29/03/2016, 15:03
Y efectivamente, cuando algo quiere salir mal, acaba saliendo mal, es tontería tratar de evitarlo, pues el destino siempre cumple su función, y, por mucho que hagas no vas a cambiar nada. En el caso de Riko y Katomi el destino había decidido que aquel no era el día en el que tomaban un batido tranquilamente disfrutando de una agradable charla entre genins, jóvenes que se acababan de conocer y que probablemente aún no habían conocido a muchos shinobis de fuera de sus aldeas.
El rastas encontró una solución fácil, sencilla y, a la vez, eficaz, salir por patas, correr como almas que lleva el diablo y no mirar atrás, dudaba mucho que aquellas moles humanas fueran capaz de seguirles el ritmo a dos jóvenes ninjas entrenados, pero, para su desgracia, su compañera, la peliblanca, no era de soluciones fáciles, prefería encarar a sus atacantes, aunque les triplicaran en tamaño y probablemente en fuerza, pero la joven estaba muy convencida de sus capacidades.
— Joder, la que vamos a liar, no nos van a dejar volver a entrar en la ciudad... — Riko pensaba en las consecuencias que podría acarrear el acto sin sentido de la genin de Amegakure.
''Bueno, no la puedo dejar sola ahora.''
El de Uzu dio media vuelta, escuchando como Katomi avisaba a todos los que se encontraban sentados en el lugar de que se marcharan si no querían sufrir daños, y acto seguido comenzó a cargaralgo en la boca, algo que pudo ver levemente que se trataba de fuego, un proyectil ígneo.
''De perdidos al río.''
Riko se plantó al lado de la peliblanca, dejando ver que la estaba apoyando y se colocó en postura de combate, la pierna derecha adelantada y los puños levantados, cubriéndose parte del rostro. Los maleantes no tardaron en reaccionar, y tras soltar una risotada al ver que los dos niños se iban a enfrentar a ellos, sacaron sus armas, una espada de un tamaño demasiado grande para que una persona normal pudiera empuñarla y una vara de metal macizo aún más larga que la espada y de un grosor considerable. y se lanzaron contra ellos.
El rastas encontró una solución fácil, sencilla y, a la vez, eficaz, salir por patas, correr como almas que lleva el diablo y no mirar atrás, dudaba mucho que aquellas moles humanas fueran capaz de seguirles el ritmo a dos jóvenes ninjas entrenados, pero, para su desgracia, su compañera, la peliblanca, no era de soluciones fáciles, prefería encarar a sus atacantes, aunque les triplicaran en tamaño y probablemente en fuerza, pero la joven estaba muy convencida de sus capacidades.
— Joder, la que vamos a liar, no nos van a dejar volver a entrar en la ciudad... — Riko pensaba en las consecuencias que podría acarrear el acto sin sentido de la genin de Amegakure.
''Bueno, no la puedo dejar sola ahora.''
El de Uzu dio media vuelta, escuchando como Katomi avisaba a todos los que se encontraban sentados en el lugar de que se marcharan si no querían sufrir daños, y acto seguido comenzó a cargaralgo en la boca, algo que pudo ver levemente que se trataba de fuego, un proyectil ígneo.
''De perdidos al río.''
Riko se plantó al lado de la peliblanca, dejando ver que la estaba apoyando y se colocó en postura de combate, la pierna derecha adelantada y los puños levantados, cubriéndose parte del rostro. Los maleantes no tardaron en reaccionar, y tras soltar una risotada al ver que los dos niños se iban a enfrentar a ellos, sacaron sus armas, una espada de un tamaño demasiado grande para que una persona normal pudiera empuñarla y una vara de metal macizo aún más larga que la espada y de un grosor considerable. y se lanzaron contra ellos.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»