11/04/2016, 15:21
(Última modificación: 11/04/2016, 15:22 por Amedama Daruu.)
Un lejano grito anunció que Ayame acababa de quemarse pro poner un pie en el agua ardiendo cuando no debió hacerlo. Daruu sonrió, pero estaba debajo del agua, así que prácticamente no se notó.
—Esta niña... —farfulló Zetsuo.
Pese a que estaba visiblemente incómodo en aquella situación, todo parecía indicar que la cosa estaba marcando mejor de lo que esperaba. Cerró los ojos y se dejó llevar por el calor del onsen...
—Parece que se te dan bien las flores. —Daruu abrió los ojos justo para comprender que las esperanzas no suelen cumplirse, y también para ver cómo Zetsuo le clavaba una mirada llena de rencor—. Dime, Hanaiko, ¿a cuántas chicas has engatusado ya con ese truco tuyo?
Daruu no podía aguantarlo más. «¿Pero este tío de qué va?»
Se levantó un poco, lo justo como para descubrir la cara y parte de los hombros.
—Pero bueno, hasta aquí podíamos llegar —protestó, indignado—. Escucha, intento respetar a mis mayores, pero estás pasando unas cuantas líneas. Yo no engatuso a nadie con flores, ni estaba intentando engatusar a Ayame. Déjame en paz, y de paso déjala en paz a ella también, que ya es mayorcita. Es más, el que debería madurar eres tú.
Se dejó caer un poco y sacó una mano del agua. De la palma surgió una rosa roja, que arrojó cerca de Zetsuo.
—¿Tienes envidia? Toma, una flor, para engatusarte.
Había intentado medirse, pero ya estaba bien, joder.
Ayame, visiblemente sorprendida por la pregunta de Kiroe, se apretó con más fuerza la toallita sobre la frente y se mordió el labio, azorada.
—D... ¿De qué... luna hablas? —balbuceó, sin mirarla—. —S... sólo mi padre tiene esa marca de nacimiento...
¡Já! —Con una sonrisa de zorro, Kiroe se burló de la afirmación—. Que te crees que no te he visto cuando sólo eras un bebé llorón y cagón. A ti y a Kori. La marca la tenéis los tres. Por si no molase lo suficiente cada uno tenéis una distinta.
»Hace un tiempo empezaste a esconderla y no sé por qué leches lo haces. Es una pasada, además te favorecería, con ese trajecillo azul que siempre llevas puesto.
—Esta niña... —farfulló Zetsuo.
Pese a que estaba visiblemente incómodo en aquella situación, todo parecía indicar que la cosa estaba marcando mejor de lo que esperaba. Cerró los ojos y se dejó llevar por el calor del onsen...
—Parece que se te dan bien las flores. —Daruu abrió los ojos justo para comprender que las esperanzas no suelen cumplirse, y también para ver cómo Zetsuo le clavaba una mirada llena de rencor—. Dime, Hanaiko, ¿a cuántas chicas has engatusado ya con ese truco tuyo?
Daruu no podía aguantarlo más. «¿Pero este tío de qué va?»
Se levantó un poco, lo justo como para descubrir la cara y parte de los hombros.
—Pero bueno, hasta aquí podíamos llegar —protestó, indignado—. Escucha, intento respetar a mis mayores, pero estás pasando unas cuantas líneas. Yo no engatuso a nadie con flores, ni estaba intentando engatusar a Ayame. Déjame en paz, y de paso déjala en paz a ella también, que ya es mayorcita. Es más, el que debería madurar eres tú.
Se dejó caer un poco y sacó una mano del agua. De la palma surgió una rosa roja, que arrojó cerca de Zetsuo.
—¿Tienes envidia? Toma, una flor, para engatusarte.
Había intentado medirse, pero ya estaba bien, joder.
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Ayame, visiblemente sorprendida por la pregunta de Kiroe, se apretó con más fuerza la toallita sobre la frente y se mordió el labio, azorada.
—D... ¿De qué... luna hablas? —balbuceó, sin mirarla—. —S... sólo mi padre tiene esa marca de nacimiento...
¡Já! —Con una sonrisa de zorro, Kiroe se burló de la afirmación—. Que te crees que no te he visto cuando sólo eras un bebé llorón y cagón. A ti y a Kori. La marca la tenéis los tres. Por si no molase lo suficiente cada uno tenéis una distinta.
»Hace un tiempo empezaste a esconderla y no sé por qué leches lo haces. Es una pasada, además te favorecería, con ese trajecillo azul que siempre llevas puesto.