Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Entonces ella puede moverse a voluntad en una forma u otra y... ¿Incluso conserva sus recuerdos después de la técnica? —preguntó Juro, con los ojos abiertos como platos.
Y Ayame, henchida de orgullo, esbozó una radiante sonrisa.
—Eso es. Además, al no ser estrictamente un Clon de Sombras, lo que vea o experimente Kokuō no regresa a mí como recuerdo. Es una manera de... mantener su individualidad.
—¡Es increíble, Ayame! Puede que no sea la libertad, pero es mucho más de lo que habría imaginado que pudiera ser posible.
Ella se frotó la nuca, con las mejillas encendidas por la vergüenza.
—Gracias, aunque lo cierto es que me llevó un buen tiempo idear la técnica... y conseguir que funcionara.
Más del que le habría gustado, de hecho. Pero le había hecho una promesa, y estaba dispuesta a dar cualquier cosa por cumplirla.
—Si estas compartiendo el secreto de esta técnica conmigo, eso significa que... ¿estas dispuesta a enseñarme a utilizarla? —preguntó Juro, y Ayame no pudo menos que ensanchar aún más su sonrisa—. Normalmente nunca pediría algo así a alguien ni querría abusar de tu bondad, pero... bueno, Chōmei merece volar libre. Libro de verdad, aunque sea algo momentáneo.
—Creía que nunca me lo pedirías —bromeó, con una risilla—. Era mi intención desde el principio, por eso Datsue y tú entrabais dentro del plan "Liberar a los Bijū".
»Pero antes debía asegurarme de en qué términos estabais... —Desde luego, no sería buena idea liberar a un Bijū que sólo sentía rabia y odio hacia su jinchūriki. Sería un peligro para todos...—. Y por eso también estaba deseando poder hablar contigo.
Ayame se mostró avergonzada ante los elogios. Por su aparente incomodidad, Juro pudo intuir que no estaba muy acostumbrada a recibirlos, o que no quería que se le subieran demasiado a la cabeza. De cualquier manera, la entendía. Él siempre había pasado desapercibido hasta el momento en que se había convertido en el Jinchūriki de la villa. Tras ello, el peso de las expectativas que habían puesto sobre él había sido abrumador: estaba seguro de que le habría aplastado si la cosa hubiera continuado por aquel camino.
—Creía que nunca me lo pedirías. Era mi intención desde el principio, por eso Datsue y tú entrabais dentro del plan "Liberar a los Bijū". Pero antes debía asegurarme de en qué términos estabais...¡ Y por eso también estaba deseando poder hablar contigo.
Juro no pudo evitar sonreír. Al parecer, había sido el último de los tres en enterarse de la existencia de una técnica así. Había pasado un año escondido de la civilización, así que no le extrañaba. De cualquier manera, se alegraba de que Ayame hubiera tomado la iniciativa de algo así.
« Puede que Kusagakure se haya estancado en la historia, pero me reconforta saber que las cosas están avanzando »
— Si, tiene sentido, una técnica así solo debe hacerse bajo las circunstancias en las que nos encontramos ahora. Desde luego, ha sido un verdadero golpe de suerte que nos hayamos cruzado — El marionetista no pudo evitar pensar que lo único que había hecho durante la conversación era agradecerle cosas a la kunoichi. Para no volver a incomodarla, trató de cambiar de tema —. Por lo del sello, deduzco que ya has tenido la oportunidad de hablar con Datsue, ¿verdad? ¿También ha roto las cadenas?
A pesar del viaje, el joven se sentía lleno de vitalidad. La premisa de un entrenamiento, el aprendizaje de algo nuevo y útil, los sentimientos de bijuu y Jinchūriki juntos en un mismo deseo... todo aquello le traía recuerdos del pasado.
— ¡Pienso esforzarme al máximo para aprender la técnica! No puedo quedarme de brazos cruzados ni un segundo teniendo esta oportunidad. ¿Por donde empezamos?
—Si, tiene sentido, una técnica así solo debe hacerse bajo las circunstancias en las que nos encontramos ahora. Desde luego, ha sido un verdadero golpe de suerte que nos hayamos cruzado.
—Como si hubiese sido cosa del destino —se rio Ayame, inconsciente de lo que significaba la palabra suerte para aquel chico.
—Por lo del sello, deduzco que ya has tenido la oportunidad de hablar con Datsue, ¿verdad? ¿También ha roto las cadenas?
Ayame asintió, con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Sí! Incluso pude hablar con Shukaku cara a cara.
—Creéme, no es algo que querría hacer —intervino Kokuō, mirando a Juro con gesto de agotamiento.
Ayame soltó una risilla, rascándose la nuca. Era cierto que el Ichibi podía ser un tanto excéntrico, como poco, pero también era verdad que les había salvado la vida en su último encuentro con Kuroyuki. Desde luego, se podía decir que tenía un carácter de lo más... especial. No estaba segura de lo que sentía hacia él.
—¡Pienso esforzarme al máximo para aprender la técnica! No puedo quedarme de brazos cruzados ni un segundo teniendo esta oportunidad. ¿Por donde empezamos? —preguntó Juro.
—¡Por el principio! —exclamó Ayame, incorporándose de golpe e invitando al Kusajin a hacer lo mismo—. Veamos... vamos a intentarlo: Tienes que hacer un Kage Bunshin, pero en lugar de dividir tu chakra, tira de el de Chomei hacia el exterior. Como si quisieras sacarlo de tu cuerpo. ¡Prueba!
Juro no pudo evitar sentir curiosidad ante los comentarios de Ayame y Kokuō. Se alegraba por Datsue y por el bijuu sellado en su interior, pero... ¿Cómo diablos era el Shukaku para que un ser tan elegante y educado como Kokuō pusiera semejante cara?
« Si te lo contara perdería toda la gracia, jejeje »
« Menuda suerte... » — Eso fue todo lo que pudo averiguar. Quizá en otra ocasión podría sonsacar más a los demás sobre el tema, pero no era el momento.
—Veamos... vamos a intentarlo: Tienes que hacer un Kage Bunshin, pero en lugar de dividir tu chakra, tira de el de Chomei hacia el exterior. Como si quisieras sacarlo de tu cuerpo. ¡Prueba!
La situación cambió y ahora Ayame le estaba apoyando en su aprendizaje de la nueva técnica. El marionetista cerró los ojos y dejó que las palabras de la chica calaran en su interior. Trató de imaginar su cuerpo por dentro y una corriente de chakra que lo recorría: ese era su ser. Más profundamente, en su pecho, una enorme fuente de poder, antigua e inmemorial. Chōmei. Dos fuentes, dos entidades distintas, de las que manaba aquel poder. Puede que fueran uno, pero por dentro, seguían siendo dos también.
Inspiró aire y realizó los sellos de la técnica que ya conocía. Cuando abrió los ojos, ante él se encontraba una copia de Juro perfecta, emergiendo de una pequeña explosión de humo.
— ¿Chōmei? — preguntó Juro, casi con timidez.
El otro negó con la cabeza, encogiéndose de hombros. Era un clon. Si Juro hubiera conocido mejor la técnica, se habría dado cuenta al instante: el clon era idéntico a él, y no mostraba ninguno de los cambios característicos que tendría el cuerpo de un ser humano poseído por el de un bijuu. No. El chico había sido incapaz de arrastrar el chakra del bijuu. Quizá guiado por la costumbre, había dividido el suyo propio.
— ¡Tengo que seguir practicando! — exclamó, para nada desanimado—. Chōmei y yo hemos estado unidos durante tanto tiempo que me cuesta imaginarlo de manera separada a mí.
Aun así, si que había un detalle que podría apreciarse. El pelo del clon. Aunque seguía siendo negro, parecía tener una tonalidad más...azulada. Era un cambio tan insignificante que no había provocado nada distinto, quizá se debía a la sugestión o al haber arrastrado un mínimo fragmento del chakra del bijuu al exterior. Solo teniendo al lado a ambos se podría notar verdaderamente una diferencia.
Juro cerró los ojos en un gesto de concentración y sus manos se entrelazaron en el sello correspondiente. Un pequeño estallido de humo junto a él reveló una réplica idéntica a su propia figura. Y Ayame torció ligeramente el gesto.
—¿Chōmei? —preguntó el kusajin.
Pero el otro negó con la cabeza. Evidentemente, no era más que un Clon de Sombras. Afortunadamente, su error no pareció desanimar al shinobi. Más bien al contrario:
—¡Tengo que seguir practicando! Chōmei y yo hemos estado unidos durante tanto tiempo que me cuesta imaginarlo de manera separada a mí.
Ayame se cruzó de brazos, y volvió a intercambiar una breve mirada con Kokuō.
—La primera señal de éxito será que ese clon no sea idéntico a ti. No sé cómo es Chōmei, ni como resultará tu réplica de él, pero cuando Kokuō sale en forma humana tiene el pelo blanco y los ojos azules. Bueno... de forma similar a como la visteis aquella vez en el bosque —añadió, con una sonrisa incómoda—. De hecho... —Ayame entrecerró los ojos y su mirada cambió entre Juro y su clon. Concretamente, en su pelo. No estaba segura de si sería la iluminación o su propia imaginación gastándole una broma, pero, ¿aquel clon no tenía el pelo ligeramente más azul que el Juro original?—. ¡Vuelve a intentarlo!
— ¿Mi clon tiene que tener rasgos de Chōmei? — Juro se rozó la barbilla inconscientemente, pensativo. ¿Y si su clon tenía alas? ¿O un casco enorme como el del bijuu? Negó la cabeza para sí. El clon de Ayame no tenía unos rasgos tan... evidentes. Quizá el color de su pelo o sus ojos cambiaría de la misma manera.
Puede que eso le ayudara. Al fin y al cabo, tenía que imaginar un clon distinto a él mismo. Una entidad independiente del propio Juro. Como un ser al que transmitir el chakra de su bijuu.
« Échame un cable, ¿Cómo te imaginas a ti mismo?»
«Como un ser imponente, mucho más afortunado y agraciado que tú, jejeje »
« ¡Eso no me ayuda! ¡Un clon es un clon! No puedo hacer milagros »
«Entonces deja de quejarte y sigue intentándolo.
¿Te vas a rendir a la primera? ¿Ese es el Jinchūriki que me he buscado? ¿El que quiere enfrentar a Kurama? »
« ¡Estoy en ello! » — Por mucho que escociera, el bijuu tenía razón. No podía depender de la ayuda de nadie. Ni si quiera de la de Ayame, puesto que el aprendizaje de una técnica era algo muy personal. Tenía que encontrar un estado mental que le ayudara a ejecutarla adecuadamente.
El segundo intento no fue mejor. Ni el tercero. Al cuarto, comenzó a jadear, y tras un quinto intento fallido, el chico sintió que le temblaban las piernas. La técnica era costosa, y a pesar de que el chakra que se repartía entre los clones regresaba a él, había un coste que estaba pagando y que cada vez se acumulaba con un mayor peso. Puede que tuviera una enorme cantidad de chakra, pero su aguante no era tan excepcional. Lo único que había logrado, con los últimos intentos, es cansarse.
— Necesito... un pequeño descanso. En cuanto recupere el aliento, volveré a intentarlo — murmuró Juro, sin esconder su frustración. Su espíritu seguía inquebrantable, pero no podía ignorar sus limitaciones físicas. Se recostó contra la pared de la cueva, sin fuerzas—. Quizá no lo esté enfocando bien. Sé lo que tengo que imaginar. Creo que lo estoy cogiendo. Pero aun así... supongo que es difícil para mí.
« Chōmei es completamente diferente a mí, ¿sabes? — le confesó, mientras recuperaba el aliento. Sabía que la chica no tenía ni idea de su aspecto o personalidad, y se decidió a compartir un poco más con ella —. Al principio, me intimidó mucho. Pero cuando lo conocí, no supe que pensar. Definitivamente es un alma libre, y le encanta gastarme bromas y burlarse de todo constantemente, casi como un niño pequeño. Y yo he sido siempre tan serio... Pero aun así, su lealtad hacia mí y su compromiso por ayudarme me sorprendió, incluso si era por un bien común. Y ahora, después de tanto tiempo juntos, siento que...
« Oh, que suerte la mía. ¿Te me vas a poner a llorar? »
— ¡Me encantaría tener un poco de privacidad! — exclamó, molesto por la interrupción.
— ¿Mi clon tiene que tener rasgos de Chōmei? —preguntó Juro, mesándose la barbilla con gesto pensativo.
—Algo así. Se podría decir que sí —asintió Ayame—. En la forma humana es como si... tomaran los rasgos más parecidos a su forma de bijū. Pero sin las colas, los cuernos, y todas esas cosas —añadió, agitando la mano frente a su rostro.
—Más quisieran ustedes tener una forma como la nuestra —bufó Kokuō. Era evidente que había herido su orgullo—. Sus cuerpos son lo más endeble que he podido experimentar nunca. Basta con que os soplen para que...
—¡Bueno, bueno, Kokuō! ¡No hace falta que te ofendas así! —se rio Ayame, apoyando la mano sobre su cabeza.
Y Juro volvió a intentarlo. Una y otra vez. Pero los resultados no fueron mucho mejores. Al final, el exiliado estaba bastante agotado. Entre resuellos, y con las piernas temblorosas, se recostó contra la pared y murmuró:
—Necesito... un pequeño descanso. En cuanto recupere el aliento, volveré a intentarlo.
—No te preocupes, tómate tu tiempo. Lo importante es que entiendas el concepto, la práctica vendrá después —le consoló Ayame, al verle tan frustrado.
—Quizá no lo esté enfocando bien. Sé lo que tengo que imaginar. Creo que lo estoy cogiendo. Pero aun así... supongo que es difícil para mí.
—No creo que sea una cuestión de imaginar nada... Sino de proyectarlo hacia el exterior —intentó explicarse, ladeando la cabeza a ambos lados—. No creo que sepas cómo va a ser Chōmei en su forma humana hasta que lo veas con tus propios ojos.
—Chōmei es completamente diferente a mí, ¿sabes? Al principio, me intimidó mucho. Pero cuando lo conocí, no supe que pensar. Definitivamente es un alma libre, y le encanta gastarme bromas y burlarse de todo constantemente, casi como un niño pequeño. Y yo he sido siempre tan serio... Pero aun así, su lealtad hacia mí y su compromiso por ayudarme me sorprendió, incluso si era por un bien común. Y ahora, después de tanto tiempo juntos, siento que... —Juro se detuvo un instante, y entonces exclamó a la nada, como si estuviese respondiendo a otra entidad—: ¡Me encantaría tener un poco de privacidad!
Ayame no pudo evitar soltar una risilla, imaginando lo que debía estar pasando en el interior del jinchūriki.
—Es parecido a mi hermano Shukaku —intervino Kokuō. Y entonces entrecerró los ojos ligeramente—, pero... no tan cínico, ni mucho menos tan sangriento como él.
—Estoy deseando conocerle —admitió Ayame, con una sonrisa de oreja a oreja.
Pero la sangre se congeló en sus venas cuando un repentino y violento temblor sacudió la caverna. Con una exclamación de sorpresa, Ayame, se aferró a la pared más cercana para no perder el equilibrio. El temblor se prolongó durante varios segundos que se le hicieron eternos. Pero, justo cuando creía que la cueva se les iba a echar encima, se detuvo.
—¿Qué ha sido eso?
—Humanos, miren al frente —les indicó Kokuō, con las rodillas flexionadas y todo el cuerpo en tensión.
Ayame siguió la dirección de su mirada, pero enseguida deseó no haberlo hecho. Porque allí, al fondo de la cueva y entre un montón de escombros, una especie de enorme oso, de pelaje negro como el carbón les miraba con ojos sedientos de sangre. O al menos parecía un oso, porque también tenia algo que parecía un pico donde debía estar su hocico. Pero no era eso lo más preocupante, porque seis colas ondeaban tras el final de su espalda.
Juro no pudo evitar soltar una carcajada cuando vio las interacciones entre Ayame y Kokuō. Supuso que, por muy diferentes que sean entre ellos, la relación de un Bijū y su Jinchūriki es siempre interesante.
—No creo que sea una cuestión de imaginar nada... Sino de proyectarlo hacia el exterior. No creo que sepas cómo va a ser Chōmei en su forma humana hasta que lo veas con tus propios ojos.
El marionetista asintió, lentamente. Era difícil de digerir, pero tenía bastante sentido. Quizá lo estaba enfocado mal después de todo. Su hermana, Katsue, siempre le había dicho que tenía que evitar pensar tanto las cosas y simplemente dejarse guiar por su instinto. Puede que tuviera razón al fin y al cabo.
También sintió curiosidad al hablar del tal Shukaku. Sabía que era el Bijū sellado en Datsue, pero poco más. Al parecer, también era un bromista, pero eso de cínico y sangriento no le gustó nada. Pensó, para sí, que los Bijū tenían su propia personalidad, al igual que los humanos. Por ello, era lógico que al igual que había Bijū pacíficos, habría otros que no. Kurama era el mejor ejemplo. Aun así, si Ayame había podido hablar con él, no podía ser un peligro tan grande para los seres humanos.
Pero un gran temblor irrumpió la agradable conversación. Juro sintió como su cuerpo rebotaba en el suelo y su cabeza estuvo a punto de impactar de lleno contra la pared en la que se apoyaba, pero pudo sostenerse con las manos para evitar el golpe. El miedo que había sentido al acercarse a la caverna se disparó, y por unos momentos, no supo si las piernas le temblaban por el esfuerzo o por el terror.
— Humanos, miren al frente — Justo cuando el temblor se detuvo, el aviso del Bijū le alertó. Tal y como había temido, una aberrante criatura emergía de los escombros situados en las profundidades de la cueva.
La criatura poseía seis colas, tenía el aspecto de un oso gigante y parecía estar mezclado con alguna especie de pájaro. La posibilidad de ser despedazado por sus zarpas o destrozado a picotazos invadió su mente como una flecha. Retrocedió varios pasos sin si quiera ser consciente. Puede que fuera menos monstruoso que la bestia que enfrentó solo, pero eso no le hacía menos letal.
« Los osos y yo nunca nos hemos llevado muy bien... » — Cierta misión del pasado regresó a su cabeza, pero era consciente de que no era el momento de rememorar.
« Espabila, chico, o estamos muertos»
Tenía razón. Juro se incorporó, mientras recuperaba poco a poco el control de su cuerpo. Había pasado algo de tiempo desde el abuso de la técnica y ya se sentía más preparado para pelear. En condiciones óptimas no se sobreesforzaría, pero era más que consciente de la magnitud del enemigo al que enfrentaban.
El grito de Ayame le devolvió a la realidad.
— Es otra de las aberraciones de Kurama — siseó Juro, en guardia —. Parece más estable que la criatura que enfrenté. Esta tenía los instintos y el poder de los animales que la formaban, y también era capaz de lanzar algo parecido a una Bijūdama.
Un velo de chakra verde burbujeante comenzó a envolver a Juro, señal de que se estaba uniendo con Chōmei. Tres colas brotaron de su espalda, así como dos cuernos y ciertos rasgos bestiales. No avanzó más allá de la primera capa porque aún no era el momento. Necesitaba sus técnicas y sus venenos si quería sobrevivir a esto.
» No creo que sea buena idea pelear en un espacio tan estrecho — murmuró Juro, pero sus ojos seguían fijos en la criatura que tenían delante. No iba a ser tan fácil retroceder y tampoco podían darle la espalda al enemigo.
¤ Capa de Chakra (Versión 1) - Tipo: Apoyo, Ofensivo - Requisitos: Ninguno - Gastos: 21 CK por onda de chakra - Daños:
12 PV por quemadura
25 PV por coletazo
35 PV por onda de chakra
- Efectos adicionales:
El CK del bijuu accesible del usuario regenerará si no se usa chakra del bijuu
+12 a Fuerza, Resistencia, Aguante, Agilidad y Poder
Defensa de 10 PV
-10 PV/turno en caso de no controlar al bijū
- Velocidad: Muy rápida (onda de choque) - Alcance y dimensiones: -
La primera capa de chakra forma un denso velo de energía alrededor del jinchūriki. Esta capa, similar en apariencia a un líquido en ebullición, es burbujeante y de color verde y dota al jinchūriki de una cierta protección física. Los cambios físicos que son experimentados son más pronunciados que durante el Aspecto de Bijū, pero además se forman los cuernos encima de su cabeza y de una hasta siete colas tras el final de su espalda a partir de la capa de chakra y con las que son capaces de interactuar con el entorno.
Para los jinchūriki que no han aprendido a controlar a sus bijū, el chakra de la bestia tenderá a ser perjudicial: experimentará un proceso de corrosión en su propio cuerpo que finalmente podría terminar dañándolo con un uso prolongado. Esto también se aplica a aquellos que entren en contacto con ellos.
Esta capa de chakra suele adquirirse por un creciente estado de rabia, tensión, estrés o peligro, cuando el sello que contiene al bijū se debilita y en consecuencia deja al jinchūriki en un estado de menor control sobre su propio cuerpo con cada cola liberada. Aunque no se ha observado que los jinchūriki lleguen a perder por completo el control en este estado, sí es cierto que se vuelven más salvajes y agresivos.
En el caso del jinchuuriki del Nanabi, si no ha controlado a su bijuu, normalmente este estado presenta de una a tres colas. La cuarta puede ir emergiendo poco a poco. Si llega a emerger por completo, alcanza lo que se conoce como Versión 2 y pierde el control.
—Es otra de las aberraciones de Kurama —respondió Juro, colocándose en guardia—. Parece más estable que la criatura que enfrenté. Esta tenía los instintos y el poder de los animales que la formaban, y también era capaz de lanzar algo parecido a una Bijūdama.
—¿Otra... aberración de Kurama? —repitió Ayame, algo confundida. Había oído hablar de aquellas criaturas, pero todo habían sido comentarios vagos lanzados al aire. Y mucho menos se había encontrado cara a cara con uno de aquellos.
—No me puedo creer que mi hermano haya llegado esto... —siseó Kokuō, con todo el pelo de su cuerpo erizado y un tono de voz que mediaba entre la más absoluta tristeza y la ira.
Ayame no pudo evitar sobresaltar cuando Juro, junto a ella, comenzó a verse envuelto por una capa de chakra hirviente de color verde, formando dos cuernos sobre su cabeza y tres colas que ondeaban tras su espalda. Su gesto se volvió feral, pero sus ojos seguían manteniendo la mirada de aquel chico tímido pero resuelto. Estando en comunicación con Chōmei, no había peligro de que perdiera el control. Pero se encontraban en una situación muy peliaguda. Estaban en un túnel cavernoso, prácticamente en un callejón sin salida: frente a ellos estaba el gebijū, a su espalda el espacio se abría al vacío y a las espículas de roca. Podían escapar volando pero... ¿debían dejar al gebijū donde estaba y arriesgar a que se lo encontrara cualquier persona que pasara por allí?
¿Pero qué había de aquella monstruosidad? El gigantesco oso-lechuza se había incorporado sobre sus patas traseras y ahora los observaba con el hocico arrugado y la baba cayéndole desde el pico. Sus ojos, inyectados en sangre, se fijaron de repente en Juro.
—¡Cuidado! —exclamó Ayame.
Pero, dicho y hecho, la criatura se abalanzó sobre Juro. Era bastante más rápido de lo que podría dar a entender su enorme cuerpo. Y cuando tuvo al chico a su altura lanzó una de sus garras hacia su torso (30 PV, cortante) para aplastarlo e inmovilizarlo contra el suelo antes de lanzar un potente picotazo (30 PV, perforante).
17/07/2021, 23:55 (Última modificación: 18/07/2021, 00:02 por Eikyuu Juro. Editado 2 veces en total.)
La situación era peliaguda, desde luego. Pero dejar así la cosa no era una opción, ni mucho menos. Aunque su objetivo era Kurama, Juro estaba más que dispuesto a arriesgar su vida si con ello podía evitar que una de sus criaturas sembrara el terror. Aún tenía grabada en su cabeza la desesperación de ese padre por encontrar a su hija secuestrada; el cuerpo inconsciente de esa niña, tan ligero y frágil que era un milagro que no se hubiera roto en las profundidades de la cueva; esas bandanas de los ninjas de Uzushiogakure que murieron en servicio esperando encontrar una bestia normal y no un pseudobijuu...
Nunca dormiría tranquilo si dejaba a ese monstruo suelto y contribuía así con la maldita época de terror que ese zorro quería erigir a su costa.
Ayame balbuceó a su lado, pero el marionetista no tuvo tiempo de preocuparse por ella ni por Kokuō. Ambas eran luchadoras experimentadas y estaba seguro de que podrían recomponerse para la batalla. Despegar los ojos del monstruo que tenía delante podía significar la muerte. Echó un vistazo rápido a los alrededores, para cerciorarse de que no se llevarían sorpresas. Si fuesen capaces de utilizar el entorno contra el monstruo y lanzarle contra los pilares rocosos, quizá, solo quizá, podrían acabar con la bestia de forma efectiva. Pero el monstruo no sería tan estúpido y de cualquier forma, ellos estaban en mitad de la trayectoria.
Cuando el monstruo se lanzó a por él, Juro supo que tenían pocas opciones. Y que debía aprovechar las bazas que había.
Su concentración fue tal que ni siquiera escuchó la advertencia de Ayame. Sí, la bestia era rápida, pero pudo verla venir. Un golpe de un monstruo de tal envergadura le pondría en problemas incluso en unión con Chōmei. Por eso, el marionetista observó bien el recorrido del monstruo, que en poco tiempo se le echó encima. Cuando la bestia se detuvo para alzar la letal garra, Juro no perdió un instante: formuló el sello del carnero y desapareció del espacio, que poco después fue atravesado por aquellas garras.
El chico se había desplazado a velocidad ultra rápida, aprovechando que era mucho más pequeño y móvil y que podía colarse perfectamente por el espacio que la criatura había dejado en el momento en que se había lanzado hacia él. Ahora se encontraba a unos metros detrás de ella.
Mientras que la criatura aún estaría recuperándose de la embestida fallida, Juro hurgó en su portaobjetos y le lanzó rápidamente un frasco de líquido amarillento, que al contacto con ella estallaría en una nube de humo. Con suerte, el humo podría invadir sus piernas, torso y brazos, o al menos, afectar a la mayor parte de la criatura, puesto que su tamaño era enorme y el chico no las tenía todas consigo.
— ¡Son neurotoxinas paralizantes! ¡Hacen efecto al contacto, pero no creo que duren mucho! — gritó, para que ninguna de sus compañeras tuviera la idea de acercarse demasiado.
El marionetista no desperdició la oportunidad: acto seguido, dos brazos de chakra surgieron de su cuerpo y se lanzaron hacia la bestia. En el camino, cinco ramificaciones brotaron de ellos, tres de uno y dos de otro, en forma de afilados apéndices. Un brazo agarró al monstruo del cuello y comenzó a arrastrarlo hacia el suelo, mientras el otro se curvó para empujar el torso del oso al lado contrario, para que entre los dos pudieran desestabilizarle y tirarle. Los apéndices se clavaron en sus piernas y parte trasera, para aumentar la probabilidad de éxito. Si todo iba bien, el efecto del veneno en combinación con el poder del chakra bruto del bijuu podrían derribarlo y contenerlo ahí, donde no tendría un punto de apoyo.
PV:
250/250
– CK:
106/220
– -
14
– -
40
– -
50
–
El Shunshin no Jutsu no puede ser utilizado durante 5 turnos
¤ Shunshin no Jutsu ¤ Técnica del Parpadeo Corporal - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos:Ninjutsu 40 - Gastos: 14 CK/20 metros (multiplicable) - Daños: - - Efectos adicionales:
Esta técnica no podrá volver a ser utilizada en 5 turnos
(Aguante 80) Esta técnica no podrá volver a ser utilizada en 3 turnos
- Sellos: Carnero/una mano - Velocidad: Instantánea
Permite al usuario reforzar las capacidades corporales momentáneamente y realizar varios pasos e impulsos a velociades sobrehumanas. El ejecutor siempre se mueve en línea recta, ya sea por tierra o desde tierra hacia una elevación, siendo necesario en este último caso que haya un lugar donde apoyar los pies al final del recorrido. Como mínimo, el shinobi o kunoichi necesitará un apoyo por cada multiplicable. No pueden atravesarse técnicas ni otros obstáculos como armas o incluso otras personas. Si se utiliza para atacar por sorpresa, el oponente siempre sentirá al usuario antes de que aparezca debido a que la técnica mueve una gran cantidad de aire.
Los ninjas de las Tres Grandes son capaces de añadir pequeños elementos decorativos para llamar la atención de un observador al tiempo que desaparece de su vista. En Uzushiogakure, el usuario deja tras de sí pétalos de cerezo. En Kusagakure, hojas mecidas por el viento. En Amegakure, una suave neblina.
¤ Capa de Chakra (Versión 1) - Tipo: Apoyo, Ofensivo - Requisitos: Ninguno - Gastos: 21 CK por onda de chakra - Daños:
12 PV por quemadura
25 PV por coletazo
35 PV por onda de chakra
- Efectos adicionales:
El CK del bijuu accesible del usuario regenerará si no se usa chakra del bijuu
+12 a Fuerza, Resistencia, Aguante, Agilidad y Poder
Defensa de 10 PV
-10 PV/turno en caso de no controlar al bijū
- Velocidad: Muy rápida (onda de choque) - Alcance y dimensiones: -
La primera capa de chakra forma un denso velo de energía alrededor del jinchūriki. Esta capa, similar en apariencia a un líquido en ebullición, es burbujeante y de color verde y dota al jinchūriki de una cierta protección física. Los cambios físicos que son experimentados son más pronunciados que durante el Aspecto de Bijū, pero además se forman los cuernos encima de su cabeza y de una hasta siete colas tras el final de su espalda a partir de la capa de chakra y con las que son capaces de interactuar con el entorno.
Para los jinchūriki que no han aprendido a controlar a sus bijū, el chakra de la bestia tenderá a ser perjudicial: experimentará un proceso de corrosión en su propio cuerpo que finalmente podría terminar dañándolo con un uso prolongado. Esto también se aplica a aquellos que entren en contacto con ellos.
Esta capa de chakra suele adquirirse por un creciente estado de rabia, tensión, estrés o peligro, cuando el sello que contiene al bijū se debilita y en consecuencia deja al jinchūriki en un estado de menor control sobre su propio cuerpo con cada cola liberada. Aunque no se ha observado que los jinchūriki lleguen a perder por completo el control en este estado, sí es cierto que se vuelven más salvajes y agresivos.
En el caso del jinchuuriki del Nanabi, si no ha controlado a su bijuu, normalmente este estado presenta de una a tres colas. La cuarta puede ir emergiendo poco a poco. Si llega a emerger por completo, alcanza lo que se conoce como Versión 2 y pierde el control.
¤ Chakura no Ude ¤ Brazos de Chakra - Tipo: Apoyo, Ofensivo - Requisitos: Capa de Chakra (Versión 1 ó 2) - Gastos:
20 CK
10 CK por metro adicional
10 CK por división
- Daños:
12 PV por contacto
25 PV por golpe
- Efectos adicionales: - - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: Los brazos pueden llegar hasta los cinco metros de longitud
Esta es una habilidad que los jinchūriki poseen mientras se encuentran en su forma de capa de chakra. Pueden utilizar el chakra bruto de su bestia para formar brazos que pueden manipular libremente para atacar a sus objetivos y golpearlos a altísima velocidad. Las manos de estos brazos de chakra poseen afiladas garras, aunque parecen carecer de cualquier tipo de articulación, por lo que pueden realizar movimientos increíblemente flexibles que serían imposibles para cualquier tipo de extremidad normal. El usuario puede formar los brazos que él desee y pueden servir a otros propósitos, como garfios, para agarrar objetos o a cualquier enemigo desde la distancia o con fines ofensivos. El mero hecho de entrar en contacto con estos brazos causará dolorosas quemaduras. Debido a que el chakra está unido al cuerpo, estos brazos pueden crecer en tamaño o, dividirse para formar más apéndices o incluso transformarse en cuernos en aquellas bestias que lo posean.
¤ Mordisco de serpiente - Tipo: Veneno - Tamaño: Pequeño - Requisitos: Iryo-Nin o Marionetista - Precio: 2500 ryos - Uso: Parálisis en la zona afectada durante 3 turnos.
Veneno líquido que se fabrica mezclando los venenos de distintas serpientes y que da como resultado una poderosa neurotoxina que paraliza las partes del cuerpo afectadas.
Parálisis en la zona afectada durante 3 turnos
12 PV/contacto x 7 (en contacto con 2 brazos y 5 ramificaciones)
Afortunadamente, Juro era un shinobi con experiencia tanto en el combate como con aquellos monstruos. Y sabía bien cómo desenvolverse ante una situación así. Con apenas un sello de sus manos, desapareció de la vista de todos los presentes. O al menos de casi todos, pues Ayame fue capaz de ver su sombra deslizándose hacia la espalda del gebijū para lanzar después un frasco que se rompió en una nube amarillenta.
—¡Son neurotoxinas paralizantes! ¡Hacen efecto al contacto, pero no creo que duren mucho!
En aquella ocasión, Kokuō fue más rápida que ella. Estiró el cuello para agarrar a la kunoichi por la parte de atrás de su falda y, con un fuerte tirón, la lanzó hacia atrás antes de retroceder ella misma.
—¡Au, au, au! ¡Mi culo! —se quejaba Ayame, dolorida por el golpe que había recibido al caer al suelo.
—Prefiero que le duela el trasero a que se quede paralizada frente a esa cosa —le espetó Kokuō, en respuesta.
El oso-lechuza, por su parte, había quedado atrapado dentro de la nube de gas paralizante. Sin embargo, la criatura era grande... y poderosa. Y aunque la parálisis sí pareció ralentizar notablemente sus movimientos, no terminó de paralizarla del todo. Así lo comprobaron cuando se desplazó hacia un lado para esquivar los brazos de chakra. Aunque no consiguió evadirlos todos, y graznó de dolor cuando tres de ellos se clavaron en su cuerpo. De un momento a otro, cogió con sus zarpas delanteras una colosal roca que debía ser tres veces más grande que Juro y la lanzó contra él. Pero Kokuō, aprovechando su despiste, cargó contra el gebijū por la espalda, utilizando sus cuernos para asestar una buena cornada.
25/07/2021, 15:51 (Última modificación: 29/07/2021, 18:39 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
Ayame y Kokuō lograron apartarse a tiempo de la trayectoria del veneno. Este consiguió ralentizar los movimientos de la bestia, pero no cumplió del todo su propósito. Juro lo constató cuando el monstruo esquivó la mayor parte de sus brazos. El muchacho jadeó, consciente de que no podía desperdiciar el chakra y sus movimientos así como así. Quedarse sin fuerzas era el equivalente a morir con un rival tan despiadado.
La embestida seguía y Juro era el objetivo principal de esa cosa. El marionetista se preguntó si sería por el velo de chakra que le envolvía o simplemente por mero azar.
Una enorme roca fue lanzada hacia él. Afortunadamente, el chico tenía muchas más alternativas esta vez. El monstruo era más lento, y tenía que apuntar y propulsar esa enorme roca. Juro tuvo tiempo suficiente como para extender sus alas y propulsarse hacia el lado contrario de la caverna, dejando que la roca pasara a su lado y reventara contra el suelo en lugar de contra su cabeza.
El muchacho aterrizó en el suelo, mientras ejecutaba una cadena de sellos.
— ¡Atacadlo desde distintos lados! — El monstruo no era una tortuga, pero era más lento. Su esquive lo había demostrado. Si Ayame se desplazaba al otro lado de la caverna y Kokuō seguía embistiendo, los tres podrían abrumarlo. Especialmente teniendo en cuenta que el monstruo solo podía atacar a uno al mismo tiempo —. ¡Fūton: Renkūdan!
Juro respiró profundamente y disparó una diminuta esfera de aire comprimido, que pronto recortaría la distancia que les separaba, dirigida a su pecho. No era una técnica muy poderosa, pero era rápida, y el gasto de chakra le permitiría no agotar su cuerpo demasiado. Apuntó a la parte superior del cuerpo del monstruo, de forma que, si la bestia conseguía volver a esquivarle, reducía enormemente la probabilidad de golpear a Kokuō por accidente.
PV:
250/250
– CK:
70/220
– -
36
–
El Shunshin no Jutsu no puede ser utilizado durante 4 turnos Capa de Chakra (Versión 1) activada
¤ Fūton: Renkūdan ¤ Elemento Viento: Bala de Aire Perforador - Tipo: Ofensivo (contundente) - Rango: B - Requisitos:Fūton 30 - Gastos: 36 CK - Daños: 60 PV - Efectos adicionales:(Fūton 80) El proyectil puede lanzarse de forma parabólica - Sellos: Carnero → Liebre → Carnero - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: La esfera mide 80cm de diámetro, y recorrerá 15 metros antes de desestabilizarse y estallar
Para lanzar esta técnica, el usuario respirará primero profundamente, tras lo que incrementará de forma intensa la presión del aire que respiró dentro de su estómago. A continuación, lo lanza de forma súbita en forma de esfera de aire comprimido y visible a través de la boca. Gracias al chakra mezclado con el aire comprimido, la esfera explota al alcanzar a su objetivo, además de desviar cualquier tipo de arma que le es lanzada. Es posible disparar varias seguidas, aunque el gasto de chakra puede agotar al ejecutor.
Utilizando aquellas curiosas alas de insecto, Juro consiguió apartarse de la trayectoria de la enorme roca antes de verse aplastado por ella. Un violento temblor sacudió la caverna, ensordeciéndolos, cuando el pedrusco impactó contra el suelo y se vio hecho escombros.
—¡Atacadlo desde distintos lados! —exclamó Juro, entrelazando las manos.
Kokuō y Ayame se movieron al unísono, formando con el exiliado de Kusagakure una especie de triángulo imaginario, con el Gebijū en su centro.
—¡Suiton: Mizurappa!
—¡Fūton: Renkūdan!
El Gobi no se vio en la necesidad de gritar nada: simplemente abrió sus fauces, y de estas surgió una bomba de vapor ardiente comprimido que salió disparada hacia el oso-lechuza.
Agua, viento y vapor se juntaron en el centro y liberaron una vorágine que engulló al gebijū, que rugió lleno de dolor e ira desatadas (160 PV). Una densa humareda de polvo y vapor inundó la estancia, y el silencio lo llenó todo. Ayame hundió los hombros al cabo de varios segundos. Todo parecía haber acabado.
Pero entonces algo chocó contra ella, arrancándole el aire de los pulmones y lanzándola contra la pared contraria de la cueva (80 PV). De la nada, y amparándose en la escasa visibilidad que había en aquellos momentos, el búho-lechuza se había movido a una velocidad prácticamente instantánea y le había asestado un zarpazo con todas sus fuerzas. Kokuō desapareció en una pequeña nube de humo. Temblando de los pies a la cabeza, y con la vista borrosa por el golpe que acababa de recibir en la cabeza, Ayame se llevó una mano al pecho. Sangraba. Sangraba profusamente. Las garras de aquella criatura eran algo que no debía perder de vista.
Y ahora la bestia se acercaba a ella lentamente con las zarpas ensangrentadas y los ojos sedientos de más. Estaba herida por múltiples partes, pero eso no parecía importarle. Había algo más que la empujaba a seguir combatiendo. Algo que iba más allá del raciocinio. Era puro instinto salvaje y animal.
29/07/2021, 18:57 (Última modificación: 5/08/2021, 11:29 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
Los tres lograron realizar una técnica combinada digna de un equipo bien compenetrado que pronto engulló a la bestia. Sin embargo, una densa humareda cubrió todo, y Juro tuvo un escalofrío al instante. Recordaba la gran resistencia de la anterior bestia que había enfrentado, de siete colas. Incluso con dos de sus cabezas fuera de combate, la restante había podido arrastrar su cuerpo y había intentado acabar con su vida. Esta era distinta, pero le extrañaría si con esa técnica eran capaces de tumbarla.
El silencio inundó todo y Juro esperó lo peor. Quiso buscar a Ayame y agruparse con ella, pero sintió miedo. Si daba con el monstruo en lugar de con ella, podría ser el fin.
Sus temores se confirmaron cuando escuchó un golpe. Al instante supo que la chica estaba en peligro.
No había lugar para el miedo. Juro no pensaba dejar que la chica que había decidido tenderle la mano muriera aquel día. Kurama no iba a ganar, le costara lo que costara.
Ambos, tanto bestia como chica, escucharían una explosión en un punto no muy lejano de la caverna, cuya onda haría retumbar nuevamente los frágiles cimientos de aquel lugar. Aunque no supiera su posición, Juro sabía perfectamente de donde provenía el ruido. Y una bestia tan grande no era difícil de ver una vez te aproximabas lo suficiente.
El muchacho ya no se desplazaba por dos patas, sino cuatro. A su espalda, albergaba cinco colas de puro chakra y dos alas claramente visibles. El chakra verde y morado lo envolvía y se había ceñido a él como una segunda piel, transformandolo en una verdadera bestia. Su cabeza se encontraba envuelta por un yelmo de escarabajo.
Repentinamente, Juro emergió de la humareda y se lanzó hacia la espalda de la criatura, aprovechando la confusión y su nueva velocidad aumentada, y con un rápido movimiento, le asestó un golpe con dos de sus colas en la cabeza, con la esperanza de derribarla, aunque fuera por unos segundos. Tras ello, reculó varios pasos hasta el lugar donde la chica se encontraba, y con alivio, comprobó que seguía viva, aunque herida. Le dio la espalda y se fijó en la bestia otra vez, preparado para un contraataque. Con esa nueva forma, al menos, podría escudarla en caso de otro golpe, y llevarse él el impacto.
PV:
250/250
– CK:
80/220
– +
10
– El Shunshin no Jutsu no puede ser utilizado durante 3 turnos Capa de Chakra (Versión 2) activada
¤ Capa de Chakra (Versión 2) - Tipo: Apoyo, Ofensivo - Requisitos: Ninguno - Gastos: 27 CK por onda de chakra - Daños:
12 PV por contacto
40 PV por coletazo
40 PV por mordisco
45 PV por onda de chakra
- Efectos adicionales:
Se accede a la reserva de chakra de la Versión 2
+20 a Fuerza, Resistencia, Aguante, Agilidad y Poder
Defensa de 20 PV
-20 PV/turno en caso de no controlar al bijū
- Velocidad: Muy rápida (onda de chakra) - Alcance y dimensiones: -
El chakra del bijū se convierte en una forma humanoide que concede al jinchūriki una enorme ventaja en el campo de combate sin liberar por completo a la bestia. Usando el cuerpo del jinchūriki como una especie de endoesqueleto, una capa de chakra puramente verde y morada lo envuelve. Las manifestaciones físicas del correspondiente bijū que son apenas apreciables en la primera capa se vuelven mucho más nítidas en esta versión, reproduciendo una especie de versión de la bestia en miniatura: la masa muscular se incrementa, y la cornamenta y las colas están claramente definidos ahora. Aunque, dado que el velo de chakra se atañe a la forma del cuerpo de su jinchūriki, las características físicas de este son aún distinguibles.
Al entrar en la versión dos de la capa de chakra se produce una masiva cantidad de chakra que es capaz de formar cráteres por debajo de su cuerpo y destruyendo en el proceso cualquier tipo de restricción que pudiera haber estado impidiendo sus movimientos previamente. Nuevamente se incrementan sus capacidades y la capa actúa como una especie de protección frente a ataques externos.
Entrar en esta etapa, para un jinchuuriki que no ha controlado a su bijuu, significa terminar por cederle el control de su propio cuerpo. Durante este estado, el jinchuuriki no puede utilizar técnicas de su repertorio. A cambio, puede lanzar ráfagas de chakra muy poderosas y acceder a la técnica más destructiva de los bijuu: la Bijuudama.
En el momento en el que el jinchūriki le concede el total control de su cuerpo al bijū, su capacidad de distinguir entre amigos y enemigos se desvanece y atacará a cualquier cosa que se interponga en su camino hacia su objetivo. Esta forma acarrea numerosas consecuencias para el mismo jinchūriki también, ya que las propiedades corrosivas del chakra queman su piel. Las habilidades regenerativas garantizan que los daños se vayan curando, pero con el tiempo se va acortando su esperanza de vida por la masiva destrucción y creación de células. En el caso de que el jinchūriki controle a su bijū no sufrirá ninguno de estos daños, y se mantendrá consciente.
Para el jinchuuriki de Nanabi que no ha controlado a su bijuu, a medida que va perdiendo el control de su cuerpo, van creciendo en su espalda las tres últimas colas. De formarse la última cola, el usuario moriría y el bijuu saldría al exterior.
A través de los destellos de dolor que aún inundaban su visión borrosa, Ayame pudo ver la borrosa silueta de una extraña criatura que surgió de entre los restos de la humareda y golpeaba con fuerza al Gebijū, que rugió enardecido al recibir el golpe y le devolvió un brutal zarpazo (30 PV cortante) antes de recibir un segundo. Como quien trata de aplastar una mosca molesta. Después, trastabillando, tuvo que sacudir la cabeza para no caer derribado.
Ayame tensó los músculos del cuerpo al ver a la criatura posarse cerca de ella. Cinco colas de chakra ondeaban tras su espalda, dos alas surgían de algún punto en su espalda y un extraño casco se había ceñido a su cabeza. Aquella extraña capa de energía hervía, y le ponía los pelos de punta incluso desde donde se encontraba.
Le tomó varios largos segundos reconocerle.
—J... ¿Juro?
Verle de aquella manera despertaba terroríficos recuerdos en ella. Recuerdos de cuando su relación con Kokuō parecía imposible y perdía el control cada vez que sus sentimientos se desbordaban. Recordaba aquella sensación de perder el conocimiento, el cómo parecía estar ardiendo en su propia piel, la rabia... Desde que se había reconciliado con el bijū no había vuelto a suceder un episodio así, ni ella había sentido la necesidad de pedirle prestado su poder.
De hecho, le daba miedo hacerlo.
Se levantó a duras penas, era un milagro que no se hubiese roto algo en su choque contra las rocas, y se restregó la manga contra la frente para apartar el hilo de sangre que se derramaba sobre su ojo, impidiéndole ver. No dejaba de mirar de reojo a Juro, sopesando si el chico seguía en sus plenas facultades o había ocurrido algo con él. Pero su mayor problema era, precisamente, aquel monstruoso oso-lechuza.
—Oh, no...
Porque, de hecho, había abierto el pico y había comenzado a acumular energía. Una energía que ambos Jinchūriki conocían muy bien. No tenían más que unos pocos segundos. Pero, en un espacio tan reducido como aquel y que corrían el riesgo de sepultar, no tenían muchas opciones.
—¡Tenemos que acabar con esto YA! —exclamó Ayame, abalanzándose hacia el frente y alzando el dedo índice en forma de pistola. De la punta de este surgió una bala de agua que recortó la distancia que la separaba del Gebijū, casi al mismo tiempo que este disparaba la tan temida Bijūdama, pero...