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El Hyūga pudo prever la llegada de Ayame, siento que cuando entraron a la habitación ya estaba arrinconado ya contra la pared abrazándose de un libro que probablemente estuviese leyendo desde antes. Claramente estaba sorprendido no solo por el enojo de Ayame sino por la presencia del Yotsuki. Sin embargo, el genin no pudo sino arquear la ceja también al notar que algo había cambiado en la apariencia de su viejo camarada. No era el pelo ni la ropa, era algo que le costó diferenciar al inicio pero tras caer en cuenta parpadeó varias veces cuando se fijó en su rostro con más detenenimiento.
"WHAT!?" Hasta dónde creía recordar, sus ojos solían ser purpúreos, pero ahora lucían en un extraño tono blanquecino que hasta podía resultar perturbador. "¿Qué verga?" Lastimosamente, este no era el momento para preguntar por tan extraño cambio de look.
Ayame no fue directamente al grano, fingía una calma que claramente no poseía y se estaba tomando su tiempo para observar la reacción de Daruu. El genin suspiró y se cruzó de brazos. Si quería que aquello no pasara a mayores tenía que ser más directo. Cuando el jōnin preguntó por el motivo de la rabia de la kunoichi, el genin se adelantó dos pasos a interrumpir la conversación y responder pese a que no se había dirigido a él. Lucía calmado a diferencia de la fémina, pero claramente la sonrisa se había borrado de su rostro.
—Pasa que por azares del destino cierto kunai terminó en mis manos, Aotsuki resultó apareciendo en medio de mi puta casa y entre la conmoción que eso provocó en mi familia la loca de mi mamá terminó atacándola —. Conciso y sin adornos de ningún tipo.
Para como la Hōzuki se lo había contado, el de los pelos parados debía estar más que consciente de todas las implicaciones de aquellas palabras, no necesitaba decir más, que el resto ya le correspondía a Ayame.
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~Ausente los fines de semana~
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—¿Q... qué pasa, Ayame? —balbuceó Daruu, aún utilizando aquel estúpido libro como escudo.
La muchacha abrió los labios para replicar, pero Rōga se colocó delante de ella —ganándose una merecida mirada cargada de intenciones asesinas— y fue él quien respondió en primer lugar.
—Pasa que por azares del destino cierto kunai terminó en mis manos, Aotsuki resultó apareciendo en medio de mi puta casa y entre la conmoción que eso provocó en mi familia la loca de mi mamá terminó atacándola.
—¡Menuda sorpresa! —exclamó Ayame, alzando los brazos de forma exageradamente teatral—. ¿¡Quién me podría decir a mí que, después de intercambiar contigo un kunai marcado, ACABARÍA APARECIÉNDOME EN CASA DE OTRA PERSONA CUANDO TE NECESITABA A TI?! —Ayame bordeó a Rōga y se adelantó varios pasos, acorralando a Daruu y cerniendo su enfurecida sombra sobre él—. ¡Menos mal que ha sido Rōga y no Yui-sama! O... ¡Qué sé yo! ¡¡Un maldito General o un miembro de Dragón Rojo!! ¿¿Podrías hacerme el favor de explicarme cómo demonios ha podido pasar algo así??
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Por primera vez, Rōga, que había permanecido callado, desveló el misterio de su presencia allí.
—Pasa que por azares del destino cierto kunai terminó en mis manos, Aotsuki resultó apareciendo en medio de mi puta casa y entre la conmoción que eso provocó en mi familia la loca de mi mamá terminó atacándola.
—¿Eh? ¿Qué kunai? ¿Que apareció en tu ca...? —comenzó a decir Daruu, intercambiando miradas entre Ayame y Rōga.
—¡Menuda sorpresa! —exclamó Ayame, alzando los brazos de forma exageradamente teatral. Daruu dio un bote, se agarró aún más a su libro, como si eso pudiera protegerle de la ira de su pareja, y pegó totalmente el cráneo al cristal de detrás—. ¿¡Quién me podría decir a mí que, después de intercambiar contigo un kunai marcado, ACABARÍA APARECIÉNDOME EN CASA DE OTRA PERSONA CUANDO TE NECESITABA A TI?! —Ayame bordeó a Rōga y se adelantó varios pasos, acorralando a Daruu y cerniendo su enfurecida sombra sobre él.
—¡EEEK! ¡Ayame, p-por favor!
—¡Menos mal que ha sido Rōga y no Yui-sama! O... ¡Qué sé yo! ¡¡Un maldito General o un miembro de Dragón Rojo!! ¿¿Podrías hacerme el favor de explicarme cómo demonios ha podido pasar algo así??
Daruu tragó saliva, y miró a la izquierda, a la derecha. Se miró las manos y se preguntó si sería capaz de teletransportarse fuera de allí antes de que... pero entonces recordó que no tenía ninguna marca más cerca que... en el Valle de los Dojos.
Volvió a tragar saliva.
Ahora sí que se acordaba.
Le iba a matar. Le iba a matar.
—B-bueno, técnicamente no p-podría haber sido un Ge-general porque... porrrrqueeeee... —El Hyūga sintió la mirada impaciente de Ayame planeando sobre él como un halcón en plena caza—. A ver, q-que lo v-vendí en la t-tienda de armas de... de aq-quí al lado. Lo... lo v-vendí sin ac-cordarme d-de la marca que pusiste... no la vi en el mo-momento... ¡P-pero es que tenían un respirador de oferta, y ya... ya sabes lo caros que son esos cacharros, Ayame! ¡Tú no lo necesitas, p-pero yo...! ¡POR FAVOR PERDÓNAME, VALE! —Y el muchacho se tapó con el libro de aventuras como si el shinobi de Sunagakure fuera capaz de protegerle a través del lomo de la novela.
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Pese a sus intentos, no pudo evitar que la kunoichi explotase en rabia en contra de su compañero de aldea. Sin embargo la reacción de Daruu no se hizo a esperar y empezó a soltar justificaciones que le hicieron enarcar una ceja. "Tal y como lo pensé, si estaba consciente de lo del kunai. ¿Entonces porqué?" Aparentemente todo había sido un desafortunado caso de descuido. El genin suspiró, bastante calmado pese a que estaba indirectamente involucrado en aquel desastre. "Pero no estoy en posición de empeorar esto." Se llevó los dedos al entrecejo.
—Aotsuki, no le vayas a pegar — Intentaría sugerir calmado, poniéndole una mano la hombro para luego pasar su mirada hasta el Hyūga. —Amedama, si lo vendiste y te diste cuenta después... - se cortó, no quería echar más leña al fuego en se momento.
"Aunque si se lo hubieses dicho antes nos hubiésemos ahorrado todo este puto drama." Era lo que realmente pensaba.
—Si quieren mejor los dejo solos mientras espero abajo en la pastelería — Estaba clarísimo que ninguno de los dos iba a hacerle caso a lo que él dijera.
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Daruu tragó saliva y sus ojos se movieron nerviosos por la habitación, seguramente buscando una vía de escape. Pero Ayame no estaba dispuesta a dejarle escapar. Ni hablar. Le perseguiría hasta el fin de Ōnindo si era necesario, y no podría regresar a Amegakure sin enfrentarse a su ira de nuevo.
—B-bueno, técnicamente no p-podría haber sido un Ge-general porque... porrrrqueeeee... —balbuceaba, y Ayame le miró con ojos que destilaban impaciencia—. A ver, q-que lo v-vendí en la t-tienda de armas de... de aq-quí al lado —confesó al fin.
Y Ayame aún tardó varios segundos en asimilar las palabras de su pareja.
—¡¿Que hiciste QUÉ?!
—Lo... lo v-vendí sin ac-cordarme d-de la marca que pusiste... no la vi en el mo-momento... ¡P-pero es que tenían un respirador de oferta, y ya... ya sabes lo caros que son esos cacharros, Ayame! ¡Tú no lo necesitas, p-pero yo...! ¡POR FAVOR PERDÓNAME, VALE!
—¡¿PERO CÓMO HAS PODIDO SER TAN INCONSCIENTE?! ¡¿TAN IRRESPONSABLE?!
—Aotsuki, no le vayas a pegar —intervino Rōga, intentando calmar los ánimos del ambiente.
Pero era demasiado tarde para eso.
—¡NO! ¡Lo que debería haber hecho es tirar tu estúpido kunai a la parte más profunda del lago y esperar a que te tuvieras que teletransportar para verte ahogándote entre los peces! ¡ESO DEBERÍA HABER HECHO! —bramaba Ayame, más enfadada de lo que había estado en mucho, mucho tiempo—. ¡¿No te das cuenta de que ese kunai podría haber acabado en CUALQUIER MALDITA PARTE?!
—Si quieren mejor los dejo solos mientras espero abajo en la pastelería —sugirió Rōga.
Pero Ayame no respondió. Resoplaba, con los puños apretados con fuerza, conteniéndose para no abalanzarse sobre Daruu. El fuego rugía en sus entrañas, casi de forma literal. Hilos de vapor surgían desde la piel de la kunoichi, ascendiendo en el aire.
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«...tu estúpido kunai...»
«...ahogarme...»
—¡¿No te das cuenta de que ese kunai podría haber acabado en CUALQUIER MALDITA PARTE?!
Daruu se levantó. Los puños muy apretados. La vista clavada en el suelo.
—Si quieren mejor los dejo solos mientras espero abajo en la pastelería —dijo Rōga.
—Fuera. Los dos. Fuera de mi puta casa. —Daruu levantó la mirada—. Fue un puto descuido, Ayame. ¡Fue un descuido! ¡Lo compró Rōga, como podría haberlo comprado cualquier otro ninja de Amegakure! ¡Ni un General, ni un puto miembro de Sekiryū, ni ninguna de tus estúpidas e infantiles ensoñaciones! —Ah, sí. Había un momento en toda discusión cuando alguien enfadado por motivos justos acababa diciendo algo que hería los sentimientos de la otra persona. Y todo se convertía en un ciclo terrible. Ayame acababa de cruzar la línea—. ¿¡TAN MAL HE HECHO COMO PARA QUE ME DESEES LA MUERTE!? ¡Pues muy bien! ¡Piérdete de mi vista y no vuelvas, así estaré muerto de verdad para ti, que es lo que deseas!
Quizás se dio cuenta de las cosas que había dicho un segundo más tarde. Quizás le diera igual. Quizás más tarde no.
Tal y como había hecho ella.
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Y los gritos escalaron, ante lo cuál el genin simplemente se llevó los dedos al entrecejo. "En que pinche niñería me he metido." Parecía mantener el temple por alguna misteriosa razón, aunque en realidad en el fondo esta bastante enojado. Pese a que la bronca no iba con él y ninguno de los gritos iba dedicados a él, era de los que tenía la sangre más caliente en esos momentos. ¿Por qué? Porque estaba involucrado indirectamente y viendo lo visto el dilema no se iba a arreglar con un distanciamiento. "Fucking fuck." Daruu les ordenó que se largaran pero Rga enarcó ambas cejas. Si sus planes habían sido irse, ahora había girado ciento ochenta grados y no planeaba dejar las cosas.
—SHUT UP! — Gritó de pronto mientras algunas chispas eléctricas plateadas le rodeaban.
El genin apretó los dientes con fuerza y luego se cruzo de brazos, resopló y disipó el aura eléctrica antes de terminar de cargarla .
—¡Si a gritos quieren hablarse a gritos se va a hacer! Por que veo que los dos tienen la cabeza caliente y no saben lo que están diciendo —. Si de alzar la voz se trataba, pocos le igualaban. —No conozco con la suficiente confianza a ninguno de los dos pero me han involucrado en esta mierda quieran o no. Estoy completamente consciente de que estoy faltando el respeto pero si yo no digo las cosas ustedes dos van a aplicarse una puta ley del hielo por saber ni cuanto tiempo Y YO NO VOY A QUEDARME DE OJOS CIEGOS A ESTA NIÑERÍA VIÉNDOLOS VICTIMIZARSE SIN PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO — Tenía una mueca torcida de rabia.
—Aotsuki. Tienes derecho a enojarte, ¿pero qué mierda ganas con armar una bronca por algo que ya pasó? Lo hecho hecho está y un desliz le puede pasar a cualquiera, ¿qué quieres exactamente pare quedarte tranquila?, ¿¡AH!? — Intercaló la mirada a Daruu. —Y vos, Amedama. Sí, terminó en mi casa y no pasó a mayores. Pero lo que no sabes es que Ayame venía huyendo de no sé que mierda investigando lo de Umikiba Kaido. ¿En una emergencia mayor que hubiese sucedido si corría peor peligro? El descuido se pasa por alto, la negligencia de no decirlo no.
El Yotsuki tomaría algo de aire antes continuar.
—Y NO ME VENGAN QUE ESTE NO ES MI ASUNTO, porque por cosas como esta terceros siempre terminan pagando por los platos rotos y antes de ofenderse piensen en como afecta a los demás — Pegó tres zapatazos al suelo. —Si van a andar con enojos y rencores, mejor díganse lo que tengan que decirse en la cara ahora que luego yo no quiero enterarme de que andan con arrepentimientos por la calle siendo que yo los conozco a ambos y como mínimo es mi puto deber como compañeros de aldea decírselos.
"Huh, creo que nos oyeron hasta allá abajo en la pastelería."
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Daruu se levantó de golpe, con los puños muy apretados y los ojos clavados en el suelo.
—Fuera. Los dos. Fuera de mi puta casa —sentenció, y entonces Daruu levantó la mirada—. Fue un puto descuido, Ayame. ¡Fue un descuido! ¡Lo compró Rōga, como podría haberlo comprado cualquier otro ninja de Amegakure! ¡Ni un General, ni un puto miembro de Sekiryū, ni ninguna de tus estúpidas e infantiles ensoñaciones! —bramó, y sus palabras se clavaron en el pecho de Ayame como una afilada katana. ¿Estúpidas e infantiles ensoñaciones? ¿Ese era el concepto que tenía de ella después de todo por lo que había pasado?—. ¿¡TAN MAL HE HECHO COMO PARA QUE ME DESEES LA MUERTE!? ¡Pues muy bien! ¡Piérdete de mi vista y no vuelvas, así estaré muerto de verdad para ti, que es lo que deseas!
Ella ni siquiera respondió. Tenía la garganta sellada por algo más poderoso que un Fūinjutsu y los puños colgantes a ambos lados de su cuerpo, apretados, tensos. Los ojos no tardaron en humedecerse, pero antes de que pudiera darse media vuelta y salir de allí, Rōga bramó una palabra desconocida que sonó en sus oídos como "shatap", pero que la congeló en el sitio.
—¡Si a gritos quieren hablarse a gritos se va a hacer! Por que veo que los dos tienen la cabeza caliente y no saben lo que están diciendo. No conozco con la suficiente confianza a ninguno de los dos pero me han involucrado en esta mierda quieran o no. Estoy completamente consciente de que estoy faltando el respeto pero si yo no digo las cosas ustedes dos van a aplicarse una puta ley del hielo por saber ni cuanto tiempo Y YO NO VOY A QUEDARME DE OJOS CIEGOS A ESTA NIÑERÍA VIÉNDOLOS VICTIMIZARSE SIN PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO.
»Aotsuki —se dirigió a ella, pero Ayame ni siquiera se giró para mirarle—. Tienes derecho a enojarte, ¿pero qué mierda ganas con armar una bronca por algo que ya pasó? Lo hecho hecho está y un desliz le puede pasar a cualquiera, ¿qué quieres exactamente pare quedarte tranquila? ¿¡AH!?
»Y vos, Amedama. Sí, terminó en mi casa y no pasó a mayores. Pero lo que no sabes es que Ayame venía huyendo de no sé que mierda investigando lo de Umikiba Kaido. ¿En una emergencia mayor que hubiese sucedido si corría peor peligro? El descuido se pasa por alto, la negligencia de no decirlo no.
»Y NO ME VENGAN QUE ESTE NO ES MI ASUNTO, porque por cosas como esta terceros siempre terminan pagando por los platos rotos y antes de ofenderse piensen en como afecta a los demás —añadió, pegando tres pisotones en el suelo—. Si van a andar con enojos y rencores, mejor díganse lo que tengan que decirse en la cara ahora que luego yo no quiero enterarme de que andan con arrepentimientos por la calle siendo que yo los conozco a ambos y como mínimo es mi puto deber como compañeros de aldea decírselos.
Silencio. Eso fue todo lo que salió de los labios de la enmudecida Ayame. Su cabeza en aquellos momentos era como un enjambre de avispas enfurecidas, luchando por salir y acribillar a cualquiera de los dos chicos que se alzaban frente a ella, y sus entrañas ardían con la violencia de un volcán en erupción. Pero si alguien había tenido que pasar una y otra vez por luchas de autocontrol, esa era era Ayame. Y en aquellos instantes bastante tenía con evitar que las lágrimas no se desbordasen de sus ojos.
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Inesperadamente, el que no tenía apenas que ver con la discusión les interrumpió y quiso devolverles a la realidad con un monólogo enfadado. A cada uno, les dedicó una reprimenda no extenta de razón, pero cuando las cabezas están calientes resulta difícil que el hielo que uno echa encima las enfríe en lugar de derretirse.
Daruu bajó la vista al suelo y apretó los puños, que temblaron violentamente. Al cabo de un minuto, se dio la vuelta y se tumbó cara a la ventana, abrazando el libro contra su pecho.
Bufó.
—Lo siento. No me di cuenta. Podría haber pasado algo grave, pero ya no puedo arreglarlo.
»No creo nada de lo que dije. Ya hablaremos cuando tú quieras volver a hablarme. —Cerró los ojos y suspiró.
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Silencio, como la calma después de la tormenta, aunque más que amainar parecía que ahora estaban en el ojo del huracán, rodeados aún de la furia de la tempestad pero a su vez en un espacio de aparente sensatez ante la rabia. Desde los ojos de un tercero, al menos había podido mediar como un juez en la medida de la posible con imparcialidad. Sin embargo, aunque en apariencia sus palabras habían logrado entrar en las seseras del par de mayor edad, hasta ahí terminaba su intervención. El resto, dependía de ellos.
"Vaya relajo." Se acomodó el fleco.
—Yo me largo, que no tengo más vela en este entierro — Se metió las manos a los bolsillos y se giró sobre sus talones dándoles la espalda a ambos. —Aotsuki, creo que de todas maneras no íbamos a conseguir una mesa allá abajo. Será entonces un hasta luego... Con permiso — si nada se lo impedía, simplemente regresaría por dónde vino y bajaría las escaleras para salir de ahí.
Sin embargo, estaba confiado en que las cosas no iban a terminar tan mal como parecía en un inicio. Ciertamente tenia esa fe.
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Y el silencio se extendió como la mantequilla. Duró varios segundos que se hicieron eternos bajo aquella atmósfera tan tensa, pero al final fue Daruu quien hizo el primer movimiento: tumbándose contra la ventana con el libro apretado contra su pecho.
—Lo siento. No me di cuenta. Podría haber pasado algo grave, pero ya no puedo arreglarlo. No creo nada de lo que dije. Ya hablaremos cuando tú quieras volver a hablarme.
—Yo me largo, que no tengo más vela en este entierro —intervino Rōga, metiéndose las manos en los bolsillos y dándose la vuelta hacia la puerta—. Aotsuki, creo que de todas maneras no íbamos a conseguir una mesa allá abajo. Será entonces un hasta luego... Con permiso.
Ella apenas sintió, en completo silencio. Y continuó sumida en aquel mutis mientras Rōga salía de la habitación; y después, mientras contaba mentalmente para sus adentros el tiempo que le llevaría al shinobi atravesar toda la casa de vuelta y, quizás, salir de la pastelería. Entonces inspiró por la nariz, respiró hondo, y giró sobre sus talones para salir también de la habitación.
Pero sus pasos se detuvieron en el umbral de la puerta.
—Lo siento... Saqué las cosas de quicio —dijo, con un hilo de voz—. Bueno... ya... ya hablaremos... —concluyó, antes de terminar salir.
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Daruu no contestó, a ninguno de los dos. Se limitó a asentir con la misma emoción que un muerto en vida. Cuando ocurrían cosas así, una bola atenazaba a su garganta, se quedaba paralizado sin poder hacer nada. Incluso horas después de que ambos salieran de casa, él seguía acurrucado en la cama. Ya no leía su libro. Tampoco podía hacerlo.
A veces uno tenía que pasar un día de mierda. Era obligatorio, así estaba escrito en las reglas de la vida.
Pero pasaría.
Siempre pasa.
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