3/04/2016, 23:46
(Última modificación: 3/04/2016, 23:46 por Amedama Daruu.)
—¿Qué...? —preguntó Ayame, tan sólo después de unos segundos, con su voz pendiendo de un fino y frágil hilo. Le desvió la mirada y la clavó en la bolsa de bollitos.
Como esperaba, el rostro de su hermana no mintió, a diferencia de sus labios. Ayame no era de las que sabían ocultar las cosas dibujando caras que no existían en el lienzo. Ya había recabado la información que necesitaba para afirmar lo que hasta ahora sólo sospechaba.
A... ¿A q... Qué viene esa... Pregunta...? ¿Tan de repente? Daruu es un... Buen amigo... Mi mejor amigo dentro de la aldea...
Sostuvo la gélida mirada a pesar de que la de Ayame estuviera perdida en otro sitio. Y con ella, sostuvo el silencio, pues a más callaba más cosas descubriría.
—¿Por qué...? —De nuevo, la expresión de Ayame la traicionó, aunque no tenía manera de averiguar por qué—. ¿Él también lo sabe ya? Lo de mi escapada...
Kori terminó su segundo bollito. Le hizo un gesto a su hermana, extendiéndole la palma para indicar que esperara, y con la otra mano cogió un tercero y le dio un bocado.
—Siempre que hagas uso de la razón, puedes enamorarte de quien quieras y encapricharte de quien quieras. Nadie debería privarse de esas cosas —indicó Kori, ya con la boca vacía. Lo indicó, es decir, no estaba reprochando ni intentando calmarla, simplemente, lo constató—. Sólo quería decirte que él parece también algo interesado en ti. De modo, que si acabáis siendo algo... Si te hace daño, sólo dímelo. Y me encargaré de ponerlo en su sitio.
Su voz sonó tajante y fría como un carámbano afilado, y Ayame supo que sería capaz de todo si eso ocurría.
—Podría decirte otras cosas, como que más vale que padre se entere tarde y despacio. Lo más tarde que pueda, y lo más despacio que se pueda —añadió—, pero eso seguro que ya lo sabes tú.
»No tengo noticias de que Daruu sepa nada de esto, pero más vale que no cuentes nada a nadie. Y ni se te ocurra hablar de lo de Kusagakure con nadie, ni siquiera con él, es un secreto de estado enorme. Podríamos meternos en problemas.
Como esperaba, el rostro de su hermana no mintió, a diferencia de sus labios. Ayame no era de las que sabían ocultar las cosas dibujando caras que no existían en el lienzo. Ya había recabado la información que necesitaba para afirmar lo que hasta ahora sólo sospechaba.
A... ¿A q... Qué viene esa... Pregunta...? ¿Tan de repente? Daruu es un... Buen amigo... Mi mejor amigo dentro de la aldea...
Sostuvo la gélida mirada a pesar de que la de Ayame estuviera perdida en otro sitio. Y con ella, sostuvo el silencio, pues a más callaba más cosas descubriría.
—¿Por qué...? —De nuevo, la expresión de Ayame la traicionó, aunque no tenía manera de averiguar por qué—. ¿Él también lo sabe ya? Lo de mi escapada...
Kori terminó su segundo bollito. Le hizo un gesto a su hermana, extendiéndole la palma para indicar que esperara, y con la otra mano cogió un tercero y le dio un bocado.
—Siempre que hagas uso de la razón, puedes enamorarte de quien quieras y encapricharte de quien quieras. Nadie debería privarse de esas cosas —indicó Kori, ya con la boca vacía. Lo indicó, es decir, no estaba reprochando ni intentando calmarla, simplemente, lo constató—. Sólo quería decirte que él parece también algo interesado en ti. De modo, que si acabáis siendo algo... Si te hace daño, sólo dímelo. Y me encargaré de ponerlo en su sitio.
Su voz sonó tajante y fría como un carámbano afilado, y Ayame supo que sería capaz de todo si eso ocurría.
—Podría decirte otras cosas, como que más vale que padre se entere tarde y despacio. Lo más tarde que pueda, y lo más despacio que se pueda —añadió—, pero eso seguro que ya lo sabes tú.
»No tengo noticias de que Daruu sepa nada de esto, pero más vale que no cuentes nada a nadie. Y ni se te ocurra hablar de lo de Kusagakure con nadie, ni siquiera con él, es un secreto de estado enorme. Podríamos meternos en problemas.