13/05/2015, 16:11
Daruu soltó una carcajada ante su jocoso comentario; aunque, cuando afirmó que iba a sacarle las raíces al pobre árbol con el kunai que ahora esgrimía para llevárselo a casa y plantarlo en un macetero, Ayame ladeó ligeramente la cabeza.
—¿Ah, sí? Pero pesa mucho, y vas a necesitar una maceta muy grande par... —se vio interrumpida ante la exclamación de Daruu, que la hizo sonrojar de pura vergüenza. Un segundo después era ella quien alzaba la voz, agitando los brazos junto a su cuerpo con indignación—. ¡Pero no me digas cosas así! ¡Que me lo creo todo!
Pero él no parecía estar escuchándola. Se había acercado al tronco del sauce y Ayame volvió a ladear el rostro cuando se giró hacia ella con una pregunta enigmática. Comenzó a clavar consecutivamente el kunai en la corteza, agrietándola y tallándola entre secos chasquidos. Por unos instantes, la muchacha sintió lástima por el salce, pues era consciente de que una vez el filo alcanzara el cuerpo que quedaba por debajo de la corteza del vegetal jamás lograría reponerse de aquella herida; pero cuando estaba a punto de expresarlo en voz alta, Daruu había terminado.
Y aquella vez fue ella la que soltó una sonora carcajada que la hizo doblarse sobre su propio estómago. Fue entonces cuando reparó que hacía mucho que no se reía de aquella manera...
Y es que el grabado representaba ahora un par de ojos y una enorme sonrisa en torno a los cuales había tallado los picos de su propio pelo. Parecía ser un alter-ego vegetal de Hanaiko Daruu, con un nombre ligeramente modificado por el propio despiste de Ayame.
—¡Ay, qué bueno! —gimió, incapaz de contener las risotadas. Sin embargo, Daruu parecía ligeramente avergonzado por su broma, aunque Ayame se sintió de alguna manera reconfortada por ella. De hecho, cuando afirmó que así podría volver a reírse cuando volviera a aquel lugar a relajarse, se sonrojó ligeramente. Azorada, volvió a reajustarse el nudo de la bandana que cubría su frente—. Sí... eso es cierto...
No estaba segura de cómo debía continuar con el hilo de conversación, por lo que optó por cambiar rápidamente de tema:
—Entonces... ¿cómo te fue en el examen?
De solo recordarlo un nuevo calambrazo recorrió el hombro de la muchacha, que torció ligeramente el rostro.
—¿Ah, sí? Pero pesa mucho, y vas a necesitar una maceta muy grande par... —se vio interrumpida ante la exclamación de Daruu, que la hizo sonrojar de pura vergüenza. Un segundo después era ella quien alzaba la voz, agitando los brazos junto a su cuerpo con indignación—. ¡Pero no me digas cosas así! ¡Que me lo creo todo!
Pero él no parecía estar escuchándola. Se había acercado al tronco del sauce y Ayame volvió a ladear el rostro cuando se giró hacia ella con una pregunta enigmática. Comenzó a clavar consecutivamente el kunai en la corteza, agrietándola y tallándola entre secos chasquidos. Por unos instantes, la muchacha sintió lástima por el salce, pues era consciente de que una vez el filo alcanzara el cuerpo que quedaba por debajo de la corteza del vegetal jamás lograría reponerse de aquella herida; pero cuando estaba a punto de expresarlo en voz alta, Daruu había terminado.
Y aquella vez fue ella la que soltó una sonora carcajada que la hizo doblarse sobre su propio estómago. Fue entonces cuando reparó que hacía mucho que no se reía de aquella manera...
Y es que el grabado representaba ahora un par de ojos y una enorme sonrisa en torno a los cuales había tallado los picos de su propio pelo. Parecía ser un alter-ego vegetal de Hanaiko Daruu, con un nombre ligeramente modificado por el propio despiste de Ayame.
—¡Ay, qué bueno! —gimió, incapaz de contener las risotadas. Sin embargo, Daruu parecía ligeramente avergonzado por su broma, aunque Ayame se sintió de alguna manera reconfortada por ella. De hecho, cuando afirmó que así podría volver a reírse cuando volviera a aquel lugar a relajarse, se sonrojó ligeramente. Azorada, volvió a reajustarse el nudo de la bandana que cubría su frente—. Sí... eso es cierto...
No estaba segura de cómo debía continuar con el hilo de conversación, por lo que optó por cambiar rápidamente de tema:
—Entonces... ¿cómo te fue en el examen?
De solo recordarlo un nuevo calambrazo recorrió el hombro de la muchacha, que torció ligeramente el rostro.