13/04/2016, 22:32
(Última modificación: 13/04/2016, 22:36 por Amedama Daruu.)
—¿Kusagakure quería destruirnos? ¿Pero por qué...? Nosotros no les habíamos hecho nada... —titubeó Ayame.
Kori bajó el rostro, reflexivo.
—¿Acaso crees que Yui hizo lo que hizo sin ninguna razón? —levantó el rostro—. Claro que no. Puedes estar de acuerdo o no con los métodos, pero sólo nos estaba defendiendo. A todos.
»A veces, el ansia de poder lleva a hombres buenos a cometer maldades. Quizás, el miedo a la sublevación, aunque no fuéramos a hacerle nada, llevó a Kenzou a engañarnos a todos.
Ayame parecía perdida en medio de sus pensamientos. Quedó un rato con la mirada perdida. Finalmente, negó con la cabeza enérgicamente.
—Están volviendo a utilizar a los bijū... Tal y como lo hicieron las cinco antiguas aldeas... —murmuró Ayame.
Kori asintió, apesadumbrado.
—Eso es en lo que me temo que no estoy de acuerdo. Pero... Bueno, no es necesario que te lo repita, ¿verdad? —No nos corresponde juzgar las órdenes de un superior.
Ayame cerró los ojos y volvió a sumirse en el silencio. Kori levantó la mirada al cielo, dejándole a su hermana tiempo para pensar.
—Kōri... No nos corresponde juzgar órdenes... Pero esto no está bien. Deberían haber aprendido de los Kages del pasado. Utilizar a los bijū no es la respuesta, ellos no son simples armas que puedas empuñar como un kunai o una espada. No son simples monstruos...
»Kōri, el Gobi me salvó la vida hace muy poco. Hablé con él. Fue él quien me lo dijo. Perdón, ella... Su nombre es Kokuō...
Kori la miró, de súbito.
—¿Qué? Ayame, no deberías jugar con esas cosas —nervioso, se levantó y dio un paso hacia ella—. No hagas caso de nada de lo que te diga, ¿y si te trata de engañar? ¿Y si...?
—¿La trata de engañar, quién? —La voz grave y severa de su padre apareció entre sus matorrales, y no tardó nada en hacerlo él... Acompañado de varios ANBU.
—Nada, padre. —Kori desvió la mirada. Zetsuo miró a Ayame, entrecerró los ojos peligrosamente... y los cerró del todo, dando un fuerte suspiro de alivio.
—Kori, ayuda a los hombres de Yui a escoltar a estos canallas hasta Amegakure, donde serán interrogados. Enviaré una de mis águilas en tu busca dentro de tres días. ¡Te quiero aquí para las semifinales!
—Sí, padre —Kori observó a Ayame preocupado durante unos segundos. Sacudió la cabeza, y acompañó a los guardias hacia los cuerpos congelados de los Hozuki atacantes.
—¡Vamos, niña! —ordenó su padre, y se dio la vuelta, presto, dirigiéndose de nuevo hacia el valle.
Kori bajó el rostro, reflexivo.
—¿Acaso crees que Yui hizo lo que hizo sin ninguna razón? —levantó el rostro—. Claro que no. Puedes estar de acuerdo o no con los métodos, pero sólo nos estaba defendiendo. A todos.
»A veces, el ansia de poder lleva a hombres buenos a cometer maldades. Quizás, el miedo a la sublevación, aunque no fuéramos a hacerle nada, llevó a Kenzou a engañarnos a todos.
Ayame parecía perdida en medio de sus pensamientos. Quedó un rato con la mirada perdida. Finalmente, negó con la cabeza enérgicamente.
—Están volviendo a utilizar a los bijū... Tal y como lo hicieron las cinco antiguas aldeas... —murmuró Ayame.
Kori asintió, apesadumbrado.
—Eso es en lo que me temo que no estoy de acuerdo. Pero... Bueno, no es necesario que te lo repita, ¿verdad? —No nos corresponde juzgar las órdenes de un superior.
Ayame cerró los ojos y volvió a sumirse en el silencio. Kori levantó la mirada al cielo, dejándole a su hermana tiempo para pensar.
—Kōri... No nos corresponde juzgar órdenes... Pero esto no está bien. Deberían haber aprendido de los Kages del pasado. Utilizar a los bijū no es la respuesta, ellos no son simples armas que puedas empuñar como un kunai o una espada. No son simples monstruos...
»Kōri, el Gobi me salvó la vida hace muy poco. Hablé con él. Fue él quien me lo dijo. Perdón, ella... Su nombre es Kokuō...
Kori la miró, de súbito.
—¿Qué? Ayame, no deberías jugar con esas cosas —nervioso, se levantó y dio un paso hacia ella—. No hagas caso de nada de lo que te diga, ¿y si te trata de engañar? ¿Y si...?
—¿La trata de engañar, quién? —La voz grave y severa de su padre apareció entre sus matorrales, y no tardó nada en hacerlo él... Acompañado de varios ANBU.
—Nada, padre. —Kori desvió la mirada. Zetsuo miró a Ayame, entrecerró los ojos peligrosamente... y los cerró del todo, dando un fuerte suspiro de alivio.
—Kori, ayuda a los hombres de Yui a escoltar a estos canallas hasta Amegakure, donde serán interrogados. Enviaré una de mis águilas en tu busca dentro de tres días. ¡Te quiero aquí para las semifinales!
—Sí, padre —Kori observó a Ayame preocupado durante unos segundos. Sacudió la cabeza, y acompañó a los guardias hacia los cuerpos congelados de los Hozuki atacantes.
—¡Vamos, niña! —ordenó su padre, y se dio la vuelta, presto, dirigiéndose de nuevo hacia el valle.