4/04/2016, 00:40
Con ojos inundados en lágrimas, el chico preguntó si de nuevo había sucedido. No había remedio, al parecer era algo que acostumbraba a pasarle, o que al menos le había pasado ya en alguna que otra ocasión. Quizás era hora de que fuese al médico, y comenzase a medicarse. La locura si se pilla a tiempo es posible de tratar, o ese pensaba la kunoichi. Toda enfermedad, a sea mental o física, debe tener un remedio.
Mientras que su cabeza divagaba en un montón de absurdas ideas, el chico de ojos color cielo pidió de nuevo perdón. Casi parecía dispuesto a llorar, y entre una cosa y otra... a la chica le palpitó el corazón. Qué le iba a hacer, ella no tenía un corazón de piedra, por mucho que lo intentase.
—Ainsss!—
Y ni tan siquiera le dio tiempo a suspirar al chico que ya tenía los brazos de la peliblanco a su alrededor. La chica se había aproximado a toda velocidad, apachurrandolo.
—Si es que... así no hay quien entrene. Qué cosa mas mona!— Se quejó mientras lo tenía entre brazos.
Sin mas, le propinó un beso en la frente. Quizás lo pillase por sorpresa, pero eso poco le importaba.
—No pasa nada, Len, pero por favor... dejame continuar con mi entrenamiento.—
Tras ello, volvió a sonreír. Lo soltó, sin hacerlo de forma tosca o brusca, y le acarició la cabeza. No sabia qué mas decir, o hacer. Su corazón le decía una cosa, pero su cabeza se empecinaba en otra bien distinta. Un auténtico jaleo psicomotriz.
Mientras que su cabeza divagaba en un montón de absurdas ideas, el chico de ojos color cielo pidió de nuevo perdón. Casi parecía dispuesto a llorar, y entre una cosa y otra... a la chica le palpitó el corazón. Qué le iba a hacer, ella no tenía un corazón de piedra, por mucho que lo intentase.
—Ainsss!—
Y ni tan siquiera le dio tiempo a suspirar al chico que ya tenía los brazos de la peliblanco a su alrededor. La chica se había aproximado a toda velocidad, apachurrandolo.
—Si es que... así no hay quien entrene. Qué cosa mas mona!— Se quejó mientras lo tenía entre brazos.
Sin mas, le propinó un beso en la frente. Quizás lo pillase por sorpresa, pero eso poco le importaba.
—No pasa nada, Len, pero por favor... dejame continuar con mi entrenamiento.—
Tras ello, volvió a sonreír. Lo soltó, sin hacerlo de forma tosca o brusca, y le acarició la cabeza. No sabia qué mas decir, o hacer. Su corazón le decía una cosa, pero su cabeza se empecinaba en otra bien distinta. Un auténtico jaleo psicomotriz.