3/04/2016, 20:53
—Ha desaparecido —contestó la de Taki—. Ha desaparecido, sin más, el muy...
Anzu no estaba faltando a la verdad. En aquel callejón, precario y mal situado, no se veía un alma —aparte de ellos dos—. La Yotsuki, negándose a aceptar la realidad, empezó a revolver con furia las cajas de madera, apartándolas y destrozando una de ellas a patadas. Entre la ira y el desconcierto, dio media vuelta para encarar a su compañero de profesión.
—¿¡Dónde cojones se habrá escondido!? ¡Es imposible que no esté aquí!
Sus ojos grises se fijaron después en el cubo de basura. Era grande, casi tanto como ella, y parecía muy pesado. Pero Anzu tenía determinación, y unos brazos fuertes. Trató de apartarlo de la pared, como si Satoru se hubiera podido convertir en oruga para ocultarse tras el contenedor. No tuvo éxito, claro.
—¡Daruu-san, ayúdame, venga! —reclamó, con poca delicadeza.
Tampoco serviría. Satoru no estaba allí. Confusa, la kunoichi empezó a dar vueltas por la callejuela mientras murmuraba ininteligiblemente. Se negaba a darse por vencida, aunque parecía que el noble se hubiera evaporado como una gota de agua en un hierro candente.
—¡VOSOTROS! ¡VOSOTROS DOS!
El vozarrón del mercenario golpeó las paredes del callejón como una descarga de artillería. Allí de pie, cortándoles la salida, estaba la imponente y curtida figura del 'Cara Cortada'. Alzaba la mano diestra, con el dedo índice extendido, acusador.
—¡Sabía que teníais algo que ver! ¿¡Dónde está Satoru-sama!? ¡HABLAD!
Empezó a acercarse hacia los jóvenes gennin con gesto amenazador. Parecía como si el aire a su alrededor hubiese aumentado varios grados su temperatura, porque vibraba y casi parecía moverse con furia. Anzu y Daruu notarían como la increíble presión del chakra de aquel hombre empezaba a oprimirles el pecho.
—¿¡DÓNDE ESTÁ SATORU-SAMA!?
Anzu no estaba faltando a la verdad. En aquel callejón, precario y mal situado, no se veía un alma —aparte de ellos dos—. La Yotsuki, negándose a aceptar la realidad, empezó a revolver con furia las cajas de madera, apartándolas y destrozando una de ellas a patadas. Entre la ira y el desconcierto, dio media vuelta para encarar a su compañero de profesión.
—¿¡Dónde cojones se habrá escondido!? ¡Es imposible que no esté aquí!
Sus ojos grises se fijaron después en el cubo de basura. Era grande, casi tanto como ella, y parecía muy pesado. Pero Anzu tenía determinación, y unos brazos fuertes. Trató de apartarlo de la pared, como si Satoru se hubiera podido convertir en oruga para ocultarse tras el contenedor. No tuvo éxito, claro.
—¡Daruu-san, ayúdame, venga! —reclamó, con poca delicadeza.
Tampoco serviría. Satoru no estaba allí. Confusa, la kunoichi empezó a dar vueltas por la callejuela mientras murmuraba ininteligiblemente. Se negaba a darse por vencida, aunque parecía que el noble se hubiera evaporado como una gota de agua en un hierro candente.
—¡VOSOTROS! ¡VOSOTROS DOS!
El vozarrón del mercenario golpeó las paredes del callejón como una descarga de artillería. Allí de pie, cortándoles la salida, estaba la imponente y curtida figura del 'Cara Cortada'. Alzaba la mano diestra, con el dedo índice extendido, acusador.
—¡Sabía que teníais algo que ver! ¿¡Dónde está Satoru-sama!? ¡HABLAD!
Empezó a acercarse hacia los jóvenes gennin con gesto amenazador. Parecía como si el aire a su alrededor hubiese aumentado varios grados su temperatura, porque vibraba y casi parecía moverse con furia. Anzu y Daruu notarían como la increíble presión del chakra de aquel hombre empezaba a oprimirles el pecho.
—¿¡DÓNDE ESTÁ SATORU-SAMA!?