15/04/2016, 22:23
Mogura no parecía desconocer la salsa de tomate, y por lo que dijo a continuación, tampoco la repudiaba. Aunque ciertamente sonaba raro lo que intentaba explicar, los fideos no se suelen tomar con salsa de tomate. Cuando mencionó las albóndigas, supo de qué estaba hablando el chico. Evidentemente, estaba hablando de un plato de pasta con albóndigas, espaguetis de toda la vida de dios. No pudo evitar reír al escucharlo, aunque había sido un buen comensal, no sabía que no se trataban de fideos.
—Jajajaja... pero Mogu, a esa pasta no se le llama fideos, se les llama espagueti... jajaja...—
Continuando la caminata, y la conversación, Mogura contó que a él le iban mucho las fideos acompañados por carne. Tenía especial interés en una especie de ramen que iba acompañado de dos o tres tipos de carne, lo cuál la llevó a pensar que era realmente adicto a ese manjar. La chica afirmó con la cabeza, haciendo saber que entendía lo que decía el joven.
No solo fue eso, si no que también admitió que había aprendido a hacer ese plato hacía no demasiado. Interesante, un chico capaz de desenvolverse en una cocina. No era disparatado, pero si algo raro. Quizás se debía a un buen gusto por la comida, o meramente a eso que decía de ser casi huérfano, pues vivía con un familiar bastante anciano.
Tras hablar del plato de ramen tan peculiar, mencionó uno con no menos carne. Yakiniku, un plato que parecía servirse en una especie de ceremonia según explicó. No entendía para qué tanto paripé por una simple comida, pero en fin, en compañía es cierto que se come mejor. No cabía duda, el chico estaba bastante puesto en el ámbito gastronómico. Justo al terminar de explicar ese plato, preguntó a Katomi por su postre favorito. Era obvio, si había hablado de principales y acompañantes, ¿por qué no de postres?
—Pues... supongo que son los profiteroles. Son una especie de bolitas hechas con masa pastelera, que va rellena de nata congelada, incluso a veces rellenos de crema congelada, a los que se les echa por encima chocolate caliente. Quedan crujientes, calentitos por fuera, y fresquitos por dentro... están genial.—
Mientras que decía su postre favorito, no pudo evitar echarse las manos a las mejillas. Hasta casi pareció sonrojarse. Sin duda, ese postre rozaba la divinidad. Era el autentico manjar de los dioses, un alimento del que los humanos no eran merecedores.
—Quién pudiese tomarlos todos lo días... jajaja...— Deseó en voz alta. —¿y tu postre favorito?—
Entre tanto, cada vez estaban mas cerca de la ciudad. Casi podía verse la zona portuaria, donde numerosas cabelleras podían empezar a hacerse hasta reconocibles.
—Jajajaja... pero Mogu, a esa pasta no se le llama fideos, se les llama espagueti... jajaja...—
Continuando la caminata, y la conversación, Mogura contó que a él le iban mucho las fideos acompañados por carne. Tenía especial interés en una especie de ramen que iba acompañado de dos o tres tipos de carne, lo cuál la llevó a pensar que era realmente adicto a ese manjar. La chica afirmó con la cabeza, haciendo saber que entendía lo que decía el joven.
No solo fue eso, si no que también admitió que había aprendido a hacer ese plato hacía no demasiado. Interesante, un chico capaz de desenvolverse en una cocina. No era disparatado, pero si algo raro. Quizás se debía a un buen gusto por la comida, o meramente a eso que decía de ser casi huérfano, pues vivía con un familiar bastante anciano.
Tras hablar del plato de ramen tan peculiar, mencionó uno con no menos carne. Yakiniku, un plato que parecía servirse en una especie de ceremonia según explicó. No entendía para qué tanto paripé por una simple comida, pero en fin, en compañía es cierto que se come mejor. No cabía duda, el chico estaba bastante puesto en el ámbito gastronómico. Justo al terminar de explicar ese plato, preguntó a Katomi por su postre favorito. Era obvio, si había hablado de principales y acompañantes, ¿por qué no de postres?
—Pues... supongo que son los profiteroles. Son una especie de bolitas hechas con masa pastelera, que va rellena de nata congelada, incluso a veces rellenos de crema congelada, a los que se les echa por encima chocolate caliente. Quedan crujientes, calentitos por fuera, y fresquitos por dentro... están genial.—
Mientras que decía su postre favorito, no pudo evitar echarse las manos a las mejillas. Hasta casi pareció sonrojarse. Sin duda, ese postre rozaba la divinidad. Era el autentico manjar de los dioses, un alimento del que los humanos no eran merecedores.
—Quién pudiese tomarlos todos lo días... jajaja...— Deseó en voz alta. —¿y tu postre favorito?—
Entre tanto, cada vez estaban mas cerca de la ciudad. Casi podía verse la zona portuaria, donde numerosas cabelleras podían empezar a hacerse hasta reconocibles.