4/04/2016, 20:35
(Última modificación: 4/04/2016, 20:38 por Aotsuki Ayame.)
Ayame esperó la respuesta de Kōri. Esperó. Esperó durante varios tensos segundos con el corazón palpitándole en las sienes. Pero su tajante silencio le obligó a alzar la mirada de nuevo, buscando aunque fuera una respuesta en sus inexpresivos ojos gélidos. No pudo reprimir que una sonrisilla curvara sus labios al ver que, lo que de verdad ocurría, era que su hermano se encontraba indispuesto para responder. Habiendo devorado el segundo bollito, Kōri levantó la mano para pedir algo de tiempo para tragar.
Sin embargo, aún cogió un tercero y le dio un bocado antes de volver a hablar.
—Siempre que hagas uso de la razón, puedes enamorarte de quien quieras y encapricharte de quien quieras. Nadie debería privarse de esas cosas —constató Kori, y a Ayame volvió a encendérsele el rostro.
—P... Pe... Pero... Y... Yo...
—Sólo quería decirte que él parece también algo interesado en ti.
«¡¿Que qué?!» De repente, Ayame sentía calor. Muchísimo calor.
—De modo, que si acabáis siendo algo... Si te hace daño, sólo dímelo. Y me encargaré de ponerlo en su sitio. —su rostro y su voz seguían calmos como las aguas de un estanque en invierno. Sin embargo, las últimas palabras que pronunció Kōri resonaron como el estruendos chasquido de un iceberg resquebrajándose.
Sin embargo, Ayame casi no fue capaz de percibirlo. Quería responder, pero le había arrancado las palabras de la garganta. Y estaba aturdida. Muy aturdida. Todo le daba vueltas vertiginosamente. Sentía que la cabeza le ardía como si le hubiesen prendido fuego. Tuvo que apoyar una mano sobre el suelo para asegurarse de que seguía ahí, de que no iba a desvanecerse y hacerla caer en un abismo sin fin.
Su hermano seguía hablando, pero sus palabras resonaban en sus oídos ahogadas, distorsionadas, opacadas por los latidos de su corazón bombeando sangre en sus tímpanos. Era incapaz de seguir escuchándole.
¿Pero qué tonterías estaba diciendo? ¿A ella le gustaba Daruu? Era cierto que se había convertido en su mejor amigo dentro de la aldea, en su único amigo dentro de la aldea. Era cierto que había llegado a confiar en él hasta un punto similar a como confiaba en su padre o su hermano. Era cierto que le parecía interesante, que le intrigaba... Era cierto que le parecía atractivo... ¿Eso era lo que significaba que le gustaba una persona?
«Pero aunque fuera verdad...» Su mano tembló violentamente cuando la alzó y agarró con fuerza inusitada la cinta de tela que cubría su frente. «Aunque me gustara Daruu, él...»
—...Más vale que no cuentes nada a nadie. —la voz de Kōri se coló en su mente como una cuña de hielo, devolviéndola al presente—. Y ni se te ocurra hablar de lo de Kusagakure con nadie, ni siquiera con él, es un secreto de estado enorme. Podríamos meternos en problemas.
—No tenía intención de contárselo a nadie... —balbuceó, con un debilitado hilo de voz de autómata.
Su mente seguía lejos de allí.
Y, de repente, algo hizo click en su cabeza.
Una ladina sonrisa estrechó sus labios.
—Aaaaahhhh... Ya sé a qué viene todo esto de Daruuuuu. Nunca me has visto con otro chico que no fueras tú, y claroo... —canturreó, y ladeó el rostro con una risilla y le señaló con el dedo índice—:Tienes que actuar como el hermano mayor.
»¡Estás CELOSO!
Sin embargo, aún cogió un tercero y le dio un bocado antes de volver a hablar.
—Siempre que hagas uso de la razón, puedes enamorarte de quien quieras y encapricharte de quien quieras. Nadie debería privarse de esas cosas —constató Kori, y a Ayame volvió a encendérsele el rostro.
—P... Pe... Pero... Y... Yo...
—Sólo quería decirte que él parece también algo interesado en ti.
«¡¿Que qué?!» De repente, Ayame sentía calor. Muchísimo calor.
—De modo, que si acabáis siendo algo... Si te hace daño, sólo dímelo. Y me encargaré de ponerlo en su sitio. —su rostro y su voz seguían calmos como las aguas de un estanque en invierno. Sin embargo, las últimas palabras que pronunció Kōri resonaron como el estruendos chasquido de un iceberg resquebrajándose.
Sin embargo, Ayame casi no fue capaz de percibirlo. Quería responder, pero le había arrancado las palabras de la garganta. Y estaba aturdida. Muy aturdida. Todo le daba vueltas vertiginosamente. Sentía que la cabeza le ardía como si le hubiesen prendido fuego. Tuvo que apoyar una mano sobre el suelo para asegurarse de que seguía ahí, de que no iba a desvanecerse y hacerla caer en un abismo sin fin.
Su hermano seguía hablando, pero sus palabras resonaban en sus oídos ahogadas, distorsionadas, opacadas por los latidos de su corazón bombeando sangre en sus tímpanos. Era incapaz de seguir escuchándole.
¿Pero qué tonterías estaba diciendo? ¿A ella le gustaba Daruu? Era cierto que se había convertido en su mejor amigo dentro de la aldea, en su único amigo dentro de la aldea. Era cierto que había llegado a confiar en él hasta un punto similar a como confiaba en su padre o su hermano. Era cierto que le parecía interesante, que le intrigaba... Era cierto que le parecía atractivo... ¿Eso era lo que significaba que le gustaba una persona?
«Pero aunque fuera verdad...» Su mano tembló violentamente cuando la alzó y agarró con fuerza inusitada la cinta de tela que cubría su frente. «Aunque me gustara Daruu, él...»
—...Más vale que no cuentes nada a nadie. —la voz de Kōri se coló en su mente como una cuña de hielo, devolviéndola al presente—. Y ni se te ocurra hablar de lo de Kusagakure con nadie, ni siquiera con él, es un secreto de estado enorme. Podríamos meternos en problemas.
—No tenía intención de contárselo a nadie... —balbuceó, con un debilitado hilo de voz de autómata.
Su mente seguía lejos de allí.
«...Si te hace daño, sólo dímelo. Y me encargaré de ponerlo en su sitio...»
Y, de repente, algo hizo click en su cabeza.
Una ladina sonrisa estrechó sus labios.
—Aaaaahhhh... Ya sé a qué viene todo esto de Daruuuuu. Nunca me has visto con otro chico que no fueras tú, y claroo... —canturreó, y ladeó el rostro con una risilla y le señaló con el dedo índice—:Tienes que actuar como el hermano mayor.
»¡Estás CELOSO!