11/04/2016, 15:45
Sintió la mirada del guerrero a sueldo clavada sobre ellos, y el nudo de su garganta apretarse más y más. O quizás no lo hacía en realidad, pero así lo sentía él. Intentó chocar su mirada contra la de él, intentó resistir el yugo, pero era extremadamente agotador. Finalmente, tanto la expresión del mercenario como la soga de sus cuellos se relajó, y Daruu dio una bocanada de aire limpio, puro y abundante al tiempo que aterrizaba las palmas de las manos sobre la madera. Jadeó unos segundos, sin saber si aquello significaba que ya estaban a salvo, o que ya se había cansado de jugar con ellos.
No quería saber la respuesta.
—Una sala de torturas... —murmuró el hombre, más tranquilo—. Parece que estáis diciendo la verdad. Pero entonces, ¿qué hacíais hablando con Satoru-sama en aquella plaza?
Daruu no entendía nada. ¿Diciendo la verdad? ¿Con lo de la sala de torturas? ¿Entonces, era verdad que le estaban torturando? No podía soportar la idea, pero el pasado reciente le había enseñado a no juzgar por las apariencias porque se iba a equivocar, de modo que se limitó a intentar reincorporarse mientras Anzu y el mercenario dialogaban sobre el tema.
Ya te lo hemos dicho, ¡no conocemos de nada a ese 'raruno'! Este socio y yo estábamos comiendo ramen cuando se nos acercó balbuceando y pidiendo ayuda.
Daruu terminó de ponerse de pie, pero tuvo que apoyar las manos sobre los muslos y agacharse, todavía jadeando. De pronto, sintió una terrible losa sobre él: el combate contra Nabi le había parecido difícil, y aquél tipo los había derrotado sin siquiera pelear. Se sintió débil y pequeño como una hormiga.
Ya veo. —Reflexionó el hombre—. Seré franco con vosotros, empezando desde el principio.
»Satoru-sama es el primogénito de Bayushi-sama, primo segundo de Daimyo-sama. Desde que era niño, siempre ha sido... —se lo pensó un instante, buscando las palabras apropiadas—. Peculiar. Cree que tiene poderes sobrenaturales y que los dioses le han maldecido, y con los años ha ido a peor. Ahora no pasan dos meses sin que intente escapar de la ciudad, Amaterasu sabe para qué. Él insiste en que tiene un 'don' y una misión que cumplir...
El relato que el mercenario le contaba le sonaba de algo, pero no sabía de qué.
—Sin supervisión, Satoru-sama es un peligro para sí mismo y para quienes le rodean. Así pues... Parece que él ha confiado en vosotros. ¿Me asistiréis en su búsqueda?
«Piensa...». La fuerza de aquél chakra le había hecho tener la cabeza embotada.
—En mi Aldea primero se da, y luego se pide. Dinos al menos tu nombre.
«Piensa...»
—Podéis llamarme Jin.
«Espera, ¡aquello! Entonces, ¿está diciéndonos la verdad?»
—No sé si lo que me dices es verdad, pero creo que no nos queda otra opción, Jin. —Daruu terminó de levantarse, dio una última exhalación fuerte de aire, y continuó—: Al menos, en algo coincide lo que nos has dicho con lo que ha pasado. Satoru intentó chantajearme. Decía que sabía cosas sobre una chica que conozco. Por supuesto que no me lo he tomado en serio.
«Pero parecía convencido. No, no. No dijo nombres, lo que me dijo se lo podría haber dicho a cualquiera.»
No quería saber la respuesta.
—Una sala de torturas... —murmuró el hombre, más tranquilo—. Parece que estáis diciendo la verdad. Pero entonces, ¿qué hacíais hablando con Satoru-sama en aquella plaza?
Daruu no entendía nada. ¿Diciendo la verdad? ¿Con lo de la sala de torturas? ¿Entonces, era verdad que le estaban torturando? No podía soportar la idea, pero el pasado reciente le había enseñado a no juzgar por las apariencias porque se iba a equivocar, de modo que se limitó a intentar reincorporarse mientras Anzu y el mercenario dialogaban sobre el tema.
Ya te lo hemos dicho, ¡no conocemos de nada a ese 'raruno'! Este socio y yo estábamos comiendo ramen cuando se nos acercó balbuceando y pidiendo ayuda.
Daruu terminó de ponerse de pie, pero tuvo que apoyar las manos sobre los muslos y agacharse, todavía jadeando. De pronto, sintió una terrible losa sobre él: el combate contra Nabi le había parecido difícil, y aquél tipo los había derrotado sin siquiera pelear. Se sintió débil y pequeño como una hormiga.
Ya veo. —Reflexionó el hombre—. Seré franco con vosotros, empezando desde el principio.
»Satoru-sama es el primogénito de Bayushi-sama, primo segundo de Daimyo-sama. Desde que era niño, siempre ha sido... —se lo pensó un instante, buscando las palabras apropiadas—. Peculiar. Cree que tiene poderes sobrenaturales y que los dioses le han maldecido, y con los años ha ido a peor. Ahora no pasan dos meses sin que intente escapar de la ciudad, Amaterasu sabe para qué. Él insiste en que tiene un 'don' y una misión que cumplir...
El relato que el mercenario le contaba le sonaba de algo, pero no sabía de qué.
—Sin supervisión, Satoru-sama es un peligro para sí mismo y para quienes le rodean. Así pues... Parece que él ha confiado en vosotros. ¿Me asistiréis en su búsqueda?
«Piensa...». La fuerza de aquél chakra le había hecho tener la cabeza embotada.
—En mi Aldea primero se da, y luego se pide. Dinos al menos tu nombre.
«Piensa...»
—Podéis llamarme Jin.
«Espera, ¡aquello! Entonces, ¿está diciéndonos la verdad?»
—No sé si lo que me dices es verdad, pero creo que no nos queda otra opción, Jin. —Daruu terminó de levantarse, dio una última exhalación fuerte de aire, y continuó—: Al menos, en algo coincide lo que nos has dicho con lo que ha pasado. Satoru intentó chantajearme. Decía que sabía cosas sobre una chica que conozco. Por supuesto que no me lo he tomado en serio.
«Pero parecía convencido. No, no. No dijo nombres, lo que me dijo se lo podría haber dicho a cualquiera.»