13/04/2016, 22:05
- Voy a echar algunas cosas de menos cuando me vaya... Pero a ti, querida sala de espera, desde luego que no...
Un cambio en el rumbo. Un giro en el destino. Un milagro. Había muchas formas de definir lo que había pasado en el torneo aquel día para Juro, pero él no se decantaba por ninguna.
Tras su derrota con Ayame, quien le había provocado una mezcla de emociones - satisfacción por una buena pelea, amargazon por la forma de ser derrotado - iba a pelear otra vez, algo que ni en un millón de años habría esperado. Nada más y nada menos que contra el que había sido abatido por Eri en la misma semifinal.
"Mientras esas dos bestias luchan por el titulo de la final, nosotros nos mataremos por el tercer puesto..."
No es que no le gustase tener la oportunidad de pelear de nuevo, ardía en deseos, pero sentía miedo. Miedo hacia lo que podía pasar, o enfrentarse. Había marcado el listón de una manera, y otra vez en aquella arena, significaba otra vez expuesto a las miradas de la gente, a la presión de no avergonzar a la aldea, al sentimiento de que sus amigos y sus seres queridos estan mirándole.
Era una mezcla extraña de emociones.
Así pues, cuando la puerta que daba la entrada a la gran arena se abrió, no pensó, no sintió. Solo actuó. Como un muñeco al que le habían dicho previamente lo que tenía que hacer, se levantó, y movió las piernas.
Uno paso. Otro paso. Un paso. Otro paso...
Pronto el aire, el rugido del público, le despertó de su estupor. ¡Incluso había gente coreando su nombre!. No lo había hecho tan mal después de todo.
Pudo observar que todo había sido cambiado, probablemente con motivo de la final. Ahora ya no había dos pilares centrales, si no un cuadrado de varios metros de ancho, y en sus cuatro esquinas cuatro grandes pilares. Juro supuso que la pelea desde dichas estructuras había sido todo un éxito al parecer.
Pero esta vez, no había nada malo. Nada que faltase. Los kages y los señores feudales estaban en su sitio, con su protección correspondiente. Había mucha seguridad, pero no pudo fijarse en esos detalles. Su rival aparecería pronto.
No sabía nada de él, además de que era de su propia aldea, y se llamaba Yota. Justamente tenía que llamarse Yota... Sintió una leve punza de dolor en el pecho, que trató de disimular. Tenía que pelear, fuese quien fuese, llamase como se llamase. Por la gloria de la aldea...
Poco a poco, comenzó a caminar hacia el lugar correspondiente, supuso. El cuadrado central. No apartó la vista del lugar donde debía salir su contrincante. Multitud de preguntas rondaban por su mente, pero las trató de apartar a un lado. ¿Como sería? ¿Le saludaría, como hizo Ayame? ¿Se presentaría al menos, o faltaría como su primer rival? ¿Sería completamente diferente a los dos que había conocido? ¿Frío como Nabi? ¿Alegre como Eri? ¿Cortes como Kazuma?
Sus piernas amenazaron con detenerse, pero no lo hizo. Avanzó, poco a poco, esperando ver a su rival para asegurarse de que no atacaría. Solo tenía que seguir caminando, recortando distancia del centro.
Un paso. Otro paso.
Un cambio en el rumbo. Un giro en el destino. Un milagro. Había muchas formas de definir lo que había pasado en el torneo aquel día para Juro, pero él no se decantaba por ninguna.
Tras su derrota con Ayame, quien le había provocado una mezcla de emociones - satisfacción por una buena pelea, amargazon por la forma de ser derrotado - iba a pelear otra vez, algo que ni en un millón de años habría esperado. Nada más y nada menos que contra el que había sido abatido por Eri en la misma semifinal.
"Mientras esas dos bestias luchan por el titulo de la final, nosotros nos mataremos por el tercer puesto..."
No es que no le gustase tener la oportunidad de pelear de nuevo, ardía en deseos, pero sentía miedo. Miedo hacia lo que podía pasar, o enfrentarse. Había marcado el listón de una manera, y otra vez en aquella arena, significaba otra vez expuesto a las miradas de la gente, a la presión de no avergonzar a la aldea, al sentimiento de que sus amigos y sus seres queridos estan mirándole.
Era una mezcla extraña de emociones.
Así pues, cuando la puerta que daba la entrada a la gran arena se abrió, no pensó, no sintió. Solo actuó. Como un muñeco al que le habían dicho previamente lo que tenía que hacer, se levantó, y movió las piernas.
Uno paso. Otro paso. Un paso. Otro paso...
Pronto el aire, el rugido del público, le despertó de su estupor. ¡Incluso había gente coreando su nombre!. No lo había hecho tan mal después de todo.
Pudo observar que todo había sido cambiado, probablemente con motivo de la final. Ahora ya no había dos pilares centrales, si no un cuadrado de varios metros de ancho, y en sus cuatro esquinas cuatro grandes pilares. Juro supuso que la pelea desde dichas estructuras había sido todo un éxito al parecer.
Pero esta vez, no había nada malo. Nada que faltase. Los kages y los señores feudales estaban en su sitio, con su protección correspondiente. Había mucha seguridad, pero no pudo fijarse en esos detalles. Su rival aparecería pronto.
No sabía nada de él, además de que era de su propia aldea, y se llamaba Yota. Justamente tenía que llamarse Yota... Sintió una leve punza de dolor en el pecho, que trató de disimular. Tenía que pelear, fuese quien fuese, llamase como se llamase. Por la gloria de la aldea...
Poco a poco, comenzó a caminar hacia el lugar correspondiente, supuso. El cuadrado central. No apartó la vista del lugar donde debía salir su contrincante. Multitud de preguntas rondaban por su mente, pero las trató de apartar a un lado. ¿Como sería? ¿Le saludaría, como hizo Ayame? ¿Se presentaría al menos, o faltaría como su primer rival? ¿Sería completamente diferente a los dos que había conocido? ¿Frío como Nabi? ¿Alegre como Eri? ¿Cortes como Kazuma?
Sus piernas amenazaron con detenerse, pero no lo hizo. Avanzó, poco a poco, esperando ver a su rival para asegurarse de que no atacaría. Solo tenía que seguir caminando, recortando distancia del centro.
Un paso. Otro paso.