28/03/2016, 18:50
Con las indicaciones del lugar, y el nombre del local, las directrices parecían quedar bastante claras. Un asunto menos que tratar, si es que el chico no se disponía en desacuerdo. La panadería de Ubiko era un lugar realmente bueno para tomar aperitivos, quizás de los mejores artesanos de la urbe. Al menos para la golosa de Katomi era así, pese a no haber probado muchos otros lugares.
Cuando el calvo dio acto de presencia con palabras, todo quedó confirmado. Afirmaba no ser de la aldea, si no que vivía en un lugar apartado, en una casucha a las afueras según decía. Lejos de comentar algo ofensivo, pues se le pasó por la mente, la chica permaneció en silencio por un breve instante.
Eso explica muchas cosas...
Antes de haberse puesto en marcha, la kunoichi se aseguró de no haberse equivocado en las instrucciones de hacia donde debían ir. Rápidamente miró hacia la callejuela, y tan solo al observar el letrero de la tienda de al fondo, se sintió reafirmada.
—Entiendo.— Afirmó por fin a las palabras del pelado. —Pues es una panadería que tiene un poco de todo, y la mayoría de los productos son artesanales. Es un buen sitio para tomar un tentempié, o un refresco.—
Con esas palabras, por fin puso inicio a la marcha.
Comenzó andando ella, y a ésta la siguió casi a la par el muchacho. Ambos avanzaron con tranquilidad por la calle, como si no acabasen de armar el barullo que habían formado hacía nada. Paulatinamente la gente había perdido interés en la pareja de alborotadores, así que el asunto quizás había quedado en el olvido.
—Así que eres de fuera... ¿y cómo es que llegaste a hacerte shinobi? ¿Tus padres lo eran y te incitaron a serlo?—
Sin duda, no pensaba callarse por el camino. Un camino acompañada, y en silencio, es de lo más tétrico y perturbador. Fuera una cosa u otra, algo había de preguntarle. Evidentemente, le preguntó por algo que había dejado caer casi inconscientemente, su extranjerismo.
Cuando llegaron a girar hacia la derecha, a mitad de camino podía distinguirse una enorme fila de gente. Si, la fama de esa panadería quizás estaba llegando a ser demasiada.
—Pufff....— Se quejó la chica al ver eso.
La tienda apenas llegaba a apreciarse todavía, pero el letrero rojo y enorme era imposible de eludir.
Las paredes del local estaban pintadas del mismo tono, y el interior de color negro. Quizás era una combinación de colores poco frecuentes, pero les iba bien, y eso se notaba a la legua. La encargada, Ubiko, había contratado a mas de cuatro trabajadores desde que hacía memoria la kunoichi. No paraba, era un negocio que iba viento en popa. Quizás era una de las mejores consejeras que podía tomar en busca de multiplicar sus ahorros. Pero eso ya es otra historia...
Cuando el calvo dio acto de presencia con palabras, todo quedó confirmado. Afirmaba no ser de la aldea, si no que vivía en un lugar apartado, en una casucha a las afueras según decía. Lejos de comentar algo ofensivo, pues se le pasó por la mente, la chica permaneció en silencio por un breve instante.
Eso explica muchas cosas...
Antes de haberse puesto en marcha, la kunoichi se aseguró de no haberse equivocado en las instrucciones de hacia donde debían ir. Rápidamente miró hacia la callejuela, y tan solo al observar el letrero de la tienda de al fondo, se sintió reafirmada.
—Entiendo.— Afirmó por fin a las palabras del pelado. —Pues es una panadería que tiene un poco de todo, y la mayoría de los productos son artesanales. Es un buen sitio para tomar un tentempié, o un refresco.—
Con esas palabras, por fin puso inicio a la marcha.
Comenzó andando ella, y a ésta la siguió casi a la par el muchacho. Ambos avanzaron con tranquilidad por la calle, como si no acabasen de armar el barullo que habían formado hacía nada. Paulatinamente la gente había perdido interés en la pareja de alborotadores, así que el asunto quizás había quedado en el olvido.
—Así que eres de fuera... ¿y cómo es que llegaste a hacerte shinobi? ¿Tus padres lo eran y te incitaron a serlo?—
Sin duda, no pensaba callarse por el camino. Un camino acompañada, y en silencio, es de lo más tétrico y perturbador. Fuera una cosa u otra, algo había de preguntarle. Evidentemente, le preguntó por algo que había dejado caer casi inconscientemente, su extranjerismo.
Cuando llegaron a girar hacia la derecha, a mitad de camino podía distinguirse una enorme fila de gente. Si, la fama de esa panadería quizás estaba llegando a ser demasiada.
—Pufff....— Se quejó la chica al ver eso.
La tienda apenas llegaba a apreciarse todavía, pero el letrero rojo y enorme era imposible de eludir.
Panadería Ubiko
Las paredes del local estaban pintadas del mismo tono, y el interior de color negro. Quizás era una combinación de colores poco frecuentes, pero les iba bien, y eso se notaba a la legua. La encargada, Ubiko, había contratado a mas de cuatro trabajadores desde que hacía memoria la kunoichi. No paraba, era un negocio que iba viento en popa. Quizás era una de las mejores consejeras que podía tomar en busca de multiplicar sus ahorros. Pero eso ya es otra historia...