Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
15/10/2021, 14:15 (Última modificación: 17/10/2021, 19:28 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Era un día triste, como todos aquellos días. Pero no hacía sol, como era costumbre en los días tristes de Amegakure. Como un acto de rebeldía, la tormenta arreciaba, negándose a morir. Volviéndose eterna.
O al menos, eso es lo que Amedama Daruu quería creer.
Él pensaba que ella aprobaría lo que iban a hacer. Qué pensaría que no había una manera mejor de pasar la pena. Eso también era lo que él quería creer.
Pero a algo hay que aferrarse. De lo contrario, ¿qué nos quedaría?
El Hyūga caminaba solemne y sombrío por las plataformas de la grada del gran estadio, en la cima de un torreón, que Amegakure solía emplear para exhibiciones y exámenes. No lo hacían a menudo. Cada vez menos, de hecho. Como habían hecho ellos, muchos shinobi lo reservaban para duelos amistosos y entrenamientos de combate.
Daruu, que tenía la vista clavada en el suelo y las manos en los bolsillos, se detuvo de repente al sentir una suave brisa más fría de lo habitual. Desvió de reojo la mirada al centro del estadio.
La temperatura pareció descender de golpe alrededor de Daruu. Junto a la incesante tormenta, que se negaba a perder fuerza pese al trágico acontecimiento que había sacudido a Amegakure, la sensación sería de lo más gélida. Pero una sensación familiar, al fin y al cabo. De hecho, al girar la cabeza hacia el centro del estadio, vería allí una silueta blanca como la nieve recortada contra la penumbra de la tempestad. El viento luchaba contra su bufanda, haciéndola ondear como si intentara arrancársela del cuello, pero Aotsuki Kōri tenía los ojos fijos en las nubes oscuras que surcaban el cielo por encima de él. Lo que debía estar pasando por su cabeza sólo lo conocería él, pues su rostro seguía tan impertérrito como siempre y sus ojos eran dos carámbanos de hielo inescrutables.
Pero pensaba, por supuesto que lo hacía, mientras las gotas de lluvia seguían apuñalando sus mejillas. ¿Cómo podría dejar de pensar después de todo lo que había pasado? ¿Cómo podía dejar de pensar con todo lo que estaba pasando? ¿Y cómo podía dejar de pensar con todo lo que estaba por venir? Amekoro Yui había sido asesinada. La amenaza de Kurama se cernía sobre todo Ōnindo. Su propia hermana había sufrido un fuerte golpe emocional del que sin duda tardaría en recuperarse. Y ahora debían elegir un nuevo Arashikage que liderase sus pasos.
Suspiró. Una nube de vaho escapó de sus labios finos. Y entonces giró la cabeza lentamente, y sus ojos de escarcha se clavaron en Amedama Daruu, allí plantado entre las gradas. Su pupilo jamás había recibido una mirada tan gélida e impersonal del que había sido su sensei durante todos aquellos años.
Pese a la siniestra mirada que le dedicó su sensei —llevaba haciéndolo desde que sugirió proponerse como Arashikage—, Daruu esbozó una media sonrisa y comenzó a descender poco a poco por las escaleras con las manos en los bolsillos de la chaqueta.
—Lo dices como si acostumbrara a dejarte tirado, sensei —bromeó, cuando su pie rozaba el último escalón. Luego, su semblante se ensombreció y, mirándole a los ojos, comentó (porque fue más un comentario que una pregunta): Ayame sigue mal, ¿verdad? —Desde que despertó, Daruu tan solo había conseguido arrancarle un par de palabras... a Kokuō. Pero no había tenido oportunidad de hablar con Ayame—. Kōri-sensei... quiero que sepas que pase lo que pase en el combate, pienso proponerme igual. Lo sabes, ¿verdad?
Su pupilo esbozó una media sonrisa como respuesta, y empezó a bajar uno por uno los escalones del estadio hasta que se situó a su misma altura, en la arena de combate. Llevaba las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta.
—Lo dices como si acostumbrara a dejarte tirado, sensei —se atrevió a bromear, pero el rostro de Aotsuki Kōri no cambió ni un ápice. Era como si las palabras rebotaran contra la pared de un glaciar. El rostro de Daruu se ensombreció de repente, y sus ojos perlados se clavaron en los del Hielo—. Ayame sigue mal, ¿verdad?
Él tardó algunos segundos en responder. Y, cuando lo hizo, sus palabras y su tono de voz fueron tan gélidas como su propia mirada:
—No tiene sentido preocuparse por Ayame ahora.
—Kōri-sensei... quiero que sepas que pase lo que pase en el combate, pienso proponerme igual. Lo sabes, ¿verdad?
—Eso será si te quedan ganas después de enfrentarte a mí. El líder de la aldea debe ser el shinobi más poderoso de Amegakure: Si no eres capaz de vencerme a mí, no tendrás el derecho a ponerte ese sombrero sobre la cabeza.
Y, tras aquellas palabras, Aotsuki Kōri flexionó ligeramente las rodillas y tensó todos los músculos de cuerpo, preparándose para moverse. El aire parecía aún más frío a su alrededor. Siempre había sido así, pero en aquellos momentos era como si no fuera capaz de contener el chakra Hyōton dentro de su cuerpo. De hecho, el aire comenzó a condensarse y a congelarse rápidamente alrededor de su hombro amputado. Y allí donde hasta el momento no había habido nada, en cuestión de segundos se formó un perfecto brazo constituido enteramente por hielo brillante y duro como el acero. Kōri alzó aquella nueva extremidad. La movía con la naturalidad propia de quien nunca se había visto privado de brazo, como si aquel fuese su estado natural. Y, con un movimiento de aquella mano terminada en una especie de garra, invitó a su pupilo a acercarse.
¤ Hyōwan ¤ Brazo de Hielo - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos:Yuki 60 - Gastos: 60 CK (impide regeneración de chakra) - Daños: +20 PV al daño por Taijutsu básico efectuado con ese brazo - Efectos adicionales: Defiende hasta 30 PV - Sellos: Tigre (una mano) - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Después de perder el brazo en el ataque terrorista ocurrido en el estadio del Valle de los Dojos, Aotsuki Kōri se vio obligado a idear algún método que le permitiera seguir utilizando los dos brazos. Y así, diseñó esta técnica.
Condensando la humedad del ambiente y mezclándola con su propio chakra de Hyōton, desde su hombro se extiende y se forma una articulación con forma de brazo conformada enteramente por hielo que termina en una mano perfectamente articulada con garras en lugar de uñas corrientes. Aotsuki Kōri puede utilizar este brazo con absoluta normalidad, incluso para realizar sellos con ambas manos. Pero la función del brazo va más allá, pues Kōri puede emplearlo para protegerse de otros ataques e incluso para potenciar su propio Taijutsu básico realizado con dicho brazo (puñetazos, bofetadas, arañazos, etc).
Esta vez, fue Daruu quien fijó la mirada en Kōri. Una mirada embravecida, dispuesta y determinada. La mirada de un Hyūga entrenado y preparado para luchar: la mirada del byakugan.
—La Tormenta no pide permiso —dijo, simplemente. Y cargó hacia adelante.
El muchacho deslizó las suelas de sus botas a medida que llegaba al encuentro con su sensei, con el tronco del cuerpo ladeado hacia su izquierda. Trazando un arco, rasgó el aire con el filo de una katana que se desplegaba al encuentro del Hielo.
- PV:
260/260
–
- CK:
382/400
– (-18 byakugan)
· Destreza110 en tai básico y armas
· Percepción visual 110
Portaobjetos básico en el muslo derecho:(8/10 objs)
- x20 metros hilo (2pqs. de 10 metros)
- x1 kemuridama (6 metros de humo gris)
- x1 antídoto
- x1 respirador
- x1 esposa supresora del chakra
- x1 píldora estimuladora de sangre superior
- x1 píldora de soldado superior
Portaobjetos avanzado en el cinturón, en la espalda:(1/10 obs)
- x1 Bakūmi Fuda
¤ Suiton: Amedama no Buki: (4/20 obs)
- x20 senbon (4 paquetes) (4 PV/impacto, 8 PV con Byakugan activo)
Ocultas en ambos mitones, izquierdo y derecho:
- Futatsu Mukei (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
En el dobladillo de los calzoncillos:
- Juego de ganzúas
Daruu fijó sus ojos en Kōri. Unos ojos perlados, rodeados de venas inflamadas. Unos ojos inyectados con el poder del Byakugan.
—La Tormenta no pide permiso —dijo, y cargó hacia delante.
Daruu corrió, sus pies deslizándose sobre la arena de combate, mientras El Hielo ladeaba ligeramente el tronco y seguía apuntándole mostrándole su brazo congelado. Daruu también ladeó el cuerpo y entonces su brazo lanzó un arco. Kōri se agachó para dejar que el filo de una katana pasara por encima de su cabeza. Pero al mismo tiempo que flexionaba las rodillas, su brazo de carne estampó algo contra el suelo y el jōnin cerró los ojos en el momento en el que una bomba de luz inundaba todo el estadio con un fulgor cegador. No perdió un solo instante, y lanzó su brazo de hielo hacia delante, sus garras buscando la carne de su pupilo.
—La Tormenta debe ser más prudente a partir de ahora. Y esperar el momento idóneo para atacar.
Saltó hacia atrás de nuevo, para alejarse unos cinco metros de Daruu. Conocía su habilidad en el combate cuerpo a cuerpo, y sabía que no era prudente exponerse a él.
Las hikaridama, el peor enemigo de los Hyūga, en concreto, y de Amedama Daruu, en particular. Las odiaba, y si hubiera tenido el sombrero de Kage sobre su cabeza en el pequeño instante en el que tuvo que cerrar los ojos y maldecir claramente en voz alta un exclamado JODER habría jurado que prohibiría su venta. El frío hielo hendió en la carne y provocó un buen corte, pero aún con los ojos cerrados, cuando Kōri hablaba, no perdió el tiempo y por reacción ocultó su espada, propinó un codazo en la nuca a su agachado mentor, y saltó para culminar con un rodillazo en la barbilla y alejarle unos cuantos metros.
Prudencia, sí. Pero también crudeza, poco sentido del honor y algo de mala baba. Kōri acababa de hacerlo. Él también. Eso era una batalla.
—Tomo nota —dijo Daruu, su visión que todo lo veía atenta a varios detalles que le permitirían seguir ese preciado consejo.
Por eso su mano se deslizó de forma rápida a su portaobjetos y de pronto se envolvió en humo. Y dos chicos iguales salieron de aquél humo, ambos flanqueando a Kōri a izquierda y a derecha.
- PV:
235/260
– (-25)
- CK:
382/400
– (regen. dividida)
· Destreza110 en tai básico y armas
· Percepción visual 110
· 1 AO
· Daños sugeridos: 11 PV por codazo (Fuerza y Resistencia calculadas), 7 PV por rodillazo (idem)
- Placa de Amegakure en la frente
Portaobjetos básico en el muslo derecho:(7/10 objs)
- x20 metros hilo (2pqs. de 10 metros)
- x1 antídoto
- x1 respirador
- x1 esposa supresora del chakra
- x1 píldora estimuladora de sangre superior
- x1 píldora de soldado superior
Portaobjetos avanzado en el cinturón, en la espalda:(1/10 obs)
- x1 Bakūmi Fuda
¤ Suiton: Amedama no Buki: (4/20 obs)
- x20 senbon (4 paquetes) (4 PV/impacto, 8 PV con Byakugan activo)
Ocultas en ambos mitones, izquierdo y derecho:
- Futatsu Mukei (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
En el dobladillo de los calzoncillos:
- Juego de ganzúas
Kōri había pretendido alejarse de su pupilo justo después de alcanzarle con su garra de hielo, pero un repentino y seco golpe en la coronilla le aturdió momentáneamente y apenas tuvo tiempo de reacción para lanzar su mano normal hacia delante y bloquear el rodillazo que venía justo después.
—Tomo nota —replicó Daruu.
El Hielo asintió en silencio y retrocedió varios pasos a trompicones. Sus ojos no perdieron detalle de cuando su pupilo hizo mano de su portaobjetos y lanzó una bomba de humo al suelo. Pero Kōri no estaba dispuesto a dejar que Daruu se escondiera detrás de una cortina de humo. Sus manos ya se estaban entrelazando en una corta secuencia de sellos, cuando dos imágenes idénticas al Hyūga surgían por ambos extremos.
«¡Fūton: Toppa!» Pronunció para sus adentros, tomando una violenta bocanada de aire, antes de devolverla con la fuerza de un huracán que se extendió hasta los tres metros y medio y los doce de largo. ¿Su intención? Disipar la nube de humo, alcanzar a Amedama Daruu si es que se encontraba tras aquella cortina. Dudaba que fuera suficiente para alcanzar a las réplicas; por lo que, por si acaso, seguía pendiente de sus alrededores y de lo que pudiera ocurrir.
13/11/2021, 16:19 (Última modificación: 13/11/2021, 16:48 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Todo lo que hicieron los dos Hyūgas fue deslizarse brevemente para evitar el jutsu de Kōri-sensei. Entonces una de ellas se abalanzó contra él con la palma por delante. La otra se limitó a formular una serie de sellos, no muy lejos del Hielo.
Y entonces sucedió. Daruu usó el momento idóneo para atacar.
El viento besó la nada, atravesando y disipando el humo. Otro humo, más blanco y pequeño, había estallado al lado de Kōri, en su flanco sudoeste. Y entonces se desveló la treta. La copia que atacaba se deshizo en un charco de agua cuando los dos primeros golpes encajaron entre las costillas de su maestro.
—¡Hakke: Yon Shō! —recitó, en su cabeza el baile de golpes en la ilusión del pergamino de su abuela, dándole otros dos golpes a Kōri—. Hachi Shō. —Ocho. Sabía que en este punto el Hielo apenas podría moverse, así que se volteó y continuó la serie, posicionándose cuidadosamente—: Jūroku Shō. —Dieciséis. Empezaba a sudar. Daruu todavía no había sido capaz de llegar a los sesenta y cuatro golpes. Siempre se quedaba en la siguiente serie. Pero sería suficiente—. ¡¡Sanjūni Shō!! —Treinta y dos golpes más, dirigiendo a su adversario hacia adelante... hacia la trampa. El último empellón lo situó justo enfrente del clon.
Daruu sonrió; su clon terminando la serie de sellos y extendiendo la palma de la mano hacia adelante.
»Suirō no Jutsu.
El clon escupió agua de la boca y la recopiló del otro Mizu Bunshin, que yacía en el suelo. Una esfera acuática rodeó al Hielo, constriñó su ahora único brazo disponible y sus dos piernas y le impidió respirar completamente. La fatiga inducida por la técnica Hyūga, combinada con la férrea prisión, otorgaba Amedama Daruu la victoria. El muchacho jadeó, y miró a Kōri con los ojos encendidos. Sabía que Kōri no querría darse por vencido, pero también sabía que no había mucho que pudiera hacer en aquél estado.
- PV:
235/260
–
- CK:
184/400
– (-10 clon sin técnica, -55 clon con chakra para Suirō, turno anterior) (-30 Chishio) (-48 Sanjūni Shō) (regen. dividida)
· Destreza110 en tai básico y armas
· Percepción visual 110
· 1 AO revelada: ambos eran Mizu Bunshin y Daruu preparaba el Chishio (quinta evolutiva) para teletransportarse gracias a los residuos de sangre que quedaban en la garra de hielo de Kōri.
· Técnicas utilizadas: Los clones (ver arriba), mis evolutivas (ver arriba y abajo) y Suirō no Jutsu(link a Suiton)
· Daños sugeridos: 40 PV y 40 CK por Hakke: Sanjūni Shō (mérito diseñador), la garra de hielo de Kōri quedaría desactivada también por este jutsu.
- Placa de Amegakure en la frente
Portaobjetos básico en el muslo derecho:(7/10 objs)
- x20 metros hilo (2pqs. de 10 metros)
- x1 antídoto
- x1 respirador
- x1 esposa supresora del chakra
- x1 píldora estimuladora de sangre superior
- x1 píldora de soldado superior
Portaobjetos avanzado en el cinturón, en la espalda:(1/10 obs)
- x1 Bakūmi Fuda
¤ Suiton: Amedama no Buki: (4/20 obs)
- x20 senbon (4 paquetes) (4 PV/impacto, 8 PV con Byakugan activo)
Ocultas en ambos mitones, izquierdo y derecho:
- Futatsu Mukei (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
En el dobladillo de los calzoncillos:
- Juego de ganzúas
Si había algo por lo que se caracterizaba Aotsuki Kōri en combate era por su facilidad a la hora de mantener la mente fría y, sobre todo, por no subestimar nunca a un oponente. Jamás. Ni aunque se tratara de un genin recién salido de la academia, Kōri jamás bajaba la guardia. Bien sabía que la vida podía darte más de una sorpresa en forma de revés... y aquel combate era un buen ejemplo de ello.
Las dos réplicas de Daruu se deslizaron ligeramente a los lados para evitar la bocanada de Fūton, y el aire arrastró el humo sin encontrar nada más a su paso. Fue entonces cuando escuchó el inconfundible estallido de una boluta de humo justo detrás de su brazo izquierdo, pero cuando se volvió para contraatacar, no consiguió ser lo suficientemente rápido. Dos rápidos golpes con sus dedos en las costillas le cortaron de forma violenta la respiración, cuatro golpes más acertados en su hombro con una precisión quirúrgica bastaron para que su brazo de hielo se soltara de su hombro y cayera al suelo con un estallido de cristales rotos... Y el resto de golpes cayeron sobre él sin que supiera muy bien por dónde, cómo y cuándo habían llegado. Un último empujón le hizo trastabillar hacia atrás, y entonces Kōri se vio encerrado en una prisión de agua que le inmovilizó las extremidades y le impedía respirar.
Conteniendo la respiración como buenamente podía, El Hielo agachó la cabeza. En apenas unos segundos había recibido un enjambre de golpes que le había dejado el cuerpo entumecido como si acabara de correr una maratón. Su brazo de hielo ya no estaba, y no era capaz de mover las otras extremidades ni siquiera para taparse la nariz y la boca y evitar tragar agua. No tenía manera alguna de escapar y su pupilo le tenía a su absoluta merced.
Amedama Daruu era peligroso en distancias cortas. Terriblemente peligroso. Y sus ojos lo eran más. Eso era algo que creía haber sabido con certeza. Y aún así, cuando miró más allá de donde se encontraba el chico, se dio cuenta de cual había sido su grave error: la sangre. Había utilizado a su favor la sangre que le había arrancado durante el primer intercambio de golpes para tenderle una emboscada de la que no podría escapar.
Kōri volvió a alzar la cabeza hacia él y le clavó sus iris gélidos. Pero ya no estaba aquella frialdad de la que había estado haciendo gala hasta entonces. Era algo muy diferente. Algo que Daruu jamás había visto en él. Se sentía triste. Ya no podía mirarle como al tierno e inocente pupilo al que trataba de instruir en la vida ninja. Daruu le había sobrepasado hacía mucho, y él ni siquiera se había dado cuenta de ello. Ahora tendría que verle como su líder.
Y, por eso, terminó por inclinar la cabeza en un gesto de rendición... y de respeto.
Kōri levantó la mirada. Por supuesto, su sensei le clavaba su mirada azul glaciar con el mismo rostro, aparentemente inexpresivo, de siempre. No obstante, como antes, ni era inexpresivo, ni era el de siempre. De hecho, había un rostro, había una mirada, que Daruu no había visto nunca.
Era una mirada triste, una mirada nostálgica, una mirada cargada de recuerdos y de momentos y apenada porque no iban a volver a repetirse. Era esa mirada en concreto, y Daruu estaba completamente seguro de ello, porque casi nadie conocía a Kōri como Daruu, y por eso todos juzgaban la máscara que Kōri había decidido vestir. Todo el mundo percibía la postura y notaba el frío que emanaba de su piel, todo el mundo se fijaba en la imperturbable comisura de sus labios, en la inexistente tensión de su mandíbula y de los músculos que en otros se encargaban de esgrimir una sonrisa o de fruncir el ceño o de apretar los dientes.
Pero casi nadie, y Daruu era una de esas personas, observaba tanto tiempo directamente los ojos de Kōri. Sus iris, que parecían brillar de diferentes formas cuando sentía una u otra emoción, y permitían intuir lo que le pasaba por la cabeza. Lo abiertos o cerrados que tenía los párpados, la dilatación en sus pupilas. Incluso, lo quieto o lo inquieto del movimiento de su mirada.
Cuando recibió la señal de su sensei, Daruu ya estaba al borde de las lágrimas, y tanto la prisión que contenía a su sensei como su clon se deshicieron en un charco que se unió al agua pluvial. Daruu echó a correr, sollozando, y se abrazó a su sensei, pese a que él no solía mostrar muestras de afecto y pese al aura de ceremoniosidad con la que habían envuelto a todo aquél encuentro. Ahora ya nada importaba.
Solamente aquella mirada de Hielo fundido que había también derretido su corazón y levantado todos aquellos recuerdos, felices porque acontecieron, tristes porque los dos supieron que jamás volverían a acontecer.
—Pero tú siempre serás mi sensei, mi amigo... y mi hermano mayor —respondió el Hyūga a una pregunta que nadie le había formulado.
18/11/2021, 23:42 (Última modificación: 18/11/2021, 23:51 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
La prisión de agua se derrumbó a su alrededor, liberando sus extremidades y permitiéndole respirar de nuevo. Aotsuki Kōri se tambaleó durante apenas un instante, como una marioneta a la que acabaran de cortarle las cuerdas de golpe, pero consiguió mantener el equilibrio a tiempo y volvió a alzarse sobre sus pies, empapado de los pies a la cabeza. Justo en el momento en el que Daruu se abalanzaba sobre él.
«¿Un ataque?»El Hielo no pudo evitar tensar todos los músculos del cuerpo en una reacción instintiva. Pero, lejos de lo que había imaginado, los brazos de su pupilo rodearon su torso y lo estrecharon con fuerza. Sollozaba, abrazándolo. Y Kōri miró a su alrededor con cierta incomodidad.
—Daruu, esto no es...
"...Adecuado para un aspirante a Arashikage", quiso decir, pero no le salieron las palabras. De hecho, fue Daruu el que las cortó en seco:
—Pero tú siempre serás mi sensei, mi amigo... y mi hermano mayor.
Kōri terminó por suspirar y, rendido, pasó su único brazo por detrás de sus hombros en un torpe gesto. Pero no dijo nada. Entre las cosas que no se le daban bien estaba precisamente expresas sus propios sentimientos. Pasados unos pocos segundos, le empujó hacia atrás para separarle de él y mirarle directamente a los ojos.
—Escúchame, Daruu. Si ese sombrero termina de verdad sobre tu cabeza, toda la responsabilidad de la aldea caerá sobre tus hombros. Eres consciente de ello, ¿verdad? —le dijo, flanco y directo como solía ser él—. Tendrás que proteger a toda Amegakure y te convertirás en la diana de muchos enemigos, entre ellos... seguramente Kurama —Inconscientemente, Kōri apretó el agarre sobre el hombro de Daruu. Sus ojos brillaban con una fuerza inusitada—. Y Ayame... no le va a gustar nada que te postules como Arashikage. No habla desde que volvió de Yukio, pero sé que se culpa por lo que sucedió. Sé que no deja de torturarse pensando que fue culpa suya. Y ahora se sentirá aterrorizada de perderte a ti también.
Le costaba mantener el abrazo a su sensei. Estaba frío como las aguas del lago que rodeaba Amegakure, pero a Daruu no le importaba. Daruu pensó muchas cosas entonces. Se replanteó otras tantas. Recordó aquellos ojos mirándole, casi implorantes. Y se quebró aún más. Kōri, sin embargo, le empujó y le sujetó por un hombro, mirándole de nuevo a los ojos.
—Escúchame, Daruu. Si ese sombrero termina de verdad sobre tu cabeza, toda la responsabilidad de la aldea caerá sobre tus hombros. Eres consciente de ello, ¿verdad? —le dijo, flanco y directo como solía ser él—. Tendrás que proteger a toda Amegakure y te convertirás en la diana de muchos enemigos, entre ellos... seguramente Kurama —Inconscientemente, Kōri apretó el agarre sobre el hombro de Daruu. Sus ojos brillaban con una fuerza inusitada—. Y Ayame... no le va a gustar nada que te postules como Arashikage. No habla desde que volvió de Yukio, pero sé que se culpa por lo que sucedió. Sé que no deja de torturarse pensando que fue culpa suya. Y ahora se sentirá aterrorizada de perderte a ti también.
—Le pedí que nos fuéramos a vivir juntos justo antes del atentado en el estadio... y hasta entonces no hemos podido volver a hablar de ello. Ahora pasa esto... —Daruu agachó la cabeza, con la mirada ausente—. Kōri-sensei, yo...
Entonces, escuchó una voz familiar a sus espaldas.
19/11/2021, 13:24 (Última modificación: 19/11/2021, 13:25 por Aotsuki Ayame.)
Kōri y Daruu no habían sido los únicos que se encontraban en el Torreón de Pruebas aquella mañana. Le había costado llegar hasta allí, pues una parte de ella en su interior no dejaba de revolverse y negarse a cumplir con las órdenes que habían recibido. Pero allí estaba: Una sombra fantasmal que había estado observando el desarrollo de aquel breve intercambio de golpes, escondida en silencio tras una de las muchas columnas que componían el estadio. No quería llamar la atención, pues tampoco deseaba interrumpir un momento tan importante como aquel. Y sólo cuando se aseguró de que los dos shinobi habían terminado, se atrevió a salir. Su silueta blanca desapareció del graderío con una voluta de vapor, y en apenas un parpadeo volvió a aparecer en la arena de combate, a varios metros de ambos.
—Daruu, Kōri —Kokuō los saludó con una inclinación de cabeza. Seguramente para decepción de ambos, pues estaba utilizando el cuerpo de Ayame para desplazarse y comunicarse—. Shanise-sama requiere de su presencia —comunicó, volviéndose hacia el Hyūga.
No pudo evitar inspeccionarle con cierta curiosidad. Conocía a aquel chico desde hacía mucho tiempo, y se sentía francamente sorprendida de lo mucho que había avanzado en aquel tiempo. Ya no era sólo que Ayame no consiguiera vencerlo, es que había conseguido superar incluso a su maestro. Había escuchado a los humanos decir en más de una ocasión que un Arashikage era el shinobi más poderoso de la aldea. ¿Daruu había llegado a aquella cuota?
Daruu sintió un escalofrío y se dio la vuelta de golpe. Se encontró cara a cara con Kokuō, y sus ojos se cruzaron. Sabía que dentro de ella, oculta bajo un caparazón, estaba Ayame. Su mirada se entristeció unos segundos, y luego volvió a alzar la barbilla. Entrecerró los párpados.
—¿Desde cuándo llevas aquí? —inquirió. Al contrario de lo que pensaba Kokuō, a Daruu no le molestaba que ocupase el lugar de Ayame temporalmente. Quizás era el único que no tenía problema con aquello. Pero estaba visiblemente irritado porque su combate con Kōri tenía que haber sido algo privado, algo íntimo—. ¿Shanise-sama? ¿Qué es lo que quiere?
Aunque pudiera parecerlo, no era la pregunta de alguien que está molesto, sino de alguien que genuinamente siente curiosidad. ¿Para qué querría Shanise hablar con él? ¿Habría pasado algo?