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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Después de un intenso encuentro con una kunoichi de Amegakure, cuyo nombre no recordaba, y haberse encontrado con Noemi en las Montañas de la Tierra, Datsue prosiguió su viaje hacia Shinogi-to.

Había conseguido vender la figura del Baku falso, así como el frasco de agua del Río de la Cascada a una inocente muchacha, y en su caminata solitaria había ideado un nuevo timo. El timo perfecto.

Fue por eso que había decidido tomarse un alto en Notsuba, en una de las callejuelas donde todo tipo de mercaderes vendían sus mercancías. Quería poner a prueba su nueva idea, y ver si podía rapiñar unos cuantos ryos. El puesto de Datsue, si se le podía llamar puesto a una tabla vieja colocada sobre cuatro pequeños troncos mal cortados, que inclinaban peligrosamente el tablón hacia un lado, se encontraba al final del callejón.

El Uchiha empezó a colocar sus herramientas sobre la mesa: un cuenco de madera vacío y dos tarros de cristal, en cuyo interior se veía una crema blanca y otra verde. Datsue carraspeó, consciente de la mirada reprobatoria de los tenderos que estaban cerca de él, seguramente molestos por tener que compartir la zona con un puesto tan cutre como el suyo.

Que se jodan…

¡Vengan y vean! —empezó exclamando, tratando de llamar la atención de la multitud—. ¡El último hito en cremas! ¡Un descubrimiento que revolucionará el mercado para siempre! —gritó a pleno pulmón—. ¿¡Preocupadas por las arrugas!? ¿¡Preocupadas por las feas cicatrices que pueden sufrir con un golpe fortuito!? Si es usted kunoichi, ¡está de enhorabuena! ¡Y si no lo es... TAMBIÉN! ¡Porque ninguna de esas preocupaciones les incordiará de nuevo! ¡No con la CREMA PLUS 2000! ¡LA CREMA DEL FUTURO!

Datsue exhaló un suspiro y espero la reacción de la muchedumbre. Sabía que su imagen no era la más adecuada. Un chico que ni siquiera había entrado en la pubertad vendiendo cremas destinadas a un público femenino, que solía fijarse en los detalles más que cualquier otro. Sin embargo, el Uchiha había descubierto que la cantidad de primos y palurdos era desalentadoramente alta, y cuanto más inverosímil y rebuscado fuese el timo, mejor se lo solían tragar.
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#2
La modesta callejuela, pese a que no estaba precisamente abarrotada, sí fluía con intenso tráfico de viandantes. Hacía de nexo entre una gran plaza, con más puestos mercantes y, por consiguiente, más gente, y el entramado de calles residenciales que ocupaban las tres o cuatro manzanas de alrededor. Como una arteria con línea directa al corazón, bombeaba notsubeños desde el barrio a la plaza de mercaderes. No era raro a aquellas horas de la tarde, cuando aún faltaba poco para anochecer, encontrar todo tipo de personajes por las calles de la urbe feudal. Desde amas de casa que recolectaban ingredientes para la cena, hasta chiquillos que aprovechaban las últimas horas de luz diurna para jugar en la calle. Pasando por artesanos, guardias del Daimyō enfundados en sus polvorientas armaduras, borrachos, mendigos y demás malvivientes.

Pero, incluso entre el variopinto gentío, una chica atraía de vez en cuando las miradas de algún grupo de galanes, o de un par de señoras mayores que se detenían a observarla y comentar sus rasgos. Era de estatura media, delgada como un cisne y con la piel tan blanca como las plumas de uno. Su larga melena negra estaba recogida en una cola de caballo, que le caía lacia por la espalda y ondeaba de vez en cuando al viento junto a las mangas de su camisa. Llevaba pantalones de color azul marino, ceñidos pero cómodos, complementados con unas sandalias ninja tintadas de azabache.

Kunie paseaba con aire despreocupado mas atenta a cuanto sucedía a su alrededor. Cansada de esperar a que Kishō terminase sus compras, había decidido dar una vuelta en solitario para averiguar qué clase de misterios podían encontrarse en los callejones de la ciudad feudal. Sus ojos de ámbar se movían con vivacidad, observando todo a su alrededor, y sólo de vez en cuando se detenían en algo que mereciese la pena. Por ejemplo, el chico que gritaba, desgañitándose, unos cuantos pasos más adelante.

¿¡Preocupadas por las arrugas!? ¿¡Preocupadas por las feas cicatrices que pueden sufrir con un golpe fortuito!? Si es usted kunoichi, ¡está de enhorabuena! ¡Y si no lo es... TAMBIÉN! ¡Porque ninguna de esas preocupaciones les incordiará de nuevo! ¡No con la CREMA PLUS 2000! ¡LA CREMA DEL FUTURO!

La kunoichi se acercó, curiosa, al precario puestecito. Llamarlo "puesto" habría sido una ofensa al resto de comerciantes. Posiblemente, decir directamente "dos troncos y una tabla mal equilibrados" hacía más justicia a lo que allí había montado el muchacho. Sin embargo, a ella poco le importaba.

- Buenas tardes, vendedor-san. - saludó, sonriendo con naturalidad.- ¿Qué es esa crema de la que hablas?

Se fijó primero en los tarros, y luego directamente en su contenido: una pasta heterogénea que parecían más bien las entrañas de algún raro animal, que una crema para el cutis.
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#3
No supo muy bien porqué, pero en cuanto la vio venir, su rostro esbozó una sonrisa. Quizá fuera por sus ojos color ámbar, capaces de hipnotizar con la mirada, o simplemente por cada curva de su cuerpo, que parecían lisos y perfectos como una estatua.

Cuando llegó hasta él, en seguida se recriminó por haber pensado tan aborrecible comparación. No, aquel ángel caído del cielo distaba mucho de una fría piedra. A su lado, el mármol más liso parecía una piedra de afilar. Era el sueño de todo hombre. Entre todas las mujeres que había visto, tan solo una se le podía igualar.

Noemi…

- Buenas tardes, vendedor-san. - saludó, sonriendo con naturalidad- ¿Qué es esa crema de la que hablas?

A Datsue se le ensanchó todavía más la sonrisa bobalicona que tenía. ¿Cómo iba a ofrecer una crema a alguien con un cutis tan perfecto? Entonces sacudió la cabeza, como queriendo sacarse aquellos pensamientos de la mente, y recobró su antiguo semblante. No había viajado a Notsuba para hacer amigos, y mucho menos para ligar.

¡Buenas tardes! —saludó—. Así que está interesada en la crema plus 2000. ¡No me extraña! ¡Los beneficios que aportan esta crema son incalculables! —hizo una pequeña pausa, como para dar mayor énfasis a sus palabras, cuando en realidad solo estaba pensando cuál sería la próxima burrada que diría a continuación—. ¿Ve usted ésta crema de aquí? —preguntó, señalando el tarro que contenía la crema blanca—. Es capaz de hidratar y de regenerar las pieles más duras y resecas del mundo. Con el uso diario, la piel más arrugada quedaría como el culito de un bebé. ¡No exagero, se lo aseguro! Creo que me estoy pasando… Vamos a rebajar un poco el listón. En cambio, ésta verde de aquí, protege contra cualquier tipo de tiempo adverso. Ya sea del frío demencial, o de un sol agonizante.

Datsue se tomó un respiro. En su opinión, no lo había hecho mal. Pero que nada mal. Ahora sólo queda el truco final.

Pero este producto no se llama CREMA PLUS 2000 por cualquier razón. No señor —dijo, negando con la cabeza—. El verdadero descubrimiento surge cuando estas dos cremas se mezclan. Porque, cuando eso sucede, y escúcheme bien lo que le digo —añadió, inclinándose hacia ella como para contarle un secreto prohibido—, nace una nueva propiedad mágica. La de hacer invulnerable a la piel durante una semana. ¡Ni la katana más afilada podrá herirla! —exclamó, volviendo a erguirse—. Y si no me cree, y entendería su reticencia a hacerlo, ¡puedo demostrárselo! —aseguró, esbozando una sonrisa sardónica.

Ahora sólo quedaba el veredicto de la muchacha.
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#4
Kunie ensanchó un poco más la sonrisa, divertida, al ver la cara que se le había quedado al chico. Estaba acostumbrada a causar ese efecto en los hombres, pero aquel intento de vendedor no debía llegar ni a los catorce años. "Quizá sea mayor de lo que aparenta", se dijo la kunoichi. "O simplemente es demasiado espabilado para su edad". Sea como fuere, el chaval se recompuso y empezó a hablar con la misma vehemencia que antes, aunque en un tono menos escandaloso, de los innumerables y fantásticos beneficios de aquellas cremas. Kunie miraba ambos tarros alternativamente, conforme el chico hablaba de las propiedades de uno y otro.

Quizás aquella representación hubiera captado el interés de un transeúte despistado, pero ella se había criado en las calles. Sabía identificar perfectamente a un charlatán cuando lo veía. O, mejor dicho, cuando lo escuchaba. Sin embargo, decidió dejar que el muchacho terminara de hablar. Probablemente había pasado un buen rato ensayando el discurso, y no había necesidad de despreciar su esfuerzo. Cuando terminó, Kunie se inclinó sobre el paupérrimo puesto y tomó uno de los tarros, el que contenía la pasta blanca.

- ¿Te importa si echo un vistazo? - no esperó confirmación por parte del chico.- ¿Y dices que este ungüento es para suavizar la piel?

Desenroscó la tapa del bote y, acercando ligeramente la nariz, inspiró ligeramente varias veces. Kishō, su mentor, era versado en botánica y conocía muchos tipos de remedios y venenos que podían fabricarse a partir de las plantas más comunes. Como su alumna, Kunie había estudiado a fondo los libros y anotaciones del viejo shinobi hasta alcanzar un grado de maestría con el que estaba ciertamente satisfecha. Por esa misma razón no le costó demasiado identificar algunos de los ingredientes presentes en la pasta blanca.

- Heléboro, cúrcuma... Ah, y jazmín. - agregó, al percibir retazos de aquel aroma suave y característico.- Al menos te has molestado en que huela bien.

Aunque seguía sonriendo, había dureza en las palabras de la kunoichi. Quería dejar claro que con ella no iba a poder contarle cualquier historieta de tres al cuarto y ver cómo se lo tragaba. Tapó el tarro, lo dejó sobre la tabla de madera, y tomó el otro. Repitió el mismo proceso, tomándose su tiempo para olfatear a gusto.

- Este es algo más complicado. - admitió, y metió el dedo índice para tomar un poco de la pasta.- Por la viscosidad, diría que lleva aloe. El resto no consigo... - chupó un poco de la pasta, y al instante su rostro se contrajo en una mueca de amargor.- Buag, esto lleva ortiga por lo menos. No creo que sea de mucha utilidad para protegerme del clima, aunque si alguna vez quiero darle diarrea a alguien, podría echárselo en los fideos.

Dejó el tarro junto al otro y se cruzó de brazos. Esperaba que el chico intentara defenderse, o al menos, demostrar la veracidad de sus ungüentos. Aunque fuese un mal vendedor, quizá tuviera otros talentos con los que entretener a la kunoichi. Y ella no tenía ninguna prisa.
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#5
- ¿Te importa si echo un vistazo? - no esperó confirmación por parte suya- ¿Y dices que este ungüento es para suavizar la piel?

Datsue arrugó el ceño. No le gustó aquella actitud. Tan altiva. Tan altanera. Pero en seguida suavizó el gesto, consciente de que un buen vendedor no debía alterarse.

Así es, señorita —asintió con voz monocorde, mientras veía como su potencial cliente olía la crema.

- Heléboro, cúrcuma... Ah, y jazmín. Al menos te has molestado en que huela bien.

Ajá —se limitó a responder. En realidad, no tenía ni idea de si había acertado o no. Por los Dioses, ni siquiera sé que es eso de la cúrcuma. Datsue se había limitado a comprar aquellos botes con crema a una estafadora de tres al cuarto, siendo consciente de que aquella crema no valía nada, con la idea de venderlo por un precio todavía mayor a algún palurdo que pudiese embaucar. Algo le decía que aquella chica no iba a serlo.

- Este es algo más complicado. - admitió, y metió el dedo índice para tomar un poco de la pasta.- Por la viscosidad, diría que lleva aloe. El resto no consigo... - chupó un poco de la pasta, y al instante su rostro se contrajo en una mueca de amargor.- Buag, esto lleva ortiga por lo menos. No creo que sea de mucha utilidad para protegerme del clima, aunque si alguna vez quiero darle diarrea a alguien, podría echárselo en los fideos.

Hija de la gran… Como no la pare, ésta me desmonta el negocio. Sus ojos observaron que había más de un curioso escuchando a la joven. Tenía que reaccionar rápido.

Como le iba diciendo, comprendo su reticencia —repitió, remarcando la última palabra. La había aprendido hacía muy poco tiempo, y creía que le daba un aire culto—. La crema plus 2000 es difícil de creer. Lo sé —cogió el tarro verde y se llevó un buen pellizco de crema con el dedo índice. Luego, hizo lo mismo con la crema blanca, esta vez con el dedo corazón—. Por eso se lo voy a mostrar. Para que lo vea con sus propios ojos.

Echó ambas cremas en el cuenco de madera y se puso a mezclarlas con la punta del dedo. Era una manera muy rudimentaria y cutre de hacerlo, pero consideró que hacerlo con una ramita que había cogido por el camino lo sería aún más. Cuando la pasta quedó de un color más o menos homogéneo, de un verde claro, se remangó la manga hasta el codo y se aplicó la crema en una pequeña zona del antebrazo. Pese a que le costó lo suyo, tras varias friegas su piel pareció absorberla.

¡Y ahora, damas y caballeros, les mostraré porque la CREMA PLUS 2000 es verdaderamente mágica!

Extrajo el kunai que llevaba bajo la manga de su otro brazo, y, en un movimiento florido y ostentoso, se clavó con fuerza el kunai en el antebrazo donde se había echado la crema.

Lo hizo con tanta fuerza que no pudo reprimir una mueca de dolor, pese a que su piel no dejó pasar ni un centímetro el afilado acero de su arma.

¡Lo ven! ¡Este es el verdadero PODER de la CREMA PLUS 2000! —rugió Datsue, sabiendo que, si le salía bien la jugada, la gente olvidaría todo lo que la muchacha había dicho anteriormente—. ¿Qué me dice ahora? —le preguntó—. ¿Todavía cree que sólo es aloe con ortigas?
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#6
Los ojos del pequeño charlatán se movían rápidos, escudriñando los alrededores. Para Kunie tampoco pasó inadvertido que poco a poco se iban congregando más y más personas. Miró distraídamente hacia un lado, luego al otro, y vio que al menos había una docena de personas escuchando su modesto duelo oral con el chico. Eso no hizo sino divertirla, y riendo con disimulo, hizo un gesto dramáticamente amplio, como el presentador de una función de magia.

- Sorpréndeme, vendedor-san.

Lejos de acobardarse, el chico puso en marcha toda una teatralización para demostrar que las fantasías sobre sus supuestas cremas eran reales. Kunie se dejó llevar, fingiendo expectación. "A ver cómo sales de esta, listillo".

Y vaya si la sorprendió. Lo cierto es que primero le causó gracia, cuando lo vio mezclar ambas cremas con tanta convicción que realmente parecían elixires mágicos. Luego, a la risa le sobrevino una mezcla de intriga e incredulidad, al ver que el chico se untaba la pasta en uno de los brazos. Cuando sacó el kunai de su funda, el rostro de Kunie se quedó petrificado. "¿De verdad va a hacerlo...?"

- La madre que me... - alcanzó a balbucear la chica, aunque en un tono apenas audible.

El cuchillo no logró traspasar la piel del joven vendedor. ¿Cómo podía ser? Kunie trató de que aquella mayúscula sorpresa no se le viera en la cara, quizás con poco éxito. No entendía nada. Ella sabía los ingredientes que llevaban aquellos ungüentos. No había explicación lógica ni razonable. A su alrededor, los curiosos empezaron a aplaudir tímidamente, como si aquella proeza los hubiera puesto al momento en el bando del vendedor, y esperaran que Kunie se diese por vencida para celebrarlo por todo lo alto. Ella se recompuso, y pronto pasó del estupor a la intriga.

- Vaya, eso no me lo esperaba, tengo que admitirlo.

Se acercó al chico con paso seguro, tomándole del brazo. Aun quedaba algo del ungüento en su piel. Entonces tuvo una idea, y una sonrisa pícara se dibujó en su rostro. Clavó sus ojos ambarinos en los del muchacho, y concentró su mente en esa misma dirección...

"Eres un chico interesante. ¿Cuál es tu secreto?" - el chico oiría perfectamente la voz de Kunie retumbando en su cabeza, mas los labios de la kunoichi estaban sellados.- "¿Qué pensará toda esta gente si me ofrezco voluntaria para otra demostración? ¿Debería hacerlo, vendedor-san?"
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#7
Datsue chasqueó la lengua cuando la muchacha le tomó del brazo. No le gustaba que se tomase tantas libertades, como si su sola belleza justificase que podía hacer lo que le viniese en gana. Pero tuvo que reprimir su orgullo a favor del público, que observaba, ávido, la respuesta de Ojitos. Entonces vio la sonrisa pícara que se le dibujó en el rostro, y pensó que más bien debería apodarla Víbora.

"Eres un chico interesante. ¿Cuál es tu secreto?"

Ojitos no había hablado, ni siquiera abierto la boca. Y aun así, la había oído perfectamente, como si tuviese un canal directo a su mente. Datsue se quedó de piedra. ¿Acaso aquello era un Genjutsu? ¿O es que tenía telepatía? Sus pensamientos se convirtieron en un enjambre de abejas, incapaz de decantarse por ninguna idea.

- "¿Qué pensará toda esta gente si me ofrezco voluntaria para otra demostración? ¿Debería hacerlo, vendedor-san?"

Datsue pensó que se iba a partir las manos de tanto apretarlas. Sí. ¿Qué te parece si lo probamos en tu cuello, eh, HIJA DE LA GRAN PUTA! Datsue se había ruborizado por la rabia que le corría por dentro. ¿Cómo era posible que tuviese tan mala suerte? ¿Acaso era una kunoichi? Tiene que serlo. Por narices.

La situación le estaba superando, pero trató de tranquilizarse. Todavía no estaba todo perdido. Todavía había una opción.

¿¡Acaso eres capaz de leer mi mente!? pensó, tratando de que sus pensamientos sonasen claros y altos, como si le estuviese hablando a viva voz. Escucha… Si es así, sígueme el juego. Sígueme el juego y te daré el 15% de los beneficios que saque. Que digo el 15, ¡el 20!
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#8
Kunie tuvo que hacer su mejor actuación para no partirse de risa allí en medio. ¿Quién iba a pensar que un paseo casual por Notsuba iba a desembocar en una situación tan divertida? La rabia interna del chico resonaba en su cabeza con tanta claridad como si estuviera gritándole en el oído. Incluso más. Sin embargo, las amenazas del vendedor no hacían sino reír más a Kunie. Claro que, nadie excepto él mismo escucharía sus carcajadas.

- Sí. ¿Qué te parece si lo probamos en tu cuello, eh, HIJA DE LA GRAN PUTA!?

Ella se mantuvo impasible, disfrutando de los razonados intentos del chico por comprender qué estaba sucediendo, como una madre loba viendo dar los primeros pasos a sus cachorros. El muchacho no tardó en llegar a una conclusión más que plausible. "Es listo", se dijo para sí la kunoichi. Y en efecto lo era. En vez de intentar intimidar o amenazar a la chica, el vendedor le propuso un trato... Un jugoso trato. Kunie se hizo de rogar unos instantes hasta que por fin dejó que su voz resonara de nuevo en la cabeza del chico.

"Así que además de tener la piel de hierro, sabes usar la cabeza... Muy bien. Te ayudaré, pero a cambio me deberás un favor. Quédate tu dinero."

Sin esperar a que el otro dijera, o mejor dicho, pensara una palabra más, lo soltó del brazo. Al instante su vínculo telepático se rompió, como si hubiese sido el simple contacto físico el que lo mantenía estable. Quizá el chico concluyera algo semejante, y no iba a ser Kunie quien le sacara de su error.

Alrededor, los curiosos permanecían expectantes. La chica se volvió, dejando que su cola de caballo azabache trazara un amplio surco invisible en el aire. Abarcó a la docena de curiosos con su mirada ambarina, y empezó a hablar con tono pretendidamente convincente.

- ¡Pues llevabas razón, vendedor-san! Ni un sólo rasguño. - levantó el brazo del chico.- ¿Alguien quiere comprobarlo?

El improvisado público no se hizo de rogar, y la mayoría se acercó a toquetear al vendedor. Allí donde debía tener una herida sangrante, no había siquiera una cicatriz. Kunie tuvo que apartarse para dejar paso a un hombre que tenía un fajo de billetes en la mano, mientras que una anciana se abría paso a bastonazo limpio. Por su parte, la kunoichi se limitó a adoptar una cómoda postura al margen del alboroto pero sin perder de vista al estafador.

Había ganado un favor, y pensaba cobrárselo.
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#9
¿Un favor?

A Datsue no le dio tiempo ni a pensar. Ojitos había soltado su brazo en el acto, se había dado la vuelta, haciendo que el pobre Datsue se inclinase hacia atrás para esquivar la bofetada de su coleta, que había trazado un arco en el aire, y se había dirigido a la multitud con un tono todavía más convincente que el suyo.

Menuda tipa. Es peor que yo. Entonces se preguntó si todavía podía oír sus pensamientos, y rápidamente trató de censurarlos. Por suerte, el público se abalanzó sobre él y pronto lo único en que podía pensar era en el precio que iba a ponerle a su milagrosa crema.

Pero no hubo falta de hacerlo. Al haber tantos demandantes y tan sólo un producto que vender, una puja nació entre los más ávidos por hacerse con su género.

¡Mil ryos! —rugió un hombre—. ¡Mil ryos por la crema! —El hombre, surcado en sudor por la fuerte discusión que había mantenido con la anciana que tenía al lado, le estampó el fajo de billetes en el pecho de Datsue, cuyos ojos reflejaron su asombro y codicia.

¡Todo suyo! —exclamó, con una sonrisa de felicidad dibujada en el rostro—. ¡Enhorabuena! ¡Se ha hecho con la exclusiva CREMA PLUS 2000!

Rápidamente introdujo el dinero en su cartera, que llevaba en el interior de su yukata, y trató de salir de aquel enjambre de personas. Menudos primos. Si de algo se arrepentía, era de no haber comprado más botes de crema.

Hubo varias manos que agarraron sus hombros, o cualquier parte de su torso, ávidas por saber dónde poder conseguir su producto.

¡Mañana volveré con más! —les aseguró—. ¡Mañana a la misma hora, en el mismo sitio! ¡Traigan su dinero, señoras y señores! ¡Los milagros se pagan!

Dicho aquello, se escurrió entre la gente y huyó hacia la plaza, donde esperaba poder perderles de vista a todos. Incluso a la chica.

Cuando pensó que ya nadie le seguía, alzó las puños al cielo y sonrió.

Menudo crack estoy hecho joder. ¡El PUTO AMO!
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#10
Como un ave rapaz planeando sobre su presa, Kunie esperó pacientemente mientras el chico decidía a qué ignorante lugareño iba a sacarle los cuartos. Pese al bullicio, la kunoichi se esforzaba por no perderle de vista. Estaba claro que el muchacho era avispado, y probablemente fuera lo bastante como para intentar esfumarse una vez tuviera el dinero.

Así fue. Todo sucedió muy rápido, pero aun así la joven kunoichi no iba a dejar escapar la oportunidad de cobrarse un favor. Ágilmente abandonó su marmórea postura y empezó a andar, a paso ligero, detrás del muchacho. "Va hacia la plaza, si lo pierdo de vista puedo olvidarme de mi plan. Mierda". Kunie aceleró el ritmo, escurriéndose entre la docena de curiosos que todavía trataban de conseguir un poco de crema. Salió del callejón y se metió de lleno en el gentío de la plaza. Por suerte, no había perdido de vista al pequeño estafador ni un momento y, cuando lo vio detenerse, supo que era su momento.

- ¿Ibas a alguna parte, estafador-san? - preguntó, inquisitiva, cuando estuvo justo detrás del pillastre.- Todavía me debes una y, ¿adivinas?, es hora de cumplir.

En el poco rato que había durado la peculiar subasta de la crema ultra lo que fuera, Kunie había urdido un pequeño plan para sacarse ella misma un buen pellizco. El Sol casi se había ocultado por completo, dejando el cielo teñido de una gama de rojos y añiles que anunciaban la pronta llegada de la noche. Y, con la noche, venía su oportunidad. Se cruzó de brazos y clavó sus ojos en los del chico, con una expresión que podía traducirse en 'ni se te ocurra intentar escaquearte'.

- Asahina Kunie. - dijo, con una sonrisa entre divertida y maliciosa.- ¿Cómo te llamas, socio?
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#11
- ¿Ibas a alguna parte, estafador-san?

Hizo una mueca de dolor, mientras giraba la cabeza y confirmaba sus peores sospechas: era la chica de los ojos bonitos.

- Todavía me debes una y, ¿adivinas?, es hora de cumplir.

No sabía porqué, pero había algo en aquella mujer que odiaba profundamente y, a la vez, que le gustaba. Quizá sea masoquista. Entrelazó las manos tras la nuca y exhaló un suspiro.

Que yo sepa los acuerdos sólo se formalizan de forma verbal o mediante una firma —respondió—. Lo que uno pueda llegar a pensar no tiene importancia. De lo contrario, medio mundo estaría metido en la cárcel.

Entonces dejó caer los brazos hacia abajo, relajado, e hizo un ademán quitándole importancia.

En fin… No importa. Pese a que no lo parezca, pago mis deudas —aseguró el Uchiha, que en aquellos momentos estaba intentando pagar una: la de sus padres.

Tras aquel intercambio de palabras, la kunoichi se presentó como Asahina Kunie.

Datsue —dijo, no sin cierto recelo. Pero si aquella chica podía leerle la mente, de poco servía tratar de ocultarle su nombre—. Uchiha Datsue.
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Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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#12
Kunie ensanchó su sonrisa al ver la cara que se le había quedado al vendedor cuando se dio cuenta de que no había podido darle esquinazo. El desparpajo del chico y su carácter ingenioso le convertían en un blanco perfecto de las maquinaciones la kunoichi, que se lo estaba pasando en grande. Por su parte, él no parecía verlo de la misma manera. Probablemente desistiendo de huir, entrecruzó los brazos en su nuca y suspiró con evidente resignación.

- Que yo sepa los acuerdos sólo se formalizan de forma verbal o mediante una firma. - respondió.- Lo que uno pueda llegar a pensar no tiene importancia. De lo contrario, medio mundo estaría metido en la cárcel.

- Ah, ¿sí? ¿Y qué estás pensando ahora? - insinuó ella, pícara, mientras se arreglaba la cola de caballo con ambas manos.

- En fin… No importa. Pese a que no lo parezca, pago mis deudas. - aseguró el chico inmediatamente después.

La kunoichi asintió, complacida. Tenía todo lo que necesitaba para poner en marcha su improvisado plan. A punto estaba de contárselo al muchacho, cuando éste le dio su nombre. 'Uchiha Datsue'. Kunie abrió los ojos, que seguían fijos en el chico, con expectación. ¿Uchiha? ¿Quiere decir Uchiha como los de los cuentos y leyendas?. De ser cierto, Datsue era mucho más interesante de lo que parecía a simple vista. Ella quiso saber más.

- ¿Uchiha? Vaya, eso no es un apellido cualquiera. ¿De dónde eres, Datsue-san?
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#13
A Datsue no le pasó inadvertido el leve cambio en el semblante de Kunie al mencionar su nombre. Bueno, mas que mi nombre, mi apellido. No era la primera vez que veía reaccionar a alguien así al oír la palabra Uchiha. Ya en la Academia los profesores y compañeros parecían esperar grandes cosas de él por tan sólo llevarlo. Quizá por eso la decepción que sufrieron fue mayor al comprobar que en realidad se trataba de un vago y un gandul.

- ¿Uchiha? Vaya, eso no es un apellido cualquiera. ¿De dónde eres, Datsue-san?

¿Por qué te molestas en preguntármelo? Puedes leerme la mente, ¿no? —le interpeló. ¿O es que sólo puedes hacerlo mientras mantienes contacto directo conmigo?¿Y tú? ¿De dónde eres, kunoichi?

Datsue evitó llamarla por su nombre intencionadamente. Si respondía a su pregunta sin mencionar el sobrenombre que le había dado, estaría aceptando implícitamente que era una kunoichi. Era lo que el Uchiha conocía vulgarmente como “matar dos pájaros de un tiro”.
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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#14
Kunie frunció el ceño ante la contestación del Uchiha.

- ¿Por qué te molestas en preguntármelo? Puedes leerme la mente, ¿no? - la interpeló.- ¿Y tú? ¿De dónde eres, kunoichi?

La chica se cruzó de brazos, contrariada por la reticencia de Datsue a saciar su curiosidad. ¿Por qué se molestaba en ocultar lo que ella quería saber? Tarde o temprano acabaría enterándose. O al menos eso pensaba ella. El duelo dialéctico y de ingenio que llevaban manteniendo desde que se vieran por primera vez en la callejuela, un rato antes, empezaba a cansarla. Y no porque no le gustara el intentar retorcer y enrevesar las palabras mejor que nadie, sino porque estaba impaciente por poner en marcha su genialísima idea.

- ¿Por quién me tomas? - replicó, fingiendo sentirse ofendida con quizás excesivo dramatismo.- Soy una dama, y escarbar en cabezas ajenas no es algo propio de una dama. En cuanto a lo segundo...

Paró en seco. Acababa de caer en que Datsue se había dirigido a ella como 'kunoichi'. ¿En qué momento...? Ah, supongo que puedo esperar algo así de este chico. Sea como fuere, no tenía interés en seguir escondiéndolo. La paranormal demostración de habilidad que había hecho momentos antes no dejaba lugar a demasiadas dudas. Era lógico que Datsue sospechase que ella tenía algo que ver con el mundo ninja, igual que Kunie lo pensaba de él tras escuchar el apellido 'Uchiha'.

- Soy de Takigakure. ¿Satisfecho? - inquirió, poniendo cara de indiferencia para tratar de aparentar que no se había rendido.- Ahora para de darle a la sin hueso. Ven conmigo.

Kunie lo tomó del brazo y trató de arrastrarle, con suavidad pero firmemente, lejos del bullicio. Caminaba en dirección a la callejuela opuesta a aquella en la que se habían encontrado. Si sus cálculos eran correctos, por allí se iba a la zona de ocio nocturno menos recomendable de la ciudad. O, al menos, eso le había asegurado su maestro. Justamente lo que necesitaba era un antro de mala muerte y media docena de parroquianos con ganas de jugarse algunos ryos.

Entró en el callejón y siguió por el entramado urbano mientras la oscuridad se apoderaba de Notsuba. Se había hecho de noche sorprendentemente rápido, no tanto si se tenía en cuenta que era Invierno, y pronto las únicas luces que guiaban el camino de los dos jóvenes provenían de puertas y ventanas, o de alguna farola ocasional. Kunie continuó caminando hasta llegar a la puerta de un establecimiento. El edificio no tenía nada destacable, un simple caserío de dos plantas entre otros dos del mismo estilo. Sin embargo, encima de la puerta podía leerse un escueto mensaje.

"El Baku nocturno"

- ¿Sabes jugar a las cartas, Datsue-san? Porque, la verdad, esta noche me siento con facilidad para el juego, y tú has engrosado la cartera a base de bien gracias a mi ayuda. - soltó una risita maliciosa.- Claro que, unos borrachuzos de mente estrecha nunca compartirían mesa con una dama. ¿Me sigues?
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#15
Datsue esbozó una sonrisa de satisfacción ante el ceño fruncido de Kunie, que no le había gustado la respuesta del Uchiha. Era su particular victoria en una guerra dialéctica plagada de derrotas, y por eso aún le supo mejor.

- ¿Por quién me tomas? - replicó, con gesto ofendido.- Soy una dama, y escarbar en cabezas ajenas no es algo propio de una dama. En cuanto a lo segundo...

Definitivamente, esta chica tiene más cuento que yo, que ya es decir…

- Soy de Takigakure. ¿Satisfecho? - inquirió, poniendo cara de indiferencia.

Datsue abrió los ojos, sorprendido. Hostia, de mi Aldea… No sé si eso es bueno o malo.

- Ahora para de darle a la sin hueso. Ven conmigo.

Sin darle tiempo a responder, Kunie le tomó del brazo y le arrastró por entre el gentío. Jo-der. ¿Pero quién se creía aquella muchacha para arrastrarle como a un trapo? Sin duda tenía que pararle los pies. Estaba muy confundida si creía que podía tratarle así. Abrió la boca para protestar, y entonces sus ojos se encontraron con los suyos, del color del néctar y el ámbar, y bajaron hasta sus labios, sugerentes y encarnados, y ya no supo qué demonios iba a decirle.

Cerró la boca y suspiró. ¿Por qué demonios tiene que ser tan condenadamente guapa?

La muchacha siguió guiándole, cada vez por callejones más oscuros y siniestros, mientras la noche caía con desánimo sobre la ciudad de Notsuba.

Oye, ¿no te parece que vas un poquito rápido? —preguntó, de forma aparentemente seria—. No digo que me presentes a tus padres, pero… No hemos tenido ni la primera cita y ya me coges de la mano y me llevas por callejones oscuros…—Una sonrisa divertida asomó a sus labios—. Que sepas que no soy un chico fácil.

Tras la pequeña broma inocente, ambos ninjas de Takigakure continuaron caminando hasta llegar a un edificio de dos plantas, cuyo cartel encima de la puerta indicaba: El Baku nocturno.

- ¿Sabes jugar a las cartas, Datsue-san? Porque, la verdad, esta noche me siento con facilidad para el juego, y tú has engrosado la cartera a base de bien gracias a mi ayuda. - soltó una risita maliciosa.

Bueno… La verdad es que prefiero juegos como el shōgi —respondió, aunque ya veía venir por donde iban a ir los tiros.

-Claro que, unos borrachuzos de mente estrecha nunca compartirían mesa con una dama. ¿Me sigues?

Madre mía. Que peligro de mujer…

Supongo que sí —respondió de forma escueta—. Quieres que juegue por ti, ¿no?Y supongo que me chivarás las cartas de los contrarios con ese don tuyo… No es lista ni nada la chica esta.
[Imagen: ksQJqx9.png]

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