15/04/2016, 15:17
Kiroe observó a Ayame durante unos tensos segundos. Dio un tendido suspiro.
—No deberías avergonzarte —insistió—. Pero te prometo que no se lo diré a nadie, si es lo que quieres.
»Ahora, anima esa cara y relájate. Yo ya lo sé desde hace mucho, deja de preocuparte, no te voy a estar mirando fijamente a la toalla —bromeó—. Vamos, Ayamita-chan. Hemos venido a relajarnos. Estabas muy ilusionada, relájate un poco y disfruta, anda.
Cerró los ojos y dejó resbalar un poco el cuerpo...
—No voy a permitir que me hables de esa manera, mocoso. Si fueras cualquier otra persona estarías contemplando desde más cerca esas piedras que tan interesantes te parecen —siseó Zetsuo, profundamente molesto—. Y, sobre lo de la apuesta, ya lo veremos. No permitiré que Ayame pierda frente a alguien tan insolente como tú. De ninguna manera.
Daruu bufó y se levantó. De un salto, salió de las aguas del onsen. Caminó hacia la salida de mala manera, y antes de abandonar los baños termales, escupió:
—Me dices que soy un mocoso, pero el que está actuando con inmadurez eres tú. Una rosa no es un sinónimo de que quiera robarte a Ayame, deberías saberlo. Te tenía un poco más de respeto, Zetsuo-san, a pesar de cómo me mirabas desde el principio.
»Ah, y ganaré esa estúpida apuesta. No hará falta que mi madre me permita hacerlo o no.
Dio un paso más, y se perdió hacia la zona de baños y el vestuario.
—A ti te gusta mi hijo, ¿verdad? —susurró Kiroe, al cabo de unos minutos, cuando las mujeres habían mantenido suficiente el silencio como para correr un tupido velo sobre el anterior tema de conversación.
—No deberías avergonzarte —insistió—. Pero te prometo que no se lo diré a nadie, si es lo que quieres.
»Ahora, anima esa cara y relájate. Yo ya lo sé desde hace mucho, deja de preocuparte, no te voy a estar mirando fijamente a la toalla —bromeó—. Vamos, Ayamita-chan. Hemos venido a relajarnos. Estabas muy ilusionada, relájate un poco y disfruta, anda.
Cerró los ojos y dejó resbalar un poco el cuerpo...
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—No voy a permitir que me hables de esa manera, mocoso. Si fueras cualquier otra persona estarías contemplando desde más cerca esas piedras que tan interesantes te parecen —siseó Zetsuo, profundamente molesto—. Y, sobre lo de la apuesta, ya lo veremos. No permitiré que Ayame pierda frente a alguien tan insolente como tú. De ninguna manera.
Daruu bufó y se levantó. De un salto, salió de las aguas del onsen. Caminó hacia la salida de mala manera, y antes de abandonar los baños termales, escupió:
—Me dices que soy un mocoso, pero el que está actuando con inmadurez eres tú. Una rosa no es un sinónimo de que quiera robarte a Ayame, deberías saberlo. Te tenía un poco más de respeto, Zetsuo-san, a pesar de cómo me mirabas desde el principio.
»Ah, y ganaré esa estúpida apuesta. No hará falta que mi madre me permita hacerlo o no.
Dio un paso más, y se perdió hacia la zona de baños y el vestuario.
···
—A ti te gusta mi hijo, ¿verdad? —susurró Kiroe, al cabo de unos minutos, cuando las mujeres habían mantenido suficiente el silencio como para correr un tupido velo sobre el anterior tema de conversación.