14/04/2016, 12:40
(Última modificación: 15/04/2016, 00:23 por Aotsuki Ayame.)
Pese a todo, Daruu no se amilanó ni un ápice. Seguía allí plantado, casi sumergido del todo y con los brazos cruzados sobre el pecho. Sus ojos seguían clavados en los de él, desafiantes e insolentes a partes iguales.
—La verdad es que sí que creo que eres gilipollas —le espetó, sin ningún pudor, y Zetsuo entrecerró aún más los ojos. El aire volvió a cargarse de aquella electricidad estática, pero aquella vez con una intensidad mayor. El hombre estaba haciendo verdaderos esfuerzos por contenerse—. Como si tú no hubieras tenido mi edad. ¿Qué pasa, que te dedicabas a tirarle ficha a todas las que pasaban debajo de tu ventana?
El silencio que precedió a las palabras de Daruu era tan denso que podrían haberlo cortado con el filo de un kunai como si fuera mantequilla. Pero el chico, lejos de permanecer callado, continuó hablando:
—Pues entonces no nos juzgues a los demás y concéntrate en tu vida. Y por cierto, ya que dices que Ayame no es una chica cualquiera, a lo mejor has creído que yo si lo soy. Te vas a tener que tragar lo de debilucho cuando te pegue una patada en el culo a ti y a tu estúpida apuesta.
—No voy a permitir que me hables de esa manera, mocoso. Si fueras cualquier otra persona estarías contemplando desde más cerca esas piedras que tan interesantes te parecen —siseó, con un tono de voz aún más peligroso que su propio gesto—. Y, sobre lo de la apuesta, ya lo veremos. No permitiré que Ayame pierda frente a alguien tan insolente como tú. De ninguna manera.
Ayame tensó todos los músculos del cuerpo cuando sintió que Kiroe se acercaba a ella. El gesto burlón que había sostenido hasta el momento había sido sustituido por un semblante serio que no le había visto hasta ahora, y cuando alzó una mano hacia su cabeza, ella cerró los ojos y se apretó la toallita contra la frente hasta casi hacerse daño.
—¿Alguien te ha dicho algo horrible sobre esa luna?
Ayame no respondió. Pero la traicionera lágrima que se le escapó fue lo suficientemente delatora.
—Te diré una cosa... Ahora mismo, tú y Daruu sois los más fuertes de tu promoción. Haz que se traguen sus palabras. Y sus dientes. Y no volverán a molestarte nunca más. —Kiroe volvió a reírse entre dientes y nadó hasta la otra parte del onsen, canturreando.
Ayame se mordió el labio inferior. Incapaz de creer una afirmación como aquella. No por Daruu, el chico ya había demostrado ser más fuerte que ella aquella vez que se enfrentaron sobre el Torreón de la Academia, sino por ella misma.
Ella estaba lejos de considerarse "una de las más fuertes de su promoción".
—No... no se lo digas a nadie... —suplicó, con un hilo de voz y la mirada hundida en las profundidades del onsen—. Ni siquiera a Daruu... Por favor.
—La verdad es que sí que creo que eres gilipollas —le espetó, sin ningún pudor, y Zetsuo entrecerró aún más los ojos. El aire volvió a cargarse de aquella electricidad estática, pero aquella vez con una intensidad mayor. El hombre estaba haciendo verdaderos esfuerzos por contenerse—. Como si tú no hubieras tenido mi edad. ¿Qué pasa, que te dedicabas a tirarle ficha a todas las que pasaban debajo de tu ventana?
El silencio que precedió a las palabras de Daruu era tan denso que podrían haberlo cortado con el filo de un kunai como si fuera mantequilla. Pero el chico, lejos de permanecer callado, continuó hablando:
—Pues entonces no nos juzgues a los demás y concéntrate en tu vida. Y por cierto, ya que dices que Ayame no es una chica cualquiera, a lo mejor has creído que yo si lo soy. Te vas a tener que tragar lo de debilucho cuando te pegue una patada en el culo a ti y a tu estúpida apuesta.
—No voy a permitir que me hables de esa manera, mocoso. Si fueras cualquier otra persona estarías contemplando desde más cerca esas piedras que tan interesantes te parecen —siseó, con un tono de voz aún más peligroso que su propio gesto—. Y, sobre lo de la apuesta, ya lo veremos. No permitiré que Ayame pierda frente a alguien tan insolente como tú. De ninguna manera.
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Ayame tensó todos los músculos del cuerpo cuando sintió que Kiroe se acercaba a ella. El gesto burlón que había sostenido hasta el momento había sido sustituido por un semblante serio que no le había visto hasta ahora, y cuando alzó una mano hacia su cabeza, ella cerró los ojos y se apretó la toallita contra la frente hasta casi hacerse daño.
—¿Alguien te ha dicho algo horrible sobre esa luna?
Ayame no respondió. Pero la traicionera lágrima que se le escapó fue lo suficientemente delatora.
—Te diré una cosa... Ahora mismo, tú y Daruu sois los más fuertes de tu promoción. Haz que se traguen sus palabras. Y sus dientes. Y no volverán a molestarte nunca más. —Kiroe volvió a reírse entre dientes y nadó hasta la otra parte del onsen, canturreando.
Ayame se mordió el labio inferior. Incapaz de creer una afirmación como aquella. No por Daruu, el chico ya había demostrado ser más fuerte que ella aquella vez que se enfrentaron sobre el Torreón de la Academia, sino por ella misma.
Ella estaba lejos de considerarse "una de las más fuertes de su promoción".
—No... no se lo digas a nadie... —suplicó, con un hilo de voz y la mirada hundida en las profundidades del onsen—. Ni siquiera a Daruu... Por favor.