Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
«En el Valle del Fin. El día 15 de Despedida. Estaré entre las tres estatuas.»
Aquellas habían sido las instrucciones que le había dejado Ayame a Datsue, para que concertara la reunión con su misterioso amigo: Reiji. Sasaki Reiji. ¿Por qué no le dejaba de sonar aquel nombre?
Fuera como fuese, tal y como había comunicado, el día quince del mes, a primera hora de la mañana, una figura encapuchada y cubierta con una gruesa capa de viaje blanca se alzaba sobre las aguas contemplando con gesto pensativo las tres estatuas de los primeros Kage que se alzaban imponentes a su alrededor guardando el sagrado Valle del Fin: Uzumaki Shiomaru, Koichi Riona, Sumizu Kouta... Los tres primeros Kage de las tres nuevas aldeas, aquellos que sacrificaron sus vidas en pos de proteger a la humanidad de la amenaza de los bijū.
O al menos eso es lo que contaba la historia oficial, la que todo el mundo conocía. Porque toda historia cuenta con múltiples facetas, y los bijū tenían su propia versión de los hechos. Ayame expulsó el aire por la nariz. Ahora que conocía ambas versiones, se sentía muy diferente estar entre aquellas estatuas. Ya no sentía aquella admiración, ni ese profundo respeto infundido. Era... otra cosa diferente que no sabía cómo definir.
«Sólo espero que Kurama no se haya enterado también...» Tragó saliva, con esfuerzo y miedo.
La última vez que había estado allí había sufrido el ataque de Kuroyuki y su sello había sido revertido. Y Ayame era bien consciente de que, de haber un segundo encuentro con un General, esta vez no se andaría con chiquitas. Kurama ya sabía que Kokuō se negaba a seguir sus directrices por lo que la próxima vez que se encontrara con un General, como ya había ocurrido con el shinobi de las explosiones, el combate sería a vida o muerte.
Un sonido seco la sacó de sus pensamientos, y la kunoichi volteó la cabeza con rapidez, buscando su origen.
La vida daba muchos giros interesantes, muchas veces, cuando menos lo esperabas. Yo era un don nadie, o eso creia. No era mas que la sombra de un shinobi, la vergüenza que una aldea jamas mostraria a las demás.
Esa era la imagen que tenía de mi mismo hasta justo ese verano. Pero había descubierto que yo podía hacer, ser mas, ser mejor. Y encima me habían dado una misión que parecía ser importante.
—Eso que se ve allí son las estatuas de los tres primeros Kages. Se alzaron para honrar su memoria por salvar a los humanos de los Bijuu, pero después de hablar con Gyūki, ya no estoy seguro se que sean héroes.
Si. Estaba de camino al valle del fin. Datsue me había dicho que allí podría encontrarme con Aotsuki Ayame, la guardiana de Kokuō, el día quince de Despedida. Obviamente me acompañaba Yuuna. Aunque Gyūki me había dado su chakra a mi, ella también estaba allí cuando él nos pidió el favor. A todos.
Pero Katsudon era un hombre ocupado, lo normal siendo la mano derecha de Hanabi, y no había sido posible que nos acompañara. El equipo Takoyaki estaba incompleto sin él.
Por lo menos, podía aprovechar para enseñarle a Yuuna un poco mas de la tierra de los shinobis.
—Bueno, quizás hicieron lo que hicieron pensando que era lo mejor para sus gentes, es probable no tuvieron la suerte como nosotros, de tener la oportunidad de dialogar con los Bijuus.
—Puede que tengas razón, aunque tampoco creo que exista nadie vivo de aquella época, que pueda contarnos lo que sucedió realmente.
Si. Era injusto juzgar a lo muertos por cosas que no sabíamos a ciencia cierta. Lo que hubiera pasado allí era cosa del pasado y ahora era el momento de crear un nuevo futuro, esta vez, al lado de los Bijuus.
Tardamos un poco mas en llegar al lugar exacto. Datsue no nos había dado mas información excepto el nombre y el lugar. ¿Como era? ¿Había alguna señal para que me reconociera? El muy mamón no había dicho nada mas.
Efectivamente, allí había una persona. Ataviada se pies a cabeza con una capa de viaje blanca, y tenia la capucha puesta, por lo que costaba un poco distinguirla. Nosotros también llevábamos capas de viaje, de color gris, aunque llevábamos el rostro al descubierto.
Quizás lo cauto hubiese sido hacer como aquella figura e ir encapuchados. ¿Y si no era Ayame? Podía sacar a pasear el chakra de Gyūki para que, si era ella, kokuō supiera reconocerme. Pero...
¿Y si era un esbirro de Kurama que se había presentado allí por que el zorro se había enterado de todo aquello? Ese también sabría reconocerme. Sabría que Gyūki estaba vivo e irían tras él.
En realidad no tenía forma de saberlo, por lo que solo quedaba proceder con cautela.
—¿Hola?
Tenia la mano sobre la empuñadura de Tsubame, solo por si acaso. Y no dije nada más, por que cualquier nombre, si aquella figura era un enemigo, podría delatarnos.
Ayame se tensó momentáneamente al ver a dos personas en lugar de una sola. Ambos iban vestidos con capas grises de viaje, pero no cubrían sus rostros con una capucha como ella. Una de ellas era una mujer de cabellos rubios y largos, ojos grises como el acero y una cicatriz atravesándole la cara. Desde luego, no era la típica persona con la que le gustaría tener un problema. Pero sus ojos se abrieron como platos al ver a su acompañante: un chico de cabellos oscuros recogidos en una coleta baja.
—¿Hola?
Ayame se había quedado con la boca abierta al reconocerle. ¡Ahora sabía de qué le sonaba el nombre de Reiji! ¡No era otro que ese idiota que se puso a defender a un timador en mitad de las calles de Uzushiogakure!
—T... ¡¿Tú?! —exclamó, quitándose la capucha de golpe para que la viera. ¿¡Pero qué clase de broma del destino era aquella!?
¡Claro que me sonaba su nombre! Mas allá de ser la muchacha que perdió el control y casi se carga la mitad de uzushiogakure y a sus gentes, era la muchacha que...
Me llevé la mano a la cara. Había sido un idiota mucho antes de todo lo del país del hierro, y ahora todo eso volvía. ¿Por que la vida era tan jodida a veces?
—¿Tu? ¿La conocías?
Si que la conocía, si, pero seguro que no era por las muchas cosas que posiblemente le estaban pasando a Yuuna por la cabeza.
—Pues sí... Pero no sabia que era la misma persona. Yo llegué tarde cuando paso lo del estadio.
Para cuándo yo había llegado, ella ya no estaba en el estadio. Lo único que sabia era que había perdido el control, y que de no ser por Datsue, la mitad de uzushiogakure estaría destruida y arrasada. Por ni hablar de las posibles muertes.
Pero no había ido allí a hurgar en la herida, ni a buscar confrontación. Al revés. Había ido en buscado de un aliado, y si tenia que ser el único culpable...
—Mira... —Dije mirando a Ayame. — Siento lo de la otra vez ¿Vale? Me comporté como un idiota, y yo mismo fui mas tarde a entregarle mi Bandana a Hanabi, viví cómo un civil después de aquello.
Bueno. Había muchas más razones por las que, cuando fui a entregar la bandana no me sentía un auténtico ninja, pero aunque no lo había admitido ante Hanabi, aquel encuentro con Ayame había influido, aunque muy poco, en mi decisión.
—¿Pero qué hiciste?
Me había prometido a mi mismo ser completamente sincero con Yuuna. Nada de mentiras.
—Había un hombre engañando a la gente para ganar dinero. En ese momento no creí que fuera un crimen intentar ganarse la vida de esa manera, e incluso llegué a compararlo con lo que hacían los ninjas.
»Ayame destapo el pastel utilizando unas agujas, y en vez de ponerme de su parte la acusé de utilizar armas contra un civil.
Aquello era un resumen rápido de lo que había pasado aquél día. Ni recordaba si había dicho alguna tontería mas, así que ni me corté a la hora de preguntarle a Ayame.
Y ella no fue la única sorprendida. Estaba claro que él también la había reconocido, así lo demostró restregándose la mano por la cara.
—¿Tu? ¿La conocías? —preguntó la mujer.
—Pues sí... —respondió él—. Pero no sabia que era la misma persona. Yo llegué tarde cuando paso lo del estadio.
Las mejillas de Ayame se encendieron al escucharle. ¿Eso era lo que querían hablar con ella? ¿El tema del estadio? ¡Ella ya se había disculpado ante el mismísimo Uzukage! ¿Qué más querían que hiciera? Estaba a punto de protestar cuando Reiji volvió a hablar:
—Mira... Siento lo de la otra vez. ¿Vale? Me comporté como un idiota, y yo mismo fui mas tarde a entregarle mi bandana a Hanabi, viví cómo un civil después de aquello.
Ayame fue incapaz de responder de inmediato. Se había quedado boquiabierta, primero por la súbita e inesperada sorpresa y después por aquella revelación.
—¿Pero qué hiciste? —Fue la acompañante del Uzujin la que expresó su misma cuestión.
—Había un hombre engañando a la gente para ganar dinero. En ese momento no creí que fuera un crimen intentar ganarse la vida de esa manera, e incluso llegué a compararlo con lo que hacían los ninjas. Ayame destapo el pastel utilizando unas agujas, y en vez de ponerme de su parte la acusé de utilizar armas contra un civil —Reiji se volvió hacia Ayame—: ¿Me he dejado algo?
—Eh... no... creo que no... —balbuceó, terriblemente confundida. Al final, sin saber muy bien cómo actuar ante la situación, agitó una mano en el aire—. Mira. Da igual. Es cosa del pasado, y ocurrió hace mucho tiempo. —Habían pasado muchas cosas desde entonces. Cosas mucho peores. No se sentía con ganas de enfadarse por algo tan trivial. Por eso, Ayame avanzó hacia ellos, abandonó las aguas del lago y se posó frente a ambos. Sus ojos se dirigieron hacia la mujer de cabellos rubios—. A Reiji lo conozco, pero creo que a ti no... Mi nombre es Aotsuki Ayame, es un placer.
—Eh... no... creo que no...Mira. Da igual. Es cosa del pasado, y ocurrió hace mucho tiempo.
Pues menos mal, por que el resto de la historia era yo hundiendome en, irónicamente, una espiral de desesperación y sentimientos negativos, para finalmente irme al despacho de Hanabi y darle la Bandana.
Yuuna parecía que tampoco sabía muy bien que palabras utilizar, pero parecía de acuerdo en no remover más el pasado. Para mi genial, por que cuanto más atrás miráramos, peor seria para mí
—A Reiji lo conozco, pero creo que a ti no... Mi nombre es Aotsuki Ayame, es un placer.
Si, aunque quizás no nos conocimos en las mejores circunstancias. Claro que, por mi culpa. Suspiré al recordarlo. Al final era yo mismo el que volvía a mirar hacia atrás.
—Sendo Yuuna, encantada.
Recapacitando, quizás el dios de la fortuna había vuelto a señalarme para darme una oportunidad de arreglar aquel desencuentro que había tenido con la chica de Amegakure.
Aunque quizás había vuelto a no empezar con el mejor pie.
—Nosotros tampoco venimos a hablar de las cosas del pasado, lo de antes era meramente informativo, para que Yuuna supiera por que aunque te conocía, no sabia que tú eras la Jinchuriki.
De hecho, no lo había sabido hasta justo ese momento. Y mira que el nombre de Ayame no paraba de sonarme cuando lo habían dicho Datsue y también Hanabi.
—Sendo Yuuna, encantada —se presentó la mujer, y Ayame inclinó la cabeza en señal de respeto.
—Nosotros tampoco venimos a hablar de las cosas del pasado, lo de antes era meramente informativo, para que Yuuna supiera por que aunque te conocía, no sabia que tú eras la Jinchūriki.
—Pues, a estas alturas, debías de ser una de las pocas personas en Ōnindo que no lo sabía... —replicó Ayame, con una sonrisa nerviosa. Después de todo, entre una cosa y otra, el misterio como Guardiana del Cinco Colas no había tenido mucho éxito como secreto. Y sólo ella había tenido la culpa de ello.
—¿Hasta donde te a contado Datsue?
Ayame se volvió hacia Reiji y le miró con intensidad. Antes de hablar, miró a su alrededor, asegurándose de que no hubiese nadie por las cercanías. Y aún así, bajó la voz al hablar:
—Que te encontraste con un bijū en mitad del mar y te contó que Kurama está espiando las reuniones entre sus Hermanos. ¿Es eso verdad?
—Que te encontraste con un bijū en mitad del mar y te contó que Kurama está espiando las reuniones entre sus Hermanos. ¿Es eso verdad?
Para todo lo que le había dicho a Datsue, el cabrón había sido muy escueto con Ayame. Pero por lo menos le había avisado de lo las reuniones, que era lo mas importante. Esperaba que la hubiese avisado de otra forma, por que me puso algo nervioso que hablara tan bajito y mirando a su alrededor.
—Si, es cierto, pero es mejor decir que nos lo encontramos, Yuuna también estaba allí.
Aunque claro, era un poco difícil de creer, cualquiera podía llegar y decir que se había encontrado con un bijuu así por que si, por las buenas. Pero gracias a Gyūki podía demostrarlo.
—Nos encontramos con Gyūki, no se si te sonara el nombre, pero a Kokuō seguro que le suena. Y se que no os lo vais a creer así por que si, ni tu, ni el bijuu, por suerte,— No sabia si me escuchaba, pero como Shukaku parecía que si, le hablé directamente al Bijuu. —Tu hermano me dejó algo para demostrar que no miento, seguro que reconoces esto.
Lo hice una segunda vez. Quizá había un modo mas sencillo y menos tortuoso, pero recordar la sensación de ver a Yuuna ahogarse en el mar y no llegar a tiempo era para mi la forma mas sencilla de hacerlo.
Como había hecho frente a Shukaku, me cubrí con el chakra de gyuki de pies a cabeza. Eso debería ser suficiente para que Kokuō sintiera que era el chakra de su hermano y no un charlatán cualquier inventándose una historia.
¤ Capa de Chakra (Versión 1) - Tipo: Apoyo, Ofensivo - Requisitos: Ninguno - Gastos: 21 CK por onda de chakra - Daños:
12 PV por quemadura
25 PV por coletazo
35 PV por onda de chakra
- Efectos adicionales:
El CK del bijuu accesible del usuario regenerará si no se usa chakra del bijuu
+12 a Fuerza, Resistencia, Aguante, Agilidad y Poder
Defensa de 10 PV
-10 PV/turno en caso de no controlar al bijū
- Velocidad: Muy rápida (onda de choque) - Alcance y dimensiones: -
La primera capa de chakra forma un denso velo de energía alrededor del jinchūriki. Esta capa, similar en apariencia a un líquido en ebullición, es burbujeante y de color morado y dota al jinchūriki de una cierta protección física. Los cambios físicos que son experimentados son más pronunciados que durante el Aspecto de Bijū, pero además se forman los cuernos encima de su cabeza y de una hasta ocho colas tras el final de su espalda a partir de la capa de chakra y con las que son capaces de interactuar con el entorno.
Para los jinchūriki que no han aprendido a controlar a sus bijū, el chakra de la bestia tenderá a ser perjudicial: experimentará un proceso de corrosión en su propio cuerpo que finalmente podría terminar dañándolo con un uso prolongado. Esto también se aplica a aquellos que entren en contacto con ellos.
Esta capa de chakra suele adquirirse por un creciente estado de rabia, tensión, estrés o peligro, cuando el sello que contiene al bijū se debilita y en consecuencia deja al jinchūriki en un estado de menor control sobre su propio cuerpo con cada cola liberada. Aunque no se ha observado que los jinchūriki lleguen a perder por completo el control en este estado, sí es cierto que se vuelven más salvajes y agresivos.
En el caso del jinchuuriki del Hachibi, si no ha controlado a su bijuu, normalmente este estado presenta de una a tres colas. La cuarta puede ir emergiendo poco a poco. Si llega a emerger por completo, alcanza lo que se conoce como Versión 2 y pierde el control.
Me restaría 10 CK ( A datsue se le olvidó quitarme 20 de su tema, por lo apunto aquí para que no se me olvidé otra vez)
16/02/2020, 13:52 (Última modificación: 16/02/2020, 13:54 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Si, es cierto, pero es mejor decir que nos lo encontramos, Yuuna también estaba allí —añadió Reiji, y Ayame miró de reojo a su compañera—. Nos encontramos con Gyūki, no se si te sonara el nombre, pero a Kokuō seguro que le suena.
—Gyūki... —repitió ella, memorizándolo. Ella sólo lo había conocido por el Ocho Colas, y sólo porque se lo había dicho Kokuō. Sabía bien que los a los bijū les gustaba que se refirieran a ellos por sus verdaderos nombres y no por esos denominativos que les habían otorgado los humanos, así que intentó grabárselo a fuego en su memoria por si algún día llegaba a encontrarse cara a cara con él. Aunque su memoria con los nombres era, más bien, volátil.
—Y se que no os lo vais a creer así por que si, ni tu, ni el bijū, por suerte, tu hermano me dejó algo para demostrar que no miento, seguro que reconoces esto.
Ayame le miró sin comprender. Pero no tardó en hacerlo. Y se llevó un buen susto cuando Reiji fue envuelto de repente por una capa de chakra burbujeante de color púrpura, y esa misma energía se arremolinaba en torno a su cabeza en forma de dos cuernos de toro y tras su cuerpo en varias colas. La kunoichi, que no había podido evitar retroceder presa de la impresión, se había quedado blanca como la leche y le observaba con los ojos abiertos como platos.
«¿Así... me veía... cuando perdía el control...?» Se preguntó. Era una sensación terrorífica, el mero contacto de aquella energía con el aire le ponía los pelos de punta. Pero Reiji no parecía haber perdido el control. De hecho... ¡¿Era un jinchūriki siquiera?!
«No. No siento a Gyūki en él, sólo su energía. Parece que... de alguna manera, le ha concedido parte de su poder a este humano.» Kokuō hizo una breve pausa antes de añadir—: «Déjeme hablar con él, Señorita. Cara a cara. En mi verdadera forma.»
—¿Estás segura? —respondió, pero por puro reflejo no lo hizo de forma mental, sino que sus labios lo reprodujo en forma de susurro. Al final lanzó un profundo suspiro y volvió a mirar a su alrededor. Después cruzó los dedos índice y corazón de una mano con los de la otra y una pequeña nube de humo estalló junto a ella.
Y cuando el viento se llevó los jirones reveló la figura de una criatura del tamaño de un caballo, y con el cuerpo de uno, pero con cabeza de cetáceo y ojos aguamarina con una sombra roja como la sangre bordeando su párpado inferior. Su pelaje era de un color que mediaba entre el blanco y el crema en los extremos de los cuatro cuernos puntiagudos que lucía orgullosa sobre su cabeza y las cinco colas que ondeaban tras su cuerpo.
—Reiji, Yuuna, os presento a Kokuō... —los presentó Ayame.
¤ Bijū Bunshin no Jutsu ¤ Técnica del Clon de la Bestia con Colas - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos:Ninjutsu 70, Amistad con el Bijū - Gastos: 50 CK (impide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: - - Sellos: Sello de clonación especial - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Técnica inspirada en el Kage Bunshin no Jutsu; sin embargo, al contrario que en esta, el usuario no divide su chakra para crear los clones, sino que tira del chakra de su Bijū y lo proyecta al exterior. De esta manera crea una réplica real del shinobi que lo usa, pero con los rasgos del Bijū en cuestión (en el caso de Ayame, el pelo blanco con las puntas de color crema y los iris aguamarina con una sombra roja bajo el párpado inferior) y su personalidad, por lo que podrán ser diferenciados sin ningún tipo de problema ni necesidad de Dōjutsu. Además tiene total libertad de movimiento con respecto a su creador.
Al realizar esta técnica, el usuario deja de tener acceso al chakra del Bijū, pues es este quien lo adquiere como reserva de energía (100 CK), y a las habilidades innatas que le otorga. Además, el clon del Bijū será capaz de realizar tanto las técnicas del usuario como las técnicas que tiene como Bijū, pero no podrá acceder a las diferentes formas de Jinchūriki (capas de chakra y demás). Sin embargo, esta técnica no replica las armas y herramientas del usuario, por lo que deberá pasárselas en caso de que necesitara utilizarlas. Al ser una réplica real y no ilusoria, también puede sangrar, aunque se dispersará ante tres golpes físicos o un ataque lo suficientemente fuerte (30 PV), o si el usuario original de la técnica sufre un daño único de más de 50 PV.
En el momento del desvanecimiento de la réplica, el Bijū volverá al interior del cuerpo del Jinchūriki en el que se encuentra sellado, y con él el chakra restante que le quedara en ese momento.
Alterador (Chibi Bijū Bunshin no Jutsu - Técnica del Clon de la Pequeña Bestia con Colas): Con esta variación de la técnica, la réplica del Bijū no adquiere la forma humana del usuario en cuestión, sino que toma la forma original del Bijū pero en una versión mucho más disminuida de tamaño. En el caso de Kokuō, pasaría a tener como máximo el tamaño de un caballo adulto y, dado que no cuenta con manos para realizar sellos, no podría realizar las técnicas del usuario sino que se limitaría a las suyas propias como Bijū. El uso de esta alteración de la técnica se ve limitado a uno por día.
«Desgraciadamente no puedo hacerte libre... Pero al menos podemos ser compañeras.» —Aotsuki Ayame.
Tanto Yuuna como Ayame retrocedieron al ver el chakra de Gyūki. Para Yuuna era la primera vez, por que cuando se lo enseñé a Datsue no estaba y el día del puerto... Estaba inconsciente. En cuanto a Ayame... Supongo que no te miras al espejo cuando sacas el chakra del bijuu a pasear.
Pero vaya, por sus caras, debía verme horriblemente feo. Datsue no reaccionó así. El... Se emocionó mas.
—¿Estás segura?
—¿Eh? ¿De que?
Pero al parecer, como hacía Datsue, Ayame hablaba en voz alta con el Bijuu, como Datsue. Lo descubrimos unos segundos mas tarde, cuando con un sello, una figura del tamaño de un caballo, y con una forma similar, pero con cabeza de delfín o algo así, apareció de una nube de humo.
Ciertamente era... Pequeño. Al menos comparado con Gyūki. Pero eso no evito que retrocediera un paso, y tampoco a Yuuna.
—Reiji, Yuuna, os presento a Kokuō...
—Le imaganiba mas... Grande. —Se me escapó. — Perdón, perdón, pero recuerdo a Gyūki del tamaño de una montaña.
Me di cuenta de mi error y enseguida rectifique. Aún así, había una cosa que me llamaba la atención. Gyuki era una mezcla de toro y pulpo. Kokuō era una mezcla de caballo y delfín. ¿Serian todos los bijuus algo así como mitad bicho marino, mitad bicho terrestre? La verdad es que a Shukaku no le había visto.
—Bueno, encantando de conocerte Kokuō, tendrás que disculpar que no mantenga el chakra de tu hermano, pero se va para no volver, y necesito pruebas frente al resto de tus hermanos, si es que aparecen...
—Encanta de conocerte Kokuō.— Saludó también Yuuna. Al menos ella no se le escapó nada sobre el tamaño.
Desactivé la capa de chakra del ocho colas. Por lo menos iba a necesitar el chakra para presentarme ante uno más. Pero quien sabe si aparecerían en algún momento los demás. No podía desperdiciar ese chakra. Se lo debía a Gyūki.
—Se que es mucho pedir, tu hermano me contó las cosas horribles que os han hecho los humanos a lo largo del tiempo y entendería que te negaras a escucharnos, pero traigo un mensaje de su parte, y me gustaría que lo escucharas por favor.
—Le imaganiba mas... Grande —soltó Reiji, y Ayame miró de soslayo a Kokuō con cierta preocupación. Conociendo su orgullo, no se habría tomado aquel comentario demasiado bien. Y así era, el bijū prácticamente estaba taladrando con la mirada al muchacho—. Perdón, perdón, pero recuerdo a Gyūki del tamaño de una montaña.
Kokuō resopló.
—Soy mucho más grande de lo que sus mentes pueden llegar a imaginar —replicó, henchida de orgullo.
—Sí, pero lo último que queremos es que nos vean desde Kusagakure —rio Ayame, tratando de relajar el ambiente.
—Bueno, encantando de conocerte Kokuō —añadió Reiji—, tendrás que disculpar que no mantenga el chakra de tu hermano, pero se va para no volver, y necesito pruebas frente al resto de tus hermanos, si es que aparecen...
Dicho y hecho, la capa de chakra desapareció de su cuerpo como si nunca hubiese existido.
«Se va para no volver... ¿Quiere decir eso que le prestó un poder limitado?» Se preguntó Ayame, ladeando la cabeza con cierta curiosidad. Jamás había visto algo así, que un bijū decidiera ceder su poder a un humano sin estar encerrado en él... ¿Era posible algo así? Habría sido maravilloso que hubiese existido esa posibilidad para Kokuō, pero ambas sabían que ya no podían existir la una sin la otra. Para obtener la libertad definitiva, Ayame tendría que morir...
—Encantada de conocerte Kokuō —saludó Yuuna, de forma más educada. Y Kokuō inclinó la cabeza ante ella.
—Se que es mucho pedir, tu hermano me contó las cosas horribles que os han hecho los humanos a lo largo del tiempo y entendería que te negaras a escucharnos, pero traigo un mensaje de su parte, y me gustaría que lo escucharas por favor.
—Le escucho —respondió Kokuō de inmediato. No habría salido al exterior si esa no fuera su intención. De hecho, sentía cierta curiosidad sobre por qué su hermano habría decidido concederle su poder a un humano como aquel.
Suspiré aliviado. Había metido la pata de nuevo cuando se me escapó que era chiquitin, pero por lo menos no se había dado media vuelta y largado.
Pero al menos iba a escuchar.
—Como Datsue ha contando bastante poco empezaré por como nos encontramos con Gyūki, te parecerá irrelevante ahora, pero es importante. —Bueno, a ver, la parte en la que nos lo encontramos fue puera casualidad, suerte, azar. Quizás el destino. Pero el cómo llegamos a eso, si era importante. —Viajábamos por el mar en dirección al pais del hierro en un barco de suministros cuando nos atacaron unos ninjas con un símbolo que no conocíamos. Sus bandanas mostraban un copo de nieve. No sabemos por que nos atacaron, pero mataron a toda la tripulación.
En realidad, con la ayuda de Datsue, me había acercado un poco a lo que parecía ser la verdad. Su único objetivo posible era silenciar a Yuuna, que debía ser la única capaz de ver que su madre no era la verdadera.
Aunque todo aquello eran suposiciones, bien podían ser falsas y solo un montón de coincidencias. Había preferido no comentarle nada a ella de momento.
—Acabamos con ellos y nuestro barco, sin nadie capaz de manejarlo, acabó perdido en el mar. Por suerte para nosotros, el barco había tomado el mismo rumbo que los cuerpos de los ninjas del copo de nieve y Gyūki apareció desde el fondo del océano pensando que también eramos parte ellos.
»Fue así como nos encontramos con Gyūki y como descubrimos que, los Ninjas del copo de nieve, son el ejercito de Kurama.
—Como Datsue ha contando bastante poco empezaré por como nos encontramos con Gyūki —comenzó a relatar Reiji—, te parecerá irrelevante ahora, pero es importante. Viajábamos por el mar en dirección al pais del hierro en un barco de suministros cuando nos atacaron unos ninjas con un símbolo que no conocíamos. Sus bandanas mostraban un copo de nieve. No sabemos por que nos atacaron, pero mataron a toda la tripulación.
—¿Una bandana con un copo de nieve? —preguntó Ayame, genuinamente sorprendida, que intercambió una mirada preocupada con Kokuō. ¿Era posible que hubiese surgido una aldea nueva de la nada y nadie se hubiese enterado? Y para colmo, si habían aniquilado a toda una tripulación, eso solo podía significar que eran hostiles...
—Acabamos con ellos y nuestro barco —continuó Reiji—, sin nadie capaz de manejarlo, acabó perdido en el mar. Por suerte para nosotros, el barco había tomado el mismo rumbo que los cuerpos de los ninjas del copo de nieve y Gyūki apareció desde el fondo del océano pensando que también eramos parte ellos. Fue así como nos encontramos con Gyūki y como descubrimos que, los Ninjas del copo de nieve, son el ejercito de Kurama.
—Espera... ¿Estás diciendo que Kurama no sólo tiene a sus Generales y a sus Gebijū... sino a una aldea shinobi entera a su disposición?
Ayame comenzó a marearse la perspectiva que dibujaban aquellas palabras. Todo empeoraba por momentos, hasta cotas que ni siquiera podían imaginar. Estaban hablando de un bijū que parecía creerse el soberano mundial, y que quería imponer su imperio sobre los humanos a la fuerza. Una fuerza que provenía de ocho shinobi poderosísimos con los que compartía su chakra como si de jinchūriki se trataran, criaturas monstruosas creadas artificalmente y ahora... ninjas que enarbolaban una bandana desconocida para todos.
¿A qué demonios se estaban enfrentando? ¿Acaso tenían alguna posibilidad contra lo que se les estaba viniendo encima? Las piernas le temblaban de sólo pensarlo.
—¿Y Gyūki decidió confiar en ustedes? ¿Sin más? —preguntó Kokuō, llena de escepticismo.
—Espera... ¿Estás diciendo que Kurama no sólo tiene a sus Generales y a sus Gebijū... sino a una aldea shinobi entera a su disposición?
Ni idea. Igual simplemente tenia un ejercito, asentado en una cueva, o iba reclutando ninjas por ahí y los mandaba a hacer las tareas mas cotidianas. A saber. Solo podía hacer suposiciones.
—No tengo ni idea, pero si su objetivo final es gobernar sobre todo Oonindo. ¿Por qué no empezar por una pequeña aldea shinobi?
Tenia cierta lógica. Empezaba por abajo e iba escalando. Primero unos pocos seguidores, luego una pequeña ciudad, de ahí a un país. Y poco a poco...
—¿Y Gyūki decidió confiar en ustedes? ¿Sin más?
La verdad es que su desconfianza era lógica. Incluso con el chakra de su hermano en mi poder. Ahora, en su posición, yo también dudaría. Después de todo el mal que les habíamos hecho los seres humanos.
Realmente le entendía. Era muy parecido a lo que yo había sentido encerrado entre las paredes de aquella cárcel. Pero en su caso era peor. Muchísimo peor. A ellos seguro que les habían hecho cosas mucho peores de lo que yo podría imaginar. Y tenían que vivir encerrados, dentro de las criaturas que les habían jodido la vida.
—Gyūki y yo ya nos conocíamos. —Contesto Yuuna a la pregunta de Kokuō. —Mi padre, Hagane, fue su jinchūriki.
Y esa era ciertamente la razón por la cuál Gyūki había decidido confiar en nosotros. Básicamente por que conocía a Yuuna, y si ella confiaba en nosotros, entonces él también. Luego, el por que me eligió a mi en vez de a ella... La verdad es que no lo entendía muy bien.
Lo peor, es que ahora venia la historia de la muerte de su padre. Otra vez.
—Gyūki y yo ya nos conocíamos —intervino Yuuna, captando la atención de los gélidos ojos de Kokuō, que se volvió hacia ella—. Mi padre, Hagane, fue su jinchūriki.
Un denso silencio inundó el ambiente ante la revelación y se extendió como la mantequilla durante varios largos segundos.
—N... No sabía que había jinchūriki fuera de las aldeas shinobi —murmuró Ayame, con los ojos abiertos como platos.
Se volvió hacia el bijū, estudiando su reacción. Pero su expresión era inescrutable.
—"Fue" —repitió—. Y si encontraron a Gyūki libre en el mar, eso quiere decir...
La respuesta era evidente para todos, sólo había una manera por la que un bijū pudiera aparecer libre sin su jinchūriki, pero parecía que Kokuō quería escucharlo directamente de los labios de Yuuna.