24/03/2016, 02:41
(Última modificación: 24/03/2016, 11:28 por Aotsuki Ayame.)
Ayame confiaba en que su padre leyera más allá de sus ojos, como solía hacer en tantas ocasiones. La diferencia era que en aquella ocasión no lo haría en contra de su voluntad o a traición, sino que era ella misma la que estaba desnudando au mente hacia él, para que pudiera captar el mensaje que quería comunicarle sin necesidad de expresarlo con palabras.
Por supuesto, no la decepcionó.
—Insisto. Si vuelve a pasar, estaremos ahí. Si tengo que morir para salvarte a ti, eso es lo que haré. Eres mi hija —repitió—. Pero insisto también, eso no debería preocuparte. ¿Para qué te alistaste en esta vida si no era para proteger a los tuyos? ¿No intentarías hacer lo mismo si nosotros dos estuviéramos en tu lugar? Estoy seguro que sí, y eso me enorgullece —Zetsuo sonrió fugazmente. Ni siquiera le había dado tiempo a Ayame a responder, pero estaba clara cuál iba a ser su respuesta. Sin embargo, siempre era mucho más fácil aceptar morir en pos de proteger a alguien importante que aceptar que ese alguien importante muriera protegiéndote a ti. Y ese era el dilema al que se enfrentaba Ayame actualmente—. Y sin embargo, hay algo que tienes que hacer para enorgullecerme todavía. Ya te lo he dicho: debes dejar de preocuparte por lo que va a pasar en el futuro o no verás el puñal que venga frente a ti, que será del presente, siempre.
A Ayame le pareció advertir la sombra de un movimiento a la espalda de su padre.
—Construye tu muro, Aya...
—¡Cuidado, papá!
El inconfundible sonido sibilante del metal rasgó el aire cuando un enjambre de proyectiles se dirigieron hacia la espalda de Zetsuo. Sin embargo, el veterano jonin ya se había percatado del peligro antes incluso de que Ayame formulara su advertencia. Entrelazó las manos en una secuencia de sellos y las aguas del lago se alzaron súbitamente formando un muro que se tragó las armas para, en cuestión de segundos, volverse a hundir y retornar a la calma.
Ahora, un grupo de hombres enmascarados parecían aguardarlos.
—Qué curioso —espetó Zetsuo, volviéndose hacia ellos. Al contrario que Ayame, que contenía la respiración en su posición, no parecía sorprendido por aquella súbita aparición—. Estos me atacan a mí, ¿qué pasa, que incluso entre los traidores tenéis un traidor? Vuestro compañero iba a matar a vuestro trofeo, no a llevároslo. Por desgracia para vosotros, ese trofeo es mi hija, y pienso acabar con todos y cada uno de vosotros.
«Son aliados del hombre-morena» Comprendió Ayame, tratando de unir las pocas piezas que poseía de aquel extraño puzzle. ¿Pero qué pintaba ella en todo eso? ¿Por qué tenían tanto interés en ella? Lo poco que había podido deducir hasta el momento es que aquellos hombres la buscaban viva, pero parecía que el hombre-morena había tenido el propósito de matarla...
—¡Ja! Eres un egocéntrico. ¿Crees que tú solo vas a poder con el poder de nuestro clan? —replicó el que iba al frente del grupo y que vestía una máscara de pez emperador, con risotada grave y burlona.
Ayame apretó los puños. Aquella escena parecía un irónico simulacro de lo que habían estado hablando hacía apenas unos minutos. Sentía el peligro rodear a su padre, y no estaba dispuesta a dejarle combatirlo sólo. Pero...
—Podría, pero sería un necio entregarme a una carnicería a ciegas. Prefiero rodearme de la seguridad de mi familia —respondió Zetsuo, y cuando Ayame creía que se estaba refiriendo a ella comenzó a sentir frío. Un frío antinatural que calaba más allá de su ropa como la garra de un invierno fuera de lugar.
«No puede ser... Él...» —tiritó, incapaz de creer que él pudiera estar allí también
—Ayame. Quédate detrás de mí y no te muevas. Haz lo que te digo.
Y Ayame se vio obligada a obedecer y a observar una escena de demostración de poder que se quedaría grabada en su memoria durante mucho, mucho tiempo.
Una fina capa de escarcha se extendía bajo los pies de los hombres enmascarados, que se vieron pegados al suelo como moscas sobre la miel y comenzaron a soltar alaridos de sorpresa y terror.
—¿Q... Qué es esto?
—Jo... joder, Kain, ¡v... vamos a morir!
—¡Idiota, confía un poco más en tus ha... ha... h...!
Zetsuo volvió a entrelazar sus manos, e inmediatamente después los enemigos fueron cayendo inconscientes uno a uno.
—Ha sido muy imprudente por su parte venir todos a la una —la voz de Kōri surgió desde unos matorrales cercanos, y su silueta nívea no tardó en descubrirse—. Padre, ¿crees que esta vez lo hemos logrado?
Ayame ya había supuesto que su hermano andaba cerca, por la sensación de frío y la escarcha en el suelo. Pero eso no evitó que le mirara con cierto horror y vergüenza. Durante todo aquel tiempo había creído que sólo Zetsuo había seguido su rastro, ¿cuánto tiempo había estado allí? ¿Cuánto había escuchado? ¿Había leído también la carta?
Cuando le revolvió el cabello y la miró con aquel gesto de complicidad supo, para su horror, que la respuesta a todas sus preguntas era afirmativa. Y lo que era peor era tener que admitir que todas sus débiles esperanzas de haber sabido sobrevivir en el mundo exterior acababan de verse completamente derrumbadas ante la exhibición de ataque combinado de su padre y su hermano mayor.
Comparados con ellos, ella no era más que una mosca...
—Supongo que sí. Odio admitirlo, pero el chivatazo de Karoi ha sido vital. Si no hubiera sido por él, Ayame...
El nombre de su tío la devolvió de nuevo al presente.
—Pero si se habían transformado en él es que no confiaban en él. Por eso dijo que no podría hacer de doble agente nunca más...
—Sí, pero en parte es bueno. Tenemos un aliado más de forma permanente, y los Hozuki nunca habían confiado del todo en él, de modo que lo que haya en las cabezas de estos imprudentes podría ser la pista que nos llevara por fin a su guarida. Supongo que para ellos también era una especie de recurso, aunque espero que no haya estado trabajando también para ellos de doble agente.
—No sería capaz de eso, es su sobrina.
—Lo... lo sé. Supongo que no me fío de nadie.
Hubo unos segundos de tenso silencio durante los cuales Ayame miraba de manera alternativa a Zetsuo y Kōri, completamente desorientada, como si estuviera en realidad viviendo un mal sueño.
—¿Qué harás si Yui decide no acabar con ellos, padre?
—Exterminaré a cada una de esas ratas aunque tenga que enfrentarme directamente con la mismísima Yui —sentenció, y Ayame se estremeció ante su determinación.
—E... Esperad. Yo... No entiendo nada —Ayame había tenido la necesidad de intervenir en la conversación prácticamente desde la aparición de los enmascarados. No en vano, era un asunto que la atañía directamente y no entendía nada de nada—. ¿Quiénes son esos hombres? ¿Qué quieren de mí? ¿Por qué llevan máscaras como la del tío? ¿Karoi ya sabía lo que iba a pasar esta noche? ¿Qué es eso de que el tío era un doble agente? ¿De qué guarida estáis hablando?
Las preguntas salieron atropellada e ininteligiblemente de sus labios. Ayame, hecha un completo lío, se revolvió el pelo con un gemido de angustia.
Por supuesto, no la decepcionó.
—Insisto. Si vuelve a pasar, estaremos ahí. Si tengo que morir para salvarte a ti, eso es lo que haré. Eres mi hija —repitió—. Pero insisto también, eso no debería preocuparte. ¿Para qué te alistaste en esta vida si no era para proteger a los tuyos? ¿No intentarías hacer lo mismo si nosotros dos estuviéramos en tu lugar? Estoy seguro que sí, y eso me enorgullece —Zetsuo sonrió fugazmente. Ni siquiera le había dado tiempo a Ayame a responder, pero estaba clara cuál iba a ser su respuesta. Sin embargo, siempre era mucho más fácil aceptar morir en pos de proteger a alguien importante que aceptar que ese alguien importante muriera protegiéndote a ti. Y ese era el dilema al que se enfrentaba Ayame actualmente—. Y sin embargo, hay algo que tienes que hacer para enorgullecerme todavía. Ya te lo he dicho: debes dejar de preocuparte por lo que va a pasar en el futuro o no verás el puñal que venga frente a ti, que será del presente, siempre.
A Ayame le pareció advertir la sombra de un movimiento a la espalda de su padre.
—Construye tu muro, Aya...
—¡Cuidado, papá!
El inconfundible sonido sibilante del metal rasgó el aire cuando un enjambre de proyectiles se dirigieron hacia la espalda de Zetsuo. Sin embargo, el veterano jonin ya se había percatado del peligro antes incluso de que Ayame formulara su advertencia. Entrelazó las manos en una secuencia de sellos y las aguas del lago se alzaron súbitamente formando un muro que se tragó las armas para, en cuestión de segundos, volverse a hundir y retornar a la calma.
Ahora, un grupo de hombres enmascarados parecían aguardarlos.
—Qué curioso —espetó Zetsuo, volviéndose hacia ellos. Al contrario que Ayame, que contenía la respiración en su posición, no parecía sorprendido por aquella súbita aparición—. Estos me atacan a mí, ¿qué pasa, que incluso entre los traidores tenéis un traidor? Vuestro compañero iba a matar a vuestro trofeo, no a llevároslo. Por desgracia para vosotros, ese trofeo es mi hija, y pienso acabar con todos y cada uno de vosotros.
«Son aliados del hombre-morena» Comprendió Ayame, tratando de unir las pocas piezas que poseía de aquel extraño puzzle. ¿Pero qué pintaba ella en todo eso? ¿Por qué tenían tanto interés en ella? Lo poco que había podido deducir hasta el momento es que aquellos hombres la buscaban viva, pero parecía que el hombre-morena había tenido el propósito de matarla...
—¡Ja! Eres un egocéntrico. ¿Crees que tú solo vas a poder con el poder de nuestro clan? —replicó el que iba al frente del grupo y que vestía una máscara de pez emperador, con risotada grave y burlona.
Ayame apretó los puños. Aquella escena parecía un irónico simulacro de lo que habían estado hablando hacía apenas unos minutos. Sentía el peligro rodear a su padre, y no estaba dispuesta a dejarle combatirlo sólo. Pero...
—Podría, pero sería un necio entregarme a una carnicería a ciegas. Prefiero rodearme de la seguridad de mi familia —respondió Zetsuo, y cuando Ayame creía que se estaba refiriendo a ella comenzó a sentir frío. Un frío antinatural que calaba más allá de su ropa como la garra de un invierno fuera de lugar.
«No puede ser... Él...» —tiritó, incapaz de creer que él pudiera estar allí también
—Ayame. Quédate detrás de mí y no te muevas. Haz lo que te digo.
Y Ayame se vio obligada a obedecer y a observar una escena de demostración de poder que se quedaría grabada en su memoria durante mucho, mucho tiempo.
Una fina capa de escarcha se extendía bajo los pies de los hombres enmascarados, que se vieron pegados al suelo como moscas sobre la miel y comenzaron a soltar alaridos de sorpresa y terror.
—¿Q... Qué es esto?
—Jo... joder, Kain, ¡v... vamos a morir!
—¡Idiota, confía un poco más en tus ha... ha... h...!
Zetsuo volvió a entrelazar sus manos, e inmediatamente después los enemigos fueron cayendo inconscientes uno a uno.
—Ha sido muy imprudente por su parte venir todos a la una —la voz de Kōri surgió desde unos matorrales cercanos, y su silueta nívea no tardó en descubrirse—. Padre, ¿crees que esta vez lo hemos logrado?
Ayame ya había supuesto que su hermano andaba cerca, por la sensación de frío y la escarcha en el suelo. Pero eso no evitó que le mirara con cierto horror y vergüenza. Durante todo aquel tiempo había creído que sólo Zetsuo había seguido su rastro, ¿cuánto tiempo había estado allí? ¿Cuánto había escuchado? ¿Había leído también la carta?
Cuando le revolvió el cabello y la miró con aquel gesto de complicidad supo, para su horror, que la respuesta a todas sus preguntas era afirmativa. Y lo que era peor era tener que admitir que todas sus débiles esperanzas de haber sabido sobrevivir en el mundo exterior acababan de verse completamente derrumbadas ante la exhibición de ataque combinado de su padre y su hermano mayor.
Comparados con ellos, ella no era más que una mosca...
—Supongo que sí. Odio admitirlo, pero el chivatazo de Karoi ha sido vital. Si no hubiera sido por él, Ayame...
El nombre de su tío la devolvió de nuevo al presente.
—Pero si se habían transformado en él es que no confiaban en él. Por eso dijo que no podría hacer de doble agente nunca más...
—Sí, pero en parte es bueno. Tenemos un aliado más de forma permanente, y los Hozuki nunca habían confiado del todo en él, de modo que lo que haya en las cabezas de estos imprudentes podría ser la pista que nos llevara por fin a su guarida. Supongo que para ellos también era una especie de recurso, aunque espero que no haya estado trabajando también para ellos de doble agente.
—No sería capaz de eso, es su sobrina.
—Lo... lo sé. Supongo que no me fío de nadie.
Hubo unos segundos de tenso silencio durante los cuales Ayame miraba de manera alternativa a Zetsuo y Kōri, completamente desorientada, como si estuviera en realidad viviendo un mal sueño.
—¿Qué harás si Yui decide no acabar con ellos, padre?
—Exterminaré a cada una de esas ratas aunque tenga que enfrentarme directamente con la mismísima Yui —sentenció, y Ayame se estremeció ante su determinación.
—E... Esperad. Yo... No entiendo nada —Ayame había tenido la necesidad de intervenir en la conversación prácticamente desde la aparición de los enmascarados. No en vano, era un asunto que la atañía directamente y no entendía nada de nada—. ¿Quiénes son esos hombres? ¿Qué quieren de mí? ¿Por qué llevan máscaras como la del tío? ¿Karoi ya sabía lo que iba a pasar esta noche? ¿Qué es eso de que el tío era un doble agente? ¿De qué guarida estáis hablando?
Las preguntas salieron atropellada e ininteligiblemente de sus labios. Ayame, hecha un completo lío, se revolvió el pelo con un gemido de angustia.