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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
La lluvia caía incesantemente. No era muy fuerte, pero su repiqueteo sobre el camino era imposible de ignorar. A Kazuma no le molestaba mojarse un poco, pero aquel uniforme tomaba el agua al igual que una esponja, lo cual empezaba a incomodarle. El caballo tampoco parecía molesto, pero si un poco ansioso, probablemente pudiera escuchar los truenos lejanos.

—¿Cuánto faltaría? —pregunto su pasajera.

Ya falta p…

Pero el Ishimura no pudo completar su respuesta. Primero fue un destello cegador y luego un retumbar ensordecedor. Un rayo había caído cerca de ellos. El caballo se encabrito violentamente, pero no echo a correr ya que había algo que se le interponía. En medio del camino no muy lejos de ellos, un árbol de tronco considerablemente grueso se encontraba caído y humeante.

¡Demonios! —Mascullo en cuanto pudo recuperarse del susto—. ¿Te encuentra bien? —le pregunto a su pasajera, a pesar de que probablemente él fuera quien más se asusto.

El peliblanco se bajo del carruaje para inspeccionar la situación. Primero se concentro en calmar al animal de tiro, le acariciaba la crin y le susurraba con fuerza para tranquilizarle. Hecho aquello, se acerco al árbol caído. Era grande y abarcaba todo el ancho del camino, si no lo quitaban no podrían pasar.

Veamos.

Se acerco al tronco. Primero intento empujarlo, pero sentía que no estaba utilizando toda su fuerza. Se tomo un momento. Se quito la chaqueta para quedar en guarda camisas y se deshizo tanto del sombrero como de la liga que amarraba su cabello. Ahora con la melena suelta y estando mucho mas cómodo, procedió a hacer un segundo intento. Al final no importaba como lo empujara el árbol era necio y no se movía.

Si tan solo tuviera mi espada —Pensó un poco deprimido. Estaba en su momento de trabajo, por lo que no se le permitía portar arma alguna. Por más shinobi que fuera aquellas eran las reglas para todos.

El ojos grises detestaba aquella sensación de inutilidad. Si tan solo supiera algún ninjutsu elemental, mover aquel montón de madera no supondría ningún problema. Pero solo sabía de Kenjutsu, cosa más u menos inútil si no tenias un arma a la mano.
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#32
Escuchó el sonido que provocó aquel retumbo en el cielo, lo que le provocó que botase en su sitio y pegase un pequeño respingo, observando con un poco de miedo lo que había ocurrido a parte del exaltado caballo que protagonizaba aquel paseo.

- Perfectamente,no te preocupes. - contestó con una sonrisa. Así el Ishimura terminó yéndose a calmar al corcel. Eri se levantó de su asiento, mejorando considerablemente su campo de visión hasta más allá del árbol que había caído y que se encontraba echando humo, seguramente causado por la tormenta que se había formado encima de ellos. Suspiró esperando y rezando a todos los dioses que conocía por que no cayese uno sobre sus cabezas y luego paró su vista encima de Kazuma, observándole como, aun utilizando toda su fuerza, no era capaz de mover el tronco que les impedía el paso. Se quitó parte de su uniforme e hizo lo mismo, pero sin algún resultado positivo, Eri lo miró con un poco de pena instaurado en sus ojos, el chico no era bueno en fuerza, pero sí con la espada, o eso había visto en la academia.

Se descalzó las sandalias blancas, se quitó los guantes que cubrían sus manos y se quitó los accesorios del cabello. También se quitó el lazo que adornaba su espalda, con suerte de que sí sabía como hacer el nudo para más tarde, quedando mucho más libre. Lo dejó todo en un lugar seco para que no se mojase y salió del carruaje, impactando sus pies descalzos en un pequeño charco creado en el suelo debido a un pequeño hueco, pero no le importó mucho, la sensación de no tener esas sandalias tan incómodas era bastante placentero. Se acercó y tomó la chaqueta del joven, adueñándose de ella para así utilizarla como impermeable para ese estúpido vestido, ya que seguramente, si estuviese manchado a parte de lo mojado que se encontraba ya, su vecina la mataría y la tiraría a cualquier lago, o a lo mejor la dejaba viva, la ataba a una piedra y la ahogaba, bueno, mejor no pensar en eso.

-¿Te ayudo? - Susurró para que él la escuchase únicamente. Y sin esperar una respuesta, concentró chackra en su interior, y lo liberó en su puño izquierdo, que impactó en un golpe seco contra el gran tronco, justo en uno de los lugares que no humeaban para no hacerse daño. Aplicó quizás demasiada fuerza, que hizo que el tronco se hiciera añicos. - Vaya, pues, creo que me he pasado... - Apuntó rascándose la nuca, con una risa nerviosa.
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#33
No había manera… Aquel árbol se presentaba como un objeto inamovible, al menos para las fuerzas de Kazuma. Se estaba sintiendo bastante molesto, no solo por sentir que no podía hacer nada, sino que también por el pequeño dolor de cabeza que le provoco aquel susto. Por lo menos Eri parecía encontrarse tranquila, aunque un accidente en la vía no era parte de lo que le habían prometido para el trayecto.

«Ahora… ¿Cómo hago para deshacerme de este árbol?» —Se preguntaba a sí mismo, bajo la lluvia que para entonces ya era mucho más tenue.

Mientras miraba sus manos llenas de astillas, su pasajera ya se encontraba caminando hacia él para inspeccionar la situación. El Ishimura se planteo el pedirle que esperara un poco que ya se le ocurriría una manera de mover aquel montón de madera quemada.

¿Te ayudo? —pregunto ella entre susurros.

Antes de que el peliblanco pudiera siquiera contestar, la joven de cabellos azules se situó frente al obstáculo. De repente, impacto un puño contra el tronco. Un golpe que se veía firme y la vez suave. En un instante el árbol estallo en un montón de astillas y madera pulverizada. La forma en que quedo, de alguna manera le recordó a una flor al abrirse. También le llamaba la atención el que no pareciera un simple golpe, a sus ojos parecía que el árbol había estallado desde dentro.

Vaya, pues, creo que me he pasado...

¿Bromeas?… ¡Eso estuvo genial! —aseguro Kazuma, sin poder ocultar su impresión, mientras le dedicaba un gesto aprobatorio.

Los trozos restantes no eran la gran cosa, por lo que mientras dejaba que Eri volviera al carruaje, se encargo de arrastrarlos fuera del camino. Luego se aseguraría de avisarle a los de mantenimiento lo que había sucedido. Aunque quizás le costara convencerles de que la elegante señorita que paseaba en la carroza había sido quien redujo aquel grueso roble a unos cuantos mondadientes.

El Ishimura busco su chaqueta, pero se dio cuenta de que la de ojos verdes la tenía. En aquel momento estaba bien, incluso podría decir que el esfuerzo con el árbol provoco que se acalorara bastante.

¿Lista para continuar el recorrido? —le pregunto a su pasajera una vez estuvo todo listo.

Hubo un momento en que el joven de piel morena sintió las manos húmedas. Por instinto se las froto contra su guardacamisa para secarlas, y en aquel momento sintió un ardor notable. Al mirar su blanca vestimenta, pudo ver como dejo marcada dos rojas impresiones de sus manos. Sus palmas estaban sangrando, ya que después de tanto forcejeo con el tronco, las astillas del mismo le pasaron factura. La pequeña expresión de dolor en su rostro lo confirmaba.
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#34
Eri se sonrojó al notar como su compañero de aldea y el cochero que la llevaba en aquel carruaje le había elogiado al realizar la técnica que tanto la caracterizaba. Le sonrió de forma sincera mientras cerraba los ojos, orgullosa de lo que había hecho para luego darse la vuelta y volver a subir a la carroza. Una vez sentada en su asiento que la correspondía y dándose cuenta de que todavía llevaba la chaqueta del de cabellos blancos, mordió su labio inferior y decidió intentar devolvérsela antes de que terminase calándose hasta los huesos, cuando vio que Kazuma estaba recogiendo los trozos que habían quedado desperdigados por el suelo y que dificultaban el paso del corcel y el carro, y sin dudarlo intentó ir a ayudarle, pero cuando ya había puesto ambos pies en el suelo, el Ishimura ya venía de vuelta hacia ella.

-Claro, podemos seguir. - Susurró mirando hacia el suelo, sintiéndose un poco culpable ya que no le había ayudado a recoger lo que ella misma había destrozado, se sintió tonta mientras negaba con la cabeza.

Subió al carruaje y se sentó de nuevo como segundos antes había hecho. Mientras acomodaba su vestido para que no se ensuciase más de lo que ya estaba se fijó en Kazuma de nuevo, porque sus ojos se posaron en él y lo descubrió que de sus manos a las que observaba estaba cayendo un líquido bastante conocido para ella, sangre. La pequeña llevó una mano a sus labios y de un movimiento rápido se acercó al herido.

-¿Qué ha pasado? - Preguntó, confusa. Buscó en su muslo su kit médico, pero lo dejó en su casa esa mañana. Se llevó una mano a la frente. - Jopetas, me he dejado el kit médico en casa... ¿Y ahora qué? - Hinchó los mofletes, cabreada.

Movió la cabeza hacia ambos lados y algo en su cabeza se accionó como si de una bombilla se tratase. Subió al carruaje y tomó el lazo que minutos antes adornaba su espalda, improvisando un vendaje tal y como podía con los recursos que tenía en ese momento. Así, tiró del Ishimura para que se subiese a la parte donde ella se sentaba en el carruaje y cortó el lazo en varias partes, con varias limpió las heridas y con otras dos vendó las manos del Ishimura sin que éste se lo pidiese en ningún momento.

-Lo siento... Sé que no es mucho, pero no quiero que se te infecten. - Susurró apenada. - Vamos a terminar el viaje y así podrás irte a curar esas manos como de verdad se merecen, Kazuma-san
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#35
Los hilillos de sangre que corrían de sus manos eran abundantes. El Ishimura no solía ser orgulloso, pero detestaba mostrar debilidad, eso no era propio de un shinobi. Aunque en aquel momento no era un ninja, en aquel momento era un cochero en su hora de trabajo. Trataba de disimular el ardor, pero sus jóvenes manos estaban muy maltratadas para eso. Sin mucha dificultad Eri noto la situación de Kazuma, y es que habiendo dejado dos huellas de sangre sobre su blanca ropa, era algo bastante difícil de ignorar.

-¿Qué ha pasado? -Pregunto luego de bajarse del carruaje a toda prisa.

-Jopetas, me he dejado el kit médico en casa... ¿Y ahora qué? –dijo mostrándose un poco molesta.

Antes de que al ojos grises le diera tiempo de negar con la cabeza y de asegurar que solo era un rasguño, la peliazul se puso manos a la obra. Tomo el lazo que se suponía iba en su espalda y luego de que su paciente estuviese en el carruaje, procedió a improvisar unos vendajes. Aquello fue más rápido de lo que esperaba, pues la joven demostraba tener presteza para tratar heridas. En unos minutos sus manos se encontraban firmemente cubiertas.

-Lo siento... Sé que no es mucho, pero no quiero que se te infecten. - Susurró apenada. - Vamos a terminar el viaje y así podrás irte a curar esas manos como de verdad se merecen, Kazuma-san

Esta bien… La verdad es que está muy bien hecho. Si las hubiese tratado yo mismo probablemente mis heridas hubiesen quedado peor —aseguro con agradecimiento en su voz—. Por otro lado… Creo que son la vendas más elegantes que he tenido alguna vez —dijo mientras sonreía al mirar la seda azul oscuro que envolvía sus manos.

Sin esperar nada mas, el joven de piel morena subió de un salto a la parte donde iba el cochero para apresurar al caballo. Mientras se reanudaba el paseo y el cielo se iba despejando, Kazuma iba en su puesto saboreando un recuerdo que la situación saco a flote.

Recordó un tiempo lejano. Quizás fuesen solo unos años, pero para su corta edad eran gran parte de su vida. En sus días en la calle, hubo una vez en que se enfermo gravemente. No supo decir si fueron las pulgas, la mordida de alguna rata o por un corte con algo sucio. Pero lo cierto es que contrajo una fiebre bastante fuerte. Sintiéndose mal, trato de acercarse a un hospital, pero los encargados de seguridad ni siquiera lo dejaron acercarse. El era testarudo pero luego de unos cuantos golpes decidió irse. Esa misma noche, se encontraba tiritando en las calles, pues no se sentía con fuerzas suficiente como para llegar a su refugio. El viento soplaba cargando humedad y le advertía que si una lluvia lo conseguía hay tirado, la muerte por fiebre también lo conseguiría en ese mismo lugar a la mañana siguiente.

Cuando estaba a punto de ser vencido por el sueño, una sombra se desplazo por el lugar. Resultaba ser una kunoichi de la aldea. Su primer instinto fue huir, pero su cuerpo no le respondía, por lo que callo de cara en un charco cercano. Se encontraba un poco desorientado, pero reconocía la posibilidad de un ninja entrando a los callejones para patear a las escorias luego de un día difícil, no sería la primera vez que pasaba algo así.

Pero no, aquella mujer se le acerco y con cautela toco su frente. Lo siguiente que recordaba era que le estaba llevando a alguna parte y que pararon en una farmacia donde compro algunas medicinas con una licencia de ninja medica. Entonces se durmió, cuando despertó se encontró en un lugar extraño una habitación de techo bajo en algún lugar de la aldea. No solo su fiebre había bajado considerablemente, si no que las heridas que tenia estaban vendadas.

El chico no estaba seguro de que hacer. Junto a la cama encontró una nota que decía “Comprare algo para hacer una sopa, descansa mientras llego”. Por alguna razón se sintió mal al respecto y antes que su salvadora llegara, se vistió, tomo un frasco de aspirinas y salió por la ventana.

Se que puede parecer una pregunta extraña —dijo volteando de repente hacia su pasajera—. Pero… ¿tu quieres ser una ninja medica cierto?
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#36
—Esta bien… La verdad es que está muy bien hecho. Si las hubiese tratado yo mismo probablemente mis heridas hubiesen quedado peor —aseguro con agradecimiento en su voz—. Por otro lado… Creo que son la vendas más elegantes que he tenido alguna vez —dijo mientras sonreía al mirar la seda azul oscuro que envolvía sus manos.

Sonrió de vuelta, agradecida por el cumplido mientras ampliaba la sonrisa al escuchar lo segundo que dijo, y es que seguramente tenía en sus manos una clase de tela muy cara de la tienda de su vecina, pero bueno, ya pensaría algo para decirle y que no se enfadase, igual si le llevaba al Ishimura a la tienda vestido así le daba un ataque al corazón y tenían que cerrar la tienda por un tiempo hasta que se pusiese mejor. Negó con la cabeza ante esos pensamientos y se subió al carruaje de nuevo, retomando el camino que le estaba brindando su compañero de aldea.

El tiempo comenzaba a ponerse estable y Eri lo agradeció en su interior, suspirando mientras se quitaba los trozos de barro que se habían endurecido en sus piernas. Una vez el barro ya no fue un intruso en su piel, calzó sus sandalias de nuevo y comenzó a vestirse con todo lo que había dejado a un lado, con tal rapidez que no tardó más allá de cinco minutos.

Apoyó su cabeza con el respaldo del asiento donde se encontraba para así poder disfrutar de lo poco que le quedaba de trayecto cuando una pregunta asaltó a su tranquilidad.

—Se que puede parecer una pregunta extraña, pero… ¿tu quieres ser una ninja medica cierto?

Frunció el ceño ante la cuestión, ¡claro que quería ser una ninja médico! ¿No había quedado claro? Pero pronto relajó su expresión, ya que con el espadachín nunca había dialogado abiertamente y menos sobre estos temas, así mostró su mejor sonrisa de nuevo, una sonrisa risueña y encantadora, como la hubiera descrito Genza, y habló:

-Claro, es la promesa que le hice a mi abuelo, y así cumplir lo que de verdad quiero. - Contestó, levantando un dedo de su mano izquierda. -¿Por qué?

Ahora el que tenía que contestar la pregunta era él.
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#37
Por un instante sus palabras parecieron tener efecto en la kunoichi, pues su rostro se tenso un poco en un gesto que mostraba un poco de molestia. Parecía que su preguntan si había sido extraña o fuera de lugar, pero aun así la jovencita tuvo la cortesía de relajar su expresión y contestar su duda con cortesía.

-Claro, es la promesa que le hice a mi abuelo, y así cumplir lo que de verdad quiero.Contestó, levantando un dedo de su mano izquierda. -¿Por qué?

Respondió con una facilidad que resulto abrumadora para el peliblanco. En la academia, siempre que le preguntaban qué clase de ninja quería ser, se abstraía en pensamientos contradictorios y poco claros. Aquello le impedía dar con una respuesta concreta tanto para él como para los demás. Pero ahí se encontraba aquella chica tan segura de lo que quería hacer.

Me pareció que posiblemente tenías vocación para ello, pero… —guio su vista por el camino, un poco avergonzado por lo que iba a decir—. No entiendo porque elegir un camino tan difícil. Debo admitir que eres bastante agraciada, para ti seria sencillo convertirte en modelo o quizás en espía.

Era algo típico en el, tratar de comprender que impulsaba a los demás. Aun en medio de un paseo, incluso luego de la lluvia y las dificultades y hasta quizás durante el mas duro de los combates. Siempre buscaba la manera de comprender el mundo que tenia enfrente, ayudandose con la visión que los demás tenían del mismo.

Pero un medico… Alguien que hace el bien, mantiene a la gente a salvo y que suele poner las vidas ajenas por encima de la propia —Se giro para por un instante ver los ojos de Eri—. Debo admitir que por una parte suena genial y heroico, pero por otra implica una responsabilidad aterradora.
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#38
—Me pareció que posiblemente tenías vocación para ello, pero… No entiendo porque elegir un camino tan difícil. Debo admitir que eres bastante agraciada, para ti seria sencillo convertirte en modelo o quizás en espía.

Se sonrojó con súbita facilidad y posó ambas manos por encima de su pecho, sintiéndose desnuda ante el chico que se encontraba frente a ella y que era el encargado de enseñarle el jardín y exhibir las ropas que la pequeña kunoichi llevaba, contentando a su vecina en el proceso, sin si quiera que éste la mirase. ¡Una modelo o una espía! A ver, no es que no lo hubiese pensado antes la pequeña, pero ella desde un principio, bueno, desde un principio no, desde que conoció a Genza, decidió que por él se convertiría en la mejor kunoichi médico de su generación, ¡y vaya que lo conseguiría!

—Pero un médico… Alguien que hace el bien, mantiene a la gente a salvo y que suele poner las vidas ajenas por encima de la propia... Debo admitir que por una parte suena genial y heroico, pero por otra implica una responsabilidad aterradora.

-Porque eso es lo que decidí, porque mi abuelo... Él era el mejor ninja médico que conocí, siempre ayudando en el hospital, siempre enseñándome y dándolo todo por mí, para ayudarme... Sentí que convirtiéndome en ninja médico... - Suspiró - En alguien como él, podría ayudar a las personas, a mis amigos, a las personas que me importan... - Explicó con una débil sonrisa. -Podría haber elegido otra vocación mucho más fácil para mí, pero decidí hace tiempo dar mi vida por ver sanos y salvos a los demás, por la ayuda y por la felicidad, ¿o no es eso lo que hacemos los ninjas? - Preguntó como si la respuesta fuese lo más obvio del mundo, observando como los ojos de Kazuma se posaban en los verdes de ella. Apretó el puño ya que ni ella misma estaba segura de lo que estaba diciendo, porque solo tenía claro que quería ser ninja médico por Genza pero... ¿Qué era lo demás? ¿Verdad? ¿Excusas para que ella se las creyese? Le resultó similar a lo que le contó hace tiempo a Juro, pero no se sintió del todo satisfecha con sus palabras.

-Kazuma-san - Susurró, llamándole. - ¿Cuál es tu camino del ninja?
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#39
-Porque eso es lo que decidí, porque mi abuelo... Él era el mejor ninja médico que conocí, siempre ayudando en el hospital, siempre enseñándome y dándolo todo por mí, para ayudarme... Sentí que convirtiéndome en ninja médico... En alguien como él, podría ayudar a las personas, a mis amigos, a las personas que me importan... Podría haber elegido otra vocación mucho más fácil para mí, pero decidí hace tiempo dar mi vida por ver sanos y salvos a los demás, por la ayuda y por la felicidad, ¿o no es eso lo que hacemos los ninjas?

El joven shinobi quedo bastante impresionado con la respuesta de la ojos verdes. Si, en cierto momento le pareció uno de aquellos discursos emotivos y prefabricados que tanto le molestaban. Pero pudo apreciar que en su hablar no solo había verdad, si no que también había una muestra de la persona que era, o al menos de la persona que buscaba ser. De cierto modo podía ver duda en su mirada, pero él sabía que no existía persona que no albergara duda alguna sobre su camino.

-Kazuma-san. ¿Cuál es tu camino del ninja?

El joven temía la pregunta, pero ya la estaba esperando. No porque fuera lo normal, si no porque siempre se planteaba a si mismo aquella interrogante.

Cielos… Ahora que he escuchado el tuyo, mis motivos parecen… cuestionables.

Te responderé con toda la sinceridad que me es posible —Y eso fue decir bastante, pues en ocasiones le costaba ser sincero hasta consigo mismo.

Veras… —dijo mientras tomaba aire y guiaba el caballo sobre aquel camino donde los rayos del sol comenzaban a colarse entre las nubes—. En realidad me volví ninja por algunas personas a las cuales les debo mucho —aseguro sombrío—. Creo que es algo diferente a la venganza o la justicia. Quizas solo es por satisfacción personal. Pero no es rencor lo que siento. Simplemente creo que es mi deber evitar que sigan haciendo de la suyas por el mundo —al menos de eso estaba seguro, aquello era lo que sentía.

Sé que es un camino difícil y nada admirable. Sé que tendré que derramar mi sangre y la de otros. Pero es inevitable y necesario. Soy joven y puede que algún día cambie de opinión, pero por ahora eso es lo que quiero —Sonrió para sí mismo. Le hubiese gustado girar y ver la expresión de Eri, pero de alguna manera se sentía incapaz de aquello ya que sabía que lo de cambiar era una mentira—. Al final de todo, creo que existe el equilibrio, si por cada persona queriendo quitar vidas como yo, hay una persona queriendo salvarlas como tú.

Aquello era algo poco usual, pero sabia que si iba a seguir aquel camino, no podía esconderlo del resto del mundo.
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#40
Después del discurso de la joven kunoichi del remolino, aunque ni ella misma era capaz de procesar sus propias palabras ya que dudaba de si lo que había dicho estaba bien o no, al parecer su compañero espadachín sí que lo había entendido bien, o al menos a ojos de ella eso parecía. Un gran alivio se expandió por todo su cuerpo y mostró una pequeña sonrisa solo sonriendo de lado. Tomó mejor la posición para escuchar el discurso que estaba por venir del Ishimura y escuchó atentamente.

¿Cuestionables? Si los motivos de la pequeña huérfana no eran cuestionables, ninguno lo era, y eso era lo que creía firmemente la joven de cabellos azulados. Eras ninja porque eras ninja, por inspiración divina o por una cuenta pendiente que quieres saldar con alguien que ya no está, y ese largo etcétera de motivos que son válidos para todos, siendo ninja, médico, camarero, vendedor...

''Al menos quiere ser sincero conmigo... Me siento alagada''

Verás… En realidad me volví ninja por algunas personas a las cuales les debo mucho —aseguró sombrío —. Creo que es algo diferente a la venganza o la justicia. Quizá solo es por satisfacción personal. Pero no es rencor lo que siento. Simplemente creo que es mi deber evitar que sigan haciendo de la suyas por el mundo. Sé que es un camino difícil y nada admirable. Sé que tendré que derramar mi sangre y la de otros. Pero es inevitable y necesario. Soy joven y puede que algún día cambie de opinión, pero por ahora eso es lo que quiero —Sonrió para sí mismo.—. Al final de todo, creo que existe el equilibrio, si por cada persona queriendo quitar vidas como yo, hay una persona queriendo salvarlas como tú.

Y la joven Eri se emocionó.

Se emocionó tanto que de sus ojos salieron dos pequeñas lágrimas traicioneras, que recorrieron sus mejillas sonrojadas hasta impactar encima de sus manos.

-Tus motivos... - Empezó, con una voz un poco débil para su gusto.-Son motivos como los de cualquier otra persona. Si esos fueron los motivos que te motivaron a entrar en este oficio, son tan buenos o más incluso que los míos y no tienes por qué no ser sincero con ellos. Tal y como has dicho tú, no es un oficio fácil, pero es el que hemos escogido. - Frunció el ceño, aprovechando que él seguía de espaldas a ella. - Además, siempre puedes cambiar tu opinión... - Repitió moviendo el dedo.

Suspiró, tomando aire después de soltar por la boca todo ese discurso sin apenas respirar. Pero segundos después continuó. -Y... Yo creo que no buscas quitar vidas, solo ser justo, porque la injusticia es algo que no se puede perdonar. - Admitió, cerrando el puño con fuerza. - Así que no te preocupes, cada herida, cada daño que hagas a una persona inocente, allí estaré yo para cerrarla, ¡y para darte una patada en el culo! - No sabía si la broma quedaba bien ahí o no, pero la soltó feliz.

Porque ese viaje solo era el principio de su camino del ninja, además del principio de una extraña amistad con el Ishimura.
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#41
Por un instante, luego de terminar de hablar, el Ishimura se encontró a si mismo sintiéndose un poco avergonzado. Después de todo le habían enseñado que aquellas eran cosas que no podía ir diciendo por ahí a cualquiera. Pero la peliazul no era cualquiera, era una ninja tal y como lo era él, consiente del camino que había escogido tal y como él.

«Creo que hable de mas» —se decía a sí mismo, mientras esperaba un posible silencio incomodo que jamás llego.

-Tus motivos... - Empezó, con una voz un poco débil-. Son motivos como los de cualquier otra persona. Si esos fueron los motivos que te motivaron a entrar en este oficio, son tan buenos o más incluso que los míos y no tienes por qué no ser sincero con ellos. Tal y como has dicho tú, no es un oficio fácil, pero es el que hemos escogido. Además, siempre puedes cambiar tu opinión...

-Y... Yo creo que no buscas quitar vidas, solo ser justo, porque la injusticia es algo que no se puede perdonar. Así que no te preocupes, cada herida, cada daño que hagas a una persona inocente, allí estaré yo para cerrarla, ¡y para darte una patada en el culo!


Las palabras de aquella jovencita hicieron que el momento fuera bastante emotivo. Siendo una persona de un carácter neutral, incluso podría decirse que gris, el chico de piel morena no estaba seguro de cómo reaccionar. Por un instante su vista se perdió en una pequeña abertura que había entre los nubarrones. Durante un momento pudo ver el infinito azul celeste, que a momentos se juntaba con el profundo gris de las nubes, mientras solitarios rayos del sol se colaban hacia la tierra. Y entonces, mientras la ligera llovizna se combinaba con la luz para forma un tenue arcoíris que iba de un extremo a otro del parque, supo que decir.

Jajaja… —se reía, y no porque le pareciera gracioso o tonto. Se reía por la ironía, porque al fin comprendía la razón de aquella mujer que le salvo la vida hacia tanto tiempo— Gracias Mizumi Eri. De verdad… Tus palabras son... Cálidas y reconfortantes —Quizás la palabras no fueran lo suyo, pero aquella gran sonrisa, radiante y sincera que tan rara era en él, expresaba mucho mejor lo que sentía.

«De verdad que somos totalmente opuestos, como el cielo azul y las nubes grises, como la plata brillante y el acero oscuro, como la cálida primavera y el impiadoso invierno. Aun así… Creo que podremos llegar a ser grandes camaradas» —Pensó, mientras hacia un intento fallido de disimular su sonrisa.

Hubo rato en el que Kazuma quiso preguntarle a su pasajera si sabía lo que posiblemente les deparaba el camino de ambos. El de cabello blanco sabia que en algún punto tendría que ayudar a alguien y que en otro quizás tuviera que quitarle la vida a un ninja médico o acabar con la vida de alguien que fuese su amigo en otro tiempo. Pero… ¿sabía también la kunoichi que podría llegar a esas situaciones? Decidió no preguntarle. Si la chica tenía el don de expresar palabras cálidas y animantes, el joven tenía la capacidad para hablar de manera lúgubre y condenatoria.

Antes de darse cuenta habían recorrido un gran tramo de parque. Terminaron en un lugar con bastante gente, en su mayoría señoras vestidas de manera muy elegante. Todas parecían muy ocupadas en tomar el té, compartir algunos bizcochos e intercambiar chismes bajo aquel dosel que no había permitido el paso de la lluvia. Antes de darse cuenta, un montón de mujeres habían rodeado la carroza, con grandes ojos curiosos.

Pero mira que vestido tan lindo.

Me pregunto si me veré así de joven poniéndome uno igual.

Conozco a la diseñadora. Todo una maestra.

Esta como para retratarla en un cuadro.

Parece una muñeca.

Jovencita dime ¿Quién te diseñó este vestido?

A mi hijo le encantaría un paseo con una joven flor como tú. Dime ¿de qué familia eres?

¡Señoras por favor! —Dijo con una ira mal fingida—. Contrólense un poco —pero en ese momento unos dedos perfumados se engancharon a su mejilla, impidiéndole hablar.

Pero mira qué lindo. Disfrazado de cochero y con estas mejillas tan suaves. A ver haz un puchero…
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#42
Jajaja… —se reía, y no porque le pareciera gracioso o tonto. Se reía por la ironía, porque al fin comprendía la razón de aquella mujer que le salvo la vida hacia tanto tiempo.— Gracias Mizumi Eri. De verdad… Tus palabras son... Cálidas y reconfortantes

Torció la cabeza mientras creaba una sonrisa en los labios, es más, incluso dejó salir sus dientes blanquecinos ante las palabras del joven. No esperaba una contestación a su emotivo discurso, ni tampoco las palabras que él había soltado, por eso se sentía extrañamente feliz, porque parecía que sí le había servido, que el mensaje que de su boca había salido, impactaba directamente en el corazón o en la cabeza del Ishimura, y, como ninja médico que era, ella solo quería ayudar a la gente, y por fin había conseguido hacerlo.

-De nada, Kazuma-san - Susurró, mientras jugaba con uno de sus largos mechones de pelo.

Y a partir de ahí, el trayecto fue acompañado por un silencio agradable, de esos que aparecen cuando estás con tus amigos mirando el cielo y nadie habla para estropear el momento, porque era una escena agradable que ninguno de los dos quería destrozar aún cuando se morían de ganas por decir algo, ya fueran preguntas o curiosidades, ya fueran bobadas o bromas. Porque el silencio es la mejor forma de expresarse de muchas maneras. Y como bien había leído alguna vez: si tus palabras no son mejores que el silencio, entonces cállate.

Pero el momento duró poco, cuando llegaron a un lugar con bastante gente, la mayoría eran personas ya adultas vestidas de manera muy elegante. ¿No podían ni estar fuera de aquí al menos hasta que dejase de llover? Porque la tierra seguía húmeda. Suspiró, la gente de Uzushio a veces podía resultar muy extraña. Pero, Eri no se sentía mal por eso en aquel momento, lo peor, para ella; era toda esa gente que se había arremolinado al rededor del carruaje, impidiendo marchar y chillando como locas que les encantaba el vestido que su vecina le había encargado llevar. Suspiró muy lentamente, sin que las mujeres se dieran cuenta de su nerviosismo, y levantándose sobre el carruaje, dio una vuelta sobre sí misma para que vieran el vestido en su mejor esplendor.

Cuando la pequeña improvisación de giro terminó, observó como Kazuma era devorado metafóricamente por una mujer ya entrada en años, rechoncha y con los labios pintados de rojo chillón. La huérfana ahogó una risa y se aventuró a interferir entre la mujer y su cochero.

-Disculpe, pero el joven Ishimura es mi cochero por hoy, es su trabajo, ¿no lo sabía? En verano dan vueltas a todo el Jardín de Cerezos. - Hizo gala de sus mejores artimañas, que en verdad no eran muy buenas, pero al menos lo intentaba. - ¿por qué no nos dejan pasar, y así cuando termine mi pequeño paseo, ustedes pueden agenciarse un carruaje y ser la envidia de todo el jardín? - Terminó guiñando un ojo a las féminas que se encontraban ahí, luego se sentó de nuevo en su asiento, colocándose el vestido como si fuera lo más preciado en el mundo, esperando que el joven albino continuase y pasasen el tramo del té, como lo llamaría a partir de ese entonces.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
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#43
La situación se estaba tornando bastante incómoda. A pesar de que Kazuma ya tenía bastantes problemas con aquella señora que le atenazaba las mejillas, se encontraba al pendiente de Eri, puesto que como cochero debía de asegurar la comodidad de su clienta. Sin embargo la chica demostró ser capaz de lidiar bastante bien con aquella situación.

-Disculpe, pero el joven Ishimura es mi cochero por hoy, es su trabajo, ¿no lo sabía? En verano dan vueltas a todo el Jardín de Cerezos. ¿Por qué no nos dejan pasar, y así cuando termine mi pequeño paseo, ustedes pueden agenciarse un carruaje y ser la envidia de todo el jardín?

Como si de una domadora de fieras se tratara, la peliazul consiguió que las mujeres se tranquilizaran un poco. Sus palabras las llevo a alejarse del carruaje y abrir espacio, todo eso mientras mantenían sus ojos fijos en el par de jovencitos. En cuanto las hubieron dejado atrás, el de ojos grises se sintió profundamente aliviado.

«Nota mental; tener cuidado al pasar por este tramo»

Cuanta intensidad —dijo, suspirando de tranquilidad—. Bien jugado, Eri-san, por un momento pensé que tendría que utilizar el fuete del caballo para abrirnos paso —Aunque el ya se lo había planteado. Si hubiesen llegado a tirar de un solo mechón de su blanco cabello hubiese comenzado a repetir latigazos.

Me duele la mejilla. Creo que tanto té y galletas son demasiada azúcar para aquellas señoras.

El carruaje se desplazaba con lentitud, quizás porque al paseo ya le quedaba poco para terminar. Habiendo dejado atrás aquel tumulto curioso, se encontraron en una zona bastante tranquila donde las nubes y las lloviznas iban dejando paso a un sol cálido. Incluso aquel caballo parecía estar disfrutando de las aves que cantaban festejando el final de la lluvia.

Entonces Kazuma la vio; un ave de plumaje oscuro, que yacía con las alas extendidas contra el viento, mientras desde las alturas de su nido observaba el pasar de la gente.

Observa —dijo el Ishimura mientras esbozaba una sonrisa hacia su pasajera.

En aquel alto árbol se encontraba un gran nido. Parte de dicho refugio estaba compuesto por una pequeña cometa de colores muy vivos, que resultaba muy familiar, esta se encontraba por encima de todo y parecía tener la función de proteger de la lluvia. Durante un segundo el ave oscura pareció reconocerlos y les graznó de forma territorial. Pero en cuanto alzó sus alas, detrás se pudo apreciar a tres pichones que ni siquiera habían perdido el plumón.

Parece que al menos le dio un buen uso —dijo sin dejar de señalar en dirección a las aves.
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#44
Cuanta intensidad... Bien jugado, Eri-san, por un momento pensé que tendría que utilizar el fuete del caballo para abrirnos paso

-No importa, si no se hubiese apartado hubiera roto el vestido en frente de sus ojos, así se hubieran apartado sin rechistar. - Comentó mientras se sentaba de forma más cómoda en su asiento. Luego ahogó una risa al rememorar como al Ishimura casi le arrancan uno de sus mofletes, incluso la joven huérfana se llevó una mano a la mejilla porque sentía que le dolía.

De nuevo, con el viaje retomado, comenzaron a disfrutar de nuevo del paseo que poco a poco su corta vida llegaba a su fin, el sol se distinguía ya por entre las nubes que comenzaban a ser blancas de nuevo, distorsionándose a medida que el viento las arrastraba hacia otro lugar dispuestas a llorar un rato más. ''Algún día dejarán de estar tristes'' Se dijo mentalmente la joven kunoichi mientras observaba una nubecita con forma de galleta. Entonces pasó algo inesperado, y cuando el de piel oscura llamó la atención de la huérfana para que ésta mirase al árbol, su sonrisa acompañó de la mano la de su cochero.

Había un nido, y justo encima de él una cometa de colores chillones con el hilo colgando, como si fuese un paraguas, algo que a Eri le pareció la mejor casa para los pájaros, bueno, segunda mejor casa, ya que la primera era la que hizo hace unos años atrás con su abuelo para los pájaros que anidaban en su tejado. Sí, esa sin duda era la mejor casa para pájaros con su techo rojo y sus paredes de madera. Pero bueno, no nos desviemos del tema. Eri observó como bien le indicó Kazuma al nido, y lo que encontró la sorprendió aún más: era el pájaro de plumaje oscuro, y, ¡tenía crías!

- Me alegro de que se llevase la cometa, así esas crías no hubieran pasado un mal trago... - Susurró llevándose una mano ahora al pecho, con alivio, y saludó con la otra mano al pájaro, esperando que no se lanzase a ella y la comenzase a picar la cabeza con su pico. - Es genial, si hubiese ido andando... Estos pequeños detalles me los hubiese perdido- Comentó, revolviéndose en su asiento. - Muchas gracias por el paseo que me estás brindando, Kazuma-san, estoy de verdad muy agradecida.
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#45
- Me alegro de que se llevase la cometa, así esas crías no hubieran pasado un mal trago. Es genial, si hubiese ido andando... Estos pequeños detalles me los hubiese perdido. Muchas gracias por el paseo que me estás brindando, Kazuma-san, estoy de verdad muy agradecida.

Al contrario, gracias a ti —aseguro mientras lentamente se dirigían hacia el lugar de donde habían partido—. Hacía mucho tiempo que no tenía un paseo tan agradable y con tan cálida compañía.

En aquel momento llegaron al final del viaje. En aquel lugar los recibió un jovenzuelo encargado de los caballos.

Con esto hemos concluido el viaje señorita —Aseguró él, mientras que con una reverencia tendía una mano a los ojos verdes para que esta pudiera bajar del carruaje.

En aquel momento se llevaron el vehículo hasta el lugar de guardado que le correspondía. De alguna manera el tiempo se hizo corto, aunque le constaba que el paseo tuvo el tiempo que le correspondía.

Eri-san —le dijo de repente—. Son pocas las ocasiones en que se puede tener una jornada tan amena. Eres bienvenida a tomar un paseo cuando gustes…

Dudo un poco, pero al final lo dijo, con un rubor notable, pero lo dijo.

Sé que nuestra primera impresión no fue buena, y por eso esperaba que fuera un viaje incómodo. Pero creo que es una de esas ocasiones en las que solo necesitas un poco de tiempo de calidad para poder apreciar lo simpática y cálida que puedes llegar a ser. Por supuesto también he visto que tienes carácter, pero creo que eso te hace más auténtica e interesante.

Espero verte pronto, y que sean circunstancias tan agradable como estas —dijo mientras le tendía aquella mano envueltas en cintas de seda.
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