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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#91
"Confía en mi... Ella confía."

Si hubiese habido más luz, se habría apreciado una enorme sonrisa en Ranko, como si ya hubiese olvidado lo que Lyndis había dicho a la ancianita.

S-s-sí. D-descansa... Ahm... Waai-chan.

Ranko gritó mentalmente y se giró, dandole la espalda a Lyndis para que no viera lo sonrojada que estaba. Se regañó por estar actuando como una niñita, y se dijo que debía calmarse si no quería que su compañera la tratase como niña. Sin entender del todo por qué reaccionaba así, Ranko se durmió sonriente.

Soñó con conejos saltando en una pradera, corriendo alrededor de una persona enorme de cuernos y piel roja. Era alguien gentil que acariciaba a las criaturas con las yemas de los dedos, y reía al verlos ir de aquí a allá.

Cuando despertó, muy temprano, justo al salir el sol, ya había ruidos en la casa. Específicamente sonidos de trastos y agua en la cocina. Ranko abrió los ojos y se dio cuenta de que había girado durante la noche, quedando de frente a Lyndis. Se incorporó al instante, el cálido rubor ayudándole a despertar por completo.

Eh... Ahm... Buenos... Buenos días, L-... Waai-chan. —dijo, todavía apenada por llamarla así. No entendía del todo por qué.

Esperaría a que la peliplateada despertara, o insistiría con movimientos en su hombro si ésta no reaccionaba. ¿Tendría resaca?
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#92
La luz del sol llevaba ya rato filtrándose en la habitación, y por suerte para la peliplateada no daria de lleno en su cara a menos que pasasen varias horas. Para cuando Lyndis abrió los ojos, Ranko ya estaba algo encorvada hacia delante y con su nerviosismo habitual.

Uumhmhmumhm... — Murmuró un poco, costandole incorporarse. Primero se echaria a un lado, se apoyaría en ambos brazos, y despues solo se apoyaria sobre una mano.

Estaba casi por completo despeinada, se le caia un poco la baba aun con la boca pastosa. Se acarició los ojos, y suspiró para después llevarse las manos a la cabeza.

Joder... — Le costó espabilarse unos segundos. — Hacía tiempo que no dormía tan a pierna suelta. Oh, Ohayōgozaimasu — respondería a Ranko. — A-Aaah es verdad... Nos quedamos a dormir en casa de una ancianita... U-Uhh... L-Lo siento ¿bebí demasiado verdad? Hacía mucho que no probaba el alcohol de nuevo.

Terminaría de levantarse, acariciando un poco su ropa, pues tenía esa extraña sensación que se producía al haber dormido con ropa normal y no tener que cambiar de pijama, por lo que durante varios minutos, le resultaría algo incomoda su propia ropa.
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#93
S-sí, bebiste... Casi una botella entera de sake. N-no... No sabía que te gustara el alcohol —Ranko comentó con algo de pena, tallándose el codo, como si fuese un tema delicado —. Ahm... ¿Te encuentras bien?

Ranko esperaría su respuesta, mientras escuchaba el sonido de alguien en la cocina.

Parece que nuestra anfitriona es bastante madrugadora. —Ranko soltó una risita —. ¿Estás lista para continuar hoy, Waai-chan?

Se le hacía raro llamarla así, pero tenía el deseo de decir su nombre incontables veces. ¿Por qué sonaba tan bonito?
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#94
Oh... Si si... De eso me acuerdo perfectamente — añadió con una pequeña risa, desviando la mirada. Pero cuando posteriormente Ranko la llamó de otra forma, algo saltó las alarmas en ella.

Quedo visiblemente ruborizada, incluso abrió un poco la boca sorprendida echándose lentamente la cabeza hacia atrás. Desvió la mirada con los ojos abiertos de par en par y pareció tartamudear algo para posteriormente morderse el labio inferior.

Mhfphf... — Acarició su desordenado pelo, y posteriormente se puso en pie del todo, buscando su calzado y dando un par de golpes con la punta para terminar de acomodárselos. Ahora también recordaba perfectamente esa otra conversación ¿se había ido aún más de la lengua, hasta donde le había contado? — D-D-Deberíamos darnos prisa, t-tenemos una misión que cumplir, y-y-y-y tampoco quiero abusar de la hospitalidad de esta pobre anciana. B-Bastante problema cause ayer

En la puerta, antes de abrirla y salir bastante nerviosa, agitó las manos en gesto de negación sin perder la mirada sobre Ranko, aunque no con la frialdad y el temple que había tenido el dia anterior.
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#95
Ranko se confundió al verla sonrojarse.

¿P-pasa algo, Waai-chan? ¿Es...? —Ranko se llevó las manos a la boca. ¿Acaso lo de su nombre se lo había dicho borracha y en realidad no quería que lo usara? —. Ah... L-lo s-siento... M-me dijiste tu nombre y-y... Creo q-que me p-puse demasiado informal co-con el honorífico y-y... S-si no te gusta puedo volver a llamarte Lyndis. ¡P-perdón!

Ranko, totalmente sonrojada de nuevo, se apresuró a levantarse y a dedicarle una reverencia de disculpa a la peliplateada. Ésta, sin embargo, vio su camino de salida obstruido por la ancianita.

Oh. Me alegra que estén despiertas ya —Su tono era totalmente diferente al de la noche anterior. Ahora se notaba más sobria, melancólica, con la vista caída —. El desayuno está servido, y hay un baño en la parte trasera de la casa, junto al pozo, si gustan tomar una ducha.

La mujer dio media vuelta y se alejó sin dar tiempo a preguntas. Ranko quiso seguirla, pero se detuvo al acercarse a Lyndis.

Se le ve... Mal —susurró la de la trenza a su compañera, olvidando momentáneamente su pena —. ¿Qué crees que tenga?
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#96
N-N-N-No no importa. M-Me acuerdo bien de eso es solo que... S-Simplemente me ha pillado desprevenida — Negó nuevamente con las manos, mientras Ranko se disculpaba una y otra vez con una reverencia, compartiendo su vergüenza.

La anciana irrumpió poco después, y las invitó ir al salón a desayunar e incluso bañarse si así lo deseaban. Pero su tono de voz era completamente distinto al de la noche anterior. Lyndis miró apenada a Ranko, cuando esta le volvió a preguntar.

Supongo que ya se ha dado cuenta de que no somos quienes creía anoche — dijo entreabriendo un poco la puerta, como intentando espiar. — Aaaaggghhh... Y le dije una auténtica barbaridad, si es que no tengo remedio — añadió llevandose las manos a la cabeza y luego al mentón, intentando calmarse. — Supongo que deberiamos desayunar y poco más... Tampoco podemos perder más tiempo aquí, tenemos que entregar ese paquete...

Y finalmente, se dignó a abrir la puerta y e ir al mismo sitio donde cenaron la noche anterior.
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#97
E-entiendo —dijo Ranko con respecto al nombre. Asintió cuando mencionó lo de la mujer, recordando que Lyndis le había dicho que Yuriko estaba embarazada —. M-me siento mal por ella... E-espero que entienda.

La de la trenza siguió a su amiga. Se encontraron a la mujer sentada a la mesa, con sendos platos para las kunoichi, con huevos revueltos con verduras y una salchicha para cada una, así como sendas tazas de té.

Ranko saludó con un movimiento de cabeza y suaves palabras, y se sentó tímidamente.

Adelante, tomen asiento, chicas —comenzó la ancianita con tono algo seco. Ranko notó que se refería a ellas como "chicas" —. Quiero... Disculparme. Y agradecerles. Disculparme por... Comportarme así. Ya había bebido un poco y... Suelo... Suelo pensar mucho en mi hijita —Su voz se quebró un poco —. No tenía mucho tiempo para visitarme, aunque nos escribíamos mucho. Me dijo que vendría después de... De un torneo en el Valle al que iría con mi yerno. Pero no volvieron.

El corazón de Ranko dio un vuelco, pensando si habrían caído en el ataque al Valle de los Dojos. La anciana había comenzado a llorar en silencio. El pecho de Ranko se apretó.

A veces... Imagino que regresan. A veces les cocino. Y anoche... Ustedes siguieron esa imagen. Y sentí que mi Yuriko estaba aquí de nuevo. Gracias por hacerme compañía, por no dejarme sola. Gracias.

La anciana se limpió las lágrimas con la manga de su vestido, y se levantó para obsequiarles una reverencia.

Disfruten de su desayuno, niñas. Espero que, cuando tengan que partir, la fortuna les sonría, tal como ustedes me han sonreído a mí.

La mujer esbozó una sonrisa, amplia, pero triste.
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#98
La primera vez que se refirió a ambas con femenino no se percató de ello, pero la segunda vez si se hizo de notar, lo que la llevaria a intercambiar una breve mirada con su amiga. Poco después, explicaría que lo de anoche se vió debido al alcohol, al igual que le paso a Lyndis poco después.

Pero cuando mencionó el valle de los Dojos, todos los músculos se tensaron, haciendo que detuviera la taza de té justo en la boca antes de poder haberle dado siquiera un sorbo. Escucho atentamente, mientras bajó la taza asimilando la nueva información, y otra vez volvió a mirar a Ranko, esta vez de forma profundamente incómoda. ¿Y ahora qué? Ellas sabían perfectamente lo ocurrido, pero por lo que mencionaba la anciana tal vez puede que se estuviera haciendo a la idea.

Perder a un hijo, a una edad tan mayor... Lo último que quería un padre o una madre, era sobrevivir a sus hijos.

E-Entiendo... G-Gracias por todo... — Respondió mirando a Ranko nuevamente, mientras intentaba pensar que más podían hacer para ayudarla o compensarla. — Igualmente... Debería vivir más cerca de la civilización, tal vez algún día necesite ayuda o algo y... Bueno, no está en condiciones a su edad... Seguramente también pueda encontrar un pequeño jardín en el que seguir cultivando día a día...

Le comentó, cuando esta le sonrió tristemente, recordando que algo de la comida que le había servido anoche, mencionó un pequeño huerto.
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#99
La ancianita rió. Era como si ahogara un llanto con risa, como si quisiera aferrarse a la presencia de algo conocido, pero invisible.

Vivir en la ciudad siempre me ha estresado. Tengo suficiente con mi huertecito. ¡No me tomes como una vieja decrépita! ¡Ja ja ja! —La mujer se levantó, con un humor renovado, aunque no tan brillante como la vez anterior —. Hablando de ello, debo de volver al trabajo. Gracias de nuevo, niñas. Han hecho a una señora de la tercera edad muy feliz. Niña —Apuntó a Ranko —, eres demasiado buena. Cuidado con eso. Y tú —Ahora señaló a Lyndis —, siento que le traerás problemas a tu compañera. Ahora coman y sigan su camino. Tienen una misión o algo así, ¿No?

La mujer se despidió con un gesto de mano y salió de la casa por atrás. Se le escuchaba silbar torpemente y mover cosas en el huerto.

Ranko miró a Lyndis. Estaba un poco preocupada, pero le alegraba haber puesto a la mujer de buen humor, al menos por un rato. Regresó la vista a su plato y comenzó a comer.

Me da un poco... Un poco de pena.
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La ancianita les dirigió entonces unas palabras a cada una, de forma concisa y breve. Sobre Ranko lo obvio, era una buena chica, y que seguramente tendría problemas de lo buen corazón que tenía y lo buena que era. De Lyndis, que ella era dichos problemas. Hubiera deseado que se equivocara. La joven respondió torciendo el gesto en su mirada, algo molesta y volvió a su plato.

Ranko volvería a mencionar su preocupación, y Lyndis se apoyaría sobre una de sus manos, sin tener claro que decir.

Lo sé, lo sé ¿pero que hacemos? Dice que aquí esta más que a gusto — volvería a su plato, terminando su comida y relamiendo sus labios. — Y tampoco es que tengamos mucho tiempo ¿cuanto nos queda para llegar si quiera?

Protestó nuevamente, cruzándose de brazos y echándose un poco encima de la mesa, apoyando los codos.
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Ranko imitó a Lyndis, y terminó su desayuno. Desafortunadamente, tenía razón: no podían hacer nada para ayudar a la abuelita.

Deberían quedarnos como dos días o ¿dos días y cuarto? —Fue a la habitación y sacó todo el equipo de ambas al recibidor. Buscó y sacó el mapa de ferrocarriles de su mochila, lo abrió sobre la mesa con cuidado de no manchar nada, y señaló con el dedo —. Seguiremos las vías de nuevo. Aunque… creo q-que deberíamos desviarnos de ellas… por aquí —Señaló un punto entre las estaciones de Tane-Shigai y Yachi, y bajó verticalmente hasta la de Tanzaku Gai —. Las vías rodean las montañas por el oeste, pero si vamos directamente al sur, pasaremos de ellas y llegaremos a la ciudad con suficiente tiempo. C-claro que… sin las vías sería más fácil perdernos… Si seguimos las vías… creo que el desvío e-es demasiado, y-y no sé si estaríamos en Tanzaku Gai a tiempo…

Se hizo levemente a un lado para dejar a Lyndis ver el mapa mejor.

¿Qué opinas… ahm… Waai-chan? —¿Por qué el tan sólo decir su nombre así le ruborizaba. Waai-chan. Waai-chan. Sintió ganas de decirlo de la manera más dulce posible, pero agitó levemente la cabeza y miró a su amiga, esperando su comentario.
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Paso un dedo por sus labios al terminar, y aprovechó cuando Ranko se marcho de vuelta al cuarto a traer sus cosas, para apilar los cubiertos y llevarlos a la cocina. Poco después, sobre la mesa extendería el mapa, dando indicaciones sobre las posibles dos soluciones. Un camino más corto pero algo confuso, o uno más largo por el que seguramente no llegarian a tiempo.

Uhmmm... Sinceramente no se que hacer — añadió llevandose la mano a la barbilla, rascando con suavidad. — Supongo que lo mejor sería que llegaramos aunque fuera algo tarde pero por la impresión que me dio aquel tipo... Les va a sudar lo más grande que lleguemos a destiempo, solo le importara el resultado. Supongo que estaremos más o menos por aquí — dijo señalando la frontera entre el paraje de sol, y el bosque de bambú. — Si seguimos hacia el sur, tarde o temprano nos topariamos con el rio del Valle del Fin, bordear las montañas para mejor referencia, y no tardaríamos mucho más en llegar apartir de eso.

Volvería a cruzarse de brazos, mientras fruncia el ceño pensativa.

Supogno que acortar es lo mejor, por lo que te dije antes ¿pero tu que opinas? Hace bastante que no tengo experiencia en misiones

Pero esta vez, no notaría ninguna perturbación en Lyndis al haber sido llamada por su auténtico nombre.
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Ranko asintió. Sonrió al ver que a Lyndis ya no le ponía nerviosa que le llamara así, como si fuese de lo más normal.

Sí. Iremos al sur directamente.

Habiendo terminado de acomodar todo y ponerse las mochilas. Ranko le hizo un gesto a Lyndis para que salieran. Dio un último vistazo a la casa y decidió que, algún día en el futuro, regresaría a visitarla.

Al salir, vieron a la mujer canturrear algo en el huerto, pero alzó la cabeza al escucharlas alejarse. No dijo nada más, pero les dedicó un energético gesto de despedida con la mano y una gran sonrisa de abuelita. Ranko respondió a ambos.

Prosiguieron, con estómagos llenos y espíritus renovados, el par de kunoichis continuó su camino. Ranko instó a que regresaran hasta las vías que habían abandonado la noche anterior, y de ahí caminarían hacia el sur. Al ser de mañana, era fácil identificar el este a su izquierda, y luego seguir hacia adelante.

Los campos de bambú crecieron a su paso y luego desaparecieron, dando lugar a una inmensa pradera. Ranko aceleraba el paso cada tanto, buscando aprovechar tiempos de velocidad, y los intercalaba con momentos más lentos, de descanso, sin detenerse realmente por mucho. Ranko platicaría con Lyndis y respondería lo que ella quisiera.
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A Ranko pareció convencerle el razonamiento de la genin, y tras prepararse de nuevo como hicieron al salir de Tane-Shigai, se repartieron los pesos. Esta vez sería Ranko quien llevara el paquete de la misión, y Lyndis las mochilas de ambas. Al salir, la anciana se despidio de ambas, y estas respondieron de similar forma.

Comenzaron de nuevo su marcha, y se acercaron de vuelta a las vías del ferrocarril para continuar por ellas. Más pronto que tarde, los campos de bambú se fueron quedando atrás para dar paso a unas inmensas praderas. Prosiguieron corriendo de vez en cuando, con un trote ligero, ya que además era lo que se suponía que mejor le vendría a la mezcla de especias por lo que les contaron. Lyndis paró en una ocasión antes de querer dejar las vías atrás, mientras jadeaba y miraba el mapa.

Espera, podríamos seguir las vías todavía y alcanzar Yachi antes de la noche sin mucho problema. Y desde allí, bordear el río y las montañas. Llegaríamos de forma más precisa y no nos toparíamos con el Valle del fin. O retroceder sobre nuestros pasos dando vueltas en círculos, que sería aún peor — añadiría con una breve carcajada, y retomaría entonces la marcha. — Eso si, a la vuelta que sea en tren, por favor. Esto está siendo más agotador de lo que pensaba — dijo tras un suspiro, y arqueando un poco la cabeza hacia atrás.

Si Ranko no ponía ninguna pega, tomarían esa última decisión, y emprenderían la marcha una vez más, parando poco después al sentir que el medio día se acercaba por la posición del sol, para tomar las fiambreras que compraron el día anterior y descansar un poco antes de reanudar la marcha.
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La idea de Lyndis se le hizo bastante buena a Ranko, quien asintió, sonriente, comenzando a entrar en cansancio.

Creo que suena muy bien. Así, en lugar de seguir las vías, seguiremos el tren y las montañas. ¡Qué grandioso plan, Waai-chan!

Cada vez que salía de su boca, aquel nombre se le hacía más y más familiar. Y le hacía sonreír más. Las chicas entonces seguirían la ruta del ferrocarril, viendo, de hecho, a alguno pasar cada tanto.

S-sí, definitivamente regresaremos en tren. Podrás dormir todo el camino de vuelta, si quieres. —Le dijo con una enorme sonrisa. Ya volvía a sentir agradable el estar con la peliplateada.

Unas horas después verían los riscos y las casas a lo lejos, y el acantilado que bajaba al río. Las sombras se hacían largas, y no parecía que tardarían mucho en llegar, ni mucho en quedar a oscuras.

Hace mucho vine a Yachi. M-me topé con una chica, una amiga llamada Aotsuki Ayame, de Amegakure. Frustramos un ataque a una posada, ¿sabes?

El pueblo de las calabazas estaba relativamente fresco en su memoria, aunque también tenía un recuerdo amargo, algo de lo que siempre se arrepentiría: dejar escapar a un villano. Suspiró, pero siguió andando.
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