11/04/2016, 11:07
Kōri rehusó su mirada. Era la primera vez que lo hacía, y a Ayame se le encogió el corazón al ver esa fracción de debilidad en su hermano mayor. Sin embargo, su rostro seguía siendo aquella máscara perfecta tallada en hielo.
—Yo no lo sé, y si nos correspondiera juzgar las órdenes de nuestros superiores, diría que Yui actuó de forma imprudente. —opinó, y Ayame se mordió el labio inferior al querer intervenir. Pero antes de que pudiera hacerlo, Kōri siguió hablando—. Pero no nos corresponde juzgar las órdenes de la Arashikage.
»No sabes qué te hicieron, sólo que te lo hicieron, y tú no caminaste a Kusagakure por tu propio pie. Tampoco fuiste tú la que mató a toda esa gente. Ni siquiera lo hiciste bajo las órdenes de nadie, porque te utilizaron. No, ni siquiera te utilizaron, porque utilizaron al Gobi. De modo que tú no has hecho nada. Quítatelo de la cabeza, para mí nada ha cambiado, sigues siendo mi hermana, y ya está.
El nudo en su garganta se hizo aún más doloroso.
—¿Pero por qué lo hicieron? —insistió, con lágrimas de desesperación en los ojos. Se había inclinado hacia Kōri al tiempo que este alzaba otra mano para tomar otro bollito y darse cuenta, para su completa decepción, de que la bolsa estaba ya vacía. El tiempo apremiaba, y Ayame ansiaba conocer la respuesta a aquella pregunta—. ¿Qué le llevó a Yui a cometer esa locura? Porque tiene que haber una razón, ¿no...?
Tenía que haberla. En realidad, nada podía justificarle esa masacre. Pero no podía haberse manchado hasta los antebrazos de sangre por el simple capricho de unos gobernantes. Se negaba a aceptar esa realidad. En realidad, aquella había sido su única pregunta desde el principio.
—Yo no lo sé, y si nos correspondiera juzgar las órdenes de nuestros superiores, diría que Yui actuó de forma imprudente. —opinó, y Ayame se mordió el labio inferior al querer intervenir. Pero antes de que pudiera hacerlo, Kōri siguió hablando—. Pero no nos corresponde juzgar las órdenes de la Arashikage.
»No sabes qué te hicieron, sólo que te lo hicieron, y tú no caminaste a Kusagakure por tu propio pie. Tampoco fuiste tú la que mató a toda esa gente. Ni siquiera lo hiciste bajo las órdenes de nadie, porque te utilizaron. No, ni siquiera te utilizaron, porque utilizaron al Gobi. De modo que tú no has hecho nada. Quítatelo de la cabeza, para mí nada ha cambiado, sigues siendo mi hermana, y ya está.
El nudo en su garganta se hizo aún más doloroso.
—¿Pero por qué lo hicieron? —insistió, con lágrimas de desesperación en los ojos. Se había inclinado hacia Kōri al tiempo que este alzaba otra mano para tomar otro bollito y darse cuenta, para su completa decepción, de que la bolsa estaba ya vacía. El tiempo apremiaba, y Ayame ansiaba conocer la respuesta a aquella pregunta—. ¿Qué le llevó a Yui a cometer esa locura? Porque tiene que haber una razón, ¿no...?
Tenía que haberla. En realidad, nada podía justificarle esa masacre. Pero no podía haberse manchado hasta los antebrazos de sangre por el simple capricho de unos gobernantes. Se negaba a aceptar esa realidad. En realidad, aquella había sido su única pregunta desde el principio.