9/04/2016, 19:57
(Última modificación: 9/04/2016, 19:58 por Uchiha Datsue.)
Escuchó una voz familiar: le acababa de llamar cabronazo. Sin embargo, los párpados le pesaban demasiado como para abrirlos y comprobar quien era.
—¿Ntsu? —preguntó. Casi se atraganta al hacerlo. Un objeto pequeño acababa de bajar por su garganta.
—¿Anzu? —escuchó decir a alguien con voz estridente. Lo había oído tan claro como si le hubiesen hablado directamente al cerebro—. ¿Qué te dije sobre eso, Datsue? —preguntó, cambiando a un tono de voz mucho más sordo.
¿Quién demonios…? El Uchiha realizó un esfuerzo en abrir los ojos. Entonces, pudo captar algo: una sombra, flotando tras un millar de lucecillas azules. Azul… ¿Sigo en el local de omoide?
—¿Qué haces con esa chica, Datsue? —Oyó que le hablaba de nuevo la sombra—. Viniste con ella sin hacer preguntas, sin informarte primero de dónde te iba a meter. Tan sólo… confiaste. ¿Qué te tengo dicho sobre eso, Datsue?
La cabeza le daba tantas vueltas que creía que se iba a caer, pese a estar convencido de estar sentado. Se encontraba fatal: notaba como el corazón le latía como un caballo desbocado, oprimiéndole el pecho. Sudaba, y sus pulmones no eran capaces de llenarse de aire. Necesitaba levantarse. Necesitaba levantarse y tomar aire fresco. Eso, y alejarse de aquel maldito ser que no paraba de hacerle preguntas que no quería oír.
Abrió los ojos, parpadeó y al volver a abrirlos ya estaba en pie, sin recordar muy bien todo el proceso de levantarse. De hecho, su visión se limitaba a simples fotogramas, como si estuviese viendo una película que avanzase de imagen en imagen, a golpes. Lo siguiente que pudo percibir fueron una serie de figuras extrañas, rodeándole. Figuras de personas alargadas, totalmente blancas, que emitían un destello azulado donde deberían estar los ojos.
Tropezó con algo, y lo siguiente que vio fue el suelo a escasos centímetros suya… No, no era el suelo, sino la oscura silueta de la sombra, que acababa de sujetarle por los hombros para evitar que cayese.
—¿Y esto, Datsue? —preguntó la sombra, con voz crispada. Ahora que la veía más de cerca, pudo distinguir su rostro dibujado en la oscuridad. Un rostro extrañamente familiar—. ¿No habíamos quedado en que lo dejarías en casa cada vez que salieras?
Sintió que le empujaba... No, no le empujaba, la sombra tan sólo había alargado uno de sus brazos para…
… para atravesarle el pecho. Datsue abrió la boca, incrédulo, sin todavía poder asimilar lo que acababa de suceder. El extraño ser sacó el brazo, y de pronto se sintió mucho mejor, como si le hubiesen quitado un peso de encima.
—¿Qué te había dicho? —preguntó, y entonces Datsue pudo reconocer al fin su rostro—. Mucho mejor así, ¿verdad?
La mano de la sombra se elevó, enseñando a Datsue lo que sujetaba: un corazón, que latía en el aire sin sangre que bombear.
Estupefacto, se miró el pecho: tenía un orificio enorme en el centro.
—Me acabas de arrancar el corazón —dijo, con el mismo tono de voz que un meteorólogo emplearía para informar que aquel día también llovería en Amegakure. Neutra, sin emoción.
Elevó la mirada y volvió a verse reflejado en aquella sombra. Y es que aquel ser, para su desconcierto, tenía su mismo rostro.
Un nuevo cliente acababa de entrar en el local. Un hombre de mediana edad, de pelo largo y rojizo, cuyos ojos castaños parecían buscar algo entre las sombras de la estancia…
—¿Ntsu? —preguntó. Casi se atraganta al hacerlo. Un objeto pequeño acababa de bajar por su garganta.
—¿Anzu? —escuchó decir a alguien con voz estridente. Lo había oído tan claro como si le hubiesen hablado directamente al cerebro—. ¿Qué te dije sobre eso, Datsue? —preguntó, cambiando a un tono de voz mucho más sordo.
¿Quién demonios…? El Uchiha realizó un esfuerzo en abrir los ojos. Entonces, pudo captar algo: una sombra, flotando tras un millar de lucecillas azules. Azul… ¿Sigo en el local de omoide?
—¿Qué haces con esa chica, Datsue? —Oyó que le hablaba de nuevo la sombra—. Viniste con ella sin hacer preguntas, sin informarte primero de dónde te iba a meter. Tan sólo… confiaste. ¿Qué te tengo dicho sobre eso, Datsue?
La cabeza le daba tantas vueltas que creía que se iba a caer, pese a estar convencido de estar sentado. Se encontraba fatal: notaba como el corazón le latía como un caballo desbocado, oprimiéndole el pecho. Sudaba, y sus pulmones no eran capaces de llenarse de aire. Necesitaba levantarse. Necesitaba levantarse y tomar aire fresco. Eso, y alejarse de aquel maldito ser que no paraba de hacerle preguntas que no quería oír.
Abrió los ojos, parpadeó y al volver a abrirlos ya estaba en pie, sin recordar muy bien todo el proceso de levantarse. De hecho, su visión se limitaba a simples fotogramas, como si estuviese viendo una película que avanzase de imagen en imagen, a golpes. Lo siguiente que pudo percibir fueron una serie de figuras extrañas, rodeándole. Figuras de personas alargadas, totalmente blancas, que emitían un destello azulado donde deberían estar los ojos.
Tropezó con algo, y lo siguiente que vio fue el suelo a escasos centímetros suya… No, no era el suelo, sino la oscura silueta de la sombra, que acababa de sujetarle por los hombros para evitar que cayese.
—¿Y esto, Datsue? —preguntó la sombra, con voz crispada. Ahora que la veía más de cerca, pudo distinguir su rostro dibujado en la oscuridad. Un rostro extrañamente familiar—. ¿No habíamos quedado en que lo dejarías en casa cada vez que salieras?
Sintió que le empujaba... No, no le empujaba, la sombra tan sólo había alargado uno de sus brazos para…
… para atravesarle el pecho. Datsue abrió la boca, incrédulo, sin todavía poder asimilar lo que acababa de suceder. El extraño ser sacó el brazo, y de pronto se sintió mucho mejor, como si le hubiesen quitado un peso de encima.
—¿Qué te había dicho? —preguntó, y entonces Datsue pudo reconocer al fin su rostro—. Mucho mejor así, ¿verdad?
La mano de la sombra se elevó, enseñando a Datsue lo que sujetaba: un corazón, que latía en el aire sin sangre que bombear.
Estupefacto, se miró el pecho: tenía un orificio enorme en el centro.
—Me acabas de arrancar el corazón —dijo, con el mismo tono de voz que un meteorólogo emplearía para informar que aquel día también llovería en Amegakure. Neutra, sin emoción.
Elevó la mirada y volvió a verse reflejado en aquella sombra. Y es que aquel ser, para su desconcierto, tenía su mismo rostro.
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Un nuevo cliente acababa de entrar en el local. Un hombre de mediana edad, de pelo largo y rojizo, cuyos ojos castaños parecían buscar algo entre las sombras de la estancia…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado