28/03/2016, 16:54
Estuvieron allí, sobre una de las gruesas raíces del Árbol Sagrado, durante al menos cinco minutos. Nadie dijo una palabra; el silencio era suficiente compañía para asistir al espectáculo que estaba desarrollándose abajo, en la orilla del río. Poco a poco los aldeanos se fueron congregando, con sus lámparas encendidas en la mano de forma que parecían un enjambre de luciérnagas. El Kawakage subió a la tarima de madera y dijo unas palabras que ninguno de los tres gennin fue capaz de oír. Era el momento de lanzar los deseos a las turbulentas aguas del río.
Anzu asistió a la ceremonia desde su lejano asiento, anonadada por lo que acababa de ver. En mitad de la noche primaveral, las lámparas recorrieron su camino hasta la cascada, sembrando de pequeñas luces tililantes la oscuridad. Esto... Definitivamente, es lo más bello que he visto nunca. Ni siquiera los cerezos en flor del País de la Espiral podía compararse a semejante espectáculo. De pronto la Yotsuki sintió una gran pena por haber montado un lío en el banquete, y en consecuencia, haberse perdido aquella ceremonia. ¿Qué habría lanzado yo de haber podido?
Ella no lo supo entonces, pero esa noche, Takigakure se ganó un poco más el corazón de la joven ninja. Desde aquel momento, y en adelante, la bellísima estampa de las lámparas recorriendo el río, cargando con las esperanzas y los sueños de su gente, le serviría como el más poderoso de los talismanes.
Porque Anzu acababa de darse cuenta de que tenía un nuevo hogar. Y que era absolutamente increíble.
—Ha sido... Alucinante —dijo por fin, cuando recuperó el habla.
Hei estaba tan callado como ella hace unos instantes, y Tatsuya no había cambiado ni por un momento su solemne postura. La Yotsuki bajó de la raíz de un salto, dirigéndose a sus compañeros.
—¡Esto ha sido una pasada, socios! Me arrepiento de haberla liado tanto, ¡ojalá hubiera podido arrojar mi deseo! —se lamentó, sin disimular molestia—. Creo que voy a volver, a ver si consigo alguna lámpara a última hora. ¡Nos vemos!
Rápida como un rayo, la kunoichi empezó a saltar de raíz en raíz, impaciente, de vuelta al banquete...
Anzu asistió a la ceremonia desde su lejano asiento, anonadada por lo que acababa de ver. En mitad de la noche primaveral, las lámparas recorrieron su camino hasta la cascada, sembrando de pequeñas luces tililantes la oscuridad. Esto... Definitivamente, es lo más bello que he visto nunca. Ni siquiera los cerezos en flor del País de la Espiral podía compararse a semejante espectáculo. De pronto la Yotsuki sintió una gran pena por haber montado un lío en el banquete, y en consecuencia, haberse perdido aquella ceremonia. ¿Qué habría lanzado yo de haber podido?
Ella no lo supo entonces, pero esa noche, Takigakure se ganó un poco más el corazón de la joven ninja. Desde aquel momento, y en adelante, la bellísima estampa de las lámparas recorriendo el río, cargando con las esperanzas y los sueños de su gente, le serviría como el más poderoso de los talismanes.
Porque Anzu acababa de darse cuenta de que tenía un nuevo hogar. Y que era absolutamente increíble.
—Ha sido... Alucinante —dijo por fin, cuando recuperó el habla.
Hei estaba tan callado como ella hace unos instantes, y Tatsuya no había cambiado ni por un momento su solemne postura. La Yotsuki bajó de la raíz de un salto, dirigéndose a sus compañeros.
—¡Esto ha sido una pasada, socios! Me arrepiento de haberla liado tanto, ¡ojalá hubiera podido arrojar mi deseo! —se lamentó, sin disimular molestia—. Creo que voy a volver, a ver si consigo alguna lámpara a última hora. ¡Nos vemos!
Rápida como un rayo, la kunoichi empezó a saltar de raíz en raíz, impaciente, de vuelta al banquete...