7/04/2016, 20:04
(Última modificación: 7/04/2016, 20:05 por Uchiha Akame.)
Lo estaba viendo con sus propios ojos, y aún así no podía creerlo. Datsue se había comido una cucharadita entera de omoide. El efecto fue instantáneo: se le dilataron las pupilas, su rostro empezó a deformarse en muecas imposibles y él, incapaz de controlar su cuerpo, quedó inerte sobre el sofá. Con la cabeza hacia atrás, apoyada en el asiento, se quedó. Sólo de vez en cuando algún espasmo inesperado hacía notar que el Uchiha seguía con vida. Con un 'crac', el cuenco de cristal resbaló de entre sus manos y cayó al suelo, partiéndose en varios pedazos. Por suerte el ruido ambiente del local amortiguó el sonido. Con un característico 'puf', el Henge que tanto respeto parecía imponer allí se deshizo, como las esperanzas de Anzu de salir con vida.
—Datsue-san, hijo de perra, me cago en todos tus ancestros...
La kunoichi no tenía ni la más mínima idea de qué hacer. Su compañero había perdido totalmente la consciencia, y era, en ese momento, poco más que una marioneta grande y pesada. Pero yo todavía puedo hacer algo... Piensa, piensa, piensa... De repente se levantó, intentando lo mejor que pudo aparentar normalidad, y fue hacia la barra más cercana. En ese momento no sabía si era la del camarero que ya les conocía, o la contraria; tampoco tuvo tiempo de averiguarlo. Con un tono de voz fingidamente grave y decidido —dentro de lo que cabe—, llamó al camarero.
—Mi socio ha sufrido un... Pequeño percance. ¿Tienes por ahí algo para... Ya sabes... Los que se pasan de la raya?
El tipo, igual de alto, estirado y serio que el otro, la examinó con cuidado de arriba a abajo. Luego recorrió el local con la mirada, tratando posiblemente de averiguar a quién se refería Anzu con su 'socio'. Sus ojos se detuvieron en un punto concreto y Anzu, que estaba de espaldas a éste, rezó por que no hubiera visto a Datsue...
Con un gesto serio, el hombre sacó de debajo de la barra un taquito de azúcar —o, más bien, lo que parecía un taquito de azúcar— y se lo extendió a la Yotsuki. Ella lo tomó con inevitable apuro, y sin una palabra más sobre la barra, andó con cuanta tranquilidad pudo aparentar hacia su drogadísimo compañero.
—Eres un cabronazo inmundo, si no salimos de esta, te juro que...
No terminó la frase. ¿Qué sentido tenía? Si alguien les descubría, la muerte era probablemente el destino más preferible. Con una mano le sujetó la cabeza a su compañero de Aldea, y con la otra le introdujo en cubito blanquecino en la boca. Traga, traga, 'genio'. Le masajeó la garganta, intentando hacer que Datsue tragara el 'azucarillo', y en esas estaba cuando alzó la vista hacia la barra...
Katame hablaba de bis a bis con el camarero, que señalaba hacia donde estaba ella. Creyó que el corazón le había dejado de latir en ese mismo instante.
—Datsue-san, hijo de perra, me cago en todos tus ancestros...
La kunoichi no tenía ni la más mínima idea de qué hacer. Su compañero había perdido totalmente la consciencia, y era, en ese momento, poco más que una marioneta grande y pesada. Pero yo todavía puedo hacer algo... Piensa, piensa, piensa... De repente se levantó, intentando lo mejor que pudo aparentar normalidad, y fue hacia la barra más cercana. En ese momento no sabía si era la del camarero que ya les conocía, o la contraria; tampoco tuvo tiempo de averiguarlo. Con un tono de voz fingidamente grave y decidido —dentro de lo que cabe—, llamó al camarero.
—Mi socio ha sufrido un... Pequeño percance. ¿Tienes por ahí algo para... Ya sabes... Los que se pasan de la raya?
El tipo, igual de alto, estirado y serio que el otro, la examinó con cuidado de arriba a abajo. Luego recorrió el local con la mirada, tratando posiblemente de averiguar a quién se refería Anzu con su 'socio'. Sus ojos se detuvieron en un punto concreto y Anzu, que estaba de espaldas a éste, rezó por que no hubiera visto a Datsue...
Con un gesto serio, el hombre sacó de debajo de la barra un taquito de azúcar —o, más bien, lo que parecía un taquito de azúcar— y se lo extendió a la Yotsuki. Ella lo tomó con inevitable apuro, y sin una palabra más sobre la barra, andó con cuanta tranquilidad pudo aparentar hacia su drogadísimo compañero.
—Eres un cabronazo inmundo, si no salimos de esta, te juro que...
No terminó la frase. ¿Qué sentido tenía? Si alguien les descubría, la muerte era probablemente el destino más preferible. Con una mano le sujetó la cabeza a su compañero de Aldea, y con la otra le introdujo en cubito blanquecino en la boca. Traga, traga, 'genio'. Le masajeó la garganta, intentando hacer que Datsue tragara el 'azucarillo', y en esas estaba cuando alzó la vista hacia la barra...
Katame hablaba de bis a bis con el camarero, que señalaba hacia donde estaba ella. Creyó que el corazón le había dejado de latir en ese mismo instante.