6/04/2016, 00:50
Sin darse la vuelta, una confusa Anzu contestó a su pregunta:
—Ha desaparecido —contestó la de Taki—. Ha desaparecido, sin más, el muy...
Se giró para encararle.
—¿¡Dónde cojones se habrá escondido!? ¡Es imposible que no esté aquí!
Daruu echó un nuevo vistazo al callejón. Apenas unas cajas de madera y... Un cubo de basura tremendamente sospechoso. Era más grande que Daruu, definitivamente. O aparentaba serlo, desde aquella distancia. Anzu se acercó y empezó a mover el contenedor, tratando de apartarlo de la pared.
«Mmh...»
—¡Daruu-san, ayúdame, venga! —vociferó, exigiéndole presteza. Inmediatamente, empezó a dar vueltas por el callejón, murmurando, rebuscando entre los recovecos de las cajas. Daruu echó a andar hacia el contenedor de basura.
—Oye, Anzu, ¿no has pensado que...?
—¡VOSOTROS! ¡VOSOTROS DOS!
Daruu se sobresaltó y sin quererlo dio un saltito hacia adelante, golpeándose con la espalda de Anzu y dando ambos dos de morros contra el contenedor en una posición muy poco digna. Se sonrojó avergonzado, apartándose de golpe y frotándose la nariz. Pero lo que vio le gustó mucho menos que el susto que se acababa de llevar.
—¡Sabía que teníais algo que ver! ¿¡Dónde está Satoru-sama!? ¡HABLAD!
El mercenario que había secuestrado a Satoru empezó a caminar hacia ellos con un gesto nada tranquilizador. La callejuela se había transformado de pronto en una especie de hervidero, y notaba cómo le sudaba la frente sólo de pensar en enfrentarse contra ese tío. Dudaba mucho que todo aquello le viniera por haber caído tras Anzu.
—¿¡DÓNDE ESTÁ SATORU-SAMA!?
A Daruu le temblaron las piernas, sintió un mareo y ganas de vomitar. Pero flexionó las rodillas y se mantuvo estable, y con las manos tiritando como un flan, juntó las manos en un sello y masculló:
—Anzu-san... No te asustes, mantente en el sitio.
La tierra tembló y el suelo bajo sus pies se elevó convertido en un pilar de madera, muy parecido pero más ancho al que Daruu había exhibido ya en el combate contra Uchiha Nabi, en el que Anzu había estado presente. Llegó a ser tan alto como los edificios de ambos lados de la calle, y tan ancho como el mismo callejón, de modo que podrían caminar hasta el tejado de uno y otro edificio.
Mantuvo el oído alerta y se asomó por el borde, cauto, esperando ver si su adversario intentaba subir por el pilar.
—Creo que nuestro amigo Satoru está escondido dentro de ahí —señaló el contenedor, que irremediablemente había subido con ellos—. Y sinceramente estoy empezando a cagarme un poco en los pantalones, ¿tú has sentido eso? Era como si... como si...
Se echó una mano al cuello, lo acarició y tragó saliva.
—Como si intentaran estrangularme...
—Ha desaparecido —contestó la de Taki—. Ha desaparecido, sin más, el muy...
Se giró para encararle.
—¿¡Dónde cojones se habrá escondido!? ¡Es imposible que no esté aquí!
Daruu echó un nuevo vistazo al callejón. Apenas unas cajas de madera y... Un cubo de basura tremendamente sospechoso. Era más grande que Daruu, definitivamente. O aparentaba serlo, desde aquella distancia. Anzu se acercó y empezó a mover el contenedor, tratando de apartarlo de la pared.
«Mmh...»
—¡Daruu-san, ayúdame, venga! —vociferó, exigiéndole presteza. Inmediatamente, empezó a dar vueltas por el callejón, murmurando, rebuscando entre los recovecos de las cajas. Daruu echó a andar hacia el contenedor de basura.
—Oye, Anzu, ¿no has pensado que...?
—¡VOSOTROS! ¡VOSOTROS DOS!
Daruu se sobresaltó y sin quererlo dio un saltito hacia adelante, golpeándose con la espalda de Anzu y dando ambos dos de morros contra el contenedor en una posición muy poco digna. Se sonrojó avergonzado, apartándose de golpe y frotándose la nariz. Pero lo que vio le gustó mucho menos que el susto que se acababa de llevar.
—¡Sabía que teníais algo que ver! ¿¡Dónde está Satoru-sama!? ¡HABLAD!
El mercenario que había secuestrado a Satoru empezó a caminar hacia ellos con un gesto nada tranquilizador. La callejuela se había transformado de pronto en una especie de hervidero, y notaba cómo le sudaba la frente sólo de pensar en enfrentarse contra ese tío. Dudaba mucho que todo aquello le viniera por haber caído tras Anzu.
—¿¡DÓNDE ESTÁ SATORU-SAMA!?
A Daruu le temblaron las piernas, sintió un mareo y ganas de vomitar. Pero flexionó las rodillas y se mantuvo estable, y con las manos tiritando como un flan, juntó las manos en un sello y masculló:
—Anzu-san... No te asustes, mantente en el sitio.
La tierra tembló y el suelo bajo sus pies se elevó convertido en un pilar de madera, muy parecido pero más ancho al que Daruu había exhibido ya en el combate contra Uchiha Nabi, en el que Anzu había estado presente. Llegó a ser tan alto como los edificios de ambos lados de la calle, y tan ancho como el mismo callejón, de modo que podrían caminar hasta el tejado de uno y otro edificio.
Mantuvo el oído alerta y se asomó por el borde, cauto, esperando ver si su adversario intentaba subir por el pilar.
—Creo que nuestro amigo Satoru está escondido dentro de ahí —señaló el contenedor, que irremediablemente había subido con ellos—. Y sinceramente estoy empezando a cagarme un poco en los pantalones, ¿tú has sentido eso? Era como si... como si...
Se echó una mano al cuello, lo acarició y tragó saliva.
—Como si intentaran estrangularme...