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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Pasaron minutos, tal vez alguna hora hasta que la chica de cabellos plateados pudiera recuperar la consciencia. Con una sensación de embotellamiento, y escuchando un murmullo que poco a poco se hacía más nitido y claro, Ranko la llamó cuando abrió los ojos y se movió torpemente sentada en el suelo. La imagen tambien tardó en volverse nítida para Lyndis, llevándose una mano a la cabeza al sentir que todo le daba un poco vueltas.

Nghgn... ¿M-Me he muerto y estoy en el cie-? ¡Agh! — Protestó cortando su tono burlesco y jocoso, para llevarse una mano a uno de sus hombros mientras se mordía el labio. — Joder, me escuece todo, agh... Dios, menos mal que cerré los ojos y la boca a tiempo

Ranko no perdió ni un instante, acercandose a ella realmente preocupada, y casi a punto de romper a llorar.

. Si-siento tanto no haber estado a tu lado... Podría haber... tal vez podría haber... Hecho algo...

Uhm, no te preocupes, yo tampoco es que haya tenido el mayor de los cuidados — respondió arqueando las cejas y esbozando una sonrisa temblorosa. — Me lance un poco a lo bruto sin pensar y... Acabaron dando me de lleno, debería tener más cuidado supongo — su propia mano bajo hasta el costado ahora desnudo, donde sentía también una molestia mayor.

Con dificultad se levantaría apoyando la mano libre sobre el árbol y dejandose ayudar por Ranko si fuera necesario.

No creo que pueda cargarme una a la espalda, me molesta demasiado... Pero puedo llevar algo en las manos aunque... ¿que hacemos con esta gentuza? — dijo desviando la mirada ante los apresados.
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Ranko le ayudaría a ponerse en pie con sumo cuidado.

No puedo evitar preocuparme —se sinceró la castaña sin miramientos —. Recibiste una fuerte llamarada en la espalda. Lograste proteger las croquetas, pero... Temí... T-temí que fuese demasiado para ti. Me alegra que seas muy resistente. Oh, de hecho estaba pensando acomodar todas las maletas de manera que pudiera yo llevarte a cuestas también... —soltó una risita, sin perder su mirada de preocupación —. Aunque algo me dice que no te gustará esa idea. Podrías continuar llevando las croquetas como equipaje de mano, si gustas.

Ranko siguió la mirada de Lyndis hasta los ninjas bandidos. Suspiró.

Quisiera entregarlos a alguna autoridad, pero... Estamos a una buena distancia de cualquier asentamiento y... Bueno... Llevarlos nos retrasaría mucho. M-me da pena dejarlos allí abandonados, a la intemperie. P-pero no puedo hacer nada para ayudarlos...

Una parte de ella quiso defender a los bandidos, diciendo que sólo seguían su misión tal como ella misma y Lyndis. Pero otra parte de ella quería darle una patada fulminante a la mujer por intentar calcinar a su compañera.

No sé qué sería lo mejor... —suspiró de nuevo.
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Bueno... — dijo llevandose una mano al menton. — Dejemoslos así, tampoco estamos demasiado lejos, cuando lleguemos lo reportamos a algún cuerpo de seguridad y vendrán a buscarlos, si que siguen aquí. Y si les ataca algun oso o algo así, seguro que son capaces de berrear y gritar lo suficiente como para espantarlo — dijo de mala gana, arqueando una ceja para después volver a girarse a Ranko, zarandeando una mano algo molesta. — Además, por la pinta que tenía aquel tipo que nos las encargó, seguro que le dará bastante igual la explicación o excusa que demos si nos retrasamos

Aceptaría el improvisado equipaje de mano, y ayudaría a Ranko a equiparse con el exceso que tenía que llevar ahora por su culpa, y en cuanto la chica de la trenza dijera, retomarían la marcha.

Que vale que estes en mejor condición física que yo ¿pero llevar todo esto y a mí encima? — Bufó sonriente, intentando quitar tensión por el mal estado en el que había acabado tras la pelea. Todavía se acariciaba uno de los hombros que le escocía bastante. — Eso ya es echarte demasiadas flores, conejita.
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Ranko tenía que aceptar que Lyndis estaba en lo cierto. No podían hacerse responsables de unos criminales. Tendrían que dejarlos atrás y ya le dirían a alguien en Tanzaku Gai. Asintió una vez.

Como era de esperarse, la peliplateada estaba en total desacuerdo con la castaña con respecto a llevar el equipaje y a ella acuestas, y ésta rió levemente.

Apuesto a que no habría sido mucho problema —Sin embargo, al momento en que Lyndis le llamara conejita, el rostro de Ranko tomaría el color de la espalda de su amiga. Por un instante, aquel traje de conejo que había vislumbrado en Lyndis hacía días le regresó a la cabeza, y tuvo que luchar con toda su voluntad para no ponérselo mentalmente —. A-ah... Eh... Ahm... N-no podía dejarte... Dejarte cargarlo. Estás... Estás herida...

Ranko apartó la mirada un momento, como si quisiera expulsar vapor de un suspiro antes de estallar. Comenzó a caminar, retomando el rumbo al sur.

Esto... Eso... Ahm... Conejita. S-suena bastante lindo, Waai-chan. —dijo, intentando sin mucho éxito ocultar una sonrisa.
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¿Si? ¿Tu crees? — Respondió torciendo un poco la cabeza, pero no tan extrañada como para que se le notara en el rostro. — Bueno, cuando el torneo de los dojos te presentaste bajo un mote similar, y como sabes mi nombre real pues era por decir una especie de mote... ¡Pero no me llames así en público! — Dijo dándose cuenta alzando un dedo y girándose a ella, algo ruborizada. — Es demasiado raro, piensa como sería si alguien me llamara en alto por el en una calle abarrotada.

Por todo el camino, seguiría platicando con Ranko. La chica peliplateada sentía que había hecho muy buenas migas con ella, y en parte ya tenía ganas de terminar aquella misión para quedar con ella en la aldea. Y ahora que salvo una pieza deportiva no llevaba nada en la parte superior, podría ver tanto en parte del torso como la espalda, cicatrices por tod l cuerpo, que obviamente no correspondían a la pelea que habían tenido. Recordaría el quedar para entrenar como habían acordado uno de los días anteriores, pero recalcando el hecho de posteriormente salir a comer o cenar algo, así como pasar el rato algún día juntas. Seguro que Ranko la habría vuelto a regañar por haberse expuesto de aquella forma, y esta volvería a decir que como todo había salido bien, que más daba.

Tardaran lo que tardaran, el magullado cuerpo de la chica de piel bronceada seguía castigado todavía por las fuertes llamas de aquel combate, y aquello le pasaría factura, estando bastante exhausta.
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S-sí, fue Hakuto. Pero tú... Ahm... Tú puedes lla-llamarme así. Conejita.

"No es nada malo. Rōga me decía Bunny y madre me decía Usagihime. Es... Es algo similar, ¿No? No es que suene mucho más lindo o que suene mucho más cariñoso, ¿No? ¿¿No??"

Lyndis le insistió en que no usara su nombre verdadero en público, y Ranko asintió, mostrándole una sonrisa nerviosa y unas mejillas el doble de ruborizadas.

P-por supuesto, Waai-chan. Entiendo. Creo... Creo que también deberías de-dejar el Conejita para cuando e-estemos a solas.

Las palabras "a solas" resonaron por largo rato en su cabeza, y evitaron que su rubor disminuyese. Sin embargo, no detuvo la plática, y continuó conversando con Lyndis largo y tendido hasta que, después de pasar de Minori, la luz del cielo amainó y las luces de Tanzaku Gai comenzaron a guiarles.

Ranko suspiró con pesadez. No sólo estaba cansada, sino que estaba preocupada por Lyndis y sus heridas. A pesar de ello, se alegraba inmensamente de haber pasado tan buen rato caminando a su lado. Al entrar a la ciudad, los faroles y el bullicio nocturno de la ciudad le parecieron refrescantes, de alguna manera.

Creo que primero deberíamos buscar un lugar para que te revisen la espalda, Lyndis —Ranko se contuvo de llamarla Waai al estar ya entre la gente —. ¿Cómo... Cómo te sientes?
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Asintió ante la vergüenza de Ranko, comprendiendola sin problemas debido a que ambas estaban en la misma posición. Pero a saber si su bocaza no acabaría traicionándola en un futuro. Para cuando por fín alcanzaron la ciudad, la noche ya se había cernido sobre ellas y las luces nocturnas allanaban su camino por las calles.

Puff... Todavía me escuece el cuerpo, pero estoy bien — se palpó un hombro con la mano contraria, separando la mano al momento para luego volver a posarla de forma más delicada. — Pero mejor no hacerlos esperar más. Entreguemos el paquete, y trataremos entonces mis heridas.

Realmente era molesto, y seguramente necesitaba alguna crema fría que sería desagradable al primer contacto, pero no quería meter en problemas a Ranko. Habían llegado casi en el límite de tiempo, por lo que seguramente alguien las esperaría para recibirlas. Además, aunque estuviera mintiendo, si al menos así la joven no se preocupaba, sería suficiente para ella. Las heridas de quemaduras habían sido severas, pero Lyndis estaba fuera de peligro.
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Sólo si estás segura de continuar… —dijo Ranko con voz preocupada.

Sin embargo, la peliplateada continuó, y Ranko fue a su lado, vigilando a cada paso que no fuera a desfallecer del dolor o cansancio. Claro que creía en Lyndis, pero algo dentro le decía que se preocupase. Juntas revisaron la nota que se les había entregado junto con las croquetas y fueron a la dirección. Se toparon con una casa enorme con un patio de iguales magnitudes. A Ranko tal lujo hasta le parecía algo familiar. Al llamar, quien salió de la casa y cruzó el jardín a paso firme, y abrió el enrejado con rostro molesto fue una mujer alta de cortos cabellos castaños.

Kunoichi uno-san. Kunoichi dos-san. ¿Se puede saber qué hacen aquí? —preguntó Koizo Amarin, la asistente de su empleador.

¿Koizo-san? ¿Pero cómo…?

Tomé el tren, obviamente. Había que preparar otras cosas además de la Croqueta Continental para Yasorogo-san, y Oruno-san me envió para concretar todo. Y para asegurarme que llegarían a tiempo. Cosa que no hicieron.

Ranko volteó a ver a Lyndis, luego a Amarin, confundida.

Pero… E-es el tercer día, estamos a tiempo.

Oruno-san tenía razón, los shinobi no son tan brillantes, ni aunque les digas las cosas con peras y manzanas. Se les dijo que tenían que llegar pasados los tres días. Al cuarto día. Bueno, al menos supongo que las Croquetas vienen completas, ¿verdad? Muéstrenmelas —La mujer se cruzó de brazos y miró fijamente a Lyndis por un rato antes de hablarle —. Te ves terrible.
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¿Eeeeeeeeeeeh? — Dijo arqueando una ceja bastante molesta, hasta que tan solo unos segundos después concreto que debia de ser pasados los tres dias, no al tercero.

Lyndis se giró para mirar a Ranko, no buscando recriminarla si no confusa por aquella respuesta. Seguramente fue eso lo que concretó y lo mal interpretaron pero... Menuda gilipollez, se quejó en el interior.

Bueno, en un par de horas será ya el cuarto día asi que... Tampoco estabamos seguras de si debía de ser justo en medianoche. Tal vez se deshacían como un hechizo mágico con la última campanada — dijo intentando salir del paso con sarcasmo, alzando la maleta con una mano y luego sosteniéndola con ambas para o bien que las observara, o bien ofrecérsela para que se la llevara. — Supongo que la proxima vez podría especificar que es al cuarto dia. Y la hora en concreto cuando debe de ser entregada. Solo nos adelantamos porque lo malinterpretamos y aun así la hemos protegido de un par de bandidos que querían los secretos de su cocina

Volvió a arquear una ceja, y si aquel hombre se fijaba levemente en su ropa vería que los extremos estaban chamuscados, y la piel de la joven también podían observarse diversas quemaduras, yendo desde la espalda hacia delante. Ahora encima, debería de volver a dejarse la pequeña coleta.
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Pues era su trabajo protegerlas —A la mujer poco parecían importarle las heridas de Lyndis. Amarin tomó la mochila con cuidado y la dejó en el suelo. Sacó la caja y la examinó meticulosamente, demostrando que seguía sellada e intacta. La agitó y escuchó su contenido con suma atención —. Bueno, debo admitir que sí las protegieron. Parece que sí se han agitado lo esperado. Las tomaré y caminaré algunas horas con ellas. Esperen un momento.

Guardó la caja, se echó la mochila al hombro, regresó a la casa y, pasados dos minutos, salió de nuevo. Le entregó a Lyndis un pergamino firmado.

Oruno-san les regañaría fuertemente por haber llegado antes. Pero no es algo que yo no pueda arreglar. Este pergamino confirma su misión completa. Ahora pueden retirarse.

Y sin decir más, sin ofrecer comida ni bebida, ni nada por el estilo, Koizo Amarin regresó trotando a la casa.

Oh... Pensé que... Bueno... Igual podríamos comer algo por allí... —Ranko se encogió de hombros hablándole a Lyndis —. ¡Oh! ¡Después de tratar tus heridas, por supuesto!
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Lyndis suspiró ante la gran indiferencia. Solo eran herramientas y nada más, es lo que le transmitió. Como si hubieran sido un carro de madera durante aquellos días, y poco más. Si no hubieran sido ellas, hubieran mandado a cualquier otra persona es cierto, pero hubieran seguido siendo personas que se hubieran encargado de llevar las mercancías.

Pufff... Asco de ricachones — dijo rascándose la cabeza mirando con el ceño fruncido aquel papel acto seguido se dió cuenta de sus palabras y después desviando la mirada a la iluminada entrada por la que desapareció. — N-No lo digo por ti es... Odio ese tipo de actitud simplemente... No te vuelvas alguien así por tu fortuna ¿vale?

Añadió con un leve rubor, dejando escapar el aire por la nariz y sonriendo levemente.

¿Y unos baños termales? Seguro que me sienta bien, y después podemos comer donde sea. Podemos comer en puestos callejeros, o buscar algun otro stitio, tenemos toda la noche hasta mañana ¡Ah, dame, puedo llevar ya mis cosas! — dijo algo agitada, yendo a extenderle la mano para qué le pasará sus pertenencias, y después echar a caminar a su lado.
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Ranko negó con la cabeza.

No te preocupes. Yo... Conozco a ese tipo de personas. Mi padre... Se junta con empresarios adinerados de todo tipo y... He visto a más de uno que cree que el dinero es lo importante —La mirada de Ranko cambió de pensativa a alegre —. Pero madre nos enseñó que lo importante del dinero es lo que haces con él. Lo importante no es poder comprar mucha comida, sino pasarla bien comiendo con tus amigos.

Le regaló una cálida sonrisa a Lyndis. Ser de familia adinerada le había dado muchos privilegios, pero Ranko nunca se había considerado superior a nadie por ello.

¡Oh! ¡Baños termales suena de maravilla! Aunque n-no sé si haya de ésos por aquí... —En cuanto la peliplateada le extendió la mano, Ranko se apartó y aceleró un poco, girando para quedar de frente pero a unos metros de ella. Soltó una risita —. ¿Qué haces? ¿Crees que te dejaré cargar algo estando aún herida? No, señor. Primero a que te recuperes, luego puedes llevar hasta mi mochila, si quieres.

Habiendo surcado ya el peligro, Ranko se sentía mucho mas calmada. Y los ánimos de Lyndis le hacían sentir mejor.
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Arqueó de nuevo una ceja, y suspiró al ver que le negaba la posibilidad de quitarle algo de peso a la kunoichi, llevándose una mano al rostro.

Agggh. Vale, vale...

Lyndis solo pensó por sus propios instintos cuando mencionó lo de los baños, ignorando por completo que aquella zona no era precisamente conocida por ello. Y al contrario que en Notsuba o el Pais de las Aguas termales, la actividad de la tierra no permitía que hubiera aguas de ese tipo de forma natural allí.

Si no son aguas termales, que sean normales. Un buen baño, una buena comida, algo de alcohol, y buena compañía — estrechó la distancia entre ambas, pasando un brazo por encima del cuello de Ranko posteriormente y juntando sus mofletes con los de la morena. — Aunque lo último ya lo tengo. Tu madre es sabia, la comida no sabe igual sin una buena compañía. — añadió finalmente, riendo con grandes carcajadas.
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Ranko sintió un revoltijo en el estómago. Como si mil mariposas estuviesen no sólo revoloteando en su panza, sino lanzándose como meteoritos una contra otra. El que Lyndis le hubiese acercado tanto le imposibilitaba pensar con claridad. Su rostro enrojeció a más no poder, haciendo que la peliplateada sintiera la mejilla de la castaña arder.

"Soy... Buena compañía. Soy buena compañía. Sí. ¡Soy muy buena compañía!" se dijo, intentando poner sobremarcha mental para reaccionar y no quedarse embobada.

Ba-ba-baños. Sí. ¡Baños! ¡Y comida! —soltó en voz alta, casi fuera de sí —. ¡Comida y alcohol!

Entonces de dio cuenta de algo. Sin despegarse de Lyndis, giró sus ojos hacia ella.

E-espera, yo no bebo...
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Oh, por eso no te preocupes — dijo llevándose una mano al pecho extendiendo los dedos y cerrando los ojos con delicadeza, para hablar con un tono sarcástico. — Daré mi mayor esfuerzo y me sacrificaré por tomarme el sake que te pongan a ti por error. Tan solo vayamos a medias, y todos tan felices ¿ne?

Se moría de ganas por una buena pieza de comida caliente, ya fueran takoyakis, ramen, o cualquier otra cosa. Una buena bebida que hiciera que le ardiera la garganta más que lo que había sentido en su piel, y un reparador baño que eliminara todo el cansancio, tensión, sudor y agotamiento de todas las fibras de su cuerpo. Después, dormiría a pierna suelta.
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