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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#55
Minutos antes...
¿Dónde has dejado tus modales, Aka? —Su enorme vozarrón se elevó por encima de las risas, la música y las peleas que de cuando en cuando se producían en la taberna—. ¿Es que no vas a tomarte ni una copa, después de tanto tiempo?

Es cierto, Aka —dijo Keiko, pronunciando el nombre de Aka con un tono de voz que Joshira, el tabernero, fue incapaz de identificar—. ¡Después de tanto tiempo y ni bebes con tus amigos! —protestó, haciendo pucheros.

Aka, de tez blanca y pelo rojizo, se permitió esbozar una sonrisa cansada.

Veo que no habéis perdido la costumbre.

¡Ja! ¡Eso nunca, viejo zorro! —prorrumpió Joshira, sacando tres vasos pequeños de debajo de la barra y rellenándolos con el contenido de una botella negra, derramando varias gotas en el proceso sin que eso pareciera importarle.

Sin embargo, cuando Aka extendió la mano para coger el suyo, Keiko le dio un guantazo en el dorso de la mano que sonó como una bofetada.

¿Es que te has olvidado de la tradición? —preguntó Keiko, llevándose el vaso a un escote desbordado por su descomunal delantera. Con una sonrisa pícara, introdujo el vaso entre pecho y pecho, quedando perfectamente anclado.

La sonrisa de Aka se ensanchó. Ya no parecía tan cansado.

Claro que no —respondió, levantándose del taburete y acercando la boca al vaso. Entonces, por sorpresa, sujetó a Keiko por las caderas y la alzó en el aire, con el mismo esfuerzo que un labrador haría al levantar un saco de patatas, manteniéndola verticalmente boca abajo hasta que vacío la copa de un trago.

Luego, la dejó caer de nuevo sobre el taburete y escupió el vaso, que salió disparado contra una pared haciéndose añicos. Se oyeron vítores y algunos aplausos por parte de algunos hombres con alguna copa de más, consiguiendo que Keiko se ruborizase.

Te has pasado —dijo, dándole un empujoncillo en el hombro, con una mirada y sonrisilla que más bien parecían decir lo contrario—. Mi turno —exigió, cogiendo el otro vaso y agachándose para colocarlo entre el pantalón y el ombligo de Aka, en una posición que más bien lo que parecía estar haciendo era…

Aka se echó hacia atrás de golpe. De pronto, parecía lívido, como si se le hubiese escapado toda la sangre de la cara. Como un niño pequeño al que le han pillado haciendo travesuras, trató de esconderse tras uno de los taburetes, agachándose.

Pero qué cojones… —murmuró Joshira, siguiendo con la mirada lo que tanto parecía haber asustado a Aka. El elemento intimidatorio no era otro que una mujer, una nueva clienta que acababa de entrar en la taberna. De forma inconsciente, la mano de Joshira se deslizó hasta el cuchillo que tenía escondido bajo la barra. La mujer, rubia y cuya mirada parecía emitir destellos eléctricos, se acercaba a Aka a una velocidad endiablada. Fue entonces cuando vio su barriga, voluminosa, en una síntoma claro de su embarazo. Volvió a mirar a su amigo y… lo comprendió todo—. ¡Pero bueno! —exclamó, soltando una estruendosa carcajada—. ¡Maldito hijo de perra, pero si te han puesto correa!

*** *** ***

Aka había encontrado su objetivo: estaba colgando en el aire, sujetado por una mano que conocía muy bien. O que conoció en su día. La gente cambia con el paso del tiempo, especialmente cuando se pasa de ser un muerto de hambre a ser condenadamente rico… Y esos cambios, para su experiencia, siempre solían ser para peor.

¿Cortarlos en pedacitos? —preguntó a Katame, mientras recortaba la distancia que los separaba—. Pedazo bruto. ¡Siempre tuviste más estómago que yo para esas cosas!
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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RE: La balada nocturna de Shinogi-to - por Uchiha Datsue - 12/04/2016, 13:53


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