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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
El hogar de la familia Murakisho no era muy grande, pero sí bastante bonito y muy bien cuidado. El interior estaba preciosamente iluminado, y el olor a lluvia de fuera prácticamente desaparecía al entrar. Suzume estaba en su habitación, una pequeña pero muy acogedora, con una cama grande y un montón de cojines y peluches de animales, un discreto tocador con un millar de notitas pegadas por doquier, y un rincón lo suficientemente amplio para dejar su guitarra color lila y una mesa con otro millar de papeles. No había mucho espacio para caminar.

La cantante se acariciaba el cabello, en especial una partecita que parecía más corta que el resto, mientras recordaba aquella cena con un grupo nuevo de amigas. Ren, Chika y Miki. Habían sido tan amables. ¡Y la peliazul había sido tan linda! Sonrió al espejo al recordarla, mas pronto se ensombreció. Si aquella niña pelirrosa hubiese llevado un kunai y no unas tijeras...

—¿Suzume-chan?

¿Sí, mamá? —dijo la joven, volteando su rostro hacia la puerta.

—Tienes visitas, ¡Saki-san ha llegado!

El corazón de Suzume dio un salto. Normalmente le alegraba bastante, pero aquella vez le ponía muy nerviosa. ¿Qué tanto la regañaría por su imprudencia?

¡S-sí! Uhm... Puede pasar, claro.

No estaba en sus mejores prendas, pues vestía los pantalones rosa de su piyama y una blusa blanca holgada. Eran las diez y Suzume no tenía nada que hacer tan temprano.
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#2
Pero a quien vería Suzume en la entrada no sería a la estoica Saki. Era una chica que le sacaba al menos una decena de años a Suzume; vestía con un kimono simple, pero elegante de colores negros y blancos que de alguna forma recordaba al de una sirvienta. Tenía el pelo un poco corto y de color marrón como sus ojos.

¿Suzume? ¿Eres Murashiko Suzume? — dijo intentando terminar de confirmarlo. No había visto a la pelirroja antes en persona, pero la descripción que tenía de ella encajaba a la perfección. Además, no fue difícil encontrar la casa, ya que a diferencia de otros ninjas, la chica buscaba ser el centro de atención del mundo, por lo que la gente del vecindario seguramente la conocían aunque fuera de pasada. — Qué alegría haber acertado a la primera...

Añadió visiblemente aliviada, y dejando escapar una pequeña bocanada de aire, como si esta se hubiera hecho un tapón que le impedía seguir respirando con total naturalidad.

N-Necesito que venga conmigo. S-Se trata de la Señorita Saki — la preocupación en su rostro era más que palpable.
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#3
La cantante se extrañó bastante de la mujer, y tardó un momento en entender que habían enviado a por ella, y que ella no era Saki.

Ah, eh... Sí, soy yo. ¡Mucho gusto! —Su semblante no era nada tranquilizador, y Suzume se alteró un poco —. ¿Saki-senpai? ¿Está ella bien? Dígame en qué puedo ayudar.

La pelirroja se había puesto en pie, lista para partir, aunque fuese en piyama, completamente decidida en hacer lo que Saki necesitara.
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#4
La chica parpadeo un par de veces, mirando primero al suelo y después directamente a los ojos de la cantante.

S-Se lo intentaré explicar por el camino. E-En cuanto me diga, salimos — casi sonaba como si fueran a hacer un viaje largo y que necesitara llevarse algo de equipaje. Pero lo que realmente quería expresar era que esperaría a que la chica se cambiara a algo, aunque fuera un poco más cómodo para ir por la calle.

Tras ello, y ya caminando por las lluviosas calles de Amegakure sosteniendo la chica de cabellos marrones, un paraguas grande para cubrir a ambas le intentaría explicar un poco la situación.

N-No sé exactamente que es lo que paso. La señorita Saki nos dijo que salió para reunirse con unas chicas, y cuando volvió... B-Bueno... Y-Ya la conoce, no es muy expresiva, pero había algo que no reflejaba su tranquilidad natural en su rostro...

Pero todavía no había pistas sobre que es lo que estaba haciendo para que aquella sirvienta se viera alterada, y mucho menos como para tener que ir a buscar ayuda de alguien cercano a Saki.
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#5
Suzume se preocupó mucho. Entendió lo que la mujer decía y, después de pedirle esperar afuera, salió con ella vistiendo pantalones más formales, un suéter rosa encima de una blusa manga larga blanca, y zapatillas deportivas.

¿Con unas chicas? Y ella no estaba... —pensó por un momento —. Oh, suena serio, aunque me alivia que no le haya pasado ningún accidente ni nada por el estilo. ¡Ha-haré lo que sea para ayudarla!

Suzume andaba al paso de la mujer para mantenerse dentro del paraguas, y su voz estaba tan decidida como antes.
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#6
Caminaron durante un rato, girando en algunas calles hasta bordear unas murallas dignas de mención. Cualquiera que se preguntase que era aquel lugar, pensaría que tal vez se trataba de algún edificio gubernamental importante; desde algo más lejos se podía observar un diseño clásico oriental, pero con partes que se levantaban más de lo habitual de la misma forma que los árboles de cemento y hierro que eran los edificios de Amegakure. Parte de las azoteas, así como algunas ventanas, se veían de una forma más tradicional, pero la formación era más moderna.

Llegarían hasta un portón de varios metros de alto y largo, casi sin sentido, abriendo una puerta de tamaño normal en la propia puerta metálica. Tras cruzar estos, la imponente casa se alzaría ante ellas, así como extensos jardines en los laterales y otros edificios que podrían ser tanto almacenes como casas de invitados. Era prácticamente como una pequeña ciudadela debido a la extensión del lugar.

Al llegar a la puerta de lo que parecía el edificio principal, que podría ser perfectamente el de un Damyio, la mujer abrió la puerta corriéndola hacia la derecha. El interior estaba hecho casi en su totalidad de una madera oscura pulida, que podría brillar con algo de luz directa. Se descalzó, y durante ese tiempo otra chica que parecía del servicio se les acercó a recibirlas. Tanto sus cabellos largos como sus ojos eran oscuros.

¿D-Donde esta la Señorita Saki?

C-Creo que está en el patio trasero entrenando con el Señor Hida — respondió algo confundida al ver a la otra chica algo alterada y a Suzume.

¿¡Q-Qué!? ¡¿T-Todavía?! ¡L-Lleva casi una semana así!

¿C-Cómo? H-Hoy le toca entrenamiento

¡Lo sé, pero lleva ya demasiado tiempo sin descansar!

Suzume podría reconocer el nombre de Hida como uno de los encargados de Amegakure. Bayashi Hida, el veterano. El motivo por el que hubiera accedido a dar clases a una persona en solitario quedaba en el aire, pero a Suzume le había quedado claro que el dinero no era un problema en aquel lugar.
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#7
Suzume admiró en silencio la enorme vivienda de Saki. Sí, había estado antes allí, y siempre le asombraba, pero justo en ese momento le preocupaba más el estado de su senpai.

Se descalzó también y saludó a la otra fémina.

¿S-sin descansar? —Sonaba incluso peor. Si bien Saki era muy estricta, no era imprudente. La imprudencia suele deberse la emoción, a no ser paciente, y... Bueno, Saki no era la mejor comunicando sus emociones. —. Murakisho Suzume, mucho gusto. ¿Podría indicarme dónde se encuentra Saki-senpai, por favor? —pidió con más cortesía de la que en realidad quería, pues lo que en realidad quería era salir corriendo a ver a su amiga.
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#8
E-Esta uno de los patios interiores con el Señor Hida — respondió la chica.

Acto seguido, la chica que había venido con Suzume emprendió la carrera por los pasillos de fría madera y altos lujos en paredes, techo y suelo. La ambientación del interior era igual que la de una casa tradicional japonesa, o más bien el de un palacio. Era fácil poder perderse en aquellos largos pasillos que tenían algunas puertas correderas de papel y poca decoración más allá se la tuvieran las puertas. La castaña la esperaría en cada intersección e incluso aflojaría la marcha si fuera necesario para que Suzume la siguiera. Aun así, necesitarían casi un minuto entero para poder llegar a la ubicación donde se encontraba la morena.

El patio era extenso, y la decoración de este iba a juego con toda la casa. Había un jardín, un pequeño lago lleno de carpas, así como un riachuelo. Había un camino de piedras en algunos lugares, también un jardín zen con varias grandes piedras, y fuera de la arena algunos árboles de cerezo repartido por todo el jardín. La palabra jardín quedaba un poco extraña para definir aquel lugar dada las grandes dimensiones del sitio. No muy lejos de la tarima que daba a los exteriores, la cual estaba cubierta, había dos personas intercambiando golpes. O más bien, una lo intentaba mientras la otra apenas tenía que hacer un esfuerzo para pararlos.

Saki llevaba una camisa blanca de manga corta, así como un pantalón oscuro muy holgado. El detalle en el pecho, a la altura de corazón del emblema de la casa Hinoki, hacía que junto a su ropa pareciera una estudiante de algún dojo. Tenía el pelo un poco desordenado, pero con lo laceo y liso que era, tan solo un poco hacía que se notara mucho en ella. Jadeaba y sudaba, sosteniendo la espada con las dos manos y una pose ligeramente encorvada hacia delante.

Hida por su parte, estaba en una posición en la que todos sus flancos estaban completamente abiertos. El hombre de larga barba y largo cabello plateado, sostenía su shinai con una sola mano y sin apenas hacer algo de esfuerzo.

¿Que te ocurre? Es la primera vez que te veo así — dijo, arqueando una ceja curiosa y sin ningún sarcasmo en su tono de voz. — Tu posición es horrible, tu técnica es incluso peor. Me recuerdas a cuando empezamos hace casí quince años. No, incluso entonces tenías mejor técnica que ahora.
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#9
Suzume tardó un segundo entero en entender que la chica había comenzado a correr, así que le siguió tan rápido como pudiese. Pasaron de mil cosas que a la cantante le gustaría quedarse a ver, pero para la pelirroja, lo más importante era su senpai.

Entonces llegaron, justo para que Suzume escuchara el regaño hacia su amiga.

¡Saki-senpai! —llamó apenas verles. No le importaba mucho interrumpir, pues le importaba mucho más Saki. —. S-Saki-senpai, ¿Estás bien?
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#10
Hida volteó ligeramente la cabeza al escuchar una nueva voz, pudiendo ver a Suzume a varios metros de ellos todavía sobre los tablones de madera noble. Saki, quien parecía desesperada por saborear algo lo más parecido a una victoria, intentó aprovechar aquella pequeña apertura para abalanzarse sosteniendo blandiendo la espada con las dos manos. Pero Hida apenas necesitó un simple gesto para bloquearla y posteriormente con un movimiento de muñeca desarmarla, haciendo que el shinai de la morena rodara por el suelo en dirección a la pelirroja.

Llevas unos días horribles, es como si no te reconociera y todo lo que hemos practicado jamás hubiera existido — protestó reprochándole, pero Saki no le miraba a la cara. — Accedí a entrenarte solo porque vi potencial, pero esta última semana está haciendo que me pregunte que es lo que hemos hecho en todos estos años — avanzó hasta Suzume, subiendo a la madera e ignorándola, para voltearse un solo momento para dedicarle unas últimas palabras. — Descansa de una vez, duerme un poco. Relajarse también es parte importante, si no solo acabarás frustrándote y empeorando.

El gran hombre caminó por los tablones antes de desaparecer entre el complejo. Solo entonces Saki se levantó del suelo, con una mirada perdida, hasta llegar a donde estaba Suzume. Se sentó, sus movimientos parecían más robóticos que de costumbre, hasta el punto de que no escucharía lo que Suzume le dijera. Se llevó una mano al pecho, completamente extendida, y después lo repetiría varias veces, designando que buscaba algo y finalmente lo encontró.

Una cajetilla de "Lucky Star" de la que sacó un cigarro dándole un par de golpecitos y cogiéndolo con los labios. Cogió después aquel grueso mechero, para encender aquel pitillo y alzar lentamente la cabeza hacia arriba. Aquello era raro, y seguramente incómodo, pero lo peor fue lo que podría ver Suzume a tan solo unos metros de ellas. Varias cajas de cigarros arrugadas, un cenicero completamente desbordado de colillas. Saki solo tomaba uno al día, y la pelirroja era consciente de ello.
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