28/03/2016, 18:09
(Última modificación: 28/03/2016, 19:11 por Uchiha Datsue.)
El Uchiha se llevó una mano al pecho, justo donde en un bolsillo interior de su yukata —de su yukata aumentada por el Henge— guardaba el aparente dinero. Anzu tenía razón. Se suponía que llevaba miles de ryos encima.
Sin ganas de discutir, acompañó a Anzu a una de las barras. En cierta parte, ella tenía razón. Aunque aquellas dos barras sirviesen para propósitos distintos, no tenían forma de averiguar previamente qué función cumplía cada una. Tanto daba cuál escogiesen.
Sin embargo, en lugar de acodarse a la barra como Anzu, optó por permanecer en un segundo plano, ligeramente retrasado. El camarero, con un semblante más frío si cabe que el amigo de Ayame que había visto en el Puente Tenchi, le sirvió un cuenco de cristal. Bueno, quizá más frío no, pero sí más inexpresivo. ¿Qué cojones se supone que tenemos que hacer ahora…?
… Mierda. El camarero había vertido sobre el cuenco un poco de la famosa pasta azul. Estaba claro lo que esperaba de ella: drogarse. Aunque, ¿cómo? ¿Esta mierda se fuma, se esnifa o se mete directamente en vena? Datsue no tenía ni idea, pero en realidad no debería importar. Ellos habían venido para hacer negocios, no para drogarse.
Miró a Anzu, esperando que sacase al camarero de su confusión. Él estaba demasiado cagado como para decir nada. Sin embargo, la kunoichi parecía tener la mente en blanco. Joder… ¡Se suponía que ibas a negociar tú!, quiso gritarle. En su lugar, tragó saliva. Vale. Vale, vale, vale. Venga, échale huevos. No hay otra. Joder. No hay otra.
Se adelantó un paso e intentó adoptar la actitud más fría y seria de la que fue capaz:
—Hemos venido a por mucho más.
Seco, conciso y al grano. Era la única forma de no demostrar su ignorancia sobre las arenas en las que se estaban moviendo.
Sin ganas de discutir, acompañó a Anzu a una de las barras. En cierta parte, ella tenía razón. Aunque aquellas dos barras sirviesen para propósitos distintos, no tenían forma de averiguar previamente qué función cumplía cada una. Tanto daba cuál escogiesen.
Sin embargo, en lugar de acodarse a la barra como Anzu, optó por permanecer en un segundo plano, ligeramente retrasado. El camarero, con un semblante más frío si cabe que el amigo de Ayame que había visto en el Puente Tenchi, le sirvió un cuenco de cristal. Bueno, quizá más frío no, pero sí más inexpresivo. ¿Qué cojones se supone que tenemos que hacer ahora…?
… Mierda. El camarero había vertido sobre el cuenco un poco de la famosa pasta azul. Estaba claro lo que esperaba de ella: drogarse. Aunque, ¿cómo? ¿Esta mierda se fuma, se esnifa o se mete directamente en vena? Datsue no tenía ni idea, pero en realidad no debería importar. Ellos habían venido para hacer negocios, no para drogarse.
Miró a Anzu, esperando que sacase al camarero de su confusión. Él estaba demasiado cagado como para decir nada. Sin embargo, la kunoichi parecía tener la mente en blanco. Joder… ¡Se suponía que ibas a negociar tú!, quiso gritarle. En su lugar, tragó saliva. Vale. Vale, vale, vale. Venga, échale huevos. No hay otra. Joder. No hay otra.
Se adelantó un paso e intentó adoptar la actitud más fría y seria de la que fue capaz:
—Hemos venido a por mucho más.
Seco, conciso y al grano. Era la única forma de no demostrar su ignorancia sobre las arenas en las que se estaban moviendo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado