Aquella ya era la cuarta, constató Ayame, con gesto hastiado—. El tipo... el tipo lanchó una teggnica para llevache todo el mérito, aunque al final fue Datchue quien lo aplachtó graciash a que lo retuvimosh. —Daruu chocó el puño contra la palma de la mano, describiendo un aplastamiento figurado—. ¡Pum! Y luego... ¡luego Hanabi che quedó dormido! ¡El tipo agotó todo chu chaggra. Y mira que tiene chaggra el cabrón. Chi que lo malgashta.
Y Yui volvió a reírse a carcajada limpia por décima vez. Para entonces Ayame ya tenía más que claro que lo único que le interesaba de aquella historia era la parte en la que el Uzukage quedaba para el arrastre. Con un suspiro cargado de cansancio, la muchacha le pegó otro sorbo a su refresco. Y entonces Daruu volvió a hablar:
— Oie, Yuuui... Eschuche. Eschuche bien. Yyyo no veo lo de Protector del Pacto ese... —confesó de repente. Y Ayame se volvió hacia él, tan alarmada como sorprendida por aquella súbita revelación.
— Daruu, ¿estás seguro de...?
— No ché chi lo comprende, pero mi hogar eshtá en eshta bich, en esta bich, en esta villa coño. En estha villa. Me debo a eshta gente. La Alianza eshtá bien, ¿pero y chi un día hache falta un chinobi que mire mách por Amejajure que por la Aliancha, ¿eh? Algún día nechechitará eshe shinobi. Y eshe shinobi... eshe shinobi sheré yyyo. No te reté a un combate para coljarme una medaia... si firmo un vínchulo de changre... cherá porque me convierta en Arachikage... ¡HIP!
Ayame se había quedado de piedra, congelada en el sitio y con la boca abierta. ¿Estaba hablando en serio? No solo renunciaba a su puesto como Protector de la Alianza, sino que ahora además lanzaba de forma directa su intención de sobrepasar a Yui y alzarse como Arashikage. Aterrada, la muchacha se giró lentamente hacia Yui. La mujer se levantó de repente, sobresaltándola, se subió a la mesa y cogió a Daruu por el cuello de la camiseta, alzándolo en vilo. Y todo a su alrededor pareció apagarse: las luces de neón, la música, el jolgorio... Todo se congeló bajo la ira de la Arashikage.
— Tú… Daruuuu…
— ¡A... ATASHIKAGE-SAMA! —suplicó Ayame, poniéndose en pie también—. ¡Yui-sama, perdónelo! ¡Es el alcohol! ¡No sabe lo que...!
— Túuuu… Daruu… ¡TÚ ERESH DE LOSH MÍOSH! —clamó, dándole una sonora palmada en la espalda. Ayame, temblorosa y aliviada, se dejó caer de nuevo en el sillón con un profundo suspiro—. No che hable másh, no che hable másh. Chi esho esh lo que quieres, ¡concedido! —exclamó, rebosante de energía. Entonces sus ojos se posaron en Ayame. Y en el vaso de refresco que sostenía entre sus manos. Ella se estremeció—. ¡Ayame, no me cheash eshtirada! ¡Bébete algo de verdad, coño!
— No, Arashikage-sama, en realidad yo...
— ¡Camarero! —gritó, aún apoyada en el cuerpo de Daruu. Estaba claro que había hecho caso omiso a su kunoichi—. ¡UNA RONDA PARA TODOSH! ¡PARA TODO AMEJIN DE JUERGA Y PARA VOCHOTROSH TAMBIÉN! ¡INVITA LA ARASHIKAGE! —Yui levantó la copa aún llena, que se desparramó y terminó salpicando a una asqueada Ayame—. ¡¡UN BRINDISH!! ¡¡POR DARUU!! ¡¡POR ACHAME!!
»¡¡¡POR LOS MATAGENERALESH!!!
El pub estalló en vítores y hurras y gritos. Y más gritos. Y Ayame se dejó caer sobre la mesa.
Horas más tarde, muchas horas más tarde, Ayame llegó al fin a casa. Y lo hizo como un verdadero zombie. Tiró las llaves de cualquier manera a la mesita de entrada y, tras descalzarse, avanzó arrastrando los pies hacia el comedor. Tanto su padre como su hermano salieron de sus respectivas habitaciones al escuchar el sonido. El enfado en el rostro pasó a la absoluta confusión al comprobar en el estado en el que llegaba su hija.
— ¿Dónde narices te habías metido?
— Nos hemos ido de fiesta con Arashikage-sama —respondió, como si viniera en realidad de un entierro.
— ¡Ayame, la próxima vez que te vayas a inventar una excusa tan estúpida como...! Esa... —se interrumpió a mitad de grito, cuando sus ojos se cruzaron con los de su hija y vio... Lo vio todo.
— Me voy a dar una ducha. O dos. Quizás tres —dijo ella, continuando hacia el cuarto de baño.
Estaba asqueada. Profundamente asqueada. Apestaba a alcohol y a tabaco, y eso que ella no había consumido nada de eso. La música aún retumbaba en sus oídos y sus pupilas no habían terminado de habituarse a la luz natural de nuevo.
¿Pero qué había hecho ella para merecer una tortura así?
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Y ya está. No pasó nada. Daruu cogió la jarra de hidromiel por el asa y le dio otro largo trago. Cuando reposó el vaso contra la mesa, Yui ya estaba de pie. Le miraba. Le miraba y los ojos le brillaban peligrosamente. Instintivamente, Daruu se echó hacia atrás, pegando la espalda contra el sofá. La Arashikage se subió a la mesa, se agachó y le agarró por el cuello del jersey, levantándolo de un tirón sin el menor problema. Daruu tragó saliva y cerró los ojos.
—Tú… Daruuuu…
—¡A... ARASHIKAGE-SAMA! —suplicó Ayame, poniéndose en pie también—. ¡Yui-sama, perdónelo! ¡Es el alcohol! ¡No sabe lo que...!
— Yo... yoooo... —logró balbucear el shinobi.
Daruu no era el único que se había quedado sin palabras. El intenso murmullo de antes, que acompañaba a la música hasta casi sonar más alto que ella, se había detenido. Así lo hizo también el ruido de vasos, copas y jarras. Todo el mundo les estaba mirando, y Daruu se empequeñeció un poco más. Sus manos se movieron casi instintivamente, juntándose. Tenía que salir corriendo de allí. ¿Tenía alguna marca en algún sitio? Mierda, no se acordaba. No se acordaba, no se acordaba, no se acor...
—Túuuu… Daruu… ¡TÚ ERESH DE LOSH MÍOSH! —Bramó la Arashikage, sin embargo, y el Hyūga sintió un golpetazo en la espalda. Se hundió entre el cuello y el hombro de Yui y sin duda hubiera clavado los dientes si hubiera tenido los huevos para hacerlo, lástima que ahora mismo los tenía en el gaznate. El muchacho cayó de pie al sofá y se recompuso como pudo, mientras la Arashikage retiraba su intención de nombrarlo Protector del Pacto tal y como había solicitado y reprimía a Ayame por no beber algo de verdad. Luego, todavía apoyada en sus hombros, casi aplastándole, la mujer invitó una ronda a todo el pub.
Yui pidió un brindis, y le llenó a él, a Ayame, al sofá y a la mesa de lo que fuera que estuviera bebiendo. Y Daruu, confundido y terriblemente mareado, fue laureado con vítores y hurras ante una hazaña que sólo había considerado como suya para maquillarla a ojos de una líder que podía arrancarte la cabeza de una patada si se consideraba con ánimos para ello.
Iba a ser una noche muy larga.
Daruu despertó con un terrible dolor de cabeza. Todo le daba vueltas, e incluso la tenue luz de la pluvial Amegakure le molestaba a los ojos. Se reincorporó quejicoso y se giró, metiendo los pies en los zapatos de estar por casa, rellenos de lana. Ah... qué calentitos. La boca. Oh, dioses, la boca le sabía a mierda. Se levantó y abrió la puerta de su habitación. Giró el pasillo a la izquierda y abrió la puerta del baño. Encendió la luz, entrecerró los ojos y se miró al espejo. Menudo careto. Cogió el cepillo de dientes y la pasta, y cuando estaba a punto de empezar a lavarse los dientes recordó todo.
Lo que habían hecho.
Lo que había dicho.
Se quedó mirando al fantasma pálido que le devolvía la mirada en el espejo, muy quieto, con el cepillo de dientes metido en la boca, y deseó que le tragase la tierra.
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