11/04/2016, 11:29
Mientras Datsue deliraba por los efectos de una sobredosis de omoide, en el mundo real las cosas se habían puesto realmente feas para la pareja de intrépidos pero incautos ninjas. Anzu, desesperada, trató sin éxito de levantar a su compañero Uchiha para, con toda la rapidez posible, salir de aquel lugar.
—¡Vaya, ¿qué te parece?!
La voz socarrona y afilada de Katame se sintió como si le clavaran un puñal en la espalda; Anzu se dió media vuelta, temblando por completo. Allí estaba aquel hombre, con su pose intimidante, su único ojo fijo en el drogado Uchiha y su terrorífica sonrisa chapada en metal precioso.
—Juraría que hace un momento aquí estaba sentado un viejo conocido, pero ahora sólo veo a un niñato a punto de echar espuma por la boca —se acercó a Anzu sin un atisbo de miedo—. Normalmente os despellejaría con mis propias manos y me haría una cartera nueva con vuestra piel, sólo para después cortaros en pedacitos muy pequeños y tirar vuestros restos podridos a la basura.
Pese a que había intentado mantenerse fuerte, la Yotsuki era incapaz de disimular más. Estaba tan aterrorizada que su Henge se deshizo de repente, sin que ella pudiera hacer nada por impedirlo. Al ver que en realidad se trataba de una chiquilla, Katame empezó a reír descontroladamente.
—¡Esto tiene que ser una condenada broma! —agarró a Datsue de la camisa y lo levantó con una sola mano, sin aparente esfuerzo—. Creo que no eres consciente de a quién estaba intentando suplantar tu amigo, niña. ¿Me equivoco? —suspiró con fingido dramatismo—. ¿Sabes lo que os hará esa persona si se entera de que estábais intentando jugársela?
Ella no contestó. Estaba recta como un palo, con los brazos pegados al cuerpo y ambos puños apretados a más no poder. Así que este es el final... Su historia ninja estaba a punto de terminar casi antes de haber empezado.
—¡Vaya, ¿qué te parece?!
La voz socarrona y afilada de Katame se sintió como si le clavaran un puñal en la espalda; Anzu se dió media vuelta, temblando por completo. Allí estaba aquel hombre, con su pose intimidante, su único ojo fijo en el drogado Uchiha y su terrorífica sonrisa chapada en metal precioso.
—Juraría que hace un momento aquí estaba sentado un viejo conocido, pero ahora sólo veo a un niñato a punto de echar espuma por la boca —se acercó a Anzu sin un atisbo de miedo—. Normalmente os despellejaría con mis propias manos y me haría una cartera nueva con vuestra piel, sólo para después cortaros en pedacitos muy pequeños y tirar vuestros restos podridos a la basura.
Pese a que había intentado mantenerse fuerte, la Yotsuki era incapaz de disimular más. Estaba tan aterrorizada que su Henge se deshizo de repente, sin que ella pudiera hacer nada por impedirlo. Al ver que en realidad se trataba de una chiquilla, Katame empezó a reír descontroladamente.
—¡Esto tiene que ser una condenada broma! —agarró a Datsue de la camisa y lo levantó con una sola mano, sin aparente esfuerzo—. Creo que no eres consciente de a quién estaba intentando suplantar tu amigo, niña. ¿Me equivoco? —suspiró con fingido dramatismo—. ¿Sabes lo que os hará esa persona si se entera de que estábais intentando jugársela?
Ella no contestó. Estaba recta como un palo, con los brazos pegados al cuerpo y ambos puños apretados a más no poder. Así que este es el final... Su historia ninja estaba a punto de terminar casi antes de haber empezado.