Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
19/02/2016, 17:30 (Última modificación: 19/02/2016, 17:32 por Uchiha Datsue.)
Datsue se cruzó de brazos ante la explicación de Tenrai. Que si plantas venenosas, que si animales salvajes… Al final no ha dicho una mierda. Qué decepción. Suspiró. Aquella charla había quedado a medio camino entre interesante y anecdótica. Pero así es la vida de un shinobi, ¿no? Un cúmulo de decepciones. Se le escapó una sonrisilla por su propia reflexión. Joder, estoy hecho todo un filósofo.
—¿Y si tu hijo no murió realmente?
La súbita intervención de su compañero le sacó de su ensimismamiento. ¿Qué quiere decir con…?
—Ya te digo, es muy extraño que el bribón se haya esfumado así como así; y que casualmente sólo encontrases su bandana. ¿No existe la posibilidad de que todo haya sido un montaje para escaparse o algo así?
Hmm… Eso podría tener mucho sent… ¿¡Qué demonios es eso!?
Datsue dio media vuelta, alarmado. Se oía la misma risa que hacía unos minutos, pero mucho más cercana. Y entonces lo pudo ver. Una figura se acercaba desde el otro lado del puente, arrastrando los pies. A medida que se acercaba, su silueta iba tomando forma. Tenía el pelo largo y sucio, tan grasiento como una bola de sebo al derretirse, que se confundía con una barba igual de descuidada y basta. A Datsue le dio la impresión de que no se había pasado por el peluquero en años.
Ni por el peluquero ni por el baño.
Todo en él parecía sucio: su ropa, si es que se le podía llamar ropa a unos harapos grises que cubrían toscamente un cuerpo desnutrido; su cara, famélica y que parecía haber pasado por una tormenta de arena; y sus dientes, de un color amarillento oxidado que mostraba cada vez que abría la boca para reírse a carcajadas.
—¡Ha… Ha… Ha…! —Datsue no había visto en su vida una risa tan falsa. Una risa que no incluía los ojos, que permanecían clavados en Kaido de la misma forma en que lo miraría un perro rabioso. ¿Acaso se estaba riendo por lo que había dicho? ¿O le hacía gracia su piel azulada y sus dientes serrados?—. ¡Ju… Ji… Ha… Ha…!
La forma tan extraña que tenía aquel hombre para carcajearse hizo que se le pusieran los pelos de punta. El nuevo invitado a la conversación se dejó caer sobre uno de los postes que había al borde del puente, que se imaginó Datsue estaban para evitar caídas tontas, y se quedó mirando alternativamente a los tres que permanecían de pie, con una mirada entre curiosa y, simplemente, desprovista de todo raciocinio.
¿Pero por qué cojones no paran de aparecer tipos raros? Y este viene de dentro… ¡Un momento! Por casualidad no será… Datsue miró de pronto a Tenrai. ¿Sería aquel su hijo perdido…?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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Era una risa estrambótica, de aquellas que imaginas cuando se oye un cuento de terror. Y su efecto fue mucho más apropiado cuando la fuente de la misma se dejó ver tras el umbral, arrastrándose por el puente como quien acecha a su presa y está tan seguro de que va a atraparla que no le importa revelar su posición. Se encontraba sucio, esquelético; en condiciones evidentemente deplorables. El rostro se le veía cubierto por un solo muñón de pelo, grasiento; hecho que hacía juego con la atónita mirada que desplegaba sobre el tiburón y nadie más.
¡Ha… Ha… Ha…!
Kaido se sintió amenazado. Confuso por el hecho de que todo lo sucedido parecía, desde luego; una broma pesada. Hasta llegó a pensar que nada había ocurrido y que aún se encontraba dormido en las afueras del Valle, y que Yarou-dono nunca le dio permiso de visitar el famoso Bosque de Azur.
¡Ju… Ji… Ha… Ha…!
«O estoy soñando; o estos dos me están tomando el puto pelo» —Pero al pelliscar su brazo, nada pasó. Sólo consiguió humedecerse las manos con el agua generada por el apretón en su piel. Y al cuestionar a Datsue con una mirada inquisitiva, sólo recibió el abrupto gesto del desconocimiento.
La única persona capaz de darles una respuesta era Tenrai. Pero para su decepción, el rostro del viejo que había perdido a su hijo no le podía decir nada. Eso, o él no era lo suficientemente diestro leyendo a la gente como para sacar alguna conclusión aparente de su lenguaje corporal.
Sólo podía decir que, bajo su propia percepción, Tenrai lucía calmo. Aunque con la guardia en alto, no esperado para alguien que conoce las formas básicas de actuación de un shinobi.
—¿Y tú quien coño eres, puto energúmeno de los huevos? —su voz se quebró al final.
—¿Y tú quien coño eres, puto energúmeno de los huevos? —su voz se quebró al final.
—¿Quién soy yo? ¡JA! Esa es una buena pregunta... ¿Verdad que es una buena pregunta? —interpeló a Datsue. El Uchiha no supo qué responder. De hecho, empezaba a tener ganas de dar media vuelta y poner un par de kilómetros de distancia entre él y aquel maldito lugar, que parecía parir a un loco por cada minuto que moría un uzureño en combate—. La verdad, no lo recuerdo. Hmm… No —volvió a decir, negando con la cabeza—, definitivamente no lo recuerdo. ¿Alguna vez lo supe? —se interpeló, e inmediatamente después se carcajeó por su propia pregunta.
Su risa sonó estridente, chillona, y sin embargo, con una alarmante carencia de alegría. Una risa falsa que hacía a Datsue ponérsele la piel de gallina.
—¿¡Qué!?¿¡Por qué me miras así!? —chilló al Uchiha, colérico. De pronto, la aurora de misterio que envolvía a aquel hombre parecía mucho más amenazante—. ¿Crees que estoy loco? ¿¡Es eso!? —Datsue se quedó a medio camino de responder, con la boca entreabierta. Obviamente que lo pensaba, pero no había huevos a decirlo—. Qué divertido, ¿sabes? —continuó, pasando de parecer querer matarle a simplemente sonreír, con la misma facilidad de quien pasa de cagar a mear—. Aquí los locos sois vosotros. Sí… —afirmó, señalando a los tres—. Todas esas… maquiavélicas mentes. Retorcidas. Me intento imaginar qué os hace pensar todas esas cosas. ¡Locura! —chilló, con las venas del cuello hinchadas y los ojos a punto de salírsele de las órbitas—. ¡Eso debe ser! Y luego dicen que yo soy el loco… ¡JA! Pero la gente lo cree, ¿sabéis? Porque eso es seguro. Les ayuda a creer que ellos no lo están. Dicen: ese tío no hace cosas normales, no hace cosas corrientes, por lo tanto… ¡LOCO!
Sus ojos inquietos fueron a parar a Kaido, mientras Datsue soltaba un suspiro, aliviado de escapar del punto de mira de aquel demente. Lo que más asustaba de aquel chiflado no eran sus palabras sin sentido, sino precisamente su mirada. Tenía la mirada de un perro rabioso, y pese a estar sentado parecía que su cuerpo luchase a cada instante por mantenerse quieto. Por no atacar.
—¿Qué piensas tú, chico? ¿Estoy loco?
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El tiburón escuchó el recital de locura que el desconocido recitó para los presentes. Desvariaba cada tanto, parecía no coger el hilo de lo que salía de su boca y además, actuaba como si tuviera la necesidad de arremeter contra aquellos que le estuviesen juzgando. Y eso era lo que hacían ellos precisamente, porque: ¿qué otra cosa se podría pensar de semejante persona?...
Que está loco, porsupuesto.
No obstante, Kaido le dejó terminar. A tal punto de esperar a que el hombre le volviera a inquerir la misma interrogante, pero él seguía pensando lo mismo. Su rostro lo reflejaba, así también su lenguaje corporal. Pensaba, ni más ni menos, que el hombre estaba sencillamente chalado.
«Te voy a arreglar la cabeza a hostiones»
Esa era la mejor solución, sí. Revolver su cerebro a golpes para que encontrase su cordura. Y dispuesto a lograrlo, se abalanzó hacia el desconocido como quien no le teme a nada.
Pero algo le detuvo en seco. Una mano, certera sobre su hombro, deteniendo su avance de forma inmediata. Él volteó de nuevo sorprendido ante el agravio, pero se encontró con la férrea e imponente presencia de su mentor, quien parecía haber llegado en el momento más oportuno.
Yarou observó a los presentes una vez. Pero su asidua cordialidad no estaba presente esa vez, y Kaido pensó que se debía a la presencia del loco. Porque se veían mutuamente como si existiese un pasado entre ambas entidades, pero no había forma de comprobarlo por ahora.
Bastó un movimiento de manos para que el tiburón entendiera que era hora de irse de allí. A saber la razón, pero la experiencia le había enseñado que no era sensato llevarle la contraria al viejo Hozuki.
—Te iba a dar un tratamiento eficaz para la demencia, pero he de retirarme —anunció, para luego señalar a Datsue—. me temo que la aventura se acabó por hoy. Por suerte aún estamos vivos, ¿eh?...
Sonrió, con su filosa dentadura de por medio.
Luego cabeceó al ver a Tenrai, quien no supo si irse al igual que el escualo o terminar de ver como terminaba la escena. De cualquier forma, cuando Kaido se alejase de allí junto a Yarou-dono ya no tendría que ver con ellos hasta que volvieran a encontrarse.
Y así, tras unos cuantos matorrales; el pez dejó la escena para que finalizara a su suerte.
De un segundo para otro, Kaido se había ido. Alguien le había incitado a irse, más bien. Alguien mayor, quizá su maestro. El Uchiha sintió envidia. Él también quería un sensei que apareciese justo en el momento oportuno, aunque sólo fuese como excusa para poder alejarse de aquel par de locos.
—Bueno… Esto… Yo… eh… —Datsue se rascaba la cabeza, nervioso—. Creo que también es hora de que me vaya —dijo a los dos hombres que ahora permanecían allí, observándole—. He dejado la tetera hirviendo en casa… sí. Eso. La tetera hirviendo… Será mejor que vaya a apagarla.
El Uchiha dio media vuelta, rojo por la vergüenza, y contuvo el impulso de salir corriendo. ¿La tetera hirviendo en casa? ¿LA TETERA HIRVIENDO EN CASA? Se ocultó el rostro con una mano, avergonzado por la excusa tan mala que había dado. ¿Cómo no se le había ocurrido nada mejor que semejante bazofia? Lo peor de todo es que ahora empezaba a ocurrírsele cientos de excusas mejores, sino miles.
—En fin… —susurró, mientras salía del Bosque Azur por el mismo camino que por el que había entrado—. Será mejor que vuelva a casa.
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