9/04/2016, 17:45
Como si Zetsuo no existiera, no: como si quisiera olvidarse de que estaba ahí, Daruu se desvistió de espaldas a él y guardó su ropa en el la taquilla. A Daruu siempre le había molestado tener que cambiarse delante de otras personas, aunque fueran hombres. Pero hacerlo delante de Zetsuo era casi violento, denigrante. Por la razón que fuese, lo sentía así.
De modo que con toda la prisa del mundo se dirigió hacia la zona de baños para limpiarse antes de entrar al onsen.
El onsen era irregular, decorado con piedras naturales. Había una iluminación muy tenue que le daba al sitio un toquecito acogedor. No había nadie, de modo que Kiroe y Ayame estaban totalmente a solas.
El vapor del agua del onsen ascendía y rozaba la piel de la madre de Daruu, que soltó un suspiro de alivio cuando se sumergió.
—Esto es una auténtica delicia, ya verás, Ayame... —declaró.
Las dos chicas pasaron unos minutos disfrutando del agradable silencio. Kiroe no pudo evitar fijarse en que la muchacha se tapaba la frente con una toalla, como lo había hecho en la cena con una cinta. Torció el gesto y se acarició la barbilla, pero pronto se concentró de nuevo en el agua que tenía bajo ella.
Pero tras unos minutos más...
—¿Por qué te tapas la luna? —preguntó—. Si es preciosa, mujer. Ya me gustaría a mí tener una marca de nacimiento como esa.
Rio.
—Los dioses sólo me dejaron una mancha marron con forma de melocotón en el culo.
Con cara de circunstancias, Daruu dejó que sus pies resbalaran un poco más y se hundió hasta por encima de la nariz en el agua.
El onsen estaba completamente vacío, de modo que sólo estaban él y Zetsuo, a dos metros de distancia. Daruu evitaba mirarle y prefería concentrar su atención hasta en las cicatrices de la erosión de las piedras.
Cerró los ojos y deseó que se lo tragara el agua.
De modo que con toda la prisa del mundo se dirigió hacia la zona de baños para limpiarse antes de entrar al onsen.
···
El onsen era irregular, decorado con piedras naturales. Había una iluminación muy tenue que le daba al sitio un toquecito acogedor. No había nadie, de modo que Kiroe y Ayame estaban totalmente a solas.
El vapor del agua del onsen ascendía y rozaba la piel de la madre de Daruu, que soltó un suspiro de alivio cuando se sumergió.
—Esto es una auténtica delicia, ya verás, Ayame... —declaró.
Las dos chicas pasaron unos minutos disfrutando del agradable silencio. Kiroe no pudo evitar fijarse en que la muchacha se tapaba la frente con una toalla, como lo había hecho en la cena con una cinta. Torció el gesto y se acarició la barbilla, pero pronto se concentró de nuevo en el agua que tenía bajo ella.
Pero tras unos minutos más...
—¿Por qué te tapas la luna? —preguntó—. Si es preciosa, mujer. Ya me gustaría a mí tener una marca de nacimiento como esa.
Rio.
—Los dioses sólo me dejaron una mancha marron con forma de melocotón en el culo.
···
Con cara de circunstancias, Daruu dejó que sus pies resbalaran un poco más y se hundió hasta por encima de la nariz en el agua.
El onsen estaba completamente vacío, de modo que sólo estaban él y Zetsuo, a dos metros de distancia. Daruu evitaba mirarle y prefería concentrar su atención hasta en las cicatrices de la erosión de las piedras.
Cerró los ojos y deseó que se lo tragara el agua.